27.10.21

La verdadera venganza de Iván Redondo: una hipótesis

Aseguran los analistas que Iván Redondo está resentido con quien fue su jefe hasta hace nada, el presidente Pedro Sánchez. No habría superado su fulminante destitución como director del gabinete de la presidencia. En sus entrevistas desde entonces (la de Jordi Évole, la de Susanna Griso, la de Carlos Alsina) ha lanzado sutiles ataques a Sánchez y a su entorno, ha exhibido silencios pasivo-agresivos, ha insinuado su disposición a trabajar para la mayor rival de Sánchez en la izquierda, la vicepresidenta y ministra Yolanda Díaz.

El problema de Redondo es que todas las miradas se han dirigido a él más que a su mensaje. Redondo es el mensaje. Sus palabras han quedado opacadas por él mismo, por su manera de hablar, por sus ademanes, por su estilo, por su ropa y su peinado (y lo que subyace a este). Incluso por lo que llevaba en los bolsillos (piezas de ajedrez; tal vez también de parchís y dominó, tal vez naipes, tal vez dados). He detectado una satisfacción generalizada al comprobar que Redondo, dicen, es ridículo, un botarate. Lo temían y ahora se ríen de él. Se sienten superiores, simplemente porque al otro lo ven inferior. Lo consideran un nuevo Pequeño Nicolás.

Se equivocan, es mi hipótesis. Porque mi hipótesis es que Redondo es un fuera de serie, un genio. Y ha ideado (aquí culmina mi hipótesis) la mayor venganza posible contra Sánchez, que no consiste ni mucho menos en las palabras, silencios e insinuaciones que ha emitido. No, lo suyo es una verdadera venganza. Una venganza devastadora, que deja a Sánchez al pie de los caballos.

Es muy fácil pensar (algo que siempre gusta en España; me refiero a lo fácil, no al pensar) que a un experto de la comunicación como Redondo se le iba a escapar lo que comunicaba en esas entrevistas. Sabía, por supuesto, lo que comunicaba: y eso era exactamente lo que quería comunicar. Quería comunicar (por utilizar los insultos de sus detractores) ridiculez, botaratismo. Él mismo, en sí mismo, le ha dado cuerpo y voz a su venganza. El Redondo de esas entrevistas es una estricta construcción vengativa. Es un maestro de la comunicación en ejercicio el Redondo de ellas. Que comenzó, por cierto, un poco antes: en la célebre comparecencia en que dijo que se tiraría por un barranco por su presidente. No fue, por lo tanto, su despido físico lo que desató su resentimiento, sino el ninguneo al que fue sometido durante los últimos meses en el cargo.

Fue entonces cuando decidió, como quien dice, salir a la palestra. No como él mismo, es decir, como el genio de la comunicación que es, sino como su parodia: ese ridículo botarate (¡vuelvo a los insultos que circulan pero no comparto!) que dejan en tan mal lugar al que lo nombró. Porque esta es su verdadera (¡y letal!) venganza: dejar en evidencia al presidente que lo nombró y mantuvo tanto tiempo, siendo así como ha visto el público que es (pero no es).

* * *