por Manuel Alberca
José Antonio Montano, Inspiración para leer, Jot Down Books, 2021.
Le ha costado a José Antonio Montano vencer la parálisis con que atenaza el miedo a publicar un primer libro, a pesar de que él escribe en la prensa desde hace más de quince años. En esta colección de artículos que forman Inspiración para leer flota el pánico escénico a dar forma sólida a lo que estaba destinado a la volátil prensa. Deducimos que no le ha sido fácil salir de su zona de confort: una vez esgrime en su defensa la temible culpa que algunos autores han experimentado de repudiar sus primeros libros. En otra, su resistencia a publicar se acoge al tópico dándole la vuelta: allí donde la mayoría experimenta el miedo a la página en blanco, Montano alude a la terrible carga de arrastrar de por vida la página ya escrita… La razón, en realidad, de este “bartleby”, finalmente redimido, tampoco era el pudor narcisista, la verdadera razón es la pereza lectora, porque, en el prólogo, él mismo se define lector. Un lector peculiar, zigzagueante, indeciso, compulsivamente caprichoso, con sus propios rituales de lectura simultánea de varios libros, con paradas y aceleramientos imprevistos. Es, como él mismo se confiesa, “un mal lector”: “Con los libros que no me gustan sencillamente no puedo; y con los que me gustan, debo esperar el momento adecuado. Soy un lector perezoso, esquivo, fácilmente derrotable”. En fin, si como escritor de libros resulta tremendamente pusilánime de manera que hasta este momento “ha preferido no hacerlo”, como lector y admirador de Borges, es manifiestamente mejorable, pues si el argentino se vanagloriaba de los libros leídos, Montano tiene sus limitaciones: “Siempre he necesitado inspiración para leer.”
Del millar largo de piezas que Montano ha publicado en la prensa, ha seleccionado un centenar justo de artículos: la mayoría de literatura, pero también de arte, filosofía, cine, música, etc. Son otras tantas pruebas de su crítica divertida, gandula, disfrutona e inspirada, pero sobre todo amistosa y generosa, pues este es el principio tácito de este crítico de prosa ocurrente, chispeante, ligera y alegre, que encuentra siempre en los libros y autores comentados algo de provecho, entrañable y alimenticio. En pocas ocasiones rompe este principio, casi me atrevo a decir que solo en una, justo en el único artículo seleccionado donde el componente político ocupa el centro. Lo que tiene Montano de carácter facilón, en fin, de tolerante y liberal, en literatura, en arte o filosofía, desaparece cuando aplica su fino estilete a las conductas políticas. En este artículo el damnificado es, sin acritud, Santiago Serra, con motivo de su renuncia al Premio Nacional de Artes Plásticas 2010: “El grado de subversión de un artista no lo decide el artista: lo decide el Estado. Si el Estado te premia, qué se le va a hacer, chico: serás lo que tú quieras, pero no subversivo…”
Me consta que Montano lleva diario desde hace casi treinta años. Acumula molesquines inéditos por decenas, que paciente y cuidadosamente va pasando a limpio con parsimonia, siguiendo los pasos de su admirado Andrés Trapiello. No sé cuándo se podrán leer estos diarios, pero quien tenga curiosidad por la persona que habita en el crítico encontrará en este libro un adelanto. Dice Ricardo Piglia, y lo dice en dos ocasiones con las mismas palabras: “La crítica es la forma moderna de la autobiografía. Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas” (Formas breves y Crítica y ficción). Seguro que Montano conoce estas referencias, pero no sé si es consciente de que, escribiendo estos estupendos artículos, va dibujando, no una autobiografía, como defiende Piglia, sino un autorretrato de su bonhomía de lector dichoso, fiel a la alegría que la lectura de ciertos autores le produce e incondicional de la amistad. Para terminar una sugerencia al autor: le pediría que sacrificase su generosidad, que fuese un poco egoísta, que leyese un poco menos y escribiese esos libros que los lectores esperamos. Que se atreviese a hacerlo. ¡Que renaciese!