15.9.21

Ilustración, corrosión, pasión

Para la otoñal Feria del Libro de Madrid voy a recomendar tres libros de tres amigos, naturalmente (¡el amiguismo es un excelente motor crítico, sobre todo cuando el trabajo lo ha hecho uno antes: solo consiente hacerse amigo de buenos escritores!): Abecedario democrático de Manuel Arias Maldonado, La muerte del hipster de Daniel Gascón y Mi ovni de la perestroika de Daniel Utrilla.

Escribo de esos tres porque son los tres últimos, pero antes hubo otros: los asteroides Ignacio Peyró y Jorge Bustos, con Ya sentarás cabeza y Asombro y desencanto, respectivamente; Ernesto Hernández Busto, con Cerdos y niños y Ariles; David Jiménez Torres, con 2017; Antonio García Maldonado, con El final de la aventura; Rafael García Maldonado, con Si yo de ti me olvidara, Jerusalén; Francisco Lapuerta Amigo, con Laura o el camino de la filosofía; Eduardo Jordá, con Anna Ajmátova; Javier Gomá, con Un hombre de cincuenta años; o Luís Pousa, con El cielo invisible. Además, Luis Sanz Irles con su traducción de La tierra baldía de T.S. Eliot (¡que estará el viernes 24, de 17:00 a 19:00 h., en la caseta 135: inexcusable ocasión de tener firmado un Eliot por su mejor traductor a nuestro idioma!).

"¡Pero cómo! ¿No hay mujeres?", me dirán. ¡Tranquis, que les traigo a trece de golpe, aunque no sean amigas! Estoy leyendo la extraordinaria antología de María Alcantarilla El cielo de abajo. La escritura del cuerpo en trece poetas hispanoamericanas, que son Hanni Ossott, Alina Galliano, Ileana Espinel Cedeño, Esther Seligson, Blanca Wiethüchter, Diana Morán, Olga Orozco, Tatiana Oroño, Ana María García Silva, María Eugenia Brito, Mery Yolanda Sánchez, Carmen González Huguet y María Baranda. ¡Pero vamos al turrón!

Ilustración

Por una estupenda coincidencia, que no lo es tanto, Manuel Arias Maldonado publica su libro más didáctico justo tras obtener la cátedra de Ciencia Política en la Universidad de Málaga. Y no lo es tanto porque todos sus libros tienen esa vocación de comunicar al público culto las cuestiones de su área de conocimiento, con claridad que no elude el rigor. En Abecedario democrático (Turner) se sirve del orden alfabético para resumir en sus veintisiete entradas los aspectos fundamentales de la democracia liberal, el "sistema político que –pese a todo– mejor combina la defensa de la autonomía individual y la promoción de los intereses colectivos". Es un diccionario decididamente a favor de esta democracia que "es preferible a sus alternativas", sin por ello eludir sus conflictos y contradicciones. Cada entrada es un ensayo breve y completo sobre el término correspondiente ("Ciudadanía", "Estado", "Feminismo", "Igualdad", "Justicia", "Libertad", "Nación", "Populismo", "Soberanía", "Xenofobia", etc.) en que hay consideraciones históricas, aclaraciones conceptuales, repaso a los debates sobre el mismo y hasta notas de actualidad. Un buen apoyo, pues, en el últimamente menoscabado camino de la Ilustración; que Arias Maldonado pone al día, con su intelecto sofisticado y su mirada larga, que alcanza al Antropoceno.

Corrosión 

Daniel Gascón se ha destapado como un gamberro corrosivo, que ayuda también en el camino de la Ilustración por medio de la sátira: esa dinamizadora de los componentes apelmazados. Ha encontrado un instrumento de precisión descacharrante en su hipster, que tras Un hipster en la España vacía vuelve con La muerte del hipster (Literatura Random House). Su proceder es un tanto expeditivo: el de la mencionada corrosión; o sea, la demolición por adherencia tóxica a los materiales. Deslumbra el manejo de las referencias, que van de lo cazurro a lo cultísimo, de lo periodístico y lo pop a lo altamente intelectual. Por supuesto, en la novela no se da esta división, sino que todo está gloriosamente mezclado; aunque no en armonía, sino con fricciones de las que saltan jocosas chispas. En La muerte del hipster, además de entorno rural con lugareños y urbanitas, hay pandemia, confinamiento y hasta desafío secesionista. La crítica a las nuevas carcasas reaccionarias de una cierta progresía vigente sería el impulso –de efectos liberadores– de las entregas del hipster. Y además está el encariñamiento con los personajes, que les da vida. El formato fragmentario, diverso, plural, con retóricas distintas que se alternan, contribuye a la dinamización.

Pasión 

Lo de Daniel Utrilla es el exceso, la explosión pasional producida por palabras eléctricas que se conectan entre sí como están conectadas a su mundo, en un entramado de analogías en el que no se da puntada sin hilo. Como ya ocurriera con A Moscú sin Kaláshnikov, el también monumental Mi ovni de la perestroika (Libros del K.O.) comienza con un aluvión de citas. Concretamente, noventa y una citas: deja pequeña a su inspiradora Moby Dick. Aunque su gran inspirador es el excesivo León Tolstói, que es el núcleo magnético de su pasión por Rusia. El arranque del libro es la aparición de un ovni en Vorónezh, justo un mes antes de la caída del muro de Berlín. A partir de aquí, Utrilla entremezcla la ufología con la perestroika, en un juego poético-narrativo que incorpora sus otras pasiones: las palabras, la literatura, el periodismo, el Real Madrid, su infancia en San José de Valderas (por donde también rondaban los ovnis), la televisión, Rusia, las sincronías, los destellos metafóricos de la realidad. El vigor de la prosa de Utrilla lo empuja todo, llevándolo en una corriente vibrante en el que el mundo y el lenguaje están vivísimos: son pura vida pasional. 

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