28.9.25

Escribo en pelotas, el uniforme de los triunfadores

[Montanoscopia] 

1. Lo de los lapsus es precioso. Uno incurre en el mismo una y otra vez, hasta que se para a pensarlo. Si detecta la causa, no lo volverá a cometer. Es un psicoanálisis de un minuto. Me venía sucediendo con el nombre Charlie Kirk. Cada vez que intentaba decirlo, me salía Michael Kirk. Hasta que desvelé la fuerza de ese Kirk, cuyo dueño siempre ha sido Douglas. Y que tira por simetría hacia su hijo Michael. Una fusión edípica en realidad: Michael Kirk (Douglas ambos). 

2. La abstención es mi guarida y mi castillo, mi destino (¡fatal!). Al decir abstención quiero decir voto en blanco, porque a votar hay que ir. Aunque con el voto en blanco no se respeta el secreto de voto, ya que el sobre se entrega vacío y se ve que está vacío. Tal vez sea mejor el voto nulo: pintar monigotes, insultos. El caso es que de la abstención me sacaron UPyD y Ciudadanos, y a ella volví sin ellos. Me dio una esperancilla Izquierda Española, pero su putinismo (o su no antiputinismo) me la hace invotable. En los momentos de cabreo antisanchista se me ocurre votar al PP, en plan voto antisanchista útil (y de castigo). Pero el PP nunca tarda en hacer algo que arruina mi intención de voto. Ahora es la aproximación a Espinosa de los Monteros, lo que lo liquida definitivamente para mí. Como lo viene haciendo (¡definitivamente!) la conciencia de que solo podrá gobernar con Vox. Y yo no he llegado hasta aquí para favorecer nada con Vox. 

3. Gracias a Espinosa de los Monteros tuvo grandísimos momentos Losantos, cuando estiraba jocosas peroratas sobre su barba asiria. Como estaba también su mujer Monasterio, ahora ocultada, mi amiga Dolores los llamaba Los Monastis. Y Losantos: Los Aristogatos. Con Espinosa de los Monteros he tenido asimismo un problema personal: lo encontraba clavadito a Guille Ortiz. A su nuevo proyecto político le ha puesto Atenea. Yo le habría puesto (remontándome a Losantos) Asurbanipal. Pero el mejor nombre es el que corre por los mentideros madrileños: Pesca de Arrastre

4. Entrañable reunión de psocialistas para buscarle una salida al PSOE. Yo personalmente creo que el PSOE ya solo puede ser mejorado mediante su destrucción. El PSOE: ese partido que le niega un aplauso póstumo a Lambán. Pero los reunidos son entrañables porque pretenden una salida sin un Brutus. O quizá les pasa como a Feijóo: esperan que el Tiempo sea su Brutus. 

5. Putin y Xi precisamente, con su sueño de inmortalidad, ansían arrebatarle al Tiempo su carácter de tiranicida infalible. Que los autócratas no se mueran ni siquiera en la cama. Imagínense España sin "el hecho biológico": la democracia no habría llegado jamás. Por otra parte, ya dije que en la España actual es ontológicamente imposible un magnicidio. Si alguien lo intentara con éxito, le saldría como mucho un parvicidio. Nuestros gobernantes no dan para más. 

6. El presidente no se la cuela a The Telegraph, que titula: "Sánchez usa Gaza para salvar el pellejo". Los estudiantes de la Universidad de Columbia sí le fueron afines. Recreo libremente el diálogo: "¿Trump o Sánchez?". "¡Sánchez, Sánchez!". "Da igual, también soy Trump". 

7. Todo cae en el bolsillo del narcisismo. La ministra de Igualdad se toma la reprobación del Congreso como una condecoración. Ahora va por ahí presentándose como "ministra reprobada". Es por una incompetencia, pero ella lanza su grito cheroqui: "¡Somos incómodas!". 

8. Vidal-Folch (el nuestro, el bueno) afirma en su deliciosa última columna que escribo en pijama, "el uniforme de los fracasados". En realidad escribo en pelotas, el uniforme de los triunfadores. 

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25.9.25

Un viaje literario y existencial en bicicleta

Hacía mucho que no tenía una sensación: la de estar sin tiempo para leer pero leer, porque un libro te atrapa. Nunca leí más que en la universidad, cuando el montón de asignaturas en que me había matriculado me obligaba a embrutecerme con el estudio obligatorio: pero los libros paralelos me salvaban, algunos en la misma aula a despecho de la perorata frecuentemente estólida del profesor. Ahora me ha pasado lo mismo con Días de sol y piedra. De los Alpes a Roma, de Pepe Pérez-Muelas (Siruela). Lo recibí, lo abrí para echarle un vistazo rápido antes de ponerlo en el montón de los aplazados con melancolía, pero la frase "la bicicleta me hace renacer" y la aparición del Mont Venoux me incitaron a leer un poco y fatalmente a leerlo entero, en minutos robados al tiempo que me faltaba. Una antigua sensación furtiva que produce un automático milagro: la generación de tiempo nuevo, una suerte de tiempo suplementario, un tiempo propio.

El autor, que había escrito sobre los viajes en Homo viator, narra un viaje en bicicleta, en mitad de una crisis personal, por la llamada Vía Francígena, una ruta medieval por la que los francos bajaban hasta Roma. Una genuina romería, pues. Parte del Gran San Bernardo, un puerto de montaña de los Alpes, y recorre mil doscientos kilómetros hasta llegar a la capital de Italia. El libro habla del camino, de los otros personajes que se encuentra el viajero y las hospederías, de episodios del pasado, históricos y culturales, de paisajes, obras de arte, arquitecturas, meteoros y de las sensaciones físicas y psicológicas de la peregrinación existencial. Todo libro es un viaje, se ocupe o no se ocupe de un viaje, aunque no todos logran transmitirlo. Días de sol y piedra se ocupa de un viaje y lo transmite: el lector (al menos este lector) viaja con él, contempla, aprende, disfruta, agoniza a ratos, se emociona.

Me enganchó por los prolegómenos en Turín, donde vive el hermano del autor. Recrea los últimos días allí de Cesare Pavese. Cita el cuento de Ricardo Piglia "Un pez en el hielo", recogido en La invasión. Lo he releído y es perfecto. Pavese se suicidó por el amor no correspondido a una actriz, Constance Dowling. Estás perdido si te enamoras de una actriz. Ahora se ha muerto Claudia Cardinale: cuántos corazones rompió. Y se acaba de separar Monica Bellucci, que le ha dado tres años principescos a Tim Burton, que vuelve a ser mendigo. Billy Wilder tuvo una aventura con la hermana de Constance, Doris Dowling, que aparece en Días sin huella, en la que también participó la que sería su mujer, Audrey Young: se la ve, duchampianamente, al fondo de un plano, en un guardarropa. Chico Buarque siente fascinación por las actrices (se casó con una, Marieta Severo) y les dedicó una canción: "As atrizes".

Es muy apropiada la evocación del Mont Ventoux, aunque el viaje no pasa por ahí. Petrarca lo subió con su hermano y el autor se dirige hacia el principio de su ruta con el suyo, quien lo acerca en coche al Gran San Bernardo. La Subida al Monte Ventoso de Petrarca establece la metáfora del esfuerzo para llegar a lo alto, lo que preconiza el ciclismo. Pérez-Muelas le brinda una victoria simbólica a Petrarca, quien al fin y al cabo también se enamoró de una actriz en su película mental: "He aquí la verdadera melancolía del poeta. No fue Laura su aspiración, sino volver a sentir lo que vivió en el Mont Ventoux". Además de Pavese y Petrarca, comparecen Primo Levi, Homero, Penélope, Verdi, Fabrizio De André, el rey Minos, Ariadna, Giorgio de Chirico, Nausícaa, Odiseo, Dino Buzzati, Fausto Coppi, Gino Bartali o Turner, siempre al hilo del viaje y entrelazados con la experiencia presente y enriqueciéndola. El contrapunto cultural, que el autor presenta con encarnadura vital, favorece la emoción de la parte confesional. Y le da densidad al recorrido.

El viajero comienza su ruta bajando, pero tendrá muchas montañas que subir por el camino, sobre todo el paso de la Cisa, con tramos del 15% de desnivel. Escribe las páginas de su agonía, que se cuentan entre las mejores de Días de sol y piedra: "El ciclismo es como la vida. He tardado siete horas en subir los 43 kilómetros del puerto de la Cisa. Apenas me basta media para alejarme de él. Es un victoria efímera en lo físico. Pero ya la tengo tan dentro de mí que jamás la soltaré. Sin melancolías. Un recuerdo no manchado por el miedo. Es una victoria. La libertad ganada".

Tengo pendientes otros viajes por Italia: La aurora cuando surge de Manuel Astur, Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey de Ander Izagirre y Venecia. Un asedio en espiral de Ignacio Jáuregui. Pero leí Roma desordenada de Juan Claudio de Ramón y El tiempo de los lirios de Vicente Valero, que me encantaron, y ahora este Días de sol y piedra de Pepe-Pérez Muelas, que me ha encantado también. Y con el regusto de haberlo leído sin tener tiempo para leerlo.

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21.9.25

Las tres primeras catástrofes del siglo XXI

[Montanoscopia]  
 
1. Murió Robert Redford. Para mí siempre fue el del cine de verano en que vi Los tres días del cóndor. La noticia ha sido tratada en la prensa malagueña como local, por los meses que pasó en Mijas en 1966. Entre los artículos de la nacional, bastante buenos, destaco el de Altares sobre Todos los hombres del presidente, en que elogia la capacidad del periodismo "para frenar los abusos del poder". Solo que para los periodistas sanchistas el título es hoy de hecho: Todos los hombres del presidente, pero lo que diga el presidente.  
 
2. Redford también tenía su ego. Todo el mundo lo tiene. Un amigo mío fue a etrevistarse con el chistoso Arévalo, que buscaba colaborador. A la salida la pregunté qué tal. Me miró desesperado: "Es acojonante, ¡hasta Arévalo tiene ego!". Pues Redford no digamos. En uno de los libros sobre guionismo que leí en su época, creo que El oficio del guionista de John Brady, se hablaba de cómo camelarse a una estrella de Hollywood para una película. Ponían el ejemplo de El mejor. "Robert", le dijeron, "si la película es sobre el mejor jugador de béisbol, solo la puede hacer el mejor actor". Robert aceptó el papel. Creo que Arévalo también lo habría aceptado.  
 
3. Los dos primeros episodios de Nuestro siglo, la nueva sección de David Jiménez Torres en La Brújula, se han ocupado de dos acontecimientos del inicio que han condicionado lo que llevamos, un cuarto ya: la llegada de Putin al poder el 1 de enero de 2000 y el 11-S de 2001. Al final del último episodio, exclamó el director del programa Rafa Latorre: "¡Qué barbaridad! Los dos primeros años de este siglo lo marcaron dramáticamente". Pero hay un tercer acontecimiento que también ha marcado dramáticamente este cuarto de siglo.  
 
4. En la Nochevieja del 1999 al 2000 se acabó una era ciclista en España: la que narraba el gran Pedro González para Televisión Española. Una era dorada que incluyó el imperio de Miguel Indurain. La mañana de Año Nuevo, cuando todo el mundo estaba pendiente del efecto 2000, trajo una noticia para mí más devastadora que el Apocalipsis que se temía: la de la muerte de Pedro González. Había llevado a su hija a una fiesta tras las uvas y al regresar le dio un infarto. El milenio empezaba fatal. Pero fue a peor: su puesto lo ocupó Carlos de Andrés, que hasta entonces había seguido la Vuelta en la moto. O sea, que desde el mismísimo año 2000 hasta este 2025 hemos estado sufriendo al soporífero De Andrés. Una catástrofe para mí equivalente a la llegada de Putin al poder y el 11-S, y con el mismo alcance. Su culminación ha sido la reciente Vuelta, de cuyo desastre ha sido uno de los cómplices, no abiertamente pero sí taimadamente. En sus retransmisiones, el ciclista más nombrado ha sido un tal Genocidio.  
 
5. Ha resultado muy doloroso ver el desprecio con que los patanes despachaban mi amado ciclismo. Poniendo artificiosamente en el otro plato de la balanza a los muertos palestinos como coartada para cargarse la Vuelta. El estomagante The Puentete añadía como el matón que es: "¡Pero si la última etapa es la más aburrida!". Hombre, si el criterio es el aburrimiento, vete a tu casa, ministrete. En compensación, me llegó un libro que no tengo tiempo de leer pero que estoy leyendo. Es que al hojearlo leí: "La bicicleta me hace renacer". Y leí: "Mont Ventoux". Es Días de sol y piedra, del autor de Homo viator, Pepe Pérez-Muelas (en Siruela ambos). Escribiré sobre él este jueves. 
 
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19.9.25

Monumento a Perico


[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 1:55

Buenas noches. El ciclismo es una de mis pasiones, junto con los libros, la música brasileña y ese dandismo indumentario que tanto admiran los nanosegundos. Mi pasión por el ciclismo primero fue de sillín y hoy es de sillón. Se despertó en los tiempos de Perico Delgado, aunque mi ídolo no era Perico, sino Pello Ruiz Cabestany. Como tantas veces en la vida, aposté por el perdedor, perdiendo yo también: ¡qué pocas alegrías me dio Pello a cambio de tantas agonías! De aquella rivalidad me quedó un desdén por Perico que he venido cultivando desde entonces. Después de Pello, lo ataqué en favor de Miguel Indurain. Y desde que se hizo comentarista televisivo no he dejado de atacarlo, por sus anacolutos (¡lo llamé el Rey del Anacoluto!) y por ese buenrollismo perpetuo que tanto me carga. Pero de pronto, el graciosete Perico ha sabido estar a la altura en esta Vuelta tan baja. De una manera para mí emocionante, se lo ha jugado todo por amor al ciclismo. El que yo consideraba un pícaro, de repente se ha rebelado contra el acoso a la profesión de su vida. Esa profesión que, como decía el escritor mexicano Julio Torri, es de ángeles, porque los ciclistas avanzan como volando, sin pisar el suelo. En el momento de mayor servilismo de la televisión pública, mero instrumento del Gobierno como en la época del Nodo, Perico, que ahora vive de ella, ha sabido decir NO. Ya piden su cabeza, y es posible que caiga. Pero puede llevársela con orgullo, porque Perico se ha destapado como el grande que fue en la bicicleta. Ahora me arrepiento de haberme reído de lo que siempre había estado ahí por encima de todo: no un anacolutista, no un buenrollista, no un graciosete, no un pícaro. Sino un ciclista.

18.9.25

El pogromo ridículo de Pedro Sánchez

Y he aquí que Pedro Sánchez, el presidente más franquista en sus maneras desde Franco, quiere irse aún más atrás en nuestra leyenda negra y emular a los Reyes Católicos con la expulsión de los judíos. Es verdad que el pogromo liderado por Sánchez como esos matones de las películas del Ku Klux Klan es pequeñito en comparación: se trataba simbólicamente de borrar la palabra Israel de los maillots, como en efecto hicieron los ciclistas de ese equipo. Solo que la cualidad judaica parece indeleble a los ojos emperrados, igual que la viejecita que llamó a la policía porque en el balcón de enfrente había una pareja desnuda. El agente no vio nada y la viejecita le dijo: "Pero súbase a esta silla". En eso andan Sánchez y su séquito político-mediático.

La brutalidad criminal de Netanyahu, tan poco inteligente además, es una mera excusa para el desbocado antisemitismo. No todo el que critica la política bélica de Israel, que no repara en la población civil, es antisemita, eso está claro. El propio Netanyahu es muy dado a escudarse en esa acusación, como hacen los dirigentes irresponsables que prioritariamente buscan salvarse a sí mismos. Pero que el antisemitismo vuelve a campar a sus anchas es indiscubible: no puede disimularse su hedor. Se expandió con el pogromo ejecutado por los palestinos de Hamás el 7 de octubre de 2023, que fue jaleado por un número insoportable de sujetos y sujetas de todo el mundo, entre estas últimas una europarlamentaria española que sería enseguida ministra de Sánchez: Sira Rego. Otro ministro europarlamentario entonces votó también que no a la condena a Hamás: el remilgado Urtasun. Lo hicieron justo en esa brecha en que Israel aún no había tomado represalias: la brecha por la que vimos a los antisemitas en pelotas sin necesidad de subirnos a ninguna silla.

Decía Freud (¡un judío!) algo muy interesante acerca de los actos fallidos y los lapsus. Estos no son puramente azarosos, sino que aprovechan una bajada de defensas, el cansancio, un descuido, para manifestar algo que se lleva dentro. Aquí el antisemitismo ha aprovechado la reacción de Israel para, literalmente, desatarse. Al contrario de análisis dolientes pero serenos como los de Juan Claudio de Ramón en El Mundo o Reyes Mate en El País, que dan cuenta de la complejidad de la situación y el reparto de culpas, sin minusvalorar la atrocidad de lo que está ocurriendo, la respuesta del antisemitismo es la histeria contra el nombre de Israel y contra los judíos por extensión. Asoma, por ejemplo, en el regodeo sádico con que pronuncia la palabra "genocidio" o, más aún, "exterminio". Muy bien escogidas a partir del terreno allanado freudianamente.

La cara de odio de Irene Montero era calcada a la de cualquier alemana nazi de 1938. Para ella y los suyos los muertos no son más que munición ideológica, como todo en ella y los suyos. Por otra parte, el anti-antisemitismo tiene su propia trampa: puede atenazar a la hora de juzgar crímenes. Confieso que me ha pasado un poco. Unos meses después del 7-O vi Shoah y me dejó noqueado. Pero debemos ser justos, o intentarlo al menos. Tarde o temprano se cumple el imperativo de Cioran, de crudo pesimismo antropológico: "Por las víctimas hay que tener una piedad sin esperanza". Nunca está descartado que terminen convirtiéndose en verdugos.

Volviendo a Sánchez, lo más ridículo es que ni siquiera es antisemita. ¿Cómo va a ser antisemita, si no es nada? Se ha montado en este carro por aprovecharse, como ha hecho siempre. Todos sabemos que hoy mismo llamaba a Netanhayu si necesitara sus votos.

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14.9.25

He aquí otra vez el tiempo de los asesinos

[Montanoscopia] 

1. La izquierda se ha metido en un callejón espantoso. A fuerza de declararse antifascista dentro de una democracia, ha terminado combatiendo la democracia. ¿Qué otra cosa le quedaba? La democracia es para ella el fascismo. Por eso se abraza a los auténticos fascistas (entre nosotros, nacionalistas, independentistas y proterroristas; categorías no excluyentes) a la vez que ataca a los demócratas. En España es facha el que le chista al Poder y nadie más. Esta situación latente se autodestripa cuando sucede un asesinato como el de Charlie Kirk, un hombre de cuya existencia he sabido justo cuando se le iba en un chorro de sangre por el cuello. Y entonces, alucinantemente, la danza de la muerte y el crimen de los adeptos de la izquierda, convertidos en asesinos vicarios. He aquí otra vez el tiempo de los asesinos. 

2. Como brasileñista, estoy muy orgulloso de que Brasil encarcele a sus golpistas, a diferencia de Estados Unidos y España. Caetano proclama: "Sem anistia!". Caetano: el amigo de Almodóvar, quien sí estuvo por la amnistía de los golpistas españoles. 

3. Bayrou, primer ministro de Francia hasta el martes, hizo algo de altura: decirles a los franceses la verdad. Los franceses, como buenos españoles, la desdeñaron. Pero Bayrou sabe que en un futuro los franceses estarán hundidos y lo recordarán con admiración. En España pasará igual, pero sin que hayamos tenido un Bayrou. Su sucesor, por cierto, se llama Lecornu: este, sin duda, muy del gusto de los franceses y los españoles. 

4. Aunque no hay documentación explícita, los indicios apuntan a que Cervantes practicó el placer griego, al modo arábigo, en Argel. Lo que enriqueció esa gran comprensión humanista suya celebrada por todos. Así que bien por Amenábar. Otra cosa es que yo vaya a ver El cautivo. Soy de los que se quedaron en Tesis. Vi dos o tres más de Amenábar, pero Pumares le puso el mejor mote de todos los tiempos y acabó con él, al menos para mí. El mote era Orsoncito

5. Me topo con el vídeo de un homenaje a Manuel Vicent. ¡Qué tufo a Establishment! A mí estas cosas me encantaban hasta hace nada, pero ya no puedo con ellas. Se me ha atravesado algo. Le veo la mueca a todo. Es quizá ese llevar velillas en la trágica mojiganga, que decía Max Estrella. O simplemente que no soporto las jetas de autosatisfacción de los oficiantes del Régimen; jetas, por supuesto, con ese punto desenfadado que el Régimen exige o da. Ahora caigo en que tampoco soporto las jetas de autosatisfacción de los que saben que llegarán al Poder después de Sánchez. No soporto, en fin de cuentas, las jetas de autosatisfacción. 

6. Lluís Llach berreando en la Diada con su voz de viejecillo, qué cosa. El otro día Arcadi Espada recordó en su podcast un libro colectivo de los noventa: En el nombre del hijo, en el que varios autores (Trías, Mendoza, Azúa, Savater...) relataban su experiencia con sus padres. No lo recuerdo con precisión, pero había una constante: los hijos acababan haciendo de algún modo aquello que les habían exigido los padres y contra lo que se habían rebelado. Por ejemplo, si el padre había querido que el hijo fuese arquitecto, el hijo acababa de profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura. Así el viejecillo Llach: berreando falangismo catalanista en imitación de su padre falangista españolista. Habría estado muy orgulloso del chico. 

7. Joyita: entrevista del Loco de la Colina a Savater (1983). Incluye una apología de la existencia de los adversarios: hay que mantener una relación dialéctica con ellos, no exterminarlos. 

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11.9.25

El testamento de Thomas Bernhard



He leído este verano Extinción, la última novela publicada de Thomas Bernhard: su testamento. Algunos sostienen que en realidad fue la penúltima que escribió y que la verdaderamente última es Maestros antiguos, publicada antes. Esta en 1985 y Extinción en 1986 (Bernhard murió en 1989). En cualquier caso, hay también indicios en contra y, sobre todo, está la decisión del autor de que fuese oficialmente la última. Su carácter testamentario es por tanto incuestionable.

No es para menos, porque es una obra imponente: la más larga de Bernhard, una auténtica síntesis bernhardiana, con todos los recursos puestos en acción con maestría. Es la tercera vez que la leo, y la que más me ha admirado. Tal vez sugestionado por aquello que dijo Javier Marías de que se la había guardado sin leer tras la muerte del autor para cuando llegaran momentos de vacas flacas (que finalmente llegaron), siempre pensé que Extinción funda el estilo del Marías maduro y que este declaró que no la había leído por disimularlo. Aunque luego supe que Marías no leía a Bernhard en la traducción española de Miguel Sáenz, sino en la francesa. Pero el juego es estimulante: la prosa de Marías, en su estado de mayor tensión, casi roza la de Bernhard (el Bernhard de Sáenz) en su estado de menor tensión.

Esta menor tensión tiene aún mucha tensión, naturalmente. La tensión propia de Bernhard, que en Extinción logra relajarla sin perderla. El efecto es maravilloso: algo así como una ligereza con empaque. Hay también un tono inéditamente amable, entre sus diatribas. Suelta los mandobles habituales, contra Austria y el Estado austriaco, contra la Iglesia católica, contra la familia, contra los políticos, contra la cultura oficial, ¡contra la fotografía!, pero a veces da cuenta de la sonrisa o las risas de su interlocutor ante ellos. En las novelas anteriores de Bernhard, los monólogos del personaje principal suelen estar referidos por otros, de manera pasiva. En Extinción, en cambio, como señala J. J. Long en The novels of Thomas Bernhard, es el personaje principal, Murau, el que narra, pero le narra a otro, a su discípulo Gambetti, y consigna sus reacciones. Por ejemplo: "Entonces Gambetti se rio, con su risa gambettiana fuerte, sin obstáculos ni inhibiciones".

También Murau se ríe a veces de sí mismo, o al menos duda, o matiza algún dicterio después de haberlo emitido. Sin que esto le impida seguir emitiendo dicterios. Es en esta novela donde Bernhard explicita su tendencia a la exageración: 
A menudo nos dejamos llevar de tal forma a la exageración, le dije luego a Gambetti, que consideramos luego esa exageración como la única realidad consecuente y no percibimos ya la auténtica realidad, solo esa exageración llevada al extremo. Desde siempre me ha aliviado ese fanatismo de la exageración, le dije a Gambetti. A veces es la única posibilidad, es decir, cuando he transformado ese fanatismo de la exageración en arte de la exageración, de salvarme de la miseria de mi estado de ánimo, de mi hastío intelectual, le dije a Gambetti. Me he adiestrado tanto en ese arte de la exageración que, sin más, puedo calificarme del mayor artista de la exageración que conozco. No conozco a nadie más. Nadie ha llevado nunca tan lejos su arte de la exageración, le dije a Gambetti, y luego que, si me preguntaran un día de improviso qué soy realmente y en secreto, solo podría responder eso, el mayor artista de la exageración que conozco. Entonces Gambetti soltó otra vez su risa gambettiana y me contagió esa risa gambettiana, de forma que esa tarde nos reímos los dos en el Pincio como nunca nos habíamos reído antes.
El esquema argumental es simple, como en todas las narraciones de Bernhard. Franz-Josep Murau es el segundo hijo de una alta familia austriaca, dueña del castillo de Wolfsegg y sus terrenos. Refractario a su tradición, vive en Roma, donde da clases particulares de literatura alemana a Gambetti. Nada más volver de un viaje a Wolfsegg para la boda de una de sus dos hermanas, recibe un telegrama con la noticia de que sus padres y su hermano mayor han muerto en accidente de tráfico. Así que, cuando pensaba no regresar en mucho tiempo a Wolfsegg, debe hacerlo inmediatamente para los funerales. Él es ahora el heredero.

Extinción se divide en dos capítulos compactos, sin ningún punto y aparte, como es propio de Bernhard: "El telegrama" y "El testamento" (precisamente). Como es natural, al hilo de la breve trama evoca todo su pasado. Aparte de su infancia difícil y sus conflictos con sus padres y sus hermanos, y su complicidad con su tío Georg, un réprobo que huye al sur como él, relata minuciosamente la connivencia de su familia con el nacionalsocialismo. En la última página (lo adelanto aquí, pero no importa) desvela que donará Wolfsegg (representación de Austria, como se ha venido viendo) a la comunidad israelita de Viena. Sabe que le queda poco tiempo de vida, como le quedaba a Bernhard, y al final un narrador nuevo, exterior (¿Bernhard?), que solo apareció al principio, dice que ya se ha muerto. Deja su obra Extinción, para extinguirlo todo.

No queda sitio para hablar de otro gran personaje, el eclesiástico vaticano Spadolini, amante de su madre, que yo me imagino como una mezcla de Jesús Aguirre y (de nuevo Marías) Francisco Rico. Ni de Maria, la amiga poetisa del narrador, trasunto de Ingeborg Bachmann, a la que dedica las páginas más bellas y elogiosas. Ni de su cuñado, al que llama con cachondeo "el fabricante de tapones para botellas de vino", una na sola palabra en alemán: Weinflaschenstöpselfabrikant. En el recuerdo de la boda, cuenta Murau que el cura no se acordaba de su nombre y estuvo a punto de gritarlo.

Como en otras novelas de Bernhard, como La Calera, Los comebarato u Hormingón, hay reflexiones sobre la imposibilidad de llevar a cabo la propia obra. Bernhard, que sí llevó a cabo la suya, pone en boca de Murau estas palabras también testamentarias (y para mí emocionantes, por su grandeza): 
Escribiré una obra inmensa, me digo, y al mismo tiempo tengo miedo de ello y, en ese instante del miedo, he fracasado ya, en la imposibilidad absoluta de poder empezar siquiera con ello. Decimos enfáticamente que lo que proyectamos es algo inmenso y único, no retrocedemos en absoluto ante una manifestación así, pero al mismo tiempo nos vamos con la cabeza baja a la cama y tomamos un somnífero, en lugar de comenzar lo inmenso y único. Así somos, le dije una vez a Gambetti, pretendemos ser absolutamente capaces de todo, hasta de lo más alto y lo más grande, y ni siquiera estamos en condiciones de coger la pluma para llevar al papel aunque solo sea una palabra de ese algo inmenso y único anunciado. Todos padecemos manía de grandezas, a fin de no tener que pagar por nuestra ininterrumpida bajeza. Extinción, pensé, pero, dicho sinceramente, incluso después de años, solo tenía una concepción aproximada, no pienso al respecto en algo inmenso, le dije a Gambetti, ni tampoco en algo único, pero sin embargo sí en algo más que un esbozo, más que un esbozo de existencia, en algo que se pueda mostrar. Solo en algo que se pueda mostrar y de lo que no tenga que avergonzarme, le dije a Gambetti. 
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7.9.25

Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez

[Montanoscopia] 

1. El columnismo es escribir sobre una frase de María Pombo sin saber quién es María Pombo. La frase es que leer no nos hace mejores. Una verdad cristalina. Muchos sanchistas han aducido que Hitler leía. ¡Y hasta Netanyahu! Habría que recordarles que no leer tampoco ha hecho mejor a Sánchez. Uno de ellos, Altares, ha rescatado el lema de una antigua campaña de promoción de la lectura: "Más libros, más libres". Es como si la abrazara, aunque en su devenir diario el lema tendría que completarlo así: "Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez". 

2. Todo ha partido, parece, de que la tal Pombo (arriesgado apellido para desdeñar la lectura) tiene las estanterías de su casa vacías. Me he acordado de Borges: "Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo silencioso y modesto, el arte de la crítica". En este sentido, la biblioteca sin libros de Pombo la convierte en una crítica implacable. Podría estar de acuerdo con ella. Es una biblioteca, lo acepto, en que faltan los mejores libros. Pero en compensación tampoco hay ninguno de los peores, que son la inmensa mayoría. 

3. De jovencito me gustaba acortar el "Hay que ser absolutamente moderno" de Rimbaud para dejarlo en "Hay que ser absolutamente". La frase de María Pombo también se podría acortar: "Leer nos hace". (Al menos a unos pocos.) 

4. Ábalos me cae cada vez mejor. Sus carpetas de tías en cueros lo convierten en mi semejante, en mi hermano. ¡Qué pena que yo no haya tenido su habilidad para manejar presupuestos! He hecho el bien porque no he podido hacer el mal, simplemente. Ahora se avecinan las declaraciones de su exmujer, que cuadruplicarán mi idolatría. Lo primero que ha soltado es maravilloso. Cuenta que les dijo a sus hijos: "Perdonad por haberos elegido a este señor de papá". Es como cuando Leopoldo María Panero acusó a su madre: "Lo que nunca te perdonaré es que, pudiendo haberme tenido con Luis Cernuda, me tuvieses que tener con el Conejito Blanco". (Así es como llamaba a su papá.) 

5. He de escribir una nouvelle diderotiana: Amparo Rubiales o El patriotismo de partido produce monstruas. Lo último han sido sus palabras contra Isabel Perelló, presidenta del TS y el CGPJ, por su defensa de la independencia de los jueces. Rubiales culmina ("y mi feminismo es sabido", dice): "me gustaría que se recogiera esa melena sobre la cara". Nada más nítido para ver en qué se ha convertido el PSOE que el espejo de Rubiales. 

6. Siempre pensé que a Sánchez solo podría derrotarlo un senador, es decir, una figura senatorial que encarnase exactamente lo contrario de lo que Sánchez representa. Por desgracia, Feijóo no es esa figura. Está cada vez más exasperado, más deshilachado, más sanchistizado. Y encima tampoco lee. 

7. Agresiones a lo que más amo: Lisboa, la Vuelta. Noto que se resquebrajan mis pilares. Nunca me llegué a montar en el tranvía descarrilado, pero me gustaba verlo ahí, subiendo y bajando como parte de la cotidianidad lisboeta. Su estruendo con muertos ha sido la reproducción en una calle del terrible terremoto. Algo que no le pega a la pacífica Lisboa. En cuanto a los cretinos que cortaron la Vuelta en Bilbao, está claro que se movilizaron no por los muertos de Gaza sino por los terroristas de Hamás. Al fin y al cabo los comandaba un etarra. En este contexto son espeluznantes las palabras de la sin duda bondadosa Caballero: "¿Vale más la salud y la vida de un ciclista que la de un gazatí al que el gobierno israelí está dejando morir de inanición?". 

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5.9.25

Cóctel indumentario y tochos para la playa

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 5:27

Buenas noches. Antes que nada quiero dar cuenta de un cóctel indumentario de mi invención. Yo el verano lo paso, como saben, en camisa de manga corta y bermudas. En cuanto al calzado, nadie me baja de mis chanclas. Pero las chanclas a pelo siempre me han parecido sosas, así que les he añadido un complemento: no el calcetín de los guiris, demasiado aparatoso, ¡sino el pinki! Como nos ilustró Narváez, el pinki es ese calcetincito que no pasa del tobillo. A la combinación de las chanclas con pinkis le he puesto, en honor a nuestro compañero, "cóctel Narváez". Les invito a que lo prueben y verán qué elegante les queda. Pero yo no he venido hoy aquí a hablar de frivolidades, sino de libros: de los libros de playa. Libros que no han de ser frívolos, sino todo lo contrario. Nada detesto más que esas llamadas "lecturas refrescantes" que se suelen asociar a la playa porque son lecturitas fáciles, cómodas e insustanciales. Yo defiendo como lectura playera el tocho, y a ser posible el tocho filosófico. Tengo un amigo que se ha leído en la playa la Fenomenología del espíritu de Hegel, Ser y tiempo de Heidegger y El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer. Yo, por mi lado, me he leído este agosto un libro no filosófico pero sí filosofante: Extinción de Thomas Bernhard, su novela más extensa y, como todas las suyas, sin un solo punto y aparte. Son lecturas perfectas para la playa porque cada quince minutos puedes ir a refrescarte la cabeza en el mar. Cuando la sumerges, el agua hierve un poco a su alrededor. Desde arriba el sol te mira mosqueado, porque siente que estás intentando competir con él. Aunque luego se carcajea cuando te ve marcharte con tus chanclas con pinkis.

4.9.25

¿Es una comedia? ¿Es una tragedia?

Paradoja de la prolongación del sanchismo: es una tragedia que ya solo puede vivirse como comedia. Quien lo viva como la tragedia que obviamente es está perdido. La agonía unamuniana del "me duele España" deja inerme al que la siente: se ve tragado en su propia espiral. Es más espabilado el "estoy hasta los cojones de todos nosotros" de Estanislao Figueras. He aquí un diagnóstico (que no excluye a quien lo emite) ahogante pero respirable. Al menos por la bocanada que entra con la risa.

Leo a mis colegas analizar la entrevista a Pedro Sánchez de Pepa Bueno: una farsa en las dos sillas, y en el hilo entre ambas. Solo se podría no ser falaz analizándola en términos teatrales. La apariencia de neutralidad inicial de la entrevistadora es apenas síntoma de su conciencia de falta de neutralidad, que terminó aflorando. Al fin y al cabo, ella sabe por quién presenta el Telediario: por el que tenía enfrente. Este, por su parte, habló en todo momento como si lo hiciese por primera vez. Como si no existiera un archivo con él mismo desmitiendo cada una de sus afirmaciones. (Al menos Bueno le mostró una ficha de ese archivo.)

¿Hay que tomarse en serio a Sánchez? ¿Hay que darle relevancia? ¿Hay que analizar lo que dice? El hecho de que sea el presidente del Gobierno casi obliga a responder que sí. Pero va a ser que no. Si algo está acreditado es su descrédito. Como mucho, se puede intentar detectar si aflora algún indicio o signo, igual que hacían los kremlinólogos. Se puede aspirar a ser sanchólogo, una ciencia descompensada. En este sentido, hicieron mejor quienes se centraron en su aspecto.

Su autodestrucción física, su autodestrucción específicamente facial, tal vez esté siendo el único acontecimiento moral de su carrera política: un acontecimiento no voluntario sino involuntario, fisiológico. Sé que con esto corro el riesgo de parecer uno de aquellos curas que pronosticaban ceguera o caída de manos si se incurría en masturbación. Confío en estar más cercano a un moralista francés del XVIII; que hubiese leído a Freud, por supuesto (anacronismo este ocultado porque se habría descubierto a la larga). En las somatizaciones el cuerpo sabe que algo no va bien, aunque lo ignore el sujeto. En el caso de Sánchez hay algo que va mal, incluso muy mal: Sánchez.

Se ha mencionado, a propósito del presidente, El retrato de Dorian Gray y El traje nuevo del emperador (Wilde y Andersen). Se podría añadir a Berkeley, del que tanto hablaba Borges. Según el filósofo irlandés, es el sujeto el que sostiene su mundo, por medio de su percepción. Si dejo de percibir una piedra, esta deja de existir en mi mundo. Lo traigo porque Sánchez, el sanchismo, es el mundo sostenido por los sanchistas. Los sanchistas componen el lienzo en el que está pintado el retrato de Dorian Gray. Los sanchistas confirman que Sánchez no va desnudo: va vestido con el traje que ellos le ponen. Un traje de saliva, por cierto: sus lametones lo tejen sobre su piel.

Un perspectivismo atroz ha destruido la conversación pública española. Un perspectivismo hecho de mónadas (¡aparece también Leibniz en esta columna!) cuya perspectiva la determina la ideología o el partido; o el simple accidente topológico de considerarse a uno mismo "de izquierda" o "de derecha", como elemento existencial y no racional.

No se puede dialogar en verdad, únicamente emitir frases. Lo que predomina es el teatro. Tal vez así haya sido siempre en España, solo que en el sanchismo (este fenómeno tan español) se produce con una obscenidad extraordinaria. Es realmente una comedia.

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31.8.25

Todos los partidos tienen razón

[Montanoscopia] 

1. De nuestros partidos políticos se puede afirmar lo que Schopenhauer afirmaba de las naciones: cada uno se mete con los demás, y todos tienen razón. 

2. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: la primera actuación del Gobierno con los incendios fueron los chistes del ministrete. Este dice ahora (cómo le gusta adornarse) que las provocaciones están bien si las sustentan ideas. Lo podría defender. Solo que del ministrete consta una única idea: la obediencia ciega, servil, al (puto) amo. 

3. El tétrico panorama de presidentes autonómicos del PP, ineficaces en inundaciones e incendios, le resta a Feijóo, que no pasa de ser un presidente autonómico sin autonomía (la tuvo y parece que le imprimió un carácter irreversible). A la sordidez del sanchismo solo alcanzará a sucederle, con mucha fortuna, la mediocridad del feijooísmo. 

4. La presidenta Ayuso le entrega el premio de Literatura de la Comunidad de Madrid a Alfonso Ussía. ¡A Alfonso Ussía! El problema de la derecha es que no tiene a nadie relevante en cultura. Cuando llega al poder se desespera para cubrir sus puestos y dar sus premios. Estos solo pueden ser, casi, para los de izquierda reprobados por la izquierda. El resto, los de derecha propiamente dichos: apenas variantes, con las piernas más o menos largas, de Norma Duval. 

5. Es falso que España sea un país aconfesional. Es un país sometido a la religión del nacionalismo, al que nadie le chista. Cuando la del BNG dijo que "Orense" no existe, que solo existe "Ourense", la respuesta de la ministra fue agachar la cabeza como pecadora. Faltan volterianos en España. Faltan cabezas erguidas contra el oscurantismo nacionalista. 

6. Este lunes Pepa Bueno vuelve a presentar el Telediario. Debuta con una entrevista al presidente del Gobierno que podría titularse Masaje en prime time. Espero que la acreditada sanchista modere su entusiasmo y no llegue al final feliz. 

7. No creo que el cuento español, que siempre ha gozado de mala salud, se reponga del golpe asestado por El País este agosto: esos horripilantes "amores de verano" que empezaron con Rufián, pasaron por González Porn y acaban hoy domingo con alguien que me está vedado ver, porque escribo el sábado, pero que confío esté a la altura. En sus buenos tiempos El País (así lo viví yo) era una prolongación del bachillerato; por eso, entre otras cosas, prohibía las inocentadas y fomentaba el cuento español. Hoy El País es una prolongación de la destrucción del bachillerato. 

8. Al final en El País no están los mejores: Savater, Azúa, Pardo. Ahora están en The Objective, junto con tantos otros (incluidos su primer director Cebrián y nuestro director Nieto). Este periódico está sacando (en vídeo y por escrito) una fastuosa serie de entrevistas de Andreu Jaume a Savater: serán diez y va por la quinta. Además, en primavera se publicó un libro de Fernando Savater del que no se ha hablado: Claves, en Jot Down Books. Recoge sus editoriales para Claves de Razón Práctica entre 2012 y su desaparición en 2023. La revista nació en 1990, pero hasta la muerte en 2011 de Javier Pradera (codirector con Savater) no llevaba editorial. Es un libro sin duda menor, pero con gracia; y con apuntes de ideas; y con una sintomatología de la situación nacional que se va degradando. No me resisto a poner unas líneas del prólogo, quizá significativas: "Nos divertíamos haciendo la revista: dos o tres veces al mes me reunía con Javier en su despacho de Miguel Yuste y Juan Cruz, que ocupaba el despacho de al lado, ha contado que nuestras carcajadas le escandalizaban un poco". 

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28.8.25

Curiosos eventos las presentaciones de libros

Un mérito de los escritores es fijarse en una zona de la realidad que aún no había sido tema de escritura. La realidad es entera una carta de Poe y, aunque está a la vista de todos, extraer de ella lo que se ve requiere una educación de la mirada. Esto ha hecho Enrique Bueres con esos curiosos eventos que son las presentaciones de libros. Estaban ahí a la vista de todos, particularmente de los escritores, pero el que las ha visto ha sido él.

De ellas trata su libro Lo propio y lo ajeno (Renacimiento), una lectura deliciosa cuya delicia incrementan el prólogo de David Trueba y el epílogo de Pepe Colubi, estupendos. Dice Trueba: "Bueres es ácido, asentimental, ingenioso y malvado solo en la gradación que resulta soportable". Y Colubi: "Cuando lo cree conveniente, reparte Bueres estopa con la precisión de un espadachín, la furia de un bateador y la inmisericordia de un obispo". Llegué al libro por el podcast de Manuel Sollo, que recomiendo; y recomiendo el libro como lectura para el final del verano (sintagma este que uno no puede formularse sin la entonación del Dúo Dinámico, DEP).

De las presentaciones narradas en Lo propio y lo ajeno, que pertenecen al periodo 2000-2002, yo estuve en una de 2001 en la Fnac: la de Terapia de Ariel Dorfman, con Joaquín Estefanía y José Saramago. La recuerdo perfectamente. Para preservar mi integridad física asistí disfrazado de saramaguiano, lo que consistía en llevar colgado un zurrón (¡ir de Uclés avant la lettre!). En los últimos años he encontrado a Bueres en algunas presentaciones de Tipos Infames, y en una (creo que de Ray Loriga) estuve sentado a su lado. Lo conozco solo de vista y de nombre, por la ya desaparecida revista Clarín, donde se publicaron por primera vez estas crónicas. Ahora adquieren gracia tales coincidencias.

Asistir a presentaciones de libros, y conferencias y charlas en general, es una afición de mis tiempos de estudiante en Madrid. Por la mañana miraba las convocatorias en los periódicos del colegio mayor y me armaba el programa de tarde. La primera fue en la Biblioteca Nacional (¡hace cuarenta años!), la del libro La perversión del lenguaje de Amando de Miguel, con Jesús Hermida, otro que no recuerdo (¿Senillosa?) y Luis Antonio de Villena, de quien era fan y por eso asistía. Me senté en primera fila y me levantaron abruptamente unos gorilas. Pasé a la segunda y en mi sitio recién dejado se sentó el ministro Barrionuevo, a quien tuve delante durante toda la presentación. Aún me impresiona saber que entonces estaba metido en los GAL.

No me cabe consignar todas las presentaciones a las que asistí, solo digo dos. Una de Luis Racionero, creo que la de su novela sobre Ramón Llull, que me hizo gracia porque el autor se quedó en blanco y dijo sin más (sin ansiedad): "Pues hemos terminado". Y otra de Fernando Savater, la de A decir verdad, de la que el presentador Tomás Pollán (entonces ágrafo célebre) dijo que con esa publicación Savater alcanzaba el mismo número de libros que de años.

En la actualidad voy ya a presentaciones de libros de amigos, con su trastienda: la cena posterior. Y hasta he asistido a presentaciones de libros míos. En la de El Rastro de Andrés Trapiello en 2018, Javier Gomá empezó esbozando una Fenomenología de las presentaciones de libros: una operación de la mirada, caigo ahora, como la de Bueres, solo que desde el punto de vista filosófico. Así que a las presentaciones de la rentrée asistiré (también virtualmente) de otro modo mejor, más perceptivo.

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24.8.25

La frase más nihilista de la historia

[Montanoscopia] 

1. Los ufanos familistas, que se jactan de haberle puesto dique al nihilismo gracias a la institución familiar, son los principales emisores de la frase más nihilista de la historia: "¿Qué echan hoy en la tele?". 

2. A veces pienso en los amantes a los que el patán The Puentete sencillamente les ha jodido la vida. Hace años tuve una relación Málaga-Madrid que dependía del raíl riguroso de los trenes, de su estricta puntualidad. Llegaba con el tiempo justo el viernes, tras salir del trabajo. Partía el lunes a primera hora, nada más saltar de la amorosa cama. Y así en otros festivos, puentes o moscosos. El horario se traducía en aquilatada felicidad. Funcionaba cotidianamente. Ahora me sorprendo aliviado de que aquella relación ya esté muerta. No habría podido soportar que el ministrete fuera su ejecutor. 

3. Uno de los tontos más eminentes de nuestra intelectualidad va detrás de un premio, me llega, prestigioso. Por estos manejos me imagino cómo ha conseguido los que tiene, puesto que orgánicamente los acumula: tal es su inanidad. Qué diferencia con Savater, quien enumeró en una entrevista las tres cosas que hay que hacer con las condecoraciones: "no buscarlas, no rechazarlas, no ponérselas". 

4. El acomodaticio Del Molino escribió que no es menos español que un voxista, aunque no le gusten las verbenas, y el voxismo se le echó encima. Así que me tuve que posicionar junto al acomodaticio. ¡Qué país más pesado! ¡Y este es el que supuestamente hay que amar! ¡Pretenden darte cucharadas de españolidad como aceite de ricino y encima te exigen un plus de sentimiento! El gran problema español ha sido siempre la incapacidad para el pensamiento abstracto. Por eso no les entra en la mollera el (limpio) concepto de ciudadanía formal (¡vacía!). Al parecer no basta con cumplir la ley: hay también que ir a verbenas, bailar jotas y despeñar cabras desde campanarios. 

5. Así pierden la batalla cultural los melones que dicen entablarla: no encomendándose a la Ilustración y a la universalidad que lo woke revoca, sino a un más turbio oscurantismo. 

6. Entrañables esos gallegos, asturianos y demás a los que les ha dado por sacar vídeos contra los madrileños que visitan sus regionales y provinciales tierras. Qué dócilmente se amoldan a la denominación ya dispuesta para ellos: paletos. 

7. Este verano nuestros políticos han tenido a los españoles donde querían: quemándose a la parrilla. Hace unos meses los tuvieron ahogándose. Muerte por fuego, muerte por agua: el sueño de nuestros políticos para con los desgraciados que los votan. Es la culminación de larguísimos años de selección adversa mediante la cual los peores de la sociedad son los que han llegado arriba, como regurgitaciones de retrete. Ya cuestan vidas contantes y sonantes: vidas que sin ellos seguirían vivas. Pero a ellos les da igual: solo se acusan entre sí, eludiendo sus responsabilidades como irresponsables. ¿Antipolítica? Qué si no. Pero una antipolítica radical, cuyo desprecio incluye a los enfáticos de los extremos, que no arreglan nada. En el Borges de Alifano me encuentro esta definición de la política según Azorín (supongo que sería el joven Azorín, el anarquista): "juego sucio entre matones". 

8. Más perlitas del Borges de Alifano, que voy picoteando junto al ventilador. Borges llama a los periódicos "museos de minucias efímeras". Y dice que en su juventud se ganaba el pan "escribiendo para el olvido, haciendo periodismo". Tiene memorables pullas contra Perón, pero no puedo reproducirlas porque prometí que en agosto no hablaría de Sánchez. Por último (por ahora) esta maravilla: "Una de las mejores inversiones de la vida es la adquisición de buenos recuerdos". 

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21.8.25

El verano de Arquíloco

Se suponía que aquel verano debía ganar algo de dinero para el curso que iba a empezar en Madrid en octubre (¡entonces empezaban en octubre!) y solo encontré trabajo (tampoco era yo un lince buscándolos) como vendedor de enciclopedias. Adelanto que no vendí ni una, pero la experiencia tuvo su interés.

Al principio fui de acompañante de una vendedora experta, para observarla. Se me rompía el corazón al ver cómo les colocaba enciclopedias a padres pobres por medio del chantaje emocional sobre el futuro de sus hijos, quienes contribuían poniendo cara de Pablito Calvo. Qué habrá sido de aquellas enciclopedias para el futuro, que el futuro inutilizó.

Pronto entendí que para ser un buen vendedor había que creer en el producto. Mi jornada inaugural, tras la ronda de los integrantes del grupo por pisos del barrio elegido, se me ocurrió soltar un chiste sobre la calidad de nuestras enciclopedias. El jefe se sorprendió, y me recitó muy serio los trucos que él mismo nos había enseñado para embaucar a los clientes.

Llegó el momento de salir solo. Fue un desastre. Me ponía de parte de mis supuestas víctimas cuando se resistían a mis esmirriados argumentos. Contraviniendo las instrucciones, me fui a vender a una zona acomodada. En ella el chantaje emocional carecería de efecto, pero al menos no corría el riesgo de entrampar a un desgraciado.

La señora me abrió. La casa estaba muy bien puesta, a diferencia de las anteriores, tan menesterosas. Me permitió que le soltara la retahíla entera, sin interrumpirme. Daba ya por vendida mi primera enciclopedia. Pero la señora rechazó comprarla: me dijo que me había hecho pasar y me había escuchado solo por educación. En ese momento vi en el mueble una fotografía de ella con su marido. Este, no me lo podía creer, era uno de los despreciables profesores de Filosofía que me había dado clase ese año y de los que yo escapaba yéndome a Madrid.

El remate fue en la siguiente puerta. Esta vez era un señor el que me hizo pasar y también escuchó mi discurso completo. Al término, me soltó: "Eres un chapuzas, macho". Resulta que él había sido vendedor, un número uno, según él, y había sentido curiosidad por cómo lo hacía aquel joven. "Fatal", resumió. Y se puso a desgranar mis defectos, que eran todos.

Ahí acabó mi carrera. Fui a casa a soltar los carpetones. Sabía que Curro y Palomo, a los que había conocido precisamente en primero de Filosofía, estaban en la playa de las Acacias. Aún no habíamos ido juntos, por mi dichosa obligación de las enciclopedias. Me puse el bañador, cogí la bici. Recuerdo la alegría mientras pedaleaba por el paseo marítimo, liberado al fin.

Estaban en sus toallas con la antología de lírica arcaica griega de Carlos García Gual en Alianza, que habían robado de la biblioteca. La imagen que tengo de aquella tarde es ideal: mi bici puesta boca abajo en la arena y los tres soltando bromas con material culto. Hasta entonces me había faltado eso. Qué felicidad de pronto estar hablando de altos temas y a la vez gamberrear y reírse.

Escoger como lema vanguardista los versos de Tirteo de Esparta: "Pues es hermoso morir si uno cae en la vanguardia / cual guerrero valiente que por su patria pelea". O adorar a Arquíloco: "En la lanza tengo mi pan negro, en la lanza / mi vino de Ismaro, y bebo apoyado en mi lanza". Su libertad de tirar el preciado escudo: "¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor".

Fue entero el verano de Arquíloco, con vida pagana (éramos nietzscheanos, al cabo) junto al mismo mar. ¡Sensualidades de Safo y Alceo, vigor de Píndaro! Y la inoculación melancólica de poetas como Anacreonte, Teognis o Mimnermo, que nos hacían conscientes de la caducidad y la decrepitud a los diecinueve años. Pero la solución la daba el propio Arquíloco: "Porque ni llorando remediaré nada, ni nada / empeoraré dándome a placeres y festejos".

En cuanto al dinero que me faltaba, me siguió faltando, pero me fui a Madrid. El chantaje emocional se lo hice yo a mis pobres padres, no en plan Pablito Calvo sino Joselito, niño prodigio y traficante de armas: nuestro Rimbaud.

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17.8.25

Escribir en chándal

[Montanoscopia] 

1. Vidal-Folch (el nuestro, el bueno) ha escrito un estupendo artículo sobre Pessoa, en el que expone algunas de las enseñanzas que le ha proporcionado la repetida lectura de la biografía del poeta portugués escrita por Richard Zenith. Hacia finales de año la publicará Acantilado en español. El articulista no dice, por coquetería, que la traducción la ha hecho él. Aunque creo que además de la coquetería está la culpa. Las maratonianas jornadas que le exigieron este libro monumental le obligaron a traducir en chándal. Esta es una especulación mía, pero resulta de cajón. Entiendo que el declarado antibermudista (y antimangacortista) Vidal-Folch trate de escamotear que en casa se pone chándal para traducir y para escribir. No dudo, eso sí, que el chándal le siente bien, como es propio de un hombre tan elegante. 

2. Hago una asociación pessoana a partir del diario de Juan Marqués Creo que el sol nos sigue, que ha publicado Pre-Textos. La primera versión de algunas entradas aparecieron en su día en The Objective (el título, por ejemplo, sale de esta). El libro es corto y suficiente como un poemario. En un pasaje, después de releer con disfrute Biografía del silencio de Pablo D'Ors, escribe Marqués que le escama: "Esa insistencia en que la meditación es el mejor modo de conocerse, esa obsesión con reflexionar sobre uno mismo, esa manía con pensarse...". Aquí es donde me he acordado de Pessoa, una de cuyas odas de Ricardo Reis termina: "Los dioses son dioses / porque no se piensan". 

3. Como individuo flotante y aislado, sin pertenencia clara (desde luego, cero pertenencia a lo que los apretaos y apretás quieren que pertenezca), estoy disfrutando como nadie con una de mis facetas de este verano: la de cinéfilo del cine japonés. Me he visto todo Ozu y todo Mizoguchi, más algún Shindô, Naruse y Kobayashi. Ahora me dispongo a ver todo Kurosawa, pero antes me he puesto dos películas maravillosas dirigidas por la actriz (y directora también, a partir de ellas) Kinuyo Tanaka: Pechos eternos y La luna se levanta. Ella sale en numerosas obras maestras, con su papadita adorable; por ejemplo, en La vida de Oharu de Mizoguchi. Encontré el debate que le dedicaron en Qué grande es el cine ¡y no se la menciona! A pesar de que ella es la protagonista absoluta y de que, como digo, fue cineasta también. Pechos eternos es un drama pionero sobre el cáncer de mama, con uno de los finales más tristes de la historia del cine. La luna se levanta es una deliciosa comedia sentimental, con guión de Ozu y uno de los finales más felices de la historia del cine. 

4. Otra cineasta que me tuvo atrapado en primavera es Chantal Akerman, de la que vi entonces todas las películas disponibles, incluida Jeanne Dielman, que me gustó mucho, aunque todavía más la rohmeriana Los encuentros de Anna. He leído ahora un librito que me compré en Lisboa y que Tránsito tiene editado en español: Una familia en Bruselas. Es prodigioso: una versión literaria, plenamente literaria, de sus películas. Habla sin parar, en chorro musical, coloquial, bernhardiano, una mujer que puede ser la madre de la autora, una polaca superviviente de Auschwitz que terminó residiendo en Bruselas. Ya la conocíamos de la película No home movie, la última de Akerman, y de otras alusiones e interpretaciones por otras actrices. Para ella su madre era tan fundamental que se suicidó tras su muerte. Akerman misma sale en sus películas con un poderoso desaliño, libérrimo, desprejuiciado: en chándal y cosas peores (o mejores: desnuda). Pocas ha habido más brillantes que ella. 

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14.8.25

El verano de Griguol

"Traigo tresientas gorras y ninguna bonita", dijo Carlos Timoteo Griguol con su acento argentino cuando llegó a España para entrenar al Betis. Era Chiquito de la Calzada hecho míster. Lo adoré al instante. Fue en el verano de 1999 y solo aguantó un año en Sevilla, durante el que seguí todas sus declaraciones y no cesé de imitarlo. El verano siguiente, el del 2000, tuve que quedarme por primera vez en Madrid, trabajando. Decidí llevar gorras a lo Griguol y por eso le puse "el verano de Griguol".

No solo llevé gorra, sino todo lo demás: pioneras bermudas, camisas de manga corta, gafas de sol, sandalias. Me camuflé de turista para vivir el julio y el agosto madrileños. Por fortuna trabajaba en casa, escribiendo una serie; solo tenía un par de reuniones semanales. Me quedaba mucho tiempo libre y vivía Madrid a ese ritmo mitificado del verano. Lo que se cuenta es verdad: uno añora el mar, está claro, añora las vacaciones; pero, ya puestos, echa unos días y noches aceptables, con su poética particular. Luego tuve que pasar más veranos, pero el que recuerdo es el primero, en que todas aquellas sensaciones se grabaron en mí.

Iba mucho al cine yo solo, por la refrigeración. Me metía en los cafés de la cadena Jamaica, por la refrigeración. Leía la prensa de pie en el Vips; solo me compraba El País si había artículo de Savater o Azúa. Comía también en el Vips, o en el McDonald's o en la Cantina Mariachi. "¿En qué franquicia comes hoy?", me preguntaba con sorna un amigo. La Cantina Mariachi a la que yo iba la cambiaron de un día para otro por un Lizarran: se quedaron los mismos camareros mexicanos disfrazados de pamplonicas. En la calle los pasos debían ser lentos, y siempre por la acera de sombra. Si uno tenía que cruzar por un tramo de sol, sentía el cuchillo caliente cortándole el cuerpo. Había algo zen, o samurái.

Solo salí una vez de Madrid en aquellos meses: para ir a ver a João Gilberto a Barcelona, que actuaba en el Grec. Me escapé con mi amiga Marga, que era la productora de Gran Hermano, entonces en su apogeo. Con frecuencia ella tenía que resolver por el móvil asuntos de la Casa. En Barcelona reencontré aquel día la brisa mediterránea, que recibí con felicidad tras tanta ausencia. Y por la noche el genio de la bossa nova, que nos dejó mudos.

Iba también al templo de Debod, a la Fnac, y por la noche a las terrazas de Olavide y Conde-Duque. Recuerdo que fue el verano del submarino Kursk, cuyo rescate imposible estuvo durante días en la tele, como una pecera siniestra. Una tarde me terminaba mi McPollo en la plaza de los Cubos cuando pasó caminando muy despacio, solo, Lou Reed. Le eché un vistazo y seguí con mi comida. Me gustó no inmutarme, porque eso probaba que yo era un neoyorquino más. (Para disipar dudas miré al día siguiente el periódico y, en efecto, Lou había estado en Madrid.)

Yo vivía por la zona de Serrano Jover con Princesa. En las madrugadas de calor insoportable me vestía (sin las gafas de sol ni la gorra de Griguol) y bajaba hasta la plaza de España. Me situaba en la esquina del hotel con calle Reyes: allí siempre corría el aire. Es el cruce mágico de Madrid. Dos o tres más en la ciudad lo sabían y allí nos instalábamos, sin decir nada, absorto cada uno en su chute de fresquito. Era como Fuego en el cuerpo, pero sin ganas de follar.

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10.8.25

Emulsiones engrúdicas y apestosas

[Montanoscopia] 

1. Al relato de Gabriel Rufián en El País solo me he acercado con el desactivador de explosivos, es decir, por medio de los análisis que Ricardo Dudda ha hecho en The Objective y Letras Libres. La emulsión engrúdica y apestosa (apestosa a colonia mala) de Rufián sintetiza el estado no solo estético, sino también moral, en que se encuentra nuestra izquierda: entre asintáctico y churrigueresco. No me extraña que toda ella vea hoy en Rufián a su cabeza aglutinante: un separatista antiigualitario por definición, un extranjerizador xenófobo; así está la cosa. Como apunta Dudda, su melopea literaria se corresponde con la melopea política que exhibe en el Parlamento. En otros tiempos era la izquierda la que intentaba, en su empeño ilustrado, podar tales excesos, porque eran los excesos de la tradición carcamal española, que cristalizaron en el franquismo. Lo de Rufián es, en este sentido, franquismo puro: el suyo es un puro problema de prosa. A propósito, vale esto de Jaime Gil de Biedma: "Además de un medio de arte, la prosa es un bien utilitario, un instrumento social de comunicación y de precisión racionalizadora, y no se puede jugar con ella impunemente en la poesía, durante años y años, sin enrarecer aún más la cultura del país –una cultura sometida a graves tensiones, lastrada por el peso de una casi invencible e inveterada insensatez– y sin que la vida intelectual y moral de sus clases ilustradas se deteriore". 

2. De la misma estirpe estéticomoral que la prosa rufianesca es la retórica patriótica de Vox, como la de su moción en Jumilla contra los musulmanes en nombre de la identidad, las raíces y las tradiciones españolas. Lo paradójico es que esta chusca metafísica nacional no sería de aplicación a los musulmanes precisamente. Si Islam es sumisión, España no digamos. Tal vez por la directa herencia islámica, nadie hay más sumiso que el españolito medio, obediente de lo que le dicta su imán de cabecera (¡ahí lo vimos cazando a inmigrantes recién desembarcados, como cazan de todo y en todas direcciones, puesto que para cada una hay un imán!). Lo que carece de identidad española, y de raíz y tradición, es por ejemplo la lectura. Así que son los lectores de Jumilla (alguno habrá) los que han de sentirse concernidos por la moción de Vox. 

3. Férrea sumisión igualmente la de los articulistas gubernamentales. Entre otras campañas, el Gobierno anda ahora en la del desprestigio de Madrid, en parte para justificar el cupo catalán y en parte porque es el único lugar vivible que queda en España, el único en el que aún se puede respirar, y eso resulta intolerable. Así que allá que van los articulistas, desplegándose por las playas españolas para escribir cuadros costumbristas como ordenanzas en bañador; cuadros en los que nunca faltan unos malos que (¡vaya la casualidad!) son madrileños. 

4. Sigo con el Primer cuaderno Borges de Roberto Alifano. En la página 30 aparece un curioso personaje. Están en 1974, Alifano explica que una de las influencias del "peronismo revolucionario" es la Rerum novarum de León XIII y dice Borges: "Sí, eso lo sabía. Un cura jesuita que es profesor de literatura y me visita, llamado Jorge Bergoglio, me habla siempre de esa encíclica, a la que él se adhiere, por supuesto". 

5. Tengo curiosidad por ver cómo trata Borges a Alifano en el diario de transcripciones de Bioy Casares. El resultado es triste. Apenas hay tres o cuatro menciones, entre displicentes y despectivas. Hasta que un día de 1982 anota Bioy esto de Borges: "María [Kodama] veta a Alifano. Me va a dejar solo". 

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7.8.25

Bermudismo radical

Llevar pantalón largo en verano es de botarates. Hablo de los hombres y en regiones calurosas. Yo mismo incurrí durante años, por simple inercia, en esa aberración. Hasta que un día volví al pantalón corto de la niñez y caminé ligero como entonces. Ir con pantalón largo en verano es como llevar las piernas enfundadas en plomo. Un ascetismo muy español, y muy de esos remilgados que consideran que llevan inscrita en el espíritu la noción de la elegancia. Autoproclamada convicción que no resiste que les echemos un vistazo.

Suelen ser los denostadores igualmente del glorioso mangacortismo camisil. Todo lo corto les agrede, no me extrañaría que porque tratan de suplir con la extensión de las prendas otras cortedades más perentorias. Una vez me salió una buena frase (algo, por otro lado, no escaso en mí) cuando, al darme cuenta de que me presenté a la cita con un amigo con camisa de manga corta, pantalón corto y chanclas, le dije: "¡Llevo todos los cortismos que puede llevar un hombre, y si lleva más, no es un hombre!". Aventuro que entre los larguistas de todo género hay más de un pichacorta.

Ir con pantalón corto o bermudas (para mí es indistinta la denominación, lo que importa es que la pierna vaya en cueros) es ir haciendo un ballet delicioso por la ciudad, con un alivio que responde al principio estético (este sí lo es, y no los churriguerismos de los otros) de la ligereza. El bermudista va haciendo durante todo el verano, vaya por donde vaya, patinaje sobre fresco.

Las dos posiciones básicas del bermudista callejero son (a) caminando o (b) sentado. En la posición (a), el movimiento alternativo de las piernas produce una remoción del aire de lo más higiénica, es un efecto de ventilador no circular sino en bucle, como una serpiente de viento que se va enredando y desenredando en una perfecta danza invisible. En la posición (b) son las piernas las que, inmóviles, aguardan que la brisa se acople en ellas; o al menos, si no hay brisa, que no cause más estrago del imprescindible el calor. En ambas posiciones existe la quimérica posibilidad (no por quimérica menos posible) de que una transeuntesa nos avance una caricia.

Yo ahora en los veranos, como pueden comprender, no me pongo un pantalón largo ni loco. Mis piernas desarrollan con los días un rechazo textil que también se me instala en la cabeza. Confieso que no solo soy un bermudista práctico, ni solo un bermudista convencido, sino además un bermudista militante: ¡un bermudista radical! Cuando me cruzo con un pantalonlarguista, hago por que se note mi desprecio. Más de una vez el afectado se ha arremangado el pantalón por frenar mis disparos de kryptonita.

Al amigo que se presenta en una cena con pantalón largo, lo siento mucho pero no le dirijo la palabra. La mera imaginación del calor asfixiante de sus piernas, abrasadas entre telas estólidas, resulta disruptiva. Aunque los amigotes pantaloncortistas no estamos exentos de peligro: más de una vez tendemos, bajo la discreta mesa, al roce de rodillas fraternal.

Hay algo hermoso al término del verano, cuando el frío picotea los tobillos: la vuelta al pantalón largo tras el estiaje. Para entonces su calorcillo de estufa se recibe como grato y nuestras piernas son otra vez las del niño: aquel niño que fuimos y sobre el que después de las vacaciones se cernía la amenaza escolar. Qué formalitos de repente con las piernas tapadas por entero, lo que nos inculcaba un propósito adulto durante el curso para volver a ser, en el verano siguiente, indómitos arapahoes.

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3.8.25

Agosto sin Sánchez (pero con Borges y Steiner)

[Montanoscopia] 

1. Me pego un tiro en el pie de columnista: decido no hablar de Sánchez hasta septiembre. Corro el riesgo de aquel concursante de Esté un minuto sin imitar a Chiquito, que se retorcía hasta que en el segundo 59 estallaba: "¡No puedorl, no puedorl!". 

2. Después del artículo de Trapiello sobre el Primer cuaderno Borges (Renacimiento), he corrido a comprármelo, porque para el verano no va a haber lectura mejor. Su autor es Roberto Alifano, que durante años fue, como él mismo dice, amanuense de Borges. Aprovechaba para tomar notas, como Eckermann con Goethe, de las palabras informales del maestro. Este volumen contiene las del periodo 1974-1976. Apenas llevo unas páginas, pero la felicidad se anticipa porque ya leí muchísimos libros de conversaciones con Borges; hubo una época en que era casi lo único que leía, pues ninguna otra lectura era tan deliciosa ni tan estimulante. Digamos que Borges, plantado en su ceguera, entreveía la aventura de la simple existencia: por la implicación (abismal) del momento, por la trama numerosa que había conducido hasta él. Utilizaba la literatura como un artilugio filosófico singular: no para desencantar, sino para reencantar el mundo. Un uso sabio de la lucidez. Aparte están, claro, las frases punzantes, las anécdotas. En lo poquísimo que llevo de este Primer cuaderno Borges aún no ha aparecido ninguna suya, aunque sí una de otro autor que lleva su sello. Al denostar al rival en una polémica literaria, dice: "El destino no quiso que deshonrara el patíbulo muriendo en él; y ahí lo tienen vivo, después de haber fatigado la infamia". 

3. Me encuentro también con Borges en un artículo que le dedicó George Steiner, "Tigres en el espejo", recogido en el libro de 2009 George Steiner en The New Yorker (Siruela). Le tuve manía a Steiner. Una vez la fotógrafa Gloria Rodríguez lo sacó en El País Semanal junto a un perro enorme. Le dije a ella: "¿Por qué has hecho la foto de un intelectual junto a George Steiner?". Mi manía, curiosamente, surgió de este libro del New Yorker, porque hojeándolo en la librería me topé con las frases displicentes que le dedica a Cioran. Ahora, sin embargo, he leído el artículo sobre Borges y me ha parecido buenísimo, con el alto nivel que se le presupone a Steiner. Otro artículo excelente es "Danubio negro", sobre Karl Kraus y Thomas Bernhard. Kraus y Borges dicen algo convergente sobre la censura. Kraus: "Las sátiras que el censor entiende son prohibidas con toda razón". Borges (parafraseado por Steiner): "El auténtico escritor se vale de alusiones y de metáforas. La censura le obliga a afilar, a manejar de modo más experto, los instrumentos principales de su oficio". 

4. En ese artículo de Steiner "Danubio negro" hay algo impresionante sobre Kraus. Este se había pasado décadas detectando los signos de descomposición del Imperio Austrohúngaro y la sociedad vienesa y anticipando el advenimiento del nazismo. Pero cuando al fin llega, escribe: "Respecto a Hitler, no se me ocurre nada que decir". Según Steiner, "el profeta se quedó sin habla ante la pesadilla de la realización de sus peores temores". Además de los escritos en su periódico unipersonal Die Fackel, Kraus recurría a interpretaciones públicas con modulaciones de la voz y todo un aparataje histriónico. Concluye Steiner: "En algún nivel muy profundo de su semiconsciencia tal vez percibió en Hitler (un antimaestro de la palabra más despiadado que él; un actor, un recitador más hipnótico) la imagen, monstruosamente distorsionada pero también paródica, de sus propios talentos. Ahora se encontraba a sí mismo entre la bola de cristal y el espejo y enmudeció". 

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31.7.25

Francamente Sánchez

Algunos hacen bromas sobre la dejadez de Sánchez en el Año Franco, que empezó pujantemente con el primer acto y el anuncio de otros mil (aprox.) por el cincuenta aniversario de la muerte del muñeco dictatorial; que no del fin de la dictadura, ojo. Este se produjo con la entrada en vigor de la Constitución de 1978. Pero Sánchez tenía un problema con la fecha efectiva: sus socios la reprueban y hacen escarnio de ella denominando a la democracia que instauró "régimen del 78". Un régimen a derrocar, con su democracia. Este es el contexto en que Sánchez inauguró el Año Franco.
 
El caso es que realizó aquel acto del 8 de enero en el Reina Sofía, lo más notable del cual fue el relanzamiento de la horrenda Libertad sin ira, que desde entonces no nos hemos podido sacar de la cabeza, por más desarticulada que fuese la versión (mejor que la original, de hecho), aunque reencajada en la nueva hornada cantautoril de prédicas ideológicas a la que pertenece la tal Jimena Amarillo (con el uniforme que se lleva ahora). Pero desde entonces no ha habido ningún acto más de los mil (aprox.) anunciados. Y algunos se ríen, es a lo que iba, de la dejadez de Sánchez, acosado por sus problemas, en este año suyo de caramelo, por Franco.
 
Yo, en vez de reírme, que también un poco, he estado cavilando hasta dar con una respuesta. La alternativa es grandiosa, nada que ver con la desperdigada sucesión de microactos antifranquistas a lo largo de doce meses, que habrían sido como disparos de escopeta de perdigones (¡justo!). Sánchez ha encontrado algo más impactante, tal vez estimulado por sus novelistas de cabecera, conocidas como las Pemanas: lo que había que hacer, y está haciendo Sánchez, es la ejecución de un Año Franco performativo. Un Año Franco en condiciones, con el mismísimo Sánchez encarnando al muñeco dictatorial y haciendo check en todos los ítems franquistas de ese neofranquismo que es el sanchismo. Lo está haciendo muy bien (¡francamente!) Sánchez.
 
Un amigo mío decía que con Sánchez la izquierda española había cumplido su sueño (¡húmedo!) de tener su propio Franco: un Franco guapo y de izquierdas, altito, políglota, con buena percha para los trajes. En verdad murió Franco pero no murió el franquismo sociológico, encarnado en la sociedad española transversalmente; tal vez porque fue el franquismo el que se acopló a la condición sumisa y acusica y sectaria de la sociedad española. Tras el trauma de la guerra civil (y descontando los muertos, los exiliados, los encarcelados: estertores de la resistencia), con el franquismo estuvo en su salsa como ahora lo está con el sanchismo.
 
Con Sánchez estamos volviendo a ver cosas que no se veían precisamente desde la muerte del muñeco dictatorial, y mucho menos desde que empezó a regir la Constitución de 1978. Han vuelto: el Nodo; la prensa del movimiento; la conspiración judeomasónica (ahora de "la derecha y la ultraderecha"); la autarquía; la censura previa (caso Luisgé con Anagrama); los privilegios para el País Vasco y Cataluña; los procuradores en Cortes; la sumisión del legislativo al ejecutivo, y el intento de un judicial regido por el Sánchezprinzip; la arbitrariedad del poder; la chulería a lo Millán Astray (¡un saludo, ministro The Puentete!); los intelectuales orgánicos; la adhesión de la farándula (¡las Estrellitas Castro!); el embrutecimiento ambiente; la moralización; el turista cien millones; la sintaxis infecta; la retórica hueca; la división brutal, sangrante, entre el discurso oficial y la España real.
 
El Año Franco, en fin, le está saliendo clavado a Sánchez. Los españoles estamos teniendo del franquismo una experiencia inmersiva.
 
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27.7.25

Abriendo melones mentales

[Montanoscopia]  
 
1. Una de mis aficiones malévolas de la temporada ha sido seguir La cena de los idiotés, de la cadena Ser, aunque por los vídeos. Resulta fascinante, porque es como abrir la caja craneal del establishment y contemplar lo que se cuece en su cabecita. Ahí lo personal no es que sea político, es que es directamente gubernamental. Por ello La cena de los idiotés es el Consultorio de Elena Francis del sanchismo. Del mismo modo que Elena Francis se planteaba dilemas cotidianos de la vida franquista que ella resolvía muy franquistamente, Aimar Bretos y sus comensales se plantean dilemas cotidianos de la vida sanchista que ellos resuelven muy sanchistamente. Todavía me parto con el del propietario comprometido (¡propietario y comprometido, vayan fijándose en el engranaje cerebral!) que duda si alquilarle el piso a un inquilino que exhibe la banderita de España en la muñeca. O el del abuelo de un pueblín de Asturias, querido por todos, del que destapan un atroz pasado fascista; una variante de este es el del abuelo franquista del que descubren que era gay (¡tremendo el engranaje cerebral!). Naturalmente, la cosa se adorna un poquito y el tono es desenfadado (¡para eso están Jabois y Caballero!). Pero en los dilemas laten las ansiedades del régimen (una recurrente es la de las tretas admisibles o no para trepar), y bajo su rollo casual asoman los pinchos de una férrea disciplina.  
 
2. Hemos asistido a la cala de otro melón mental con Ana Belén. Cuando la noticia de la corrupción del Gobierno estaba fresca, ella manifestó algunas dudas, ciertos titubeos, con un atisbo de estolidez que no reflejaba precisamente tensión moral. En menos de un mes ha terminado de aflojarse: Ana Belén es una de las firmantes del manifiesto en favor de la corrupción. Ellos lo llaman de otra manera, pero es eso. Y en favor de cosas peores que la corrupción: el debilitamiento del Estado de derecho, la desigualdad perpetua entre los españoles... ¡Vaya la muralla!  
 
3. El PP no deja de tener su utilidad para nuestra salud pública. Gracias a la corrupción de Montoro, han salido muchos a mostrarse preocupados por la corrupción, cuando ya no lo parecía. Gracias a la mentira de Noelia Núñez, han salido muchos a mostrarse preocupados por la mentira, cuando ya no lo parecía. El problema español es semafórico: circulas siempre de acuerdo con el semáforo de los tuyos. 
 
4. Menudo papelón el del PP. Por fortuna, ya avisé unos días antes de que saltara el caso Montoro que no cabía esperar ninguna regeneración por parte de ese partido. Ni del PSOE, por supuesto. Y mucho menos de sus respectivos extremos pútridos, Vox y Podemos-ETA (permítanme que llame a este así tras el sándwich moral que Irene y Belarra se montaron con Otegi). El bipartidismo tiene al menos un sistema de saneamiento, limitado pero efectivo: la renovación de las aguas fecales.  
 
5. A Julio Ramón Ribeyro lo conocí como personaje que competía en soledades en los cafés de París con Martín Romaña, en la novela de Alfredo Bryce Echenique que fue mi preferida absoluta como lector adolescente. Tiempo después salió de La vida exagerada de Martín Romaña y pasó a ser el autor de otro de mis libros preferidos: Prosas apátridas. Ahora ha aparecido un librito delicioso que en su día fue rechazado por demasiado breve: Dichos de Luder, acogido en La Caja Books. Luder es una suerte de Juan de Mairena peruano, que protagoniza escenas como de clochard taoísta y emite frases (los tales dichos) irresistibles. Amontono algunas. "Yo no soy roto ni descosido: soy un remendado". "Casi todos los grandes escritores son unos pesados. Solo la muerte los vuelve frecuentables". "Los clásicos siguen plagiándonos desde la tumba". "No es que yo sea bondadoso. Sucede simplemente que no soy malo. He escogido el cómodo camino de la virtud por omisión". "Toda mi obra es un acta de acusación contra la vida. No he hecho nada por mejorar la condición humana. Si mis libros perduran, será por la perversidad de mis lectores". En otro pasaje le cuentan que un artículo se ocupa de todos los escritores de su generación menos de él. Respuesta de Luder: "Me libré de la redada". 
 
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24.7.25

Días perfectos


Thomas Bernhard y cine japonés: en esto se resume, y va a seguir resumiéndose, mi verano; más los días iniciales del Tour, con el Mont Ventoux de anteayer como plataforma de lanzamiento. A la playa ya he ido lo suficiente: dos chapuzones y a otra cosa, mariposa. ¿Viajar? ¡Tururú! No pienso meterme en uno de esos trenes ministeriales del terror; ni en ningún otro, por su contagio. Los desaprensivos amigos me arrastrarán a alguna cena impepinable, pero eso será lo máximo: mi misantropía se mantendrá en su punto de caramelo. Del sexo paso; del amor, ni te digo. Me quedan las estudiosas lámparas y los estudiosos ventiladores, revoloteadores de apuntes. ¡Aplicación en la canícula!, tal será mi lema. Que veraneen ellos. Me gusta el estrépito turístico (acústico y cromático), pero para pasar a toda pastilla, sportivamente, camino de mi refugio. Este será un templo bernhardiano y un templo japonés hasta septiembre. Con música: ahora Carl Philipp Emanuel Bach interpretado por Keith Jarrett.
 
Persistirá un hilillo de servidumbre con la actualidad, para poder servirles estas columnas. No me he pedido descanso, como no he hecho nunca desde que soy columnista salvo en de agosto de 2023, en que alcancé, como tantos, la saturación absoluta. Un prestigioso tertuliano (valga el oxímoron, aunque en su caso es real) lo dejó porque no estaba dispuesto a seguir otra legislatura ocupándose de Égolo. Escribir en verano, de todas formas, ya no es lo que era. Se echa de menos la famosa serpiente. Los monigotes políticos del año no se terminan de ir nunca. También en las supuestas vacaciones nos dan la brasa, y de qué manera. Nos fastidian de todos los modos posibles e imposibles. Vivimos la insoportable dictadura del monigotado.
 
Aun así, ¿quién puede negar la perfección de los días? En mi visionado de cine japonés, tras empaparme de Mizoguchi, Shindô, Ozu y Naruse, he hecho una derivación germano-japonesa con Perfect Days, de Wim Wenders. He llegado el último a esta película que todo el mundo celebró a principios de 2024; pero, como tengo por costumbre, llego el último y me pongo el primero. ¡Qué película deliciosa! Y con una enseñanza elemental de carácter autoayudístico: el zen de la vida cotidiana; la atención a cada instante, y a la tarea del cual. Los días son perfectos y solo necesitamos evitarles nuestra rozadura. El señor Hirayama limpia retretes tokiotas, trabajo de parias en un célebre lugar de Oriente (no sé si en Japón), pero él va en el flujo del tiempo tan pichis. Los baños son lo más en arquitectura moderna (hay por ahí reportajes extraordinarios), y se recurre al truco de que no llevan restos de pis ni caca (al fin y al cabo, la película es un encargo de sus gestores), pero baste el carácter simbólico del asunto. Por otro lado, puede que Wenders haya dicho "¡acción!" después de que Hirayama haya terminado lo asqueroso de su trabajo. Todos, en fin, podemos ser Hirayamas.
 
Llegar el último permite acceder a la bibliografía segregada en este año y medio. Curiosamente, el mejor artículo sobre Perfect Days, el de Mauricio Bach, está en The Objective. En otros medios hay también elogios, pero no faltan la lectura ideológica sobre la vida anticapitalista (¡decrecentista!) de Hirayama ni la que le reprocha esa soledad libre de vínculos; un reproche que procede de los mandamientos vigentes.
 
Mandamientos que yo me pienso saltar este verano sin vínculos, sin cuidados, sin masaje sentimental, sin empatía. Solo cine japonés y Bernhard; autor este cuya filosofía sintetizó Cioran: "Estamos todos en el fondo de un infierno, cada instante del cual es un milagro".
 
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20.7.25

Progresismo nominal (y otras falacias)

[Montanoscopia]  
 
1. Escribí sobre Moderaditos, el libro de Garrocho, pero se me pasó resaltar la cita de Oakeshott que recrea al final y que es la clave vitalista de la moderación política: "Cabe ser moderado en política para poder ser radical en todo lo demás".  
 
2. Se pasan años llamando fascistas a quienes no lo son, y cuando aparecen fascistas de verdad, como los abyectos y repulsivos congregados en Torre Pacheco para "cazar" inmigrantes (y españoles que se lo parecieran), animados por el inicuo Vox, les entra una euforia extra que delata que antes mentían como bellacos. Y a unas alturas en que la palabra fascista ya la tienen debilitada y carente de efectividad, en su boca al menos. Aparte está el uso que hacen algunos columnistas para adornarse y para eludir hablar una semana más del Gobierno: Torre Pacheco es el minarete (¡justamente!) al que se suben los misceláneos como muecines de su inacabable autopromoción. 
 
3. Dos muestras de progresismo (o socialismo) nominal y solo nominal. Pilar Alegría: "Mientras haya un gobierno progresista, no habrá ningún privilegio de ningún territorio". María Jesús Montero: "Mientras haya un solo socialista en Moncloa, nunca jamás habrá privilegios de unos territorios". Son dos claras paráfrasis de un argumentario (¡qué fenómenos sus perpetradores!) que incide en lo mismo: somos progresistas o socialistas porque lo decimos, independientemente de lo que hagamos. En este caso, abogar por el antiigualitario (y reaccionario y antisocialista) cupo catalán. Lo alucinante no es ya que digan cosas así, sino que sus militantes, simpatizantes y votantes (y la intelectualidad y la farándula casi en pleno) las sostengan.  
 
4. La prueba de que no se está en el partidismo es que todas las noticias sobre corrupción (ahora llegan las del exministro del PP Montoro) son un mazazo. Para el partidista, en cambio, son motivo de alegría las de la corrupción de enfrente, que distraen de las de la propia. Y sirven de escudo y coartada.  
 
5. Muere Guelbenzu. En sus reseñas de novelas anglosajonas había ráfagas incitantes que despertaban algo en mí... algo que luego no encontraba en tales novelas, ni tampoco en las suyas. Descanse en paz. 
 
 
6. Muere también el humorista Josele (¡menudo es Caronte!). Se me había borrado de la cabeza. Ninguna nostalgia ahora, solo el recuerdo del casete que teníamos en casa con lo de Vente pa' España, tío, en que hacía gracietas costumbristas sobre la época de la Transición. Me viene este resto de diálogo: "Que se ha muerto Mao". "¿Que se ha quemao?". Una cierta nostalgia, ahora sí, de cuando el humor no era inteligente.  
 
7. Un representante del humor inteligente (ja) era Pedro Ruiz, al que ahora nos tenemos que estar comiendo de nuevo por culpa de las redes. Una inteligencia autoadjudicada la suya, lineal, ramplona, insufriblemente didáctica, con mensaje: ¡es un cantautor del humor! Lo último es el sermón que le ha soltado al pobre Lamine Yamal por haber celebrado su mayoría de edad con putas y enanos. ¡Está integradísimo Lamine, es más español que nadie, y va y le suelta un torrepacheco moral!  
 
8. Leo sobre la serie Superestar, en que Vigalondo resucita a los frikis aquellos de hace veinticinco años: Dantés, Porras, Genil, Arlekín, Tamara, Loly Álvarez... Yo los recordé hace diez o doce, cuando me di cuenta de que aquel mismo rollo lo reproducían los podemitas del principio: Iglesias, Monedero, Echenique, Errejón, Bescansa, Espinar... El curso de sus vidas ha sido más o menos idéntico. Vigalondo debería considerarlo para una futura serie.  
 
9. Andanada en La Cultureta contra las bermudas. Salgo con las mías (¡son mi uniforme de verano!) con mayor fruición. 
 
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