15.6.25

El Circe de todos los Cerdanes

[Montanoscopia]  
 
1. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: ninguna de las cerdadas de Cerdán es más corrupta que la ley de amnistía de Sánchez. Que, por otra parte, le negoció Cerdán.  
 
2. En la Odisea, la hechicera Circe transforma en cerdos a los hombres. Sánchez, nuestro Circe, los transforma en Cerdanes. ¡Qué mano tiene! Por obra suya, están las instituciones llenas de ellos: Conde-Pumpido, el Cerdán del Tribunal Constitucional; García Ortiz, el Cerdán de la Fiscalía General del Estado; Armengol, la Cerdán de la presidencia del Congreso; Intxaurrondo, Fortes, Cintora y Ruiz, los Cerdanes de las noticias; Broncano, el Cerdán del humor; García Montero, el Cerdán del Cervantes; Tezanos, el Cerdán del CIS; Puente, el Cerdán de los trenes; etc., etc. Además del propio Cerdán, el Cerdán del PSOE.  
 
3. Visto lo visto, el proyecto de reforma de la Justicia del ministro Bolaños podría ser bautizado, técnicamente, como Fuga de Alcatraz.  
 
4. El que todo esto le haya pillado dentro a Idafe es más bello que la Victoria de Samotracia. 
 
5. El perdón truculento del autócrata es un clásico, así como la emocionada felicitación que le prodigan sus esbirros. Hay un poema de Mario Benedetti, quizá el más repugnante de los suyos (y abunda en ellos), que se titula Hombre que mira sin sus anteojos. Es, increíblemente, un canto a las anteojeras ideológicas, sin las cuales todo está desenfocado. En un momento escribe: "el hombre político que en un acto / de incalculable amor / dijo a un millón de pueblo la culpa es mía / y el pueblo empezó a susurrar fidel fidel". El miércoles la que empezó a susurrar "sánchez sánchez" después de que pidiera perdón fue Palomera.  
 
6. Como en las postrimerías del franquismo, de pronto algunos columnistas que se han pasado el sanchismo callados tratan de forjarse a empujones una trayectoria de "antisanchistas de toda la vida". (Solo hay una ciencia social sólida: la antropología.) 
 
7. Qué insondable pereza cuando Feijóo promete ejemplaridad. Ejemplaridad a cargo del partido de la Gürtel, cuya falta de ejemplaridad propició la llegada del PSOE, que prometió ejemplaridad y cuya falta de ejemplaridad propiciará el retorno del PP. Y de este ping-pong abyecto no salimos.  
 
8. La lucha contra la corrupción fue una mera excusa tanto para Sánchez como para sus socios. Lo de estos lo prueba que van a seguir apoyando a Sánchez pese a la corrupción. Siempre se trató de otra cosa. Para Sánchez, de llegar al poder. Para los otros, de socavar la nación y el Estado de derecho; de acabar con el pluralismo; de hacer del sistema político español un régimen ideológico en el que no quepan todos, a diferencia de lo que ocurre con el que llaman despectivamente "régimen del 78". Llevan conseguido mucho. Y a partir de ahora, sosteniendo al Gobierno, conseguirán más aún. Todo lo que va mal les va bien. Así que todo irá peor.  
 
9. Los que tenemos letras, refugiémonos en las letras. He leído un buen libro de poemas, Nuevo en la ciudad nueva, de Juan Antonio González Iglesias (Visor). Me lo recomendó Ignacio Jáuregui, autor del libro de viajes Venecia. Un asedio en espiral (Athenaica) y buen conocedor también de Nápoles, que es la ciudad nueva. Me despido con algunos versos de dos poemas. "Sé / que no debo poner mi corazón / en nada transitorio, pero aquí / todo se muestra suavemente eterno". "Por la preservación de lo sagrado / doy gracias, por las cosas que dispone / el ser humano cuando es humano, / por cada arista de cada columna / tan gentilmente dórica, doy gracias / y por el sol final, que distribuye / oro y serenidad sobre la tierra". 
 
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13.6.25

Minioda a Ábalos

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 01:48
 
Buenas noches. Sin desmerecer a Cerdán, dueño de mi segundo apellido favorito (el primero es Pichardo), mi debilidad es Ábalos. Me terminó de conquistar con sus declaraciones en camiseta gris en el portal de su pisito de Valencia que registraba la UCO. Fui a decírselo personalmente, pero resulta que me tenía bloqueado en Twitter. ¿En qué momento le soltaría yo una fresca cuando gobernaba? Pero ya no gobierna y quisiera hacerle aquí una minioda. Los amantes de la palabra no tenemos más remedio que reconocer que Ábalos es el único político español que habla bien y tiene una dicción perfecta; el único que enlaza directamente con nuestro teatro del Siglo de Oro. El cerebro de Ábalos se asienta en la gramática española y el paso de la sangre por sus venas es sintáctico. Esto no ocurre ni con los escritores españoles, a los que supera en habla y dicción. Además, en su pisito hay "un arsenal de libros". Ya es mala suerte (¿o buena suerte?) que este exponente máximo de la palabra sea también (presuntamente) un corrupto. Me ha recordado a cuando Ernst Jünger recomienda en Radiaciones la lectura de Léon Bloy advirtiendo: "Igual que la luz, tampoco la verdad cae siempre en el lugar agradable". Así, la palabra ha venido a arraigar, en esta su menguada época, en un individuo como Ábalos. Por otra parte, qué espléndido uso le dio al dinero (presuntamente) apañado: ¡mujeres y vidorra, como en los viejos tiempos hedonistas, en que no primaba la predicación sino el disfrute! Y qué cumbre biográfica, según se cuenta, lo de destrozar una habitación de parador nacional con drogas y orgías, como un rolling stone. Solo un artista es capaz de tales explosiones, porque la palabra es un fuego que busca salir como un volcán. ¡A sus pies, maestro!

Popurrí libresco

Popurrí libresco, ahora que está la Feria del Libro de Madrid, que no pienso pisar pero que espío por internet, mareantemente. El año pasado me tocó firmar (¡por única vez!) el peor día de mi vida: aparezco en la foto como velando un cadáver, mi propio cadáver. Pero ha pasado un año y aquí sigo. Eso sí, de lejos.
 
Lo más divertido es que hayan coincidido en Madrid Vivian Solnit y Rebecca Gornick (¿o Vivian Gornick y Rebecca Solnit?), que es como coincidir en una fiesta con el mismo vestido. Son dos autoras que me interesaban en principio. Aunque no las he leído, los elogios que se les prodigaba me las hacían apetecibles. Me ha bastado una hora con cada, la de sus respectivos streamings, para que en mi cráneo rebotara, cuervescamente: ¡Nunca más! Qué soporíferas son, con la adocenada beatería que predican. La beatería del momento, claro está: ¡la de lo woke! Gornick hizo un canto a la política "que emerge de las emociones". Ni se daba cuenta de que estaba cantando de paso el trumpismo, por no decir el nazismo. En cuanto a Solnit, escuchaba embobada a su presentadora Marta Peirano cuando le contaba que con el apagón los españoles volvimos a ser niños. ¡Toma, como con Franco! ¡Nostalgia por la preilustrada minoría de edad!
 
También debió de ser divertida, aunque no la pillé, la charla entre Sergio del Molino y Guillermo Altares sobre "la amenaza autoritaria". Sospecho que hablarían a favor, puesto que son dos verdugos voluntarios de Sánchez (Del Molino, verdugo por omisión; Altares, verdugo por acción).
 
Los de Jot Down, por su parte, denuncian que la directora de la Feria, Eva Orúe, mandó retirar sus revistas de la caseta. Según la normativa, solo se pueden exponer "productos" con ISBN, el identificador que llevan los libros y no las revistas. Pero resulta que Jot Down edita además libros (¡entre ellos mi Inspiración para leer!) y los números de la revista Jot Down suelen contener más calidad literaria que el 95% de los "productos" con ISBN.
 
He tenido una corresponsal a pie de obra: mi amiga Dolores. De entre las historias de la Feria que me cuenta, me decanto por la del dependiente que intentó encasquetarle un libro de las Sinsombrero. Ella que no, y él venga insistir. Y fue que no, claro. Le hago la bromita de que los del 98 deberían ser conocidos, equivalentemente, como los Sinsostén y los del 27 como los Simbragas (aquí me viene un chistecillo, pero no quiero que se me echen encima Gornick y Solnit). Me quedo pensando en el triste destino de las Sinsombrero: han pasado del ostracismo a la saturación sin un minuto siquiera de normalidad.
 
Igual que Manuel Chaves Nogales, por cierto, que es el foco de una polémica tremenda a cuenta de la publicación en la editorial El Paseo, a cargo de Yolanda Morató, de sus llamados (el título es una de las disputas) Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Han participado, que yo sepa, Juan Bonilla, Abelardo Linares, Andrés Trapiello y Ángel L. Fernández; en las páginas de Abc, El Mundo, Zenda y Jot Down. En todos los artículos que he leído se omite un parentesco importante: caballerosamente, pero hurtándole un dato supongo que decisivo al lector. Yo lo omito también (¡no voy a meterme en el fregao, para una vez que escapo a una polémica!). A lo que no me resisto es a transcribir el wasap que le mandé a un amigo sevillano (el gran Carlos Mármol): "¡Cómo vuelan las navajas en la Tercera España, quiyo! ¡La siguiente guerra civil la desatará Chaves Nogales!".
 
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8.6.25

Entre los españoles y yo hay algo personal

[Montanoscopia]  
 
1. Me comen los demonios cuando se intenta exculpar al electorado español con el argumento de que la ley de amnistía no estaba en el programa del PSOE. Lo que sí estaba era el Sánchezprinzip: la certeza de que Sánchez haría cualquier cosa por mantenerse en el poder, incluso aquellas que aseguró que no haría. Como ocurrió en la legislatura que se juzgaba el 23-J y que el electorado español absolvió. 
 
2. Los españoles solo recobrarán la dignidad si pasokizan al PSOE. Obviamente, no lo van a hacer. 
 
3. Digo "los españoles" y no "los votantes del PSOE" porque me refiero al cuerpo social que no expulsó a un elemento como Sánchez masivamente: sin tener que recurrir a sumitas o restitas. 
 
4. Si hay algo inexorable es que el libro de Leire Díez va a existir, para justificar su excusa. Han hecho el chiste de que ya está en ello la amanuense de Sánchez Lozano; chiste la mar de realista. Leo, por cierto, que Lozano ha arruinado la Casa Árabe, cuya dirección le dieron. Siempre me pregunté por qué la enchufaron justo ahí. Caigo en que sería por asociación con el Cide Hamete Benengeli del Quijote, verdadero autor del libro de Cervantes, según Cervantes. Si Lozano es aquel árabe, ¡entonces Sánchez es Cervantes! Eso debió de pensar el que la colocó. Lamentablemente, mi especulación no es realista: implicaría que alguien en el sanchismo ha leído el Quijote
 
5. Bueno, Muñoz Molina sí ha leído y releído el Quijote. Vi la presentación de El verano de Cervantes, que acaba de publicar, y me reconcilié un poco con él. Al final se abrazaron él y su esposa Lindo, con amor. Percibí fragilidad y ternura. ¡Soy un sentimental! No se ha equivocado quien ha dicho: "Montano: convencido de no acabar nunca con ese corazón, pomo de su puerta".  
 
6. Qué entrañables el politólogo y la politóloga de los domingos en El País. Gracias a Trump han vuelto a ejercitar sus herramientas epistemológicas sobre el peligro iliberal, que con Sánchez las tenían oxidadas. En realidad él, que tiene nivel, sí ha hablado en los dos o tres momentos clave (y solo en ellos). Ella, en cambio, se ha limitado a ser siempre cheerleader.  
 
7. Y de pronto cambian al director de El País: Pepa por Jan; o Bueno por Ahrens. El previsible aflojamiento de las riendas les facilitará a los misceláneos lo que les angustiaba: ir preparándose para la llegada del PP, con el que tampoco debe faltarles prosperidad. "¡Vamos a hacernos una foto para la prosperidad!", decía Carmen Sevilla, aquella Melody (Latorre dixit) avant la lettre.  
 
8. La desgracia de las, así llamadas, lenguas cooficiales son sus nacionalistas, que las embadurnan de pestilencia. Lo que de atractivo y seductor puedan tener, por el habla cotidiana y sus poetas (¡y sus locutores del Giro!), los nacionalistas lo arruinan. Si aún se hicieran alegorías medievales, el Catalán, el Gallego y el Euskera (y el Bable y la Fabla, y el Andalú y el Silbo Gomero y el Castúo), se erigirían como gigantes a apalear a sus nacionalistas y limpiarse así la porquería que les ha caído encima con ellos, su genuina amenaza, su aniquilación. 
 
9. No estoy de acuerdo con que se adelanten las elecciones, como piden el PP y Page. Yo quiero que Sánchez agote la legislatura y que los españoles se cuezan todavía más en Sánchez. Y, a ser posible, en la siguiente legislatura también. Y así durante cuarenta años sanchistas, medida que conocen bien los españoles. Les deseo ya lo peor a los españoles. ¡Entre esos tipos y yo hay algo personal! 
 
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5.6.25

Tsevan Rabtan, caballero en la estepa legal

Cuando Tsevan Rabtan, nuestro mongol ilustrado, guardia civil de la lógica, publicó su primer libro, Atlas del bien y del mal (GeoPlaneta), que era un catálogo de anomalías históricas, monstruosidades, violencia y caos, escribí: "Yo encuentro una coherencia estricta entre esto y su pasión por la ley, de la que el abogado Tsevan Rabtan es su mayor defensor. La ley, al cabo, intenta contener, ordenar un poco esa realidad que sin ella sería –justamente– más monstruosa, caótica y violenta". En su nuevo libro, Anatomía de la ley (Deusto), se ocupa de esa pasión suya, con igual perspicacia e inteligencia. Y con la misma regocijada erudición: entre sus razonamientos introduce ejemplos apetitosos de todo el mundo, del Ártico a la China o la India, pasando por Grecia, Roma, Egipto y Bizancio.

Tiene gracia que ahora utilice su nombre artístico o de guerra no para correrías aberrantes sino para su contención. Posee un encanto doble, porque el caudillo mongol va esta vez por la estepa como un caballero andante en defensa de la ley. En el Nickjournal donde lo conocimos, por cierto, tuvo un semejante que también combinaba la barbarie con la Ilustración: el inolvidable Gengis Kant. Otro amigo de entonces, Manuel Toscano, escribe el prólogo de Anatomía de la ley: tan bueno, que el libro va con la mejor reseña incorporada. Al comentarista le queda poco más que recomendar el libro y recomendar el prólogo.

Añadiré, sin embargo, algunas palabras de actualidad. La pertinencia de Anatomía de la ley se ha vuelto acuciante estos días. Menciono dos muestras. Al término de mi lectura del libro el pasado fin de semana, se filtró ya que la ponencia del Tribunal Constitucional avalará la ley de amnistía, lo que estaba cantado porque se trata de un Tribunal de parte. La noticia, con el libro fresco, resultaba para el Estado de derecho aún más catastrófica.

Por su lado, Luis García Montero escribía en El País: "Más que en los partidos, el problema está en los jueces que se salen de su decencia profesional para sustituir a la voluntad del pueblo encarnada en la política. […] Si este tipo de jueces consigue convertir su soberbia en costumbre jurídica, un poder judicial autopoderoso se convertirá en el problema más grave de la democracia. Después de que el CGPJ quedara bloqueado, el único contrapoder que puede enfrentarse a la soberbia judicial es la Fiscalía. Ahora comprendo por qué soportamos en España una desmedida persecución mediática contra el fiscal general. Hay quien no quiere justicia, sino soberbia sin límites dispuesta a borrar cualquier otro tipo de poder democrático". Este la fontanería la hace al aire libre, su cloaca es a campo abierto; y con un embadurne relamido que nos recuerda que, en fin de cuentas, es poeta.

El lector de Anatomía de la ley no dejará de percibir la aberración que supone esa queja de que "los jueces" sustituyan (¡sustituyan!) "a la voluntad del pueblo encarnada en la política". Como afirma Tsevan Rabtan, sin ley sencillamente no hay democracia. Hay, todo lo más, "democracia plebiscitaria": expresión que en La emboscadura de Ernst Jünger aparece como sinónimo de dictadura.

Tsevan Rabtan rastrea las razones históricas del derecho y la ley, y las argumenta con una claridad que no excluye el zigzagueo del ensayo. Analiza la situación de la administración de justicia en España (comatoso). Y proyecta el pensamiento hacia el futuro, en que la Justicia tendrá que vérselas con la IA. Aunque el presente sea malo, ya sabemos que podría ser peor. Tsevan Rabtan aboga por que no decaiga el intento. Termina el libro con Maquiavelo, con su célebre distinción entre la virtù (o esfuerzo) y la fortuna. A pesar de todo, hay que hacer algo: porque la fortuna "muestra su poder donde no se han tomado medidas para resistirla y dirige su furia hacia donde sabe que no se han hecho diques ni barreras para contenerla".

Antes de leer está ya imprescindible Anatomía de la ley, recomiendo la entrevista que le hizo Ricardo Cayuela al autor aquí

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1.6.25

Pecado de fontanería


[Montanoscopia] 

1. Con el primer párpado que abro el sábado, a veces, como ayer, de madrugada, leo el artículo de Antonio Muñoz Molina en El País. Es un vicio que he pillado. No lo leo con el párpado, claro, sino con el ojo, pegajoso de párpado. Son artículos estupendos (AMM es un estupendo articulista, fundamental en mi formación/deformación), pero están como encapsulados en un país que no es España. El Gobierno no aparece nunca. Sí, de tarde en tarde, la oposición. Ayer puso una listilla de gobernantes aquejados de "masculinidad dañina": Trump, Musk, Orbán, Milei, Maduro, Putin, Bolsonaro, Netanyahu. Ya ven quién falta. En Babelia le premian por su buena conducta y lo sacan en portada por su nuevo libro, El verano de Cervantes. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que era un poco díscolo. Y se lo hacían saber: no le dedicaban portadas, lo excluían de la lista de los 100 libros del año. Pero AMM se porta bien ahora. Cada sábado es más divertido. Un amigo me dice que sus artículos los escribe ya para mí. 

2. Son deprimentes las inquisioncillas cotidianas en el mundo de la cultura, el insidioso cuelgue de etiquetas. En cuanto uno se desvía un poquito, está perdido. Luego cuesta mucho remontar, si es que se consigue. Queda el regocijo íntimo (también entre la minoría afín): estos ufanos psocialistas y demás son los herederos directísimos de la mediocridad católica española. 

3. A propósito de la fontanera del PSOE Leire Díez, me acuerdo estos días de la maravillosa Cluny Brown. Esta (Jennifer Jones) incurre en "pecado de fontanería" en la película de Lubitsch El pecado de Cluny Brown. En cuanto oye gorgoteos en una tubería, se arremanga y se pone manos a la obra. Por esto pierde a su prometido burgués, cuya madre le censura a Cluny la afición fontanera. Pero hacia el final de la película está una de las más encantadoras (¡y emocionantes!) declaraciones de amor de la historia del cine. El nuevo pretendiente (Charles Boyer), al conocer lo que le sucedió con el anterior, le dice a Cluny que le construirá una casa llena de tuberías, que convocará a la alta sociedad y le dirá: "Señoras y señores, ahora mi esposa va hacer unos trabajos de fontanería". Es tan bonito que no quiero atar la equivalencia con lo que pasa en nuestra política. Le dejo la (fontanera) tarea al lector. 

4. Pongo en el buscador del periódico "UCO" y me señala, además de las noticias sobre la UCO, la noticia sobre el cayuco volcado en la costa de El Hierro, en el que murieron cuatro mujeres y tres niñas. Rimas desoladoras de la actualidad. 

5. La manifestación que ha convocado Feijóo para el 8-J no es contra el Gobierno, sino contra el electorado español. Ese electorado que, sabiendo ya perfectamente quién era Sánchez, no lo expulsó de la vida pública el 23-J de 2023. Como ha escrito Arias Maldonado, al final el electorado que tiene que conquistar el PP es el mismo que consintió y consiente a Sánchez. Ninguna dignidad, pues, si quiere conquistarlo. Esto último sí es alentador para nuestra derecha (no para mí, que persisto en la izquierda): que se le exigiera dignidad sería lo complicado. 

6. Anuncia Renfe billetes a 9 euros para el verano. Ya está The Puentete, el Fu Manchú de los trenes, atrayéndose víctimas. 

7. ¡Le he cogido manía a todo el mundo! No soporto las jetillas de los escritores anunciando sus firmas en la Feria del Libro. El acto surrealista supremo sería ir de caseta en caseta disparándoles con una pistola de agua. 

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30.5.25

Los ozorianos sobrevenidos

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:08

Buenas noches. La muerte de Mariano Ozores ha vuelto a desencadenar un fenómeno entrañable: el de los que se ponen a realzarlo como si fuese Ingmar Bergman. Es cierto que se ha menospreciado al director de Manolo la Nuit, Los bingueros o ¡Que vienen los socialistas!, y está bien que se le defienda con tino como ha hecho nuestro José Ignacio Wert. Pero hay otros defensores a los que se les va la mano y no se contentan con reivindicarlo, divertirse con sus películas o simplemente resaltar su valor sociológico: desde el antiintelectualismo que suelen profesar adoptan la misma pose que sus detestados intelectuales, y pontifican sobre El liguero mágico como si se tratase de El séptimo sello. O sea, que dan pesadísimamente la brasa con Ozores como otros la dan con Godard o Dreyer. Como sucede tantas veces, incurren en lo que critican en los otros. A estos les presuponen postureo, y no conciben que puedan ver una película de Mizoguchi si no es para adornarse. Pero ahora son los ozorianos los que se adornan con Ozores. Se ha recordado que Pilar Miró lo desdeñó diciendo que hacía "cine para fontaneros" (¡o sea, que su filmografía debe de tenerla trillada la hoy famosa fontanera del PSOE!) y por aquella frase los ozorianos dogmáticos están atacando a Pilar Miró. Pero pocas mujeres me han dado tanto placer. Placer cinéfilo, se entiende. Cuando Pilar Miró estuvo de directora de Radiotelevisión Española nos proporcionó un disfrute máximo a los amantes del cine con su fastuosa programación. Porque de eso se trata: de disfrutar. Y si a mí me gusta Rohmer no es por postureo, ni por adornarme, ni mucho menos por elitismo. Es porque sencillamente me lo paso pipa con las películas de Rohmer. Algo que los ozorianos sobrevenidos no parecen comprender.

29.5.25

Todo Bernhard en 'Andar'

La novela corta Andar, de Thomas Bernhard, estaba sepultada en el volumen Relatos que editó Alianza Tres en 1987 (no confundir con el posterior Relatos de bolsillo, 2009 y 2017), con canónica traducción de Miguel Sáenz. La editorial Contraseña ha tenido el acierto de rescatarla ahora en libro aparte, tal como se publicó en alemán en 1971. Y con traducción nueva de Virginia Maza, quien dice en el epílogo que "estas páginas parecen condensar los fundamentos de la prosa de Bernhard". Tiene razón: está todo Bernhard en Andar.

Los bernhardianos españoles somos sáenzianos españoles e instintivamente rechazamos toda traducción que no sea de Sáenz. Se ha escrito que una de las ventajas de Bernhard en español es que su obra (casi) completa tiene un mismo traductor, por lo que hay continuidad estilística en ese Bernhard para españoles de Sáenz. Durante mucho tiempo rechacé Los comebarato (Cátedra) porque era lo único que no había traducido Sáenz, sino Carlos Fortea. Pero mis recientes relecturas de Los comebarato me han reconciliado con esa traducción. Es un Bernhard que no dice "en fin de cuentas" sino "a fin de cuentas", pero la novelita es tan buena que lo doy por bueno. Con el Andar de Maza me ha pasado igual: su Bernhard no dice "deprimición" sino "deprimencia". Pero Andar es una obra maestra y la traducción nueva es magnífica también.

Bernhard escribe Andar en su plenitud, entre dos de sus novelas mayores, La Calera y Corrección, y entre sus dos primeras obras de teatro, Una fiesta para Boris y El ignorante y el demente, junto con otros escritos. Tiene la profundidad y densidad de tales novelas mayores, pero además asoma la ligereza. Y asoma el humor, y de qué manera: hay una serie de páginas cómicas que parecen de los hermanos Marx, con el personaje Karrer (que justo ahí va a volverse loco) empeñado en que el dependiente de una tienda de pantalones le ponga al trasluz pantalón tras pantalón para ver si clarean, porque está convencido de que no son de tela inglesa, como asegura el dependiente, sino de "saldos checoslovacos". La repetición desaforada de esta expresión, "saldos checoslovacos", desencadena la hilaridad lectora.

Al neófito siempre le intimidan las páginas compactas de Bernhard, esos lingotes de prosa sin puntos y aparte. En las cien páginas de Andar hay tres, pero como si no los hubiera: son puntos y aparte sin espacio en blanco intercalado. El habituado a Bernhard, en cambio, sabe que esa aparente muralla no carece de asideros: cuando uno se introduce en la lectura, fluye a la perfección. La escritura de Bernhard es compleja, intrincada, pero en todo momento con sentido; si se sintoniza con ella, se descubre su admirable simplicidad esencial. Tiene que ver con su música, y con la contundente claridad con que traza un mundo. Es por este motivo por el que su dificultad inicial suele derivar, como dice Sáenz, en adicción.

La trama de Andar es mínima (el narrador salía a caminar los miércoles con Oehler y los lunes con Karrer, pero este se ha vuelto loco y ahora los dos días sale a caminar con Oehler, quien le cuenta qué pasó con Karrer), pero está llena de acciones y, sobre todo, de palabras. Unas y otras en un entramado de capas discursivas con un virtuosismo entre mareante y descacharrante. Un ejemplo: "como dice usted, Karrer, dijo Rustenschacher, en palabras de Oehler a Scherrer". La dificultad de asir la realidad con palabras ("todo lo que se dice es cita", decía Karrer y repite Oehler, narra el narrador) se manifiesta en estas emisiones verbales indirectas, que en el fondo asedian un vacío.

Todo Bernhard está en Andar porque, además de las repeticiones, no falta ni uno de sus recursos: la exageraciones y generalizaciones, las estructuras distributivas ("Oehler tiene un sombrero negro y de ala ancha, y yo, uno gris y de ala estrecha"), los "así llamados", la artificiosidad retórica, los paréntesis, las cursivas, las digresiones, la sentenciosidad. Ni faltan sus temas: enfermedad, asfixia, obsesión, pensamiento desquiciado, locura, Naturaleza, Wittgenstein, muerte, suicidio, denostación del Estado austriaco, sacrificio del genio. Sobre estos tres últimos: "Si una cabeza austriaca es extraordinaria, dice Oehler, no hay que esperar mucho para que se mate, solo es cuestión de tiempo y el Estado cuenta con ello".

Está igualmente la execración del nacimiento (y de la “tentación de existir” de Cioran, en la línea de Schopenhauer): "Toda la vida me he negado a hacer un niño, dice Oehler que decía Karrer, a meter a un nuevo ser humano con el ser humano que soy y que está en la prisión más espantosa que se pueda imaginar y que la ciencia califica sin consideración de naturaleza humana". Así como la autoconciencia paralizante: "No debemos hacer de lo que hacemos el objeto de nuestro pensamiento porque en primer lugar caeríamos en la duda fatal y al final en la desesperación fatal".

Andar es también pensar: "Andar y pensar están en una incesante relación de intimidad recíproca, dice Oehler. En el fondo, la ciencia del andar y la ciencia del pensar son una única ciencia". Naturalmente, el pensamiento puede desembocar de pronto en la locura: "Hay un instante, dice Oehler, en que entra la locura. Es un solo instante en que la persona en cuestión está loca de repente". La clave está en detenerse (en detener el pensamiento) justo antes.

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25.5.25

Escalada hacia la desfachatez

[Montanoscopia] 

1. Sánchez en Valencia, siete meses después de las inundaciones. Dice que no había vuelto desde su primera visita para no politizar y que ha estado trabajando en la sombra. Es su estilo, claro. No politizar. Trabajar. En la sombra. 

2. Creo que fue David Mejía el que dijo en La Brújula que la carrera del dirigente del PSOE extremeño Gallardo para aforarse no exhibe precisamente una pulcritud formal que despeje las sospechas de que haya sido capaz de enchufar a alguien en un puesto público. Con la jugarreta de Gallardo ("¿qué Gallardo?" "cualquier Gallardo") culmina, me temo que no de un modo irrebasable, la escalada de nuestros políticos hacia la desfachatez, retomada tras el breve lapso compungido, falso como ellos solos, de no hace ni diez años. 

3. Una de las subtramas apasionantes de la tertulia de Alsina en Onda Cero es la de esos tertulianos (por lo general, tertulianas) que se toman la temporada como unas oposiciones para la Ser. En septiembre se ve el resultado. La postulante del curso pasado, Pilar Velasco, asombrosamente no lo consiguió. Este ha seguido con Alsina, redoblando sus esfuerzos: más meritorios conforme se va incrementando la podredumbre gubernamental. La Ser no puede permanecer insensible a su demanda. 

4. En La Cultureta, ese conciliábulo de parloteadores (¡que, sin embargo, no me pierdo jamás!), entrevistan a Manuel Vicent. En diez minutos cuenta cien anécdotas, enlazándolas una detrás de otra, con incuestionable brillantez. Están, sin duda, muy rodadas. Hasta hace nada yo lo hubiera disfrutado como el que más. Pero ya no lo soporto. Desprecio a su generación. Esa generación que se ha tragado a Sánchez sin chistar. Eso es todo. 

5. "¿Por qué nos odian tanto?", clama Patxi López. Para empezar, porque no es odio sino crítica y a la crítica la llamáis odio. En la crítica se me cuela el desprecio, lo reconozco, pero es ante todo crítica: una crítica muy limpia. Y muy justificada. La respuesta a Patxi podría ser como aquella de La vida de Brian a "¿Qué han hecho por nosotros los romanos?". Siéntate, Patxi, que te lo voy a desmenuzar. (Bueno, no ahora, qué pereza.) 

6. Feijóo ha encontrado por fin la fórmula mágica para derrotar a Sánchez en las próximas elecciones: ¡prometerles 600 euros a los celíacos! La desesperación lleva a eso: a las, así llamadas, soluciones imaginativas. 

7. Mi cita anual con el euskera: la retransmisión del Giro por Euskal Telebista, única cadena en la que lo puedo ver. Acostumbrado todo el año al euskera escupido por nacionalistas y proetarras (ese "vuestro ingrato euskera" que se decía en un poema de Jon Juaristi), siempre me gusta recordar que es un idioma dulce. Con el Giro va fenomenal, por los estupendos locutores y porque está trufado de nombres de lugares italianos y ciclistas, y palabras como ciclamino o maglia rosa. ¡Hasta tengo la sensación de que lo entiendo!, le digo a mi amiga vasca Txani Rodríguez. 

8. Qué bonito cruce en la prensa, sucede a veces. Son dos textos bellísimos. Javier Gomá escribe en El Mundo que un ser humano no tiene definición sino historia, la de su vida, y que cuando esta acaba se desprende su esencia: su esencia aromática. "Esencia como perfume". Y Daniel Gascón evoca en El País a una amiga que acaba de morir y con la que estuvo saliendo: "Han pasado casi treinta años: a veces me quedo parado en la calle sin saber por qué y luego caigo en que me he cruzado con alguien que llevaba su perfume". Hay otros perfumes que se pierden para siempre, aunque la persona esté viva. 

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22.5.25

Proust y la edad


No debía viajar a Madrid en realidad, ya no me sienta bien, pero deseaba ir a la exposición Proust y las artes y había que hacerlo antes de que se echara encima la Feria del Libro, que no pienso pisar. La literatura y las artes son al fin un refugio contra todo, incluidas las pompas artísticas y literarias, proustianamente.

Viajé el sábado en el Iryo, un tren que va por las mismas vías que los del ministro The Puentete pero a la antigua: con suavidad, sin tropezones, con puntualidad; al contrario que los de The Puentete. A los diez minutos había hecho el check-in en el hotel (uno de los de Atocha) y a la media hora estaba en el Thyssen. A propósito, por los altavoces del Iryo no se menciona el nombre de Almudena Grandes (y esperemos que tampoco se mencione el de Julio Anguita al pasar por Córdoba): todo son ventajas.

La exposición es ligeramente decepcionante, pero está bien. Yo esperaba más utilería proustiana, aunque me di por satisfecho con la palabra PROUST enorme de la entrada y la camarita final con unos manuscritos suyos (de correcciones de pruebas) y las primeras ediciones de la Recherche, mientras sonaba con un soplo discreto el tema de Vinteuil. Me sobraban los Rembrandt.

Una amiga me recomendó contratar un guía, pero es lo último que quiero en los museos, y desde antes de haber leído la andanada de Bernhard contra los guías en Maestros antiguos. Me pierdo así datos, conexiones, pero en favor de la burbuja que busco: la que me encierra con algún cuadro de vez en cuando, como con un cuerpo, un cuerpo magnético. Radiaciones a veces, sensoriales, emocionales, incluso filosóficas y espirituales. Proust era entonces una excusa para una colección de obras más o menos evocadoras de Proust, pero que se podían disfrutar sin Proust. A la salida vendían magdalenas.

Después he visto que en la web del Thyssen ofrecen una visita virtual. Y he leído artículos atrasados: una buena presentación de Galo Abrain ("En busca de Proust: su vida y su tiempo a través de la pintura"), una presentación petarda de Fanjul ("Aristócratas y nenúfares: el postureo decimonónico en la visión de Marcel Proust"), una crítica inteligente de Javier Montes ("Marcel Proust en el Thyssen: un paseo fetichista y sin aliento poético") y una síntesis proustiana de Trapiello, con estupenda cita de Azúa ("El milagro de una analogía: Proust").

Fuera aguardaba Madrid, primaveral. Me aseguraron que hasta el día anterior hizo mal tiempo. El fin de semana lo pasé entre encuentros y soledades, y el lunes por la mañana, antes de mi tren de vuelta, fui al Jardincito (el del príncipe Anglona) a recibir mi nueva edad: estos insidiosos 59 que al menos me han sacado de los años con que murió Bernhard. A continuación viene la vejez: para mí los 60 no serán los nuevos 40, sino los nuevos 80. Al borde del pijama de madera, de acuerdo con mi humor schopenhaueriano.

Pero ah! En el Jardincito se estaba divinamente. Había rosas (rojas, rosas, amarillas). Cantaban (¡y revoloteaban!) pajarillos. Las hojas de los árboles las movía un aire fresco de mundo recién comenzado. En mi rostro daba el solecito con el parpadeo de las ramas, renaciéndolo. Desde fuera el sonido del tráfico era casi absolutorio, así como la lejana cruz verde, luminosa, de la farmacia de detrás de la verja. El tiempo recobrado, de repente. Una cierta curiosidad por lo que ha de pasar todavía.

Como en aquellos versos de Gil de Biedma: "Pero también / la vida nos sujeta porque precisamente / no es como la esperábamos". 

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18.5.25

Intxaurrondo: buenísima, malísima

[Montanoscopia]  
 
1. Muere Pepe Mujica: el segundo papa que el comunismo pierde en un mes.  
 
2. Bernhard en el Vaticano: las tres fumatas negras fueron por la elección sucesiva de los cardenales de Ghana, Guinea y el Congo; pero, como no estaba establecido ese significado, se quedaron sin ser papas.  
 
3. Se ha señalado, con extrañeza, la corrección ortográfica de los wasaps de Sánchez, algo que no siempre ocurría con sus legendarios tuits. ¿Y si se los pasaba a sus novelistas del régimen para que les dieran un repaso? ¿O tal vez les delegaba por completo las respuestas? En tales wasaps Sánchez parece un actor encarnando a un presidente, ¡un personaje de tales novelistas! Aunque la verdad es que Sánchez siempre parece un actor encarnando a un presidente, ¡un personaje poco creíble! Por otra parte, no hay garantía de corrección ortográfica con novelistas, del régimen o no. Descartamos la hipótesis, pues: con la navaja de Hitchens.  
 
4. Sigo encandilado con Silvia Intxaurrondo: ¡es buenísima! Todo es acierto en ella. Además de lo guapa que es, sabe hablar, se expresa con precisión, tiene una gestualidad afinada, tiene discurso, transmite credibilidad. A diferencia de Sánchez, funciona. Pero, como Sánchez y por estar al servicio de Sánchez, miente, emite bulos, manipula, su tarea no es periodística sino propagandística. Todo esto lo hace excelentemente, con una perfección que da miedo. ¡Es malísima!  
 
5. Los animalitos del PP se meten ahora en un congreso, en el que imperará el miedo: el miedo a no ganar. Un miedo más que justificado, porque no creo que vayan a ganar. Por ganar quiero decir gobernar, naturalmente. Poseen la mejor oferta electoral: limpiarnos de Sánchez. Pero la sombra de Vox la ensucia. A los socialdemócratas antisanchistas (¡especie desquiciada!) esa sombra nos reafirma en el no-voto al PP. Sin Vox tal vez nos lo pensaríamos. Con Vox, no.  
 
6. En los dicharacheros wasaps de Sánchez y Ábalos aparecían a veces, prestos a prestar servicios, tontos útiles de Ciudadanos. Convirtiéndonos también en tontos (inútiles) a quienes los votábamos. ¡La melancolía sin fin!  
 
7. Definitivamente, se me ha agriado el carácter. Me doy cuenta de que no aprecio a Eduardo Mendoza. ¡Alguien tan apreciable! Cumple además el precepto de la ligereza, que tanto defiendo. Pero mi olfato detecta al pancista. ¡El pancista delgado! ¡El pancista figurín! Lo leí con gusto y admiración, pero hace mucho que dejé de hacerlo. Tiene una conferencia descacharrante sobre el oficio de novelista en la web de la March y me lo pasé pipa hace solo unos años con ella. Encarna sin duda la civilización. ¡Si todos fueran como él no habría problema! Cae inevitablemente bien. ¡Inevitablemente! Ese es quizá su límite como escritor. Está además esa mentalidad PSC, tan irritante siempre. En el procés escribió un libro cordial, sensato... pero en el que repartía las culpas. Aunque no fue entonces. Es quizá esa inercia suya, no sé. Puede que sea el único sabio taoísta de nuestras letras, y yo simpatizo con el taoísmo. Pero hay algo... ¡qué sé yo! Será eso, que se me ha agriado el carácter.  
 
8. Impresiona la censura cuando irrumpe. Estaba escuchando una entrevista de Javier Aznar a Carlo Padial, en el podcast Hotel Jorge Juan, cuando suenan unos pitidos sobre los nombres que el entrevistado cita para ejemplificar el poco nivel de la cultura española. ¿Qué hacer ante esta ofensa a tu inteligencia? Paré el podcast. Pero lo volví a poner al rato. Me pasó lo mismo con mi boicot unipersonal a Anagrama por el caso Luisgé: lo rompí para leer La dulce existencia. Solo tengo el cabreo ocasional, fungible. ¡Estoy vendido! 
 
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16.5.25

Ser o no ser tajante

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:50
 
Buenas noches. Después de su ensayo sobre la película Vértigo, de Alfred Hitchcock, el catedrático de Ciencia Política y articulista Manuel Arias Maldonado ha vuelto a publicar un libro de pasión cinéfila: Forever Cinema (editorial Confluencias). Aún no lo he podido leer, pero lo recomiendo a ciegas: ¡a ciegas por el cine! Lo traigo porque he encontrado en el prólogo algo que da para una reflexión ultramontana. Escribe Arias Maldonado: "Declaro que en ningún momento he querido ser tajante. Releyéndome, se me ha hecho evidente que el gusto va cambiando con el tiempo; nuestra relación con el cine y demás expresiones de la cultura abunda en deslumbramientos, malentendidos, desengaños". ¡Me he dado por aludido, puesto que yo solo tengo (al menos en este programa) opiniones tajantes! ¡Mi trabajo es no ser ponderado! ¿Qué ocurre aquí? Arias Maldonado tiene una visión larga de la vida, una conciencia de los cambios de opinión y las modificaciones del gusto; conciencia que atenúa la contundencia de los juicios. Yo lo que hago es dar un tajo en cada instante, por eso soy tajante. Digamos que me abstraigo del que haya sido o vaya a ser, y apuesto por el energúmeno que soy ahora. Se lo doy todo y me quedo sin nada. Todo lo gasto en mi opinión energuménica presente, aunque contradiga la del pasado o la del futuro. El sabio Arias Maldonado fluye con el tiempo, va aprendiendo y va anudando razonada, coherentemente sus opiniones. Yo no aprendo nada. Voy dando saltos compulsivos. En cada juicio tajante vivo y muero. ¡Me desangro en mi contundencia! ¡Ya resucitaré después, con la próxima opinión contundente! No me labro una carrera. Me limito a dar en todo instante el espectáculo a costa de mi reputación. Es un sinvivir, pero es divertido. Para los demás, al menos.

15.5.25

La montaña de la felicidad

No se operaba sobre la realidad, sino sobre la cultura: sobre la costra de la cultura. Había que abrirse paso como con un rompehielos. Iñaki Fernández, que se ha muerto ahora, lo dice en un vídeo de 2011: "Había que destruir". La canción Todos los negritos de su Glutamato Ye-Yé destruía: sin gravedad, con diversión. Su blanco (nunca mejor dicho) no eran los africanitos hambrientos, pobres, sino las capas y recapas de cursilería biempensante: el reconfortante Domund, el desfile de famosos que retrataban calculadoramente su bondad. Y todo cantado con el bigotín de Hitler y patas de pollo como galones en la gabardina.

El mismo Iñaki Glutamato, en el citado vídeo, dice también que tenían un espíritu vanguardista: dadaísta, surrealista, futurista. A los que éramos unos años más jóvenes y nos pilló en el instituto nos regocijaba (lo he escrito alguna vez) esa correspondencia entre lo que se explicaba en clase y lo que se producía en la calle. En 3º de BUP (teníamos 16 y 17 años) el profesor de literatura nos dio a leer el Ubú Rey, Baudelaire, Beckett, Ionesco, Poeta en Nueva York, Boris Vian, los manifiestos de las vanguardias... Y réplicas musicales de aquello las teníamos por la noche en el Diario pop y La edad de oro.

Madrid se mitificó a velocidad supersónica. Recuerdo que todavía a comienzos de aquel curso, en otoño, yo pensaba en Barcelona como en nuestra ciudad europea, nuestra París. Irse a Barcelona era una opción. Antes del verano la única opción era irse a Madrid. Luego en Madrid, a mediados de los 80, solo quedaba la estela, otra retórica institucionalizada; se mantenía la chispa, pero en declive. Los protagonistas de la Movida, incluido Iñaki Glutamato, decían que esta estaba liquidada en 1982. En mi propia cuenta, epigonal, la liquidación definitiva se produjo unos años después, cuando triunfó El Último de la Fila: ¡aquellos horripilantes dejes aflamencados! Estaba puesta la semilla para que retornaran, tenebrosamente, los cantautores.

La diferencia entre los cantautores y el pop es la que hay entre el literalismo y la ironía. Hoy estamos bajo la tiranía del literalismo; es decir, bajo la tiranía de los cantautores. Vuelve a triunfar el mensaje, el mensaje plomazo, y no se puede jugar con "los negritos" (es decir, con la expresión). Hace solo unos días el asesino de Beethoven, Miguel Ríos, cantautor disfrazado de rockero (la abuela rockera ya, de facto), nos volvió a endilgar la prueba de su crimen, el Himno a la alegría. ¡Y en un acto nominalmente en favor de Europa pero al servicio del Sánchez que en España corroe sus fundamentos!

"Tú pones tu granito, que yo ya pongo el mío. Haremos la montaña de la felicidad...", escucho una vez más, desde que se murió Iñaki Glutamato. ¿Por qué esta coña es liberadora, mientras que el coñazo cantautoril nos oprime? Porque es un ataque a la impostura. Esa impostura en la que están instalados los cantautores, con su jerga de la autenticidad. Tan hitleriana (por heideggeriana), por cierto. Tal vez sacar el bigotín de Hitler y ponerlo a hacer el payaso con la farsa del humanitarismo limosnero era un conjuro y una superación. Los que no lo hicieron ni lo hacen sabemos en lo que han acabado: en autodenominados antifascistas que son más fascistas que su madre. Con su insoslayable bigotín interior.

Hubo un hueco sin Franco, solo aquel hueco de los 80. ¡Conocimos la montaña de la felicidad! Después Franco fue regresando, en modo de parodia (la parodia de la parodia), y con el sanchismo lo tenemos hasta en la sopa. Ninguna broma ya. Todo cantautores.

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11.5.25

Un papa platónico, petrarquista y vargasllosiano


[Montanoscopia]
 
1. Como la imagen de la chimenea vaticana era bonita, un paisaje relajante por la ventana del ordenador, la tuve puesta toda la tarde mientras trabajaba en mi escritorio. De fondo se oía un rumor tranquilo de gente en Roma. Hubiese querido que durase más, pero el rumor se agitó, miré y ya salía la fumata blanca. El papa nuevo tuvo una hora después la humildad de salir con sus lujosas ropas, para no señalarse como el otro, tan argentinamente soberbio. Me acordé de una historia que contaba Octavio Paz. Cuando vivía en la India le otorgaron un premio. Dudó si rechazarlo, como gesto en favor de la poesía sin pompa. Se lo consultó a un santón hindú y este le dijo: "Sea humilde, acéptelo".  
 
2. De Chicago a Chiclayo. Con esta fórmula afortunada se ha resumido la trayectoria vital de León XIV. En Chiclayo estuvimos los lectores de la última novela de Mario Vargas Llosa, Le dedico mi silencio, porque de allí era el guitarrista Lalo Molfino y allí se va a buscar su rastro Toño Azpilcueta: "No había visto nunca este paisaje de enormes arenales amarillo pálido, tirando a veces a grises, con las espumosas olas del mar a su izquierda, y a la derecha, asomándose, los contrafuertes de la cordillera de los Andes". Recuerdo que me metí en Google Street View y estuve paseando un rato. Veo ahora que las capturas son de 2022 y 2023, cuando el hoy papa aún vivía allí.  
 
3. La tradición platónica de los agustinos, orden del papa, frente a la aristotélica de los tomistas. En algunas facultades de Filosofía de España, no precisamente las más avanzadas, se mantenía la disputa. Jorge Bustos ha recordado la concepción lineal del tiempo (en las vidas y en la historia) de san Agustín, opuesta a la cíclica de los paganos. En mi mitología particular, san Agustín está asociado al Mont Ventoux, porque sus Confesiones es el libro que abre Petrarca en la cumbre. Tenemos, pues, un papa platónico y petrarquista. Aunque el papado no va conmigo, me cae simpático León XIV.  
 
4. Los chicos de Mongolia deberían retirarse después de que el Gobierno haya contratado su espectáculo Chistes contra Franco. "Chistes que aún siguen molestando", presumen los chicos. No precisamente al Gobierno.  
 
5. Nadie podrá acusar a Arturo Pérez-Reverte de no arrimarse al toro con su artículo sobre la subliteratura y la "poca vergüenza" de las editoriales que la promueven y publican.  
 
6. Tras múltiples intentos, los premios Princesa de Asturias han logrado hacerse el harakiri con la concesión del de Comunicación y Humanidades a Byung-Chul Han, el Murakami de la filosofía: en este sentido, se han adelantado a los Nobel. Su candidatura fue propuesta, leo en El País, por Antonio Lucas. Con lo que no hay más preguntas, señoría.  
 
7. Leo un libro de poesía profundo, extraordinario: Otras estaciones, de Lola Ruiz (El Toro Celeste). Es el primero que publica la autora, destilación de toda una vida. Empieza con una pista de tenis abandonada: "El verde y el rojo, desvaídos ahora, / brillantes ayer como portadas de discos, / se enredan hoy entre los setos mal cortados, / testigos esta tarde tan solo del paso del tiempo". Y termina con esta celebración: "Celebro, por todo, la vida y sus trabajos, / este incesante y perpetuo latido entre el sueño y la muerte". Otro poema habla de un hombre que se tiró desde el Golden Gate y sobrevivió, y contó que mientras caía "tomó conciencia de que / quería seguir vivo. / Segundos de lucidez / con la muerte acercándose a su boca. // La epifanía de la vida / desde su propio abismo". 
 
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8.5.25

Kit para sobrevivir al Gobierno

Casi ningún español se hizo con el kit de supervivencia que recomendó la Unión Europea para una posible guerra. Según las encuestas, los españoles no creemos en una posible guerra, al menos por ahora. Pero el día del apagón entendimos que sí que conviene tener el kit: no para sobrevivir a una guerra, sino para sobrevivir al Gobierno.
 
Yo he de reponer el transistor, a propósito. Tenía uno guardado en el cajón, de cuando seguía los Tours de Indurain con Ares. Una reliquia de los noventa, a la que le di mucho uso. Lo saqué, le puse pilas y lo encendí en cuanto llegué aquella tarde a casa. Funcionaba perfectamente. Tras el desmentido periodístico de algunos bulos, que me reconfortó (aún creía que el apagón había sido en toda Europa y por un ciberataque), la cosa empezó a torcerse. Alguien dijo: "Sánchez ha asumido personalmente la gestión de la crisis". Algo después, cuando se anunció que Sánchez iba a hablar, estrellé el transistor contra la pared. No lo soporto más, eso es todo.
 
Fue un acierto, a juzgar por lo que leí luego en los resúmenes. Lo de siempre con Sánchez: victimismo, chantaje emocional, ausencia de responsabilidad, designación de enemigos, siembra de basura. Cuando se pone en plan hombre de Estado el personaje resulta particularmente infumable. Además de nada creíble. Es un mal actor de su falta de emociones. Nadie ha tenido menos carisma con su percha.
 
Con su Gobierno de inútiles, está revirtiendo la célebre frase de Felipe González cuando en 1982 respondió a la pregunta de qué era "el cambio" que se anunciaba en su eslogan electoral, Por el cambio. Dijo: "El cambio es que España funcione". Recuerdo que a mis dieciséis años me pareció conservador, poco ambicioso; para mí era una frase anticlimática, pero era una buena frase. Enlazaba con el espíritu regeneracionista con el que yo sí simpatizaba (¡siempre fatalmente socialdemócrata!). Hoy la frase no sería conservadora, poco ambiciosa ni pálidamente regeneracionista, sino encendidamente revolucionaria. Comparada con el "recambio" de Sánchez, que es que España no funcione. Lo tiene casi conseguido.
 
Sánchez no sería Sánchez sin sus palmeros, sobre todo los mediáticos, representados de manera apoteósica por el patito Cué y cucurrucucú Palomera (de El País y elDiario, respectivamente: una prensa del movimiento que deja en bragas a la de Paca la Culona). El martes me desperté con el argumentario de Moncloa que publicó Ketty Garat en The Objective, en el que se hablaba de "el sabotaje de las derechas a un gobierno legítimo" y se preguntaba retóricamente si "están sembrando el desorden para prometer orden". A continuación me topé con la columna de Cucurrucucú, calcada del argumentario: "Objetivo: sembrar el caos".
 
El juego es repulsivo. Al Gobierno no le basta con el daño en sí mismo que hace. Le añade un daño peor, el de la acusación mentirosa y la demonización de quienes ejercen la crítica. Es el procedimiento de todos los fascismos que en el mundo han sido; los fascismos, los comunismos, los antisemitismos y los kukluxklanes. Solo le falta al Gobierno producir él mismo los desastres, como los nazis el incendio del Reichstag, para señalar a un chivo expiatorio. Obviamente no lo hace, aunque su comportamiento posterior es casi calcado.
 
Yo no doy crédito a esta situación embrutecida. Lo que ha montado un mediocre del calibre de Sánchez, con el consentimiento o el aplauso de tantos. Estamos históricamente en uno de los trenes del ministro The Puentete: parados, sin luz y sin agua. Y encima con un Moranco amenizando. O peor que con un Moranco: con Bop Pop, el Marujito Díaz del sanchismo.
 
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4.5.25

Sánchez, luz de donde el sol la toma

[Montanoscopia]
  
1. Sánchez, luz de donde el sol la toma, les proporcionó el lunes pasado a los españoles una experiencia inolvidable, con un apagón en primavera como no se ha vivido nunca. Así lo dicta el oficialismo. En su infinita bondad, el mismo presidente nos devolvió pasadas unas horas la luz, emulando como dice Latorre a Prometeo, que les robó el fuego a los dioses para entregárselo a los humanos. En una encuesta flash (nunca mejor dicho), Tezanos sentencia que los españoles premian el malabarismo: el PSOE sube. 
 
2. Qué sintomática la sorpresa de los sanchistas ante el comportamiento civilizado de los españoles en las horas del apagón. Claro, como esos españoles son los que sostienen a su Sánchez, se temían lo peor de ellos.  
 
3. Toscano lo ha formulado con exactitud: "Tenemos lo que os merecéis". 
 
4. Impacta la noticia de que España haya superado a Rumanía como el país de la UE con mayor riesgo de pobreza infantil. Cómo olvidar al amigo Klose, al que Sánchez nombró alto comisionado para la Pobreza Infantil. Estuvo apenas unos meses, pero en ellos le dio a la Pobreza Infantil el impulso que necesitaba en España. Klose la revitalizó y desde entonces no ha parado de batir récords, hasta alcanzar el primer puesto en Europa. Cuando las cosas se hacen bien, hay que reconocerlo. Y el amigo Klose lo hizo superbién.  
 
5. Ninguna palabra tiene un comportamiento más ejemplar que la palabra camarlengo. Pese a ser una palabra brillante, con cuerpo, con enjundia, es capaz de ocultarse durante lustros, lo que dure un papado, para emerger luego, fulgurar unas cuantas semanas, en que los hablantes la mastican con fruición, y sumergirse durante otro montón de años.  
 
6. En la semana que entra tenemos el juego de las fumatas: negra, negra, ¡blanca! Es como la canción de Basilio Cisne cuello negro, cisne cuello blanco. Mi papable favorito es el cardenal negro Sarah, por negro y por Sarah. Pero sería contradictorio que su fumata fuese blanca: debería ser negra también.  
 
7. Quitando lo de camarlengo y lo de las fumatas, y al margen de mi preferencia esteticista por un papa Sarah, lo del Vaticano me da un poco igual. Algunos amigos a los que sí les interesa han visto la película Cónclave y me soplan (¡atención, spoiler!) que el papa elegido es Paul B. Preciado. O sea, ¡un Sarah! Me parece perfecto, porque el papa no ha de serlo de una religión declinante sino de la religión ascendente.  
 
8. A propósito de la serie sobre el cómic argentino El Eternauta, he recordado que en el programa de Lanata hacían una parodia sobre Néstor Kirschner inspirada en él: El Nestornauta. Me venía que lo de Lanata era una parodia real, es decir, que el personaje lo habían engendrado los mismísimos peronistas. No puede ser, me he dicho. Aunque en Argentina no se sabe lo que es parodia y lo que es realidad. He ido a buscarlo y en efecto: era realidad. Como en España ya también se confunden la parodia y la realidad, los sanchistas deberían crear El Sancheznauta.  
 
9. Ha muerto Nana Caymmi, la voz más profunda de la música brasileña. En sus canciones hay como una limpia desolación en torno; naturalmente, una desolación bellísima. El 30 de abril se celebró el 111 aniversario de su padre Dorival, patriarca de la saga Caymmi, y ella murió al día siguiente. Llevaba tiempo hospitalizada. Mi homenaje son estas cinco canciones: Fruta boa, Nuvem negra, Olhos nos olhos, Fogueiras y Segue o teu destino, esta una oda de Ricardo Reis: "Los dioses son dioses porque no se piensan". 
 
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2.5.25

Sin electricidad no tengo vida cultural (ni sexual)

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:33

Buenas noches. Con el apagón me di cuenta de que sin electricidad no tengo vida ni tengo nada. Vida de ningún tipo, ni siquiera vida sexual; aunque de esto prefiero no dar detalles. Ya que estamos en una sección más o menos cultural, que no cultureta, me ceñiré a mi vida cultural. La hago toda por el smartphone, que necesita batería. Me hacen gracia los apocalípticos de los móviles, porque nadie sabe en qué andas cuando estás con tu móvil. A veces detecto miradas censoras de los que van con su librito en el metro. Ignorantes de que yo estoy leyendo en formato electrónico tochazos como Guerra y paz (ahí fue cuando me di cuenta de que Tolstói es un piernas) o las Memorias de ultratumba de Chateaubriand. También dependo del smartphone para mis otras dos pasiones culturales: la música y el cine. Me río de los cinéfilos que dicen que las películas hay que verlas en pantalla grande. El móvil a veinte centímetros de mi cara es una pantalla grande, ¡es cinemascope! Y con una calidad de imagen perfecta. Solo es necesario ser miope para proyectarse peliculones tumbado en la cama con la habitación a oscuras, y sin nadie masticando palomitas. También en la cama llevo a cabo buena parte de mi vida cultural activa, que es la escritura. Los pobres Valle-Inclán y Proust, que escribían en la cama, necesitaban un aparatoso montaje de atriles y mesitas supletorias, si se les caía un papel estaban perdidos y además lo manchaban todo de tinta. Con el smartphone, en cambio, escribir es limpísimo y comodísimo. O sea que, aquí donde me ven, soy la envidia de Valle-Inclán y Proust. En fin, que sin electricidad no tengo vida cultural. Vida sexual tampoco, pero de esto ya dije que no entraría en detalles.

1.5.25

¡Viva la vida eléctrica!

Los vanguardistas se volvieron locos con la electricidad y yo también. ¡Más bella que la Victoria de Samotracia! El futurista pessoano Álvaro de Campos empezaba así su Oda triunfal: "A la dolorosa luz de las grandes lámparas eléctricas de la fábrica tengo fiebre y escribo. / Escribo rechinando los dientes, fiera ante toda esta belleza, / ante toda esta belleza absolutamente desconocida por los antiguos". Han pasado cien años y la electricidad es a su vez antigua: antigua y siempre presente. Ha dejado de ser sorprendente para ser cotidiana.
 
Los amores crecen en las ausencias y me han bastado quince horas sin ella para que se intensifique mi amor. Un amor que es por mi vida misma, hecha de electricidad. Los botarates de uno y otro bando (los extremos no es que se toquen, es que se la chupan) dedicaron el apagón a cantar la vida deselectrizada, como si la muerte no fuera justo eso. Los reaccionarios medievalistas creyeron ver cómo se restablecían los viejos vínculos naturales (no tuvieron tiempo de localizar adúlteras por ver si las lapidaban). Los progresistas decrecentistas encontraron las virtudes de la vida hippy en las calles, como si al Capital lo hubiese matado la mismísima bruja Avería.
 
Sánchez y los sanchistas eludieron toda responsabilidad y lanzaron simultáneamente dos admoniciones opuestas: la de que no había sido para tanto y la de que era gravísima la culpa de las "operadoras privadas". Lo cierto es que fue mucho para muchos: aparte de para los cinco muertos contados hasta ahora (para quienes lo fue todo), para los atrapados en ascensores y trenes, o en ciudades extrañas sin hotel, para los incomunicados de sus padres o sus hijos, para los que no pudieron acudir a una cita clave, para los amantes separados, para los que vieron arruinada una jornada prometedora. Perder un día es perderlo todo, en realidad.
 
A mí no me fue mal, pero fue un fastidio. Era una fecha decisiva (aunque casi todas mis fechas son decisivas). Estuve toda la tarde sin teléfono ni transistor y me asaltaron los bulos del colapso de Europa; mi cielo estaba tranquilo, pero pensaba en lejanos cielos bombardeados. Un fin del mundo más: en el fondo, otra distracción. Sí está bien que el tiempo salga como un galápago y las horas sean de pronto interminables. Pero la emoción dura un ratito. En seguida lo que quiero es marcha: marcha eléctrica. Cada gota o macuto de electricidad, en pilas, baterías y grupos electrógenos, reductos de la vida perdida, era ciertamente más bella que la Victoria de Samotracia. El que el apagón fuese durante el día permitió que la ausencia de la electricidad se percibiese en su esencia. De noche fue un borrón sin chicha. Pero ya estaba en casa.
 
Hubo final feliz de súbito. Sin poder reanudar Centauros del desierto, porque no tenía internet, y cansado de leer con la linterna El malogrado, aproveché la batería que le quedaba al iphone para empezar en la pantalla La dulce existencia. ¡Una semana ha durado mi irrevocable boicot a Anagrama, pero ha sido por Milena! Existencia dulce y deliciosa la de su lectura, ligereza contra engrudos prosísticos hispánicos y una sutil sintaxis del vivir: ¡cosa rarísima por estos lares! Hasta que murió la batería y, a oscuras, me venció el sueño. A las tres de la madrugada me desperté: se había encendido la lámpara del techo. De nuevo mi amor. "¡Viva la vida eléctrica!", me dije. La apagué y encendí la luz de la mesilla. Me quedé mirándola como si yaciera en mi almohada. Por fin la apagué también, pero sabiendo que podía volver a encenderla.
 
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27.4.25

Hay un papa en la sopa

[Montanoscopia]  
 
1. Hay un papa en la sopa. En todas las sopas: periodísticas, internéticas, radiofónicas y televisivas. Qué saturación, para mí: si lo dan es porque a la gente le interesa. A mí me da igual, en minoría siempre. Sí respeto el duelo, la muerte de un ser humano. Y les doy mis condolencias a los católicos y (casi más) a los comunistas. En el papa Francisco se ha evidenciado lo que ya detectó Nietzsche y formuló brillantemente Octavio Paz: el marxismo es la última herejía del cristianismo (aunque hoy quizá habría que decir la penúltima; la última ha sido lo woke). De la pompa me llama la atención lo que tiene que ver con la Roma imperial: en los rituales de la serie Roma se percibía lo que ha conservado la Iglesia de aquello. Impresiona también, en los mandatos vitalicios de reyes y papas (salvo cuando abdican o hacen il gran rifiuto), el acompañamiento de los procesos vitales hasta la muerte. Aquí está el auténtico misterio, que es el de la vida. 
 
2. Me ha pasado con Parthenope lo mismo que con La grande bellezza: rechazo inicial, casi instintivo, y luego regusto; vencimiento de la hermosura pasajera, de la sensorialidad atravesada de melancolía. Aquí ayuda la actriz: Celeste Dalla Porta. Inalcanzable pero con algo extrañamente familiar. Lo identifico: ¡es la sonrisa –y la mirada– de Patricia Adriani! La película es mala, pero me toca. Es mala, pero no mediocre: Sorrentino hace bien en gustarse. 
 
3. Me pregunta una amiga qué es lo más sucio que he hecho por amor. Busco un poco en la memoria y lo encuentro: poner bien una novela malísima. Mi amada era la editora.  
 
4. Mi amigo Rafael Maldonado y yo estamos convencidos de que hoy nadie se come nada en la literatura española si no eres tía, llevas barba o te pones gorrito. Como confirmación me manda la foto de Álvaro Pombo recogiendo el Cervantes. Desde hace unos años no se quita gorrito y por eso se lo han dado. Este premio, por cierto, es lo único que ha ganado a la postre, después de todas sus derrotas, UPyD. 
 
5. Paseando por la suave Lisboa me asaltó un pensamiento contra España: los países que han tenido una guerra civil están condenados. No hay redención para las naciones que han llegado a las manos dentro de sus fronteras, porque ya han demostrado que no tienen límite en el enfrentamiento. La Transición fue un espejismo, más fruto del miedo y de la experiencia en sus carnes de dos generaciones que de la lucidez o de una súbita civilización. Está bien prolongar el espejismo, estirarlo todo lo que se pueda. Pero es eso: un espejismo. 
 
6. En Lisboa vi un anuncio de Pepsi en un tranvía: Sabe bem, sabe a Lisboa. Me acordé de la verdadera gran hazaña de Pessoa, que no fue poética (aunque la provocó una rima): retrasar el desembarco de la Coca-Cola en Portugal. En 1927 le encargaron el primer eslogan y escribió: "Primero se extraña. Después se entraña". Por esto último la declararon adictiva y la retiraron. No volvió hasta varias décadas después.
 
7. Sánchez excusa su asistencia al funeral del papa y a la ceremonia del Cervantes. Muchos lo han criticado, y objetivamente es criticable. Pero, sin refutar esta consideración, yo detecto ahí un principio de autoconciencia ética, estética incluso, que se daría en simultaneidad con lo otro (¡así de compleja es la vida!). El presidente ha detectado que aún dispone de algo bueno que dar, una última cosa que se guarda para ennoblecer (o no envilecer) las verdaderas grandes ocasiones: su ausencia. 
 
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24.4.25

Lisboa(s)

Mi viaje a Lisboa, auténtico salto con pértiga de Semana Santa, de domingo a domingo, ha estado emparedado entre dos muertes magnas (dos magnicidios naturales), en los sucesivos lunes, la de Mario Vargas Llosa y la del papa Francisco, uno encarnación de las luces latinoamericanas y otro de las tinieblas latinoamericanas; aunque el usual Lucas lo viera al revés, tan usualmente.
 
Ha sido mi quinto viaje a Lisboa y los otros estuvieron también, en capas superpuestas (¡palimpséstica Lisboa!). Fui en 1996 solo, en 2013 con Araceli, en 2017 con Curro y en 2024 con Losada. Este de 2025 lo he vuelto a hacer solo, aunque sin los éxtasis del primero. Me ha gustado percibir las modulaciones de las Lisboas anteriores, de acuerdo con la compañía o con la soledad del que yo era entonces. Mi ánimo ha sido por primera vez bajo, incluso subiendo las cuestas, algo que no se acomoda realmente a la ciudad, que está plena de vida. Me parece que yo era el único melancólico. Ya no son melancólicos ni los portugueses.
 
He incumplido todos mis propósitos salvo uno: andar. Es lo que he hecho, andar y andar. Y sentarme algunos ratos con café, cerveza o vinho verde al río, como parte de lo anterior; o con una caipirinha en el rincón oculto de Senhora do Monte. He cogido además dos trenes, uno a Sintra, donde había castaños de indias con piramiditas como los de Madrid, y otro a Cascais, en que visité la Boca do Inferno, allí donde la Bestia 666 citó a Pessoa, quien acudió acojonado. Lo único infernal allí hoy era el turismo, del que yo formaba parte.
 
Mi estudio daba a un patio interior, el de la terraza Aprazível, y, por encima de las fachadas de enfrente, a la catedral y al castillo, y a un trozo de Tajo y a mucho cielo; el sol se metía en mi cama nada más salir y yo seguía acostado hasta que se largaba. Mis lecturas intermitentes han sido Los comebarato y El imitador de voces, de Thomas Bernhard, y Simios apóstoles, de Juan Bonilla. He visto a ratos una película encantadora, Lisboa, de Ray Milland. Me he puesto solo dos canciones, "Padrão" y "Prece", de las adaptaciones de Mensagem; más las que han sonado en los sitios, brasileña, funk y africana. Me he comprado quince libros en portugués y dos discos de Keith Jarrett.
 
He mantenido mis rituales arrastrados de los otros viajes: la Ginjinha, el Pavilhão Chinês, el ciprés de Príncipe Real, la burbuja musical de Espaço Chiado, la ninfa del Jardim da Estrela... No he caminado esta vez por la avenida da Liberdade ni he visitado al marqués de Pombal (aunque pasé de noche en el taxi del aeropuerto), pero he alargado mis caminatas hasta los extremos del río y los barrios adyacentes: calles, con frecuencia solitarias, que procuraban, si no felicidad, serenidad. He conocido el precioso barrio de Amoreiras, donde cené con Josu de Miguel, su mujer y su cuñada. Antes él y yo nos tomamos una cerveza en el bar Jobim, casi enfrente de la Travessa: la mejor librería actual de Lisboa, sucursal de la de Ipanema.
 
Y he regresado, por supuesto, al Puente 25 de Abril, bajo el cual uno se queda dando vueltas como borracho. El año pasado salimos de Lisboa por él, en el autobús. Este año, tras mi primer acercamiento (el día en que seguí caminando hasta la torre de Belém), volví el último día por un folleto que recogí no sé dónde: Experiência Pilar 7. Bridge Experience. Dije abajo al salir: "É uma experiência mesmo!". Y lo era. Tras varias cámaras semioscuras con maquetas, cartelas y cables de suspensión expuestos, uno sube 25 pisos, 80 metros, y se pone a ras del tráfico del Puente, con Lisboa abajo y el horizonte del Atlántico. En cada descansillo y en lo alto resultaba, en sentido estricto, sublime: también con el traqueteo de la estructura.
 
Ciudad bellísima siempre. Solo o acompañado (¡mejor acompañado!), habrá que volver. 
 
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20.4.25

Semanasanteando (desde fuera)

[Montanoscopia]  
 
1. Hace años que se extinguió en mí la pasión por la Pasión. Si la Semana Santa me pilla en mi ciudad (semanasantera), no piso el centro: voy en la dirección opuesta, hacia el extrarradio, lo que no deja de ser una vía purgativa. Y si, como ahora, me pilla lejos, está el encanto del escamoteo: la Semana Santa desaparece del año limpiamente; vuelvo a mi ciudad y aquí no ha pasado nada.  
 
2. Mis dos últimos atisbos de pasión fueron por pasiones interpuestas. Por mi pasión por el ciclismo, pude apreciar que en una procesión Cristo se balanceaba como un ciclista ascendiendo: la agonía del Alpe d'Huez, el Mortirolo, el Angliru o el Mont Ventoux, literales Calvarios. Y por mi pasión por Brasil, me crucé con otra procesión, camino de una cita, mientras escuchaba música por los cascos: los tambores militares se colaban en las percusiones de Mangueira y Cristo parecía bailotear, ¡el Cristo del Samba!  
 
3. En mi pasión por la poesía también está Cristo, naturalmente. Más allá del "Cristo de Velázquez" de Unamuno y del que "anduvo en la mar" de Machado, está el maravilloso de Apollinaire en Zona: "Es Dios que muere el viernes y resucita el domingo / Es Cristo que sube al cielo mejor que los aviadores / Bate la marca mundial de altura". Y el Cristo humano de Borges: "¿De qué puede servirme que aquel hombre / haya sufrido, si yo sufro ahora?". 
 
 4. Aunque ya no me asomo a las procesiones, sino que las rehúyo, son horas y horas enterradas en la memoria con los demás recuerdos de la infancia. Iba con la familia a ver los tronos y los desfiles, que me gustaban más que los tronos; y a veces iba solo con mi padre y nos quedábamos hasta la madrugada. Las trompetas, los tambores, los caballos, los soldados, los nazarenos y por supuesto los Cristos y las Vírgenes; luces de velas y olor a incienso. Y entre la distracción, en súbitos remansos, sensaciones religiosas. Ópera, tragedia y misa: el arte total popular.  
 
5. Nunca se está más tocado por la infancia que en la adolescencia, en que el niño sigue ahí, quemando, muy cerca aún pero irreversiblemente fuera. Tuve un momento en esa edad de ir a procesiones solo, por los itinerarios que había hecho de niño con mi familia; un ritual por recrear los años idos. Las procesiones tuvieron en aquella época para mí, lo veo ahora, una función proustiana. Era de paso una manera de hacer mío, sin padres, el centro de la ciudad: ese centro del que ahora escapo en estas fechas.  
 
6. Hubo un interludio entrañable, cuando nuestro profesor de estética literaria nos hablaba con la misma pasión de la Semana Santa (¡estudiaba la retórica del pregón!) que de Mujeres al borde de un ataque de nervios de Almodóvar o Tala de Bernhard, ambas de aquel año. Una tarde nos invitó a un par de alumnos a su cofradía a un acto en que habría "jamón del bueno"; alternó allí los despotriques junto a nosotros sobre los presentes, como desde su sillón de orejas, con las zalamerías hacia los despotricados cuando se acercaban a saludarlo.  
 
7. Queda el mito de la muerte y la resurrección. Encajada en la primavera, la Semana Santa ritualiza la muerte para volver a la vida. No la muerte para siempre, sino la muerte que renace. Lo mismo que decía (¡así son las cosas!) el anticristiano Nietzsche: "¡Sí, muchas amargas muertes tiene que haber en nuestra vida, creadores! ¡De ese modo sois defensores y justificadores de todo lo perecedero!". La inocencia del devenir, al cabo. 
 
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17.4.25

Vargas Llosa nos tomó en serio

Ahora que Mario Vargas Llosa ha llegado a su fin, quiero volver al principio: y al principio fue el verbo. Yo antes de leer escuchaba la radio. Y por la radio pasaban los escritores, a muchos de los cuales conocí primero por su voz que por sus páginas. A Vargas Llosa debí de escucharlo en las entrevistas de promoción de La guerra del fin del mundo, y quizá por eso esta fue la novela suya con la que empecé, y con la que empecé en general, después de haber leído dos de Emilio Salgari y todas las de Agatha Christie. Cuando se me acabaron estas, saqué de la biblioteca la de Vargas Llosa. Tenía dudas, porque era gordísima, pero la bibliotecaria me dijo que si no la terminaba en las dos semanas del préstamo, me la podía quedar otras dos. Me piqué y la leí en una.
 
Como las de Salgari y Christie, la novela de Vargas Llosa contaba una historia que enganchaba. Pero había algo distinto: un uso exacto de las palabras, que las hacía ir más allá. Me hizo clic el arranque: "El hombre era alto y tan flaco que parecía siempre de perfil". Aquí descubrí, propiamente, la literatura. Además de con los elementos estructurales y demás recursos narrativos, tan ricos y brillantes que muchos otros autores que vinieron después me supieron a poco.
 
Así que mi vida como lector está ligada a él desde el comienzo. En la hora de su muerte no se pueden olvidar su independencia ni su valentía intelectuales –ese timbre de gloria que supone el que muchos no le dedicaran un elogio sin introducir lo de "con el que no siempre estoy de acuerdo"–, pero yo prefiero volver a lo esencial: la lectura. La intimidad de tanto tiempo con sus libros, el puro disfrute de sus novelas, sus ensayos, sus obras de teatro, sus artículos y hasta sus intervenciones orales, como en la radio inaugural.
 
En términos de disfrute puro, mis libros favoritos son, además del mencionado, La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La orgía perpetua, Los cachorros, Conversación en La Catedral, Historia de Mayta, La Chunga, Kathie y el hipopótamo, Lituma en los Andes, ¿Quién mató a Palomino Molero?, La verdad de las mentiras, La fiesta del Chivo y El pez en el agua.
 
La casa verde la admiré pero no la disfruté. La leí tenso, cuando Vargas Llosa se presentó como candidato a la presidencia de Perú. La tensión sí me sirvió para leer adecuadamente los tres tomos de Contra viento y marea, en los que aprendí mucho de articulismo.
 
No se le reconocía como estilista, pero para mí su prosa era (es) ejemplar: eficaz, vibrante, juguetona a veces. Como en el segundo mejor final de una obra suya (la de Pichula Cuéllar): "y comenzábamos a engordar y a tener canas, barriguitas, cuerpos blandos, a usar anteojos para leer, a sentir malestares después de comer y de beber y aparecían ya en sus pieles algunas pequitas, ciertas arruguitas". El mejor es el de la novela que empezaba con lo del Perú jodido: "Trabajaría aquí, allá, a lo mejor dentro de un tiempo había otra epidemia de rabia y lo llamarían de nuevo, y después aquí, allá, y después, bueno, después ya se moriría, ¿no, niño?".
 
Me impresionó también su discurso de recepción del premio Rómulo Gallegos en 1967: "La literatura es fuego". Qué tío Varguitas. Cómo nos incendió. Qué manera de combinar la pasión y la razón. Con qué limpieza fue dando sus pasos y sus explicaciones. De pronto me doy cuenta de algo: se tomó en serio la vida, nos tomó en serio.
 
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13.4.25

Trump, 'The Ojete' y el cultureta de partido

[Montanoscopia]
  
1. Menudo papelón el de Trump (y el de los trumpistas españoles no digamos). El Día de la Liberación ha pasado a la historia como el Día de la Lonja. El tipo es un crack, en el sentido del Crack del 29. Lo descacharrante es que sus quejas histórico-económicas son las del independentismo catalán. Las cuentas y los cuentos de Trump, que es una mezcla de Oriol Junqueras, Jesús Gil y Naranjito.  
 
2. Las frases de Jésica en los audios de su declaración ante el juez me parecen de una frescura adorable. He ahí una mujer empoderada, consciente de su poder y su valor, que manda (¡también caprichosilla!). Lo que dio a cambio fue muy poco, salvo que readmitamos la "honra" calderoniana (uno de los puntos reaccionarios de nuestra progresía es la readmisión y rehabilitación de la "honra"). El reverso es la precariedad, el desamparo de Jésica: la volatilidad de lo obtenido. Y ahora, tal vez, la sanción social contra ella, que era la inocente.  
 
3. Hacen en La Cultureta un chiste sobre "el lupanar de Ábalos" y se oyen las risas de todos menos de uno: el cultureta de partido. El mismo que retuiteaba los insultos de Idafe sobre "la fachosfera". Esta semana se ha celebrado en Madrid un homenaje a Albert Camus. Participaban Guillermo Altares y Jesús Maraña. Me comieron los demonios cuando me enteré, pero luego entendí que sí que tienen algo de camusianos los dos: entre la justicia y su madre, escogerían a su madre. Entendiendo que su madre es Sánchez.  
 
4. La confirmación de las informaciones que avanzó Ketty Garat en The Objective sobre Ábalos y demás va haciendo que entendamos la estrategia del Gobierno (y sus gubernamentales): puesto que no podía replicar con la verdad, replicó con el ataque al periódico que la decía. Aún me irrita cuando alguien suelta lo de The Ojete. Suele ser alguien muy ufano, cuya ufanía no parece ser consciente de que está reproduciendo una invención del Poder sobre un medio crítico.  
 
5. La tensión entre el individuo y la historia está bien reflejada en dos de mis lecturas recientes: Poemas escogidos (1962-1996) de Joseph Brodsky (Siruela), y la novela Bárbara Gunz de Rafael Maldonado (Confluencias). La selección de Brodsky, preparada y traducida admirablemente por Ernesto Hernández Busto, permite una aproximación asombrosa en español a una poesía escrita en ruso. El prólogo y las notas contribuyen a la transparencia, que incluye las veladuras propias de los poemas: su apertura de sentidos. De entre los versos que he resaltado con el lápiz, pongo estos: "No puedo decirte que no logro vivir / sin ti pues sigo vivo. Como este papel muestra. / Existo, trago cerveza, ensucio las hojas / y pisoteo la hierba". 
 
 6. El primer acierto de Bárbara Gunz es ese nombre que proyecta una mujer que enamora. Ocurrió con Carlota Fainberg de Antonio Muñoz Molina y con Berta Isla de Javier Marías. Rafael Maldonado ha sabido ponerla para que imante y dé misterio o seducción a una historia múltiple, entrelazada de tramas y personajes que van del Madrid de 1936, en plena guerra civil, al sureño Majer (territorio mítico del faulkneriano, onettiano y benetiano –por fortuna no garciamarqueziano– autor) en la avanzada posguerra de 1958. A estas capas se le añade otra, autorreflexiva del género: la del novelista que escribe la novela en 2004, a partir de ciertos hechos que le cuentan y del nombre de Bárbara Gunz. La buena escritura, la sensibilidad, la capacidad puramente novelística de crear realidades y, de nuevo, la conciencia de las vidas sujetas a la historia (y las historias) hacen de esta una lectura inolvidable. 
 
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11.4.25

Kafka, el piernas de los piernas

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:21:45
 
Buenas noches. Hasta ahora no me he ocupado del piernas de los piernas de la literatura universal. O sea, un superpiernas él mismo y el padre todos los piernas: ¡Franz Kafka! Su prestigio, para mí incomprensible, arroja cada año toneladas de bibliografía elogiosa. Los dos últimos libros kafkianos son el Kafka del alemán Safranski, una biografía, y Dos tardes con Kafka, de Manuel Vilas, un diccionario kafkiano y, justo es decirlo, bastante piernas. Pero la culpa no la tienen los pobres kafkianos, sino el padre Kafka, que les ha colado su mercancía indigente. A Kafka se le celebra su perpetua lucidez, pero yo solo le reconozco un uniquísimo momento lúcido en su vida: cuando le pidió a su amigo Max Brod que quemara sus manuscritos. En su lecho de muerte, Kafka se dio cuenta de que era un piernas y no quiso dejar rastro. Pero Brod lo traicionó y expuso ante la humanidad que su amigo era, en efecto, un piernas. La experiencia íntima de cada lector es que El castillo, El proceso, América y todo lo demás no vale nada. Pero como se ha instalado el gran equívoco de que Kafka es un genio, nadie se atreve a reconocerlo. El lector kafkiano es, así, un personaje de Kafka: durante su lectura se ha convertido en un escarabajo, pero le da vergüenza decirlo. De este modo la fama de Kafka crece y crece, como la bola (¡justamente!) de esos escarabajos peloteros que son sus lectores. En este sentido, he de rendirme a las alabadas dotes proféticas del autor de La metamorfosis, ya que en este relato predijo lo que iba a ocurrir con sus lectores peloteros. Estos no son unos piernas sino unos patas, o patitas: a seis patitas por cabeza. Una legión de patitas al servicio del piernas Kafka.

10.4.25

Malos tiempos para el patriotismo constitucional

Los del patriotismo constitucional siempre hemos provocado risas y ahora provocamos carcajadas. Pero repárese en esto: provocamos. Propugnadores de una patria abstracta, universalista, alejada de maquiavelismos, combativa de ancestralidades, somos la genuina aristocracia del espíritu en política: unos perdedores natos.
 
Nuestra predilección por lo formal nos convierte en esteticistas de la vida pública: somos unos caballeros, en riesgo perpetuo (por nuestra insolencia, desde la atalaya autoconstruida –y hay que añadir que certera– en que nos montamos) de derivar en caballeretes.
 
No podemos mover a las masas porque nos falta calor. Ante un amigo online que me lo reprochaba, compuse este poemita: "El del patriotismo / constitucional / es un amor frío / de mujer fatal". No aspiramos al poder, sino a la preservación del marco en que el poder se ejerza con limitaciones democráticas, conforme al Estado de derecho. En este sentido, no podemos ser más disruptivos. Unos auténticos pesados.
 
Somos un poco como el Rey, y nuestro discurso es el discurso de la Corona. Durante todo el año pronunciamos el mensaje de Navidad. Eso sí, ya que podemos permitírnoslo porque somos unos tirados, salpimentado con chistecillos y sarcasmos y alguna histrionización malota. Ahora me ha dado por soltar, a propósito del presidente del Tribunal Constitucional Pumpido y sus manejos nada neutrales: "Los del patriotismo constitucional deberíamos salir a la calle a quemar contenedores. Y el Tribunal Constitucional".
 
Es un mero desahogo verbal, pretendidamente divertido, un jugar con conceptos (mi campo de batalla es solo la página, la de papel y la electrónica), pero el amigo online de antes –hombre de acción gordito, recalentado en casi todos los fogones populistas de la actualidad (el trumpismo, el putinismo, el lepenismo, el voxismo, ¡hasta el franquismo!)– se reía de mi supuesto alarido, tachándolo de pseudopunki. Su modelo de acción (gordita) es el bisonte asaltacapitolios. O sea, en una situación defectuosa propone algo peor.
 
Nada más alejado de nosotros que las barricadas. Lo nuestro es el sofá comodón; aunque nuestro cuerpo yacente sostiene una cabeza llena de explosivos y cuchillas de afeitar. Estamos disconformes con el mundo. Tal vez estamos disconformes con la realidad. Proponemos un juego que nadie juega. Solo nos queda el despotrique.
 
Nuestra impotencia tiene que ver, dicen, con que no ponemos en marcha los recursos emocionales de la nación. Pero es que consideramos que tales recursos son embrutecedores. Y suelen dar espectaculitos lamentables. Nosotros estamos en otra cosa, apartados. Somos universalistas en el rincón.
 
Tuvimos la desgracia políticointelectual de criarnos en un momento de nuestra historia en que se prestigiaban las formalidades democráticas. Picamos el anzuelo (irredimiblemente) y consideramos que era lucidez lo que no era más que miedo tras una guerra civil y una dictadura. En cuanto el miedo se disipó, se volvió a las andadas: sin formalidades democráticas ni leches.
 
Hay que tener estómago para amar a la patria. Y sobre todo a una patria tan desastrosa como España. La resurrección del orgullo patrio entre quienes no son precisamente los mejores tiene el enojoso remate de que encima nos lo pretenden administrar como aceite de ricino. ¡Ellos!
 
Pero, como le dije al mencionado amigo online, sí que mantengo un vínculo emocional con España. Es decir, que no es para mí un país como los demás, sino el mío: y es que yo, que desprecio todos los nacionalismos, a ninguno desprecio tanto como al nacionalismo español (sin dejar de percibir el plus de ridiculez de los nacionalismos españolitos de vascos y catalanes).
 
Todo da igual, en cualquier caso. Los acontecimientos van por un lado que no es el del patriotismo constitucional. Aunque nunca fueron por aquí. Nuestro ideal siempre fue inoperante.
 
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