19.10.25

Ser español es lo más pesado que hay en el mundo

[Montanoscopia] 

1. El pobre PP, después de tropezar con las mamografías y el aborto, tropieza con la inmigración. "La nacionalidad española no se regala, se merece", ha dicho Feijóo. ¡Jóo, macho! Yo solo firmaría la frase si se entendiese el último verbo en su sentido de merecer castigo. La nacionalidad española es una formidable condena. Ser español es lo más pesado que hay en el mundo. Y no digamos en sus variantes catalana y vasca: las maneras más pesadas, de entre las pesadas, de ser español. García Calvo caló muy bien a estas Españitas. El gran problema español, no me canso de repetirlo, es la incapacidad para el pensamiento abstracto. Incluido el pensamiento político abstracto. No se comprende la limpia noción de ciudadanía universal, vacía, sin adherencias. Hay una pulsión fatalmente falangista por introducir contenidos espurios. También (ninguna facción española se libra) en nuestra malbaratada izquierda. 

2. Me ha hecho gracia el revolcón al gañán Aroca por ponerse a cloquear en la cadena Ser mientras hablaba la perla Harbour. El feminismo ha empezado a criticar el machismo de la izquierda. Ha tardado, pero está llegando. Lástima que no le alcanzase, porque ya murió, a un celebrado mago de la literatura. Este no dejó pruebas escritas, a diferencia de Neruda con su "me gusta cuando callas", contra el que ya espabilaron también. El de Luisgé fue un episodio anterior a este de Aroca. El feminismo no duda ahora en meterse en el corazón del sanchismo para afirmar su hegemonía. 

3. Escribe Del Molino una simpática columna sobre Antonio Famoso, el hombre que pasó quince años muerto en su casa sin que nadie lo advirtiera. Como sus cuentas estaban automatizadas, "era el ciudadano perfecto, siempre al corriente de pago". Añade el columnista de El País: "Ni siquiera votaba, para no estropear las encuestas ni exacerbar la polarización". Esto último es particularmente simpático. Más simpático aún, aporto yo, es que Famoso superase a Ábalos en el número de años sin pasar por el cajero (quince a seis). Pero lo que convierte a Famoso en el ciudadano definitivamente perfecto es que jamás dijo ni mu sobre Sánchez, como cualquier simpático columnista de El País

4. El nombre sórdido de Rodríguez Menéndez no me evoca sordidez, sino felicidad. Al leerlo en la noticia de su muerte me ha llegado el inconfundible aroma. La felicidad es por la tertulia que tenía entonces en Madrid con el escritor Fernando Marías y otros amigos. Es la única vez que he tenido una tertulia fija y era estupendo, porque te arreglaba la semana. Nos reuníamos en el Café del Prado, en la mesa del altillo. Había un piano cerca. Entonces no sabía que en aquella calle del Prado (no confundir con el paseo) vivía el narrador de El malogrado de Thomas Bernhard, una historia de pianistas. Pero en la tertulia nunca hablábamos de literatura. En aquel tiempo le dieron el premio Nadal a Fernando por El niño de los coroneles y en las entrevistas le oímos hablar de libros por primera vez. "Nos hemos tenido que enterar por la prensa de que te gusta Joseph Conrad", le dijimos. De lo que hablábamos era de cine y de cotilleos. Rodríguez Menéndez salía todas las semanas. Era nuestro héroe negativo. Nos reíamos con sus exabruptos. Uno de nosotros supo un suceso terrible del abogado en un piso de Atocha y lo contó una tarde. (No lo puedo revelar.) Me lo crucé una sola vez, mientras me dirigía a un concierto de Bebel Gilberto. La vida es así de rara. Un tipo como ese formaba parte de un paisaje en que fui feliz. 

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17.10.25

El más distinguido club de escritores

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:03
 
Buenas noches. ¡Semana de premios! Merecidísimo el Antena de Oro para nuestro Rafa Latorre (¡felicidades, jefe!). Merecidísimo también el Nobel de la Paz para María Corina Machado. Sobre el Planeta no digo nada, porque es de esta casa. En cuanto al Nobel de Literatura, me da buena espina el húngaro de nombre raro. Pero tengo que decir una cosa: respetar este premio después de que se le negara a Borges me parece mucho respetar. Los suecos se hicieron ahí los suecos de manera irreversible y se autolesionaron mortalmente. Cada año entramos en el juego de valorar al premiado, y me parece bien, porque con algo hay que llenar la vida; pero no debemos olvidar que es eso, un juego. El Nobel de Literatura hay que verlo al revés. El verdadero premio es no ganarlo. El escritor sin Nobel pertenece a un club del que forman parte –además de Borges– Proust, Joyce, Jünger, Salinger, Lispector, Pessoa, Vallejo, Onetti, Galdós, Kafka, Rulfo, Nabokov, Greene, Highsmith, Ginzburg, Cavafis, Rilke, Chesterton, Svevo, Simenon, Piglia, Marías, Conrad, Cioran o Bernhard. Los escritores pertenecemos de entrada a este club tan distinguido. Pero cada mes de octubre uno de nosotros es expulsado. La ejecutora de la patada en el culo es la Academia Sueca, que, aunque malvada, al menos se compadece de los pequeños y escoge a los más envalentonados. Fue maravilloso cuando expulsó a Saramago, por ejemplo. Es cierto que a los no poseedores del Nobel nos da pena que ya no podamos contar con Mann, Faulkner, Beckett, Bellow, Jiménez, Paz, Varguitas, Coetzee, Szymborska, Glück o Jelinek. Sin ellos, el club es algo menos distinguido, ciertamente. Pero lo que jamás le perdonaremos a la Academia Sueca es que haya mantenido entre nosotros a Tolstói, quien, como saben los asiduos de estas opiniones ultramontanas, es un piernas.

16.10.25

De la imposible persuasión

Hay columnistas que intentan persuadir. Ofrecen argumentos y datos, se fundamentan en los hechos y en la razón. Yo los admiro sin ironía, pero no estoy entre ellos. Su encomiable esfuerzo inútil me noquea melancólicamente. Porque se trata de un esfuerzo inútil en este corral; tal vez (ya vemos cómo va el mundo) en todos los corrales. Su única utilidad será, valga la paradoja, estética: ilustrarán a los lectores del futuro sobre las iniquidades del presente y les mostrarán que algunos no estuvieron del todo embrutecidos. Se salvarán ante ellos. Ya ocurrió con nuestro Jovellanos o nuestro Larra. Los cuales tuvieron (conviene no olvidarlo) cárcel o pistoletazo.

Descartado el afán de persuadir (quizá porque, además de impacientarme y aburrirme, tampoco sé hacerlo), me queda dar un poco de espectáculo, dispensar vidilla, juguetear con las noticias, soltar alguna ingeniosidad (si se me ocurre, cada vez es más complicado), marear (con cierto ritmo) la perdiz hasta llegar a las seiscientas palabras, propinar mandobles verbales, emitir diagnósticos abruptos (me temo que sin terapia), endilgar algún lirismo, captar o transmitir estados de ánimo, acompañar (¡desde mi misantropía!), vengarme, reaccionar, señalar, encomiar si toca y, en resumidas cuentas, expresarme. Haciendo de la necesidad (o de mi limitación) virtud, añadiría que tratar de persuadir es una vulgaridad.

En realidad, les tengo un respeto último a mis detestados y despreciados: prefiero que sigan en sus (¡detestables y despreciables!) trece antes de que me hagan caso a mí. Si me hicieran caso, no sabría cómo manejarme con ellos. Y sin duda los detestaría y despreciaría el doble. Y me darían pena. De la detestación y el desprecio pasaría a la pena, lo que sería un mal negocio para todos. Con semejantes pulsiones estoy condenado al fatalismo dialéctico. Esta mezcla de una visión conflictiva del mundo con el convencimiento de que en el fondo todo da igual (o de que no hay nada sustancial que se pueda hacer) sería mi salsa.

Si los persuasores ilustrados, que como he dicho admiro desde fuera, me producen melancolía por la inutilidad de su esfuerzo, entre mis detestados y despreciados se encuentran en un alto lugar los predicadores. Estos vendrían a ser unos persuasores oscurantistas, que tratan de persuadir con la mentira y la sinrazón. Además de unos pesados, son peligrosos. Y son los que abundan y los que tienen éxito. En este setido malo, la persuasión sí que es posible. Lo comprobamos todos los días. Aunque como funcionan mejor es oralmente, no por escrito.

Las redes sociales están llenas de tales predicadores o propagandistas. Desde mi carácter dubitativo (una duda real que me inutiliza y arrasa, no esa duda cosmética que algunos se ponen de adorno), me llama la atención la firmeza de tales predicadores (o propagandistas o vendemotos): la tajante ejecución de sus movimientos de manos, como encajonando el aire, como cortando quesitos, la emisión potente de la voz, hábilmente modulada, las jetas impávidas, de piedra pómez, aunque con su estudiada coreografía de boca, ojos y cejas. Cada uno es emisor de un mensaje contundente. La única esperanza es que la batidora universal haga una papilla con todas sus contundencias.

Como decía el Ricardo Reis de Pessoa: "Sabio el que se contenta con el espectáculo del mundo". Intervenir no deja de ser una obscenidad. Con los años uno va adquiriendo una única enseñanza sobre los seres humanos, nuestros entrañables congéneres; o mejor dicho, una enseñanza doble: que cada uno hace lo que puede (con la acumulación de lo que arrastra) y que todos somos unos desgraciados. No dar la tabarra puede ser la conclusión moral que se deduzca de este aprendizaje. 

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13.10.25

Que alguien la meta, aunque sea Ábalos

[Montanoscopia] 

1. Entre tanta sordidez, solo Ábalos me parece digno. Un hombre dominado por su pizarrín, ese pajarillo al que continuamente había que darle alpiste. El alpiste se compraba o con dinero público o con dinero turbio del PSOE. El que el partido antiputas (supuestamente) le pagara las putas a su secretario de Organización es más bello que la Victoria de Samotracia. Eso por la parte del partido. Pero por la parte de Ábalos, ¡qué bicoca! Todo se lo ha llevado o llevará el río. Ábalos puede que termine en la cárcel. Pero aquellas fornicaciones, aunque venales, ya nadie se las quita. La sabiduría popular lo sabe: "De la vida sacarás / lo que metas, / nada más". Es una rima puramente para hombres, o para seres con pizarrín, sean hombres o mujeres. (Que los seres sin pizarrín inventen la suya.) Me hace gracia que, en el contexto torrentiano de Ábalos, hay una frase que tenía que salir fatalmente y que por fin lo ha hecho: "He dejado el pabellón muy alto". En cuanto a si fue con dinero público, este contribuyente ya ha declarado que cede gustosamente su cuotaparte. Como buen socialdemócrata, quiero que mis impuestos financien la sanidad y la educación. Pero que unos eurillos se deriven a la alegría de vivir no me parece mal. Que alguien la meta, aunque sea Ábalos. 

2. Entiendo la decepción de la izquierda española: es un fastidio que las matanzas en Gaza no se hayan prolongado al menos hasta los Goya. ¿Qué son los miles más de muertos que habría habido de aquí a febrero comparados con el fabuloso escenario de la exhibición moral con lentejuelas? En los alrededores del cine está Barbie Gaza, de bajona también: ¡han frenado en seco su incipiente carrera de famosa! Y ni siquiera está ya Interviú para que le hubiese dado tiempo a inmortalizar sus tetas. La flotilla ha sido el gran símbolo festivalero de este espíritu. Me ha recordado a aquella foto que descubrió Trapiello en que Alberti se refería a la guerra civil como la belle époque. Así la vivieron. Así lo viven. No dejan de ser también homenajes a la vida, sobre un fondo de muerte. 

3. Hay que admirar la coherente relación de esta izquierda con la democracia. Si a la democracia española la acusa de no ser una democracia, es lógico que una dictadura como la de Maduro cuente con su aprobación. Y que desapruebe rabiosa y hasta sarnosamente el premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, luchadora por la democracia en Venezuela. Pablo Iglesias la compara con Hitler, clavando su autorretrato político. 

4. Ya que esta Montanoscopia cae en 12 de Octubre, traigo de nuevo una canción que para mí indica cómo hay que tomarse esta fecha histórica: justamente por el lado de la alegría de vivir. Es Las tres carabelas, compuesta por nuestro Augusto Algueró, en la versión maravillosa para el disco Tropicália (1968) de Caetano Veloso, Gilberto Gil y Os Mutantes, con la orquestación de Rogério Duprat. Se habla del descubrimiento de América, pero lo que importa es lo que sigue: "Mira tú qué cosas pasan / que algunos años después / en esta tierra cubana / yo encontré a mi querer". Por lo tanto: "¡Viva el señor don Cristóbal, que viva la patria mía! / ¡Vivan las tres carabelas: / la Pinta, la Niña y la Santa María!". ¡La de cosas que no tendría sin el señor don Cristóbal! Algunas amigas, algunas músicas, algunos paisajes, algunas plantas, algunos alimentos, el ciclismo colombiano, el cine americano, la vidilla extra de nuestras calles, Venus Williams, Clarice Lispector, sor Juana, Borges, Darío, los dos Vallejo, Parra, Varguitas, Bryce Echenique, Cabrera Infante, Elena Garro, Octavio Paz o Brasil. 

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9.10.25

La casa de Aleixandre

En estos días de octubre de 1985 llegué a la habitación que me habían asignado en el sexto piso del Johnny y vi que debajo de la ventana estaba la Escuela Diplomática y más allá, distinguiéndose entre las casas, la amarilla de Vicente Aleixandre. Este había muerto menos de un año antes, en diciembre de 1984, justo cuando yo leía su Historia del corazón.

Durante todo aquel curso tuve ese paisaje a la izquierda, desde mi escritorio. Allí cumplí veinte años. Con frecuencia paseaba por delante de la casa y me quedaba ante su verja y su puerta verde. Imaginaba a los visitantes que habían pasado por allí: todos los del 27, Neruda, Miguel Hernández, Valente, Gil de Biedma, Gimferrer, Villena. Una tarde calurosa de junio, mientras sonaba en mis auriculares el adagio del concierto para piano núm. 23 de Mozart, vi a Cernuda. Subía la cuesta con la chaqueta en el brazo, pasaba por delante de mí sin verme y entraba.

Lo recordé el otro día durante el pase en Málaga de Velintonia 3, de Javier Vila, al que me había invitado su productor José Antonio Hergueta. Fueron dos horas de emoción, porque vi por dentro la casa que tantas veces había visto por fuera. Está abandonada y vacía. La cámara recorre las paredes desconchadas, con manchas de humedad y el contorno aún de los cuadros que hubo y el reloj de péndulo, los suelos con virutas, algún objeto tirado, enchufes antiguos. Permanece la luz que entra por las ventanas, haciendo sus dibujos, postulando sus mapas, así como el verde de las hojas de los árboles, que se renueva en cada generación de hojas (así lo observaron los líricos griegos).

Hay un guía para poetas jóvenes, que les va contando la historia de aquellas estancias. Y hay poetas viejos que recuerdan lo que vivieron y hablaron allí cuando ellos eran los jóvenes y el viejo Aleixandre: Carnero, Siles, Colinas, Molina Foix, Dionisio Cañas, Lostalé, Barnatán y su mujer la periodista Pereda. Eché en falta a Villena y Gimferrer. Se completa la película con la preparación de un concierto de campanas en el jardín, que se celebra al final, de noche, con velas, la lectura de textos (versos, cartas, artículos) e imágenes de archivo de Aleixandre en la casa, deambulando por ella o contestando en el sillón al cuestionario Proust. Trabajaba acostado, pero trabajaba. Se me quedó una frase: "Hacer es vivir más".

La calle se llamaba Wellingtonia, aunque para Aleixandre y su círculo era Velintonia, como aparece en muchos escritos; hasta se inventaron el verbo "velintonear", cuyo significado era ir a visitarlo. Cuando le dieron el Nobel en 1977, el mejor homenaje de las autoridades habría sido rebautizarla así. Pero no, la llamaron calle Vicente Aleixandre, lo que disgustó al poeta, que ni siquiera salió a inaugurar la plaquita. Así son las autoridades. (En Brasil pasó lo mismo: al aeropuerto de Galeão, que sale en canciones de Jobim, le pusieron aeropuerto Antonio Carlos Jobim.)

Se ofrece a la vez un recorrido por su obra, desde Ámbito hasta Diálogos del conocimiento. Se resalta la importancia de Sombra del paraíso en la posguerra. Carnero elogia al Aleixandre tardío de Poemas de la consumación. Se repite el tópico lanzado por Umbral de que la poesía surrealista francesa no alcanzó el nivel de los libros surrealistas de Aleixandre, Espadas como labios, Pasión de la tierra y La destrucción o el amor. Es un tópico falso (ahí están los poemas de Éluard, Char, Péret o el propio Breton), aunque los de Aleixandre son grandes libros. El mecanismo del símil por inversión del primer título lo ejemplificaba el profesor Escartín con un equivalente vulgarote que no he logrado olvidar: "balines como garbanzos". El espíritu rabiosamente surrealista, por otro lado, estaba más (aparte de en el Lorca de Poeta en Nueva York) en el Cernuda de Un río, un amor y Los placeres prohibidos.

Por Cernuda pasé a despreciar a Aleixandre, al que yo empecé apreciando. La valentía homoerótica del primero, con sus pronombres y adjetivos masculinos ya desde los años treinta, dejaba en evidencia al segundo, con sus cobardones femeninos. He tratado de refrenar mi juicio, por reconciliarme... pero esos femeninos volvieron a salir en algún recitado del documental y no puedo con ellos.

Pero sí, a Aleixandre lo leí mucho y de aquellas lecturas tengo un recuerdo cálido. Me ha alegrado saber por Velintonia 3 que uno de los poemas que Aleixandre más quería es uno que a mí me emocionó también y que me sé de memoria. Se titula "Adolescencia" (yo era adolescente entonces) y dice: 
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
–El pie breve,
la luz vencida alegre–.

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse. 
Hoy el Johnny, el Colegio Mayor San Juan Evangelista, está tan abandonado como la casa de Aleixandre. Aunque parece que esta se va a rehabilitar. 

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5.10.25

Yo solo me merecería ser gobernado por Cleopatra

[Montanoscopia] 

1. Paradoja de la flotilla: si Israel fuese el país que postulaba, sencillamente no hubiera zarpado. 

2. Los familistas son esos individuos que, en vez de estar disfrutando de la vida familiar, que por lo visto es la repera, se dedican a predicarles a los otros las glorias de la vida familiar. Mucho se tienen que aburrir, pienso yo. Los argumentos a los que recurren son variopintos, pero ninguno como el que oí el otro día en Málaga. Se lo regalo para reforzar sus predicaciones. Caminaba yo por calle Mármoles y adelanté a un par de sujetos de aspecto algo lumpen. Cacé una brizna de lo que iban conversando. "Tiene mucha familia", dijo uno con voz apagada. Y el otro: "Sí, ese es el rollo. Nadie se puede meter con él porque tiene mucha familia". 

3. Al término del homenaje que le hicieron a Javier Marías poco después de su muerte hace tres años, que tuvo ráfagas emocionantes a pesar de todo, tocó la flauta su hermano Álvaro Marías. La Pavana Lachrimae, leo, de John Dowland, en la versión glosada para flauta sola de Jacob van Eyck (siglo XVII). Había un desvalimiento como de huérfano, huérfano de hermano, que me emocionó definitivamente. Ahora me he puesto una entrevista de Ramón González Férriz a Álvaro Marías en la Fundación Juan March que me ha desarmado. ¡Qué ser humano más extraño y entrañable! Los Marías han sido todos así. Además de por el escritor Javier Marías, he sentido devoción por el cinéfilo Miguel Marías. Del historiador del arte Fernando Marías no sé aún nada, pero sí tengo de él una anécdota indirecta. El escritor Fernando Marías, que solo era primo muy lejano de los Marías, me contó que cuando empezó a publicar recibió una carta enfurecida de Javier Marías en que le reprochaba que hubiera usurpado el nombre de su hermano el historiador del arte. Pero el escritor Fernando Marías no había usurpado ningún nombre: se llamaba así. Ahora he conocido a Álvaro Marías por la entrevista de Férriz. Empieza titubeante, pero poco a poco va desvelando el enorme personaje que es. Toda su vida la ha consagrado a la flauta. Con momentos como de Woody Allen. Es un refinado humorista. Parece frágil, pero es un titán: un titán de la flauta. Además de intérprete, las colecciona. Y escribe de música. Menuda familia los Marías. Empezando por el padre don Julián, cuyas apariciones son siempre nobles. Pónganse la entrevista y se admirarán. Pasarán un buen rato. 

4. Ya les conté mi absoluta simpatía por el hermano de Sánchez, que es mi semejante y también (¡más que de Sánchez!) mi hermano. A los dos nos gusta lo mismo: Portugal, las japonesas, la música, los pseudónimos, no trabajar. Ni él ni yo nos desenvolvemos bien en la vida, porque no sabemos estar en la batalla: somos lo contrario de combativos. Así que si alguien nos saca las castañas del fuego mejor. Al final un rasgo positivo del presidente es que haya asistido a su hermano el inútil. Lo de este viviendo en Moncloa da para una comedia: ¡el verdadero documental sobre Moncloa! El hombre deambulando por sus dependencias, zánganamente. Y pasan cosas. Si el cine español no fuera el brazo tonto del sanchismo, estaría ya con los guiones. 

5. El sanchismo, como el zapaterismo, es una ominosa danza a dos. Tras Zapatero llegó la contraparte de Rajoy y tras Sánchez llegará la contraparte de Feijóo, con Abascal. Yo no me mereceré ese Gobierno del PP con Vox. Pero los españoles (¡esos tipos!) sí se lo merecerán. Yo solo me merecería ser gobernado por Cleopatra. 

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3.10.25

Hasta los huevos de Caetano Veloso

[La Brújula (Opiniones ultramontanas)m 4:00:30

Buenas noches. Mi pasión por la música brasileña, que muchas veces he proclamado aquí, se encuentra en crisis. No exactamente por la música, sino por los músicos. Siempre los he adorado, al plantel completo. Desde Vinicius de Moraes, Antonio Carlos Jobim, João Gilberto o Gal Costa, que ya murieron, hasta los que siguen vivos y coleando, aunque algunos un tanto renqueantes: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Bethânia, Chico Buarque, Milton Nascimento, Djavan o Adriana Calcanhotto. A estos últimos me puse a seguirlos en las redes sociales, pero ya no puedo más. La saturación es idéntica a si estuviera casado con cada uno de ellos; o peor: con todos ellos a la vez. Los veo a diario levantándose, acostándose, vistiéndose, desvistiéndose, en pijama, en bañador, con ropa tropical, con ropa europea, comiendo, bebiendo, riendo, llorando, ¡soltando peroratas interminables! ¡El primero Caetano Veloso, al que amo pero al que ya no aguanto más! Se han tomado las redes sociales, ante todo Instagram, como una parte esencial de sus vidas; yo diría que más que nadie en el mundo. El afán de comunicación de los brasileños ha hecho que se vuelquen a comunicárnoslo todo en todos los minutos. El colmo es que también se comunican entre ellos, desaforadamente. No hay día del padre, ni de la madre, ni de la infancia, ni de nada, y no digamos los cumpleaños, en que no se lancen a felicitar y recordar y poner fotos. Es una locura inflacionaria de efusividad y buen rollo que ya no pueden parar. El día que uno no le felicite el cumpleaños a otro (y cada día cumple años alguien), se pinchará la burbuja y puede que lo asesinen. En realidad es entrañable. ¿Qué se puede objetar a la explosión del calor humano? Pero yo, francamente, estoy ya hasta los huevos.

2.10.25

Sorpresa de Borges

Qué impresionante biografía de Borges acaba de publicar Cátedra. Apenas llevo sesenta de sus setecientas páginas, pero estoy encantado: la escritura es sólida y eficaz, la información está actualizada, el biógrafo se toma el trabajo de hacer el relato de la vida, con la obra como eje, y no hay hojarasca. Se titula acertadamente Jorge Luis Borges. Un destino literario. El autor, Lucas Adur, nació en Buenos Aires en 1983. Ver este año es lo que me ha dado el impulso de escribir ahora, porque no voy a hacerlo sobre la biografía, cuya lectura he decidido que me acompañe hasta el 31 de diciembre. Es que en 1983 leí a Borges por primera vez. Aún no se me ha extinguido la sorpresa.

A mis diecisiete años yo era un lector incipiente. Había leído todo Mortadelo, Astérix y Tintín, algo de Flash Gordon y Spiderman, algo de Salgari, toda Agatha Christie, todo Sherlock Holmes, y llevaba unos meses con García Márquez, Vargas Llosa, Umbral, Baroja, Unamuno, Cela, Hesse, Huxley, Carpentier, los diálogos de Platón o Bertrand Russell. De Borges no sabía nada. Cuando le dieron el premio Cervantes, entendí por la radio que se lo habían dado a Forges. Tampoco sabía nada del premio Cervantes. Y entonces abrí El Aleph, porque pertenecía a aquella colección marrón horrible de kiosco que había empezado a coleccionar, y era rarísima la prosa: rara y perfecta. Creo que fue el primer libro raro y perfecto que leí.

¿Qué eran esas frases del inicio, con las que comenzaba el primer relato, "El inmortal"?
En Londres, a principios del mes de junio de 1929, el anticuario Joseph Cartaphilus, de Esmirna, ofreció a la princesa de Lucinge los seis volúmenes en cuarto menor (1715-1720) de la Ilíada de Pope.
¿Y las del que le daba título al volumen, hoy míticas? 
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
En cuanto a los finales, el de "Emma Zunz": 
La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios. 
O el de mi relato favorito, "La busca de Averroes", una sorpresa absoluta: 
Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios. Sentí, en la última página, que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui, mientras la escribía y que, para redactar esa narración, yo tuve que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narración, y así hasta lo infinito. (En el instante en que yo dejo de creer en él, "Averroes" desaparece).
En este último pasaje se ve el gran secreto de Borges, su potencia: su alejamiento de los libros, desde los libros (y en los libros), para aproximarse a la vida. Con el artificio de la literatura desenmascara a la literatura: una autoconciencia que libera. Pero una liberación extrema, como de flotar en el vacío, en parte angustiosa, en parte eufórica. Eso es la vida. Curiosamente, el autor en principio más libresco de todos es el menos libresco: por un lado, porque vive los libros como muchos no viven la vida; por el otro, porque utiliza los libros para salir de los libros. También lo logra con la instalación del pensamiento metafísico en la vida cotidiana, que la abisma y la enriquece, le da densidad épica y lírica: "pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita".

Después leí Ficciones, que fue anterior a El Aleph y cuyo primer relato causó, según Piglia, una extrañeza como la mía en los inéditos lectores argentinos. Y leí todos los libros de conversaciones con Borges, los más deliciosos de entre los libros. Y leí su poesía. Una mañana en el colegio mayor empecé Fervor de Buenos Aires, sin pensar que fuese a decirme nada nuevo, y me encontré con estos versos formidables: 

Convencidos de caducidad 
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto. 

En su último libro, Los conjurados, persiste la caducidad: 

Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

Al final de aquel curso en Madrid, junio de 1986, Borges murió. Yo había tenido poco antes un éxtasis con su "Otro poema de los dones", de El otro, el mismo, que desde entonces es el poema que más amo. (Hay una réplica que también me gusta de José María Álvarez en su Museo de cera.) Era otra mañana (mis recuerdos de la poesía de Borges son recuerdos de mañanas) y me había puesto la sonata D. 894 de Schubert, por Richter. Al llegar a ese poema sonó el allegretto, una reconciliación plena con la vida. Había que dar las gracias. "Gracias quiero dar al divino / laberinto de los efectos y las causas / por la diversidad de las criaturas / que forman este singular universo". Una de las criaturas más extraordinarias, y a la que más hay que agradecer, por su sorpresa, es Borges.

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28.9.25

Escribo en pelotas, el uniforme de los triunfadores

[Montanoscopia] 

1. Lo de los lapsus es precioso. Uno incurre en el mismo una y otra vez, hasta que se para a pensarlo. Si detecta la causa, no lo volverá a cometer. Es un psicoanálisis de un minuto. Me venía sucediendo con el nombre Charlie Kirk. Cada vez que intentaba decirlo, me salía Michael Kirk. Hasta que desvelé la fuerza de ese Kirk, cuyo dueño siempre ha sido Douglas. Y que tira por simetría hacia su hijo Michael. Una fusión edípica en realidad: Michael Kirk (Douglas ambos). 

2. La abstención es mi guarida y mi castillo, mi destino (¡fatal!). Al decir abstención quiero decir voto en blanco, porque a votar hay que ir. Aunque con el voto en blanco no se respeta el secreto de voto, ya que el sobre se entrega vacío y se ve que está vacío. Tal vez sea mejor el voto nulo: pintar monigotes, insultos. El caso es que de la abstención me sacaron UPyD y Ciudadanos, y a ella volví sin ellos. Me dio una esperancilla Izquierda Española, pero su putinismo (o su no antiputinismo) me la hace invotable. En los momentos de cabreo antisanchista se me ocurre votar al PP, en plan voto antisanchista útil (y de castigo). Pero el PP nunca tarda en hacer algo que arruina mi intención de voto. Ahora es la aproximación a Espinosa de los Monteros, lo que lo liquida definitivamente para mí. Como lo viene haciendo (¡definitivamente!) la conciencia de que solo podrá gobernar con Vox. Y yo no he llegado hasta aquí para favorecer nada con Vox. 

3. Gracias a Espinosa de los Monteros tuvo grandísimos momentos Losantos, cuando estiraba jocosas peroratas sobre su barba asiria. Como estaba también su mujer Monasterio, ahora ocultada, mi amiga Dolores los llamaba Los Monastis. Y Losantos: Los Aristogatos. Con Espinosa de los Monteros he tenido asimismo un problema personal: lo encontraba clavadito a Guille Ortiz. A su nuevo proyecto político le ha puesto Atenea. Yo le habría puesto (remontándome a Losantos) Asurbanipal. Pero el mejor nombre es el que corre por los mentideros madrileños: Pesca de Arrastre

4. Entrañable reunión de psocialistas para buscarle una salida al PSOE. Yo personalmente creo que el PSOE ya solo puede ser mejorado mediante su destrucción. El PSOE: ese partido que le niega un aplauso póstumo a Lambán. Pero los reunidos son entrañables porque pretenden una salida sin un Brutus. O quizá les pasa como a Feijóo: esperan que el Tiempo sea su Brutus. 

5. Putin y Xi precisamente, con su sueño de inmortalidad, ansían arrebatarle al Tiempo su carácter de tiranicida infalible. Que los autócratas no se mueran ni siquiera en la cama. Imagínense España sin "el hecho biológico": la democracia no habría llegado jamás. Por otra parte, ya dije que en la España actual es ontológicamente imposible un magnicidio. Si alguien lo intentara con éxito, le saldría como mucho un parvicidio. Nuestros gobernantes no dan para más. 

6. El presidente no se la cuela a The Telegraph, que titula: "Sánchez usa Gaza para salvar el pellejo". Los estudiantes de la Universidad de Columbia sí le fueron afines. Recreo libremente el diálogo: "¿Trump o Sánchez?". "¡Sánchez, Sánchez!". "Da igual, también soy Trump". 

7. Todo cae en el bolsillo del narcisismo. La ministra de Igualdad se toma la reprobación del Congreso como una condecoración. Ahora va por ahí presentándose como "ministra reprobada". Es por una incompetencia, pero ella lanza su grito cheroqui: "¡Somos incómodas!". 

8. Vidal-Folch (el nuestro, el bueno) afirma en su deliciosa última columna que escribo en pijama, "el uniforme de los fracasados". En realidad escribo en pelotas, el uniforme de los triunfadores. 

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25.9.25

Un viaje literario y existencial en bicicleta

Hacía mucho que no tenía una sensación: la de estar sin tiempo para leer pero leer, porque un libro te atrapa. Nunca leí más que en la universidad, cuando el montón de asignaturas en que me había matriculado me obligaba a embrutecerme con el estudio obligatorio: pero los libros paralelos me salvaban, algunos en la misma aula a despecho de la perorata frecuentemente estólida del profesor. Ahora me ha pasado lo mismo con Días de sol y piedra. De los Alpes a Roma, de Pepe Pérez-Muelas (Siruela). Lo recibí, lo abrí para echarle un vistazo rápido antes de ponerlo en el montón de los aplazados con melancolía, pero la frase "la bicicleta me hace renacer" y la aparición del Mont Venoux me incitaron a leer un poco y fatalmente a leerlo entero, en minutos robados al tiempo que me faltaba. Una antigua sensación furtiva que produce un automático milagro: la generación de tiempo nuevo, una suerte de tiempo suplementario, un tiempo propio.

El autor, que había escrito sobre los viajes en Homo viator, narra un viaje en bicicleta, en mitad de una crisis personal, por la llamada Vía Francígena, una ruta medieval por la que los francos bajaban hasta Roma. Una genuina romería, pues. Parte del Gran San Bernardo, un puerto de montaña de los Alpes, y recorre mil doscientos kilómetros hasta llegar a la capital de Italia. El libro habla del camino, de los otros personajes que se encuentra el viajero y las hospederías, de episodios del pasado, históricos y culturales, de paisajes, obras de arte, arquitecturas, meteoros y de las sensaciones físicas y psicológicas de la peregrinación existencial. Todo libro es un viaje, se ocupe o no se ocupe de un viaje, aunque no todos logran transmitirlo. Días de sol y piedra se ocupa de un viaje y lo transmite: el lector (al menos este lector) viaja con él, contempla, aprende, disfruta, agoniza a ratos, se emociona.

Me enganchó por los prolegómenos en Turín, donde vive el hermano del autor. Recrea los últimos días allí de Cesare Pavese. Cita el cuento de Ricardo Piglia "Un pez en el hielo", recogido en La invasión. Lo he releído y es perfecto. Pavese se suicidó por el amor no correspondido a una actriz, Constance Dowling. Estás perdido si te enamoras de una actriz. Ahora se ha muerto Claudia Cardinale: cuántos corazones rompió. Y se acaba de separar Monica Bellucci, que le ha dado tres años principescos a Tim Burton, que vuelve a ser mendigo. Billy Wilder tuvo una aventura con la hermana de Constance, Doris Dowling, que aparece en Días sin huella, en la que también participó la que sería su mujer, Audrey Young: se la ve, duchampianamente, al fondo de un plano, en un guardarropa. Chico Buarque siente fascinación por las actrices (se casó con una, Marieta Severo) y les dedicó una canción: "As atrizes".

Es muy apropiada la evocación del Mont Ventoux, aunque el viaje no pasa por ahí. Petrarca lo subió con su hermano y el autor se dirige hacia el principio de su ruta con el suyo, quien lo acerca en coche al Gran San Bernardo. La Subida al Monte Ventoso de Petrarca establece la metáfora del esfuerzo para llegar a lo alto, lo que preconiza el ciclismo. Pérez-Muelas le brinda una victoria simbólica a Petrarca, quien al fin y al cabo también se enamoró de una actriz en su película mental: "He aquí la verdadera melancolía del poeta. No fue Laura su aspiración, sino volver a sentir lo que vivió en el Mont Ventoux". Además de Pavese y Petrarca, comparecen Primo Levi, Homero, Penélope, Verdi, Fabrizio De André, el rey Minos, Ariadna, Giorgio de Chirico, Nausícaa, Odiseo, Dino Buzzati, Fausto Coppi, Gino Bartali o Turner, siempre al hilo del viaje y entrelazados con la experiencia presente y enriqueciéndola. El contrapunto cultural, que el autor presenta con encarnadura vital, favorece la emoción de la parte confesional. Y le da densidad al recorrido.

El viajero comienza su ruta bajando, pero tendrá muchas montañas que subir por el camino, sobre todo el paso de la Cisa, con tramos del 15% de desnivel. Escribe las páginas de su agonía, que se cuentan entre las mejores de Días de sol y piedra: "El ciclismo es como la vida. He tardado siete horas en subir los 43 kilómetros del puerto de la Cisa. Apenas me basta media para alejarme de él. Es un victoria efímera en lo físico. Pero ya la tengo tan dentro de mí que jamás la soltaré. Sin melancolías. Un recuerdo no manchado por el miedo. Es una victoria. La libertad ganada".

Tengo pendientes otros viajes por Italia: La aurora cuando surge de Manuel Astur, Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey de Ander Izagirre y Venecia. Un asedio en espiral de Ignacio Jáuregui. Pero leí Roma desordenada de Juan Claudio de Ramón y El tiempo de los lirios de Vicente Valero, que me encantaron, y ahora este Días de sol y piedra de Pepe-Pérez Muelas, que me ha encantado también. Y con el regusto de haberlo leído sin tener tiempo para leerlo.

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21.9.25

Las tres primeras catástrofes del siglo XXI

[Montanoscopia]  
 
1. Murió Robert Redford. Para mí siempre fue el del cine de verano en que vi Los tres días del cóndor. La noticia ha sido tratada en la prensa malagueña como local, por los meses que pasó en Mijas en 1966. Entre los artículos de la nacional, bastante buenos, destaco el de Altares sobre Todos los hombres del presidente, en que elogia la capacidad del periodismo "para frenar los abusos del poder". Solo que para los periodistas sanchistas el título es hoy de hecho: Todos los hombres del presidente, pero lo que diga el presidente.  
 
2. Redford también tenía su ego. Todo el mundo lo tiene. Un amigo mío fue a etrevistarse con el chistoso Arévalo, que buscaba colaborador. A la salida la pregunté qué tal. Me miró desesperado: "Es acojonante, ¡hasta Arévalo tiene ego!". Pues Redford no digamos. En uno de los libros sobre guionismo que leí en su época, creo que El oficio del guionista de John Brady, se hablaba de cómo camelarse a una estrella de Hollywood para una película. Ponían el ejemplo de El mejor. "Robert", le dijeron, "si la película es sobre el mejor jugador de béisbol, solo la puede hacer el mejor actor". Robert aceptó el papel. Creo que Arévalo también lo habría aceptado.  
 
3. Los dos primeros episodios de Nuestro siglo, la nueva sección de David Jiménez Torres en La Brújula, se han ocupado de dos acontecimientos del inicio que han condicionado lo que llevamos, un cuarto ya: la llegada de Putin al poder el 1 de enero de 2000 y el 11-S de 2001. Al final del último episodio, exclamó el director del programa Rafa Latorre: "¡Qué barbaridad! Los dos primeros años de este siglo lo marcaron dramáticamente". Pero hay un tercer acontecimiento que también ha marcado dramáticamente este cuarto de siglo.  
 
4. En la Nochevieja del 1999 al 2000 se acabó una era ciclista en España: la que narraba el gran Pedro González para Televisión Española. Una era dorada que incluyó el imperio de Miguel Indurain. La mañana de Año Nuevo, cuando todo el mundo estaba pendiente del efecto 2000, trajo una noticia para mí más devastadora que el Apocalipsis que se temía: la de la muerte de Pedro González. Había llevado a su hija a una fiesta tras las uvas y al regresar le dio un infarto. El milenio empezaba fatal. Pero fue a peor: su puesto lo ocupó Carlos de Andrés, que hasta entonces había seguido la Vuelta en la moto. O sea, que desde el mismísimo año 2000 hasta este 2025 hemos estado sufriendo al soporífero De Andrés. Una catástrofe para mí equivalente a la llegada de Putin al poder y el 11-S, y con el mismo alcance. Su culminación ha sido la reciente Vuelta, de cuyo desastre ha sido uno de los cómplices, no abiertamente pero sí taimadamente. En sus retransmisiones, el ciclista más nombrado ha sido un tal Genocidio.  
 
5. Ha resultado muy doloroso ver el desprecio con que los patanes despachaban mi amado ciclismo. Poniendo artificiosamente en el otro plato de la balanza a los muertos palestinos como coartada para cargarse la Vuelta. El estomagante The Puentete añadía como el matón que es: "¡Pero si la última etapa es la más aburrida!". Hombre, si el criterio es el aburrimiento, vete a tu casa, ministrete. En compensación, me llegó un libro que no tengo tiempo de leer pero que estoy leyendo. Es que al hojearlo leí: "La bicicleta me hace renacer". Y leí: "Mont Ventoux". Es Días de sol y piedra, del autor de Homo viator, Pepe Pérez-Muelas (en Siruela ambos). Escribiré sobre él este jueves. 
 
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19.9.25

Monumento a Perico


[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 1:55

Buenas noches. El ciclismo es una de mis pasiones, junto con los libros, la música brasileña y ese dandismo indumentario que tanto admiran los nanosegundos. Mi pasión por el ciclismo primero fue de sillín y hoy es de sillón. Se despertó en los tiempos de Perico Delgado, aunque mi ídolo no era Perico, sino Pello Ruiz Cabestany. Como tantas veces en la vida, aposté por el perdedor, perdiendo yo también: ¡qué pocas alegrías me dio Pello a cambio de tantas agonías! De aquella rivalidad me quedó un desdén por Perico que he venido cultivando desde entonces. Después de Pello, lo ataqué en favor de Miguel Indurain. Y desde que se hizo comentarista televisivo no he dejado de atacarlo, por sus anacolutos (¡lo llamé el Rey del Anacoluto!) y por ese buenrollismo perpetuo que tanto me carga. Pero de pronto, el graciosete Perico ha sabido estar a la altura en esta Vuelta tan baja. De una manera para mí emocionante, se lo ha jugado todo por amor al ciclismo. El que yo consideraba un pícaro, de repente se ha rebelado contra el acoso a la profesión de su vida. Esa profesión que, como decía el escritor mexicano Julio Torri, es de ángeles, porque los ciclistas avanzan como volando, sin pisar el suelo. En el momento de mayor servilismo de la televisión pública, mero instrumento del Gobierno como en la época del Nodo, Perico, que ahora vive de ella, ha sabido decir NO. Ya piden su cabeza, y es posible que caiga. Pero puede llevársela con orgullo, porque Perico se ha destapado como el grande que fue en la bicicleta. Ahora me arrepiento de haberme reído de lo que siempre había estado ahí por encima de todo: no un anacolutista, no un buenrollista, no un graciosete, no un pícaro. Sino un ciclista.

18.9.25

El pogromo ridículo de Pedro Sánchez

Y he aquí que Pedro Sánchez, el presidente más franquista en sus maneras desde Franco, quiere irse aún más atrás en nuestra leyenda negra y emular a los Reyes Católicos con la expulsión de los judíos. Es verdad que el pogromo liderado por Sánchez como esos matones de las películas del Ku Klux Klan es pequeñito en comparación: se trataba simbólicamente de borrar la palabra Israel de los maillots, como en efecto hicieron los ciclistas de ese equipo. Solo que la cualidad judaica parece indeleble a los ojos emperrados, igual que la viejecita que llamó a la policía porque en el balcón de enfrente había una pareja desnuda. El agente no vio nada y la viejecita le dijo: "Pero súbase a esta silla". En eso andan Sánchez y su séquito político-mediático.

La brutalidad criminal de Netanyahu, tan poco inteligente además, es una mera excusa para el desbocado antisemitismo. No todo el que critica la política bélica de Israel, que no repara en la población civil, es antisemita, eso está claro. El propio Netanyahu es muy dado a escudarse en esa acusación, como hacen los dirigentes irresponsables que prioritariamente buscan salvarse a sí mismos. Pero que el antisemitismo vuelve a campar a sus anchas es indiscubible: no puede disimularse su hedor. Se expandió con el pogromo ejecutado por los palestinos de Hamás el 7 de octubre de 2023, que fue jaleado por un número insoportable de sujetos y sujetas de todo el mundo, entre estas últimas una europarlamentaria española que sería enseguida ministra de Sánchez: Sira Rego. Otro ministro europarlamentario entonces votó también que no a la condena a Hamás: el remilgado Urtasun. Lo hicieron justo en esa brecha en que Israel aún no había tomado represalias: la brecha por la que vimos a los antisemitas en pelotas sin necesidad de subirnos a ninguna silla.

Decía Freud (¡un judío!) algo muy interesante acerca de los actos fallidos y los lapsus. Estos no son puramente azarosos, sino que aprovechan una bajada de defensas, el cansancio, un descuido, para manifestar algo que se lleva dentro. Aquí el antisemitismo ha aprovechado la reacción de Israel para, literalmente, desatarse. Al contrario de análisis dolientes pero serenos como los de Juan Claudio de Ramón en El Mundo o Reyes Mate en El País, que dan cuenta de la complejidad de la situación y el reparto de culpas, sin minusvalorar la atrocidad de lo que está ocurriendo, la respuesta del antisemitismo es la histeria contra el nombre de Israel y contra los judíos por extensión. Asoma, por ejemplo, en el regodeo sádico con que pronuncia la palabra "genocidio" o, más aún, "exterminio". Muy bien escogidas a partir del terreno allanado freudianamente.

La cara de odio de Irene Montero era calcada a la de cualquier alemana nazi de 1938. Para ella y los suyos los muertos no son más que munición ideológica, como todo en ella y los suyos. Por otra parte, el anti-antisemitismo tiene su propia trampa: puede atenazar a la hora de juzgar crímenes. Confieso que me ha pasado un poco. Unos meses después del 7-O vi Shoah y me dejó noqueado. Pero debemos ser justos, o intentarlo al menos. Tarde o temprano se cumple el imperativo de Cioran, de crudo pesimismo antropológico: "Por las víctimas hay que tener una piedad sin esperanza". Nunca está descartado que terminen convirtiéndose en verdugos.

Volviendo a Sánchez, lo más ridículo es que ni siquiera es antisemita. ¿Cómo va a ser antisemita, si no es nada? Se ha montado en este carro por aprovecharse, como ha hecho siempre. Todos sabemos que hoy mismo llamaba a Netanhayu si necesitara sus votos.

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14.9.25

He aquí otra vez el tiempo de los asesinos

[Montanoscopia] 

1. La izquierda se ha metido en un callejón espantoso. A fuerza de declararse antifascista dentro de una democracia, ha terminado combatiendo la democracia. ¿Qué otra cosa le quedaba? La democracia es para ella el fascismo. Por eso se abraza a los auténticos fascistas (entre nosotros, nacionalistas, independentistas y proterroristas; categorías no excluyentes) a la vez que ataca a los demócratas. En España es facha el que le chista al Poder y nadie más. Esta situación latente se autodestripa cuando sucede un asesinato como el de Charlie Kirk, un hombre de cuya existencia he sabido justo cuando se le iba en un chorro de sangre por el cuello. Y entonces, alucinantemente, la danza de la muerte y el crimen de los adeptos de la izquierda, convertidos en asesinos vicarios. He aquí otra vez el tiempo de los asesinos. 

2. Como brasileñista, estoy muy orgulloso de que Brasil encarcele a sus golpistas, a diferencia de Estados Unidos y España. Caetano proclama: "Sem anistia!". Caetano: el amigo de Almodóvar, quien sí estuvo por la amnistía de los golpistas españoles. 

3. Bayrou, primer ministro de Francia hasta el martes, hizo algo de altura: decirles a los franceses la verdad. Los franceses, como buenos españoles, la desdeñaron. Pero Bayrou sabe que en un futuro los franceses estarán hundidos y lo recordarán con admiración. En España pasará igual, pero sin que hayamos tenido un Bayrou. Su sucesor, por cierto, se llama Lecornu: este, sin duda, muy del gusto de los franceses y los españoles. 

4. Aunque no hay documentación explícita, los indicios apuntan a que Cervantes practicó el placer griego, al modo arábigo, en Argel. Lo que enriqueció esa gran comprensión humanista suya celebrada por todos. Así que bien por Amenábar. Otra cosa es que yo vaya a ver El cautivo. Soy de los que se quedaron en Tesis. Vi dos o tres más de Amenábar, pero Pumares le puso el mejor mote de todos los tiempos y acabó con él, al menos para mí. El mote era Orsoncito

5. Me topo con el vídeo de un homenaje a Manuel Vicent. ¡Qué tufo a Establishment! A mí estas cosas me encantaban hasta hace nada, pero ya no puedo con ellas. Se me ha atravesado algo. Le veo la mueca a todo. Es quizá ese llevar velillas en la trágica mojiganga, que decía Max Estrella. O simplemente que no soporto las jetas de autosatisfacción de los oficiantes del Régimen; jetas, por supuesto, con ese punto desenfadado que el Régimen exige o da. Ahora caigo en que tampoco soporto las jetas de autosatisfacción de los que saben que llegarán al Poder después de Sánchez. No soporto, en fin de cuentas, las jetas de autosatisfacción. 

6. Lluís Llach berreando en la Diada con su voz de viejecillo, qué cosa. El otro día Arcadi Espada recordó en su podcast un libro colectivo de los noventa: En el nombre del hijo, en el que varios autores (Trías, Mendoza, Azúa, Savater...) relataban su experiencia con sus padres. No lo recuerdo con precisión, pero había una constante: los hijos acababan haciendo de algún modo aquello que les habían exigido los padres y contra lo que se habían rebelado. Por ejemplo, si el padre había querido que el hijo fuese arquitecto, el hijo acababa de profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura. Así el viejecillo Llach: berreando falangismo catalanista en imitación de su padre falangista españolista. Habría estado muy orgulloso del chico. 

7. Joyita: entrevista del Loco de la Colina a Savater (1983). Incluye una apología de la existencia de los adversarios: hay que mantener una relación dialéctica con ellos, no exterminarlos. 

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11.9.25

El testamento de Thomas Bernhard



He leído este verano Extinción, la última novela publicada de Thomas Bernhard: su testamento. Algunos sostienen que en realidad fue la penúltima que escribió y que la verdaderamente última es Maestros antiguos, publicada antes. Esta en 1985 y Extinción en 1986 (Bernhard murió en 1989). En cualquier caso, hay también indicios en contra y, sobre todo, está la decisión del autor de que fuese oficialmente la última. Su carácter testamentario es por tanto incuestionable.

No es para menos, porque es una obra imponente: la más larga de Bernhard, una auténtica síntesis bernhardiana, con todos los recursos puestos en acción con maestría. Es la tercera vez que la leo, y la que más me ha admirado. Tal vez sugestionado por aquello que dijo Javier Marías de que se la había guardado sin leer tras la muerte del autor para cuando llegaran momentos de vacas flacas (que finalmente llegaron), siempre pensé que Extinción funda el estilo del Marías maduro y que este declaró que no la había leído por disimularlo. Aunque luego supe que Marías no leía a Bernhard en la traducción española de Miguel Sáenz, sino en la francesa. Pero el juego es estimulante: la prosa de Marías, en su estado de mayor tensión, casi roza la de Bernhard (el Bernhard de Sáenz) en su estado de menor tensión.

Esta menor tensión tiene aún mucha tensión, naturalmente. La tensión propia de Bernhard, que en Extinción logra relajarla sin perderla. El efecto es maravilloso: algo así como una ligereza con empaque. Hay también un tono inéditamente amable, entre sus diatribas. Suelta los mandobles habituales, contra Austria y el Estado austriaco, contra la Iglesia católica, contra la familia, contra los políticos, contra la cultura oficial, ¡contra la fotografía!, pero a veces da cuenta de la sonrisa o las risas de su interlocutor ante ellos. En las novelas anteriores de Bernhard, los monólogos del personaje principal suelen estar referidos por otros, de manera pasiva. En Extinción, en cambio, como señala J. J. Long en The novels of Thomas Bernhard, es el personaje principal, Murau, el que narra, pero le narra a otro, a su discípulo Gambetti, y consigna sus reacciones. Por ejemplo: "Entonces Gambetti se rio, con su risa gambettiana fuerte, sin obstáculos ni inhibiciones".

También Murau se ríe a veces de sí mismo, o al menos duda, o matiza algún dicterio después de haberlo emitido. Sin que esto le impida seguir emitiendo dicterios. Es en esta novela donde Bernhard explicita su tendencia a la exageración: 
A menudo nos dejamos llevar de tal forma a la exageración, le dije luego a Gambetti, que consideramos luego esa exageración como la única realidad consecuente y no percibimos ya la auténtica realidad, solo esa exageración llevada al extremo. Desde siempre me ha aliviado ese fanatismo de la exageración, le dije a Gambetti. A veces es la única posibilidad, es decir, cuando he transformado ese fanatismo de la exageración en arte de la exageración, de salvarme de la miseria de mi estado de ánimo, de mi hastío intelectual, le dije a Gambetti. Me he adiestrado tanto en ese arte de la exageración que, sin más, puedo calificarme del mayor artista de la exageración que conozco. No conozco a nadie más. Nadie ha llevado nunca tan lejos su arte de la exageración, le dije a Gambetti, y luego que, si me preguntaran un día de improviso qué soy realmente y en secreto, solo podría responder eso, el mayor artista de la exageración que conozco. Entonces Gambetti soltó otra vez su risa gambettiana y me contagió esa risa gambettiana, de forma que esa tarde nos reímos los dos en el Pincio como nunca nos habíamos reído antes.
El esquema argumental es simple, como en todas las narraciones de Bernhard. Franz-Josep Murau es el segundo hijo de una alta familia austriaca, dueña del castillo de Wolfsegg y sus terrenos. Refractario a su tradición, vive en Roma, donde da clases particulares de literatura alemana a Gambetti. Nada más volver de un viaje a Wolfsegg para la boda de una de sus dos hermanas, recibe un telegrama con la noticia de que sus padres y su hermano mayor han muerto en accidente de tráfico. Así que, cuando pensaba no regresar en mucho tiempo a Wolfsegg, debe hacerlo inmediatamente para los funerales. Él es ahora el heredero.

Extinción se divide en dos capítulos compactos, sin ningún punto y aparte, como es propio de Bernhard: "El telegrama" y "El testamento" (precisamente). Como es natural, al hilo de la breve trama evoca todo su pasado. Aparte de su infancia difícil y sus conflictos con sus padres y sus hermanos, y su complicidad con su tío Georg, un réprobo que huye al sur como él, relata minuciosamente la connivencia de su familia con el nacionalsocialismo. En la última página (lo adelanto aquí, pero no importa) desvela que donará Wolfsegg (representación de Austria, como se ha venido viendo) a la comunidad israelita de Viena. Sabe que le queda poco tiempo de vida, como le quedaba a Bernhard, y al final un narrador nuevo, exterior (¿Bernhard?), que solo apareció al principio, dice que ya se ha muerto. Deja su obra Extinción, para extinguirlo todo.

No queda sitio para hablar de otro gran personaje, el eclesiástico vaticano Spadolini, amante de su madre, que yo me imagino como una mezcla de Jesús Aguirre y (de nuevo Marías) Francisco Rico. Ni de Maria, la amiga poetisa del narrador, trasunto de Ingeborg Bachmann, a la que dedica las páginas más bellas y elogiosas. Ni de su cuñado, al que llama con cachondeo "el fabricante de tapones para botellas de vino", una na sola palabra en alemán: Weinflaschenstöpselfabrikant. En el recuerdo de la boda, cuenta Murau que el cura no se acordaba de su nombre y estuvo a punto de gritarlo.

Como en otras novelas de Bernhard, como La Calera, Los comebarato u Hormingón, hay reflexiones sobre la imposibilidad de llevar a cabo la propia obra. Bernhard, que sí llevó a cabo la suya, pone en boca de Murau estas palabras también testamentarias (y para mí emocionantes, por su grandeza): 
Escribiré una obra inmensa, me digo, y al mismo tiempo tengo miedo de ello y, en ese instante del miedo, he fracasado ya, en la imposibilidad absoluta de poder empezar siquiera con ello. Decimos enfáticamente que lo que proyectamos es algo inmenso y único, no retrocedemos en absoluto ante una manifestación así, pero al mismo tiempo nos vamos con la cabeza baja a la cama y tomamos un somnífero, en lugar de comenzar lo inmenso y único. Así somos, le dije una vez a Gambetti, pretendemos ser absolutamente capaces de todo, hasta de lo más alto y lo más grande, y ni siquiera estamos en condiciones de coger la pluma para llevar al papel aunque solo sea una palabra de ese algo inmenso y único anunciado. Todos padecemos manía de grandezas, a fin de no tener que pagar por nuestra ininterrumpida bajeza. Extinción, pensé, pero, dicho sinceramente, incluso después de años, solo tenía una concepción aproximada, no pienso al respecto en algo inmenso, le dije a Gambetti, ni tampoco en algo único, pero sin embargo sí en algo más que un esbozo, más que un esbozo de existencia, en algo que se pueda mostrar. Solo en algo que se pueda mostrar y de lo que no tenga que avergonzarme, le dije a Gambetti. 
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7.9.25

Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez

[Montanoscopia] 

1. El columnismo es escribir sobre una frase de María Pombo sin saber quién es María Pombo. La frase es que leer no nos hace mejores. Una verdad cristalina. Muchos sanchistas han aducido que Hitler leía. ¡Y hasta Netanyahu! Habría que recordarles que no leer tampoco ha hecho mejor a Sánchez. Uno de ellos, Altares, ha rescatado el lema de una antigua campaña de promoción de la lectura: "Más libros, más libres". Es como si la abrazara, aunque en su devenir diario el lema tendría que completarlo así: "Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez". 

2. Todo ha partido, parece, de que la tal Pombo (arriesgado apellido para desdeñar la lectura) tiene las estanterías de su casa vacías. Me he acordado de Borges: "Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo silencioso y modesto, el arte de la crítica". En este sentido, la biblioteca sin libros de Pombo la convierte en una crítica implacable. Podría estar de acuerdo con ella. Es una biblioteca, lo acepto, en que faltan los mejores libros. Pero en compensación tampoco hay ninguno de los peores, que son la inmensa mayoría. 

3. De jovencito me gustaba acortar el "Hay que ser absolutamente moderno" de Rimbaud para dejarlo en "Hay que ser absolutamente". La frase de María Pombo también se podría acortar: "Leer nos hace". (Al menos a unos pocos.) 

4. Ábalos me cae cada vez mejor. Sus carpetas de tías en cueros lo convierten en mi semejante, en mi hermano. ¡Qué pena que yo no haya tenido su habilidad para manejar presupuestos! He hecho el bien porque no he podido hacer el mal, simplemente. Ahora se avecinan las declaraciones de su exmujer, que cuadruplicarán mi idolatría. Lo primero que ha soltado es maravilloso. Cuenta que les dijo a sus hijos: "Perdonad por haberos elegido a este señor de papá". Es como cuando Leopoldo María Panero acusó a su madre: "Lo que nunca te perdonaré es que, pudiendo haberme tenido con Luis Cernuda, me tuvieses que tener con el Conejito Blanco". (Así es como llamaba a su papá.) 

5. He de escribir una nouvelle diderotiana: Amparo Rubiales o El patriotismo de partido produce monstruas. Lo último han sido sus palabras contra Isabel Perelló, presidenta del TS y el CGPJ, por su defensa de la independencia de los jueces. Rubiales culmina ("y mi feminismo es sabido", dice): "me gustaría que se recogiera esa melena sobre la cara". Nada más nítido para ver en qué se ha convertido el PSOE que el espejo de Rubiales. 

6. Siempre pensé que a Sánchez solo podría derrotarlo un senador, es decir, una figura senatorial que encarnase exactamente lo contrario de lo que Sánchez representa. Por desgracia, Feijóo no es esa figura. Está cada vez más exasperado, más deshilachado, más sanchistizado. Y encima tampoco lee. 

7. Agresiones a lo que más amo: Lisboa, la Vuelta. Noto que se resquebrajan mis pilares. Nunca me llegué a montar en el tranvía descarrilado, pero me gustaba verlo ahí, subiendo y bajando como parte de la cotidianidad lisboeta. Su estruendo con muertos ha sido la reproducción en una calle del terrible terremoto. Algo que no le pega a la pacífica Lisboa. En cuanto a los cretinos que cortaron la Vuelta en Bilbao, está claro que se movilizaron no por los muertos de Gaza sino por los terroristas de Hamás. Al fin y al cabo los comandaba un etarra. En este contexto son espeluznantes las palabras de la sin duda bondadosa Caballero: "¿Vale más la salud y la vida de un ciclista que la de un gazatí al que el gobierno israelí está dejando morir de inanición?". 

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5.9.25

Cóctel indumentario y tochos para la playa

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 5:27

Buenas noches. Antes que nada quiero dar cuenta de un cóctel indumentario de mi invención. Yo el verano lo paso, como saben, en camisa de manga corta y bermudas. En cuanto al calzado, nadie me baja de mis chanclas. Pero las chanclas a pelo siempre me han parecido sosas, así que les he añadido un complemento: no el calcetín de los guiris, demasiado aparatoso, ¡sino el pinki! Como nos ilustró Narváez, el pinki es ese calcetincito que no pasa del tobillo. A la combinación de las chanclas con pinkis le he puesto, en honor a nuestro compañero, "cóctel Narváez". Les invito a que lo prueben y verán qué elegante les queda. Pero yo no he venido hoy aquí a hablar de frivolidades, sino de libros: de los libros de playa. Libros que no han de ser frívolos, sino todo lo contrario. Nada detesto más que esas llamadas "lecturas refrescantes" que se suelen asociar a la playa porque son lecturitas fáciles, cómodas e insustanciales. Yo defiendo como lectura playera el tocho, y a ser posible el tocho filosófico. Tengo un amigo que se ha leído en la playa la Fenomenología del espíritu de Hegel, Ser y tiempo de Heidegger y El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer. Yo, por mi lado, me he leído este agosto un libro no filosófico pero sí filosofante: Extinción de Thomas Bernhard, su novela más extensa y, como todas las suyas, sin un solo punto y aparte. Son lecturas perfectas para la playa porque cada quince minutos puedes ir a refrescarte la cabeza en el mar. Cuando la sumerges, el agua hierve un poco a su alrededor. Desde arriba el sol te mira mosqueado, porque siente que estás intentando competir con él. Aunque luego se carcajea cuando te ve marcharte con tus chanclas con pinkis.

4.9.25

¿Es una comedia? ¿Es una tragedia?

Paradoja de la prolongación del sanchismo: es una tragedia que ya solo puede vivirse como comedia. Quien lo viva como la tragedia que obviamente es está perdido. La agonía unamuniana del "me duele España" deja inerme al que la siente: se ve tragado en su propia espiral. Es más espabilado el "estoy hasta los cojones de todos nosotros" de Estanislao Figueras. He aquí un diagnóstico (que no excluye a quien lo emite) ahogante pero respirable. Al menos por la bocanada que entra con la risa.

Leo a mis colegas analizar la entrevista a Pedro Sánchez de Pepa Bueno: una farsa en las dos sillas, y en el hilo entre ambas. Solo se podría no ser falaz analizándola en términos teatrales. La apariencia de neutralidad inicial de la entrevistadora es apenas síntoma de su conciencia de falta de neutralidad, que terminó aflorando. Al fin y al cabo, ella sabe por quién presenta el Telediario: por el que tenía enfrente. Este, por su parte, habló en todo momento como si lo hiciese por primera vez. Como si no existiera un archivo con él mismo desmitiendo cada una de sus afirmaciones. (Al menos Bueno le mostró una ficha de ese archivo.)

¿Hay que tomarse en serio a Sánchez? ¿Hay que darle relevancia? ¿Hay que analizar lo que dice? El hecho de que sea el presidente del Gobierno casi obliga a responder que sí. Pero va a ser que no. Si algo está acreditado es su descrédito. Como mucho, se puede intentar detectar si aflora algún indicio o signo, igual que hacían los kremlinólogos. Se puede aspirar a ser sanchólogo, una ciencia descompensada. En este sentido, hicieron mejor quienes se centraron en su aspecto.

Su autodestrucción física, su autodestrucción específicamente facial, tal vez esté siendo el único acontecimiento moral de su carrera política: un acontecimiento no voluntario sino involuntario, fisiológico. Sé que con esto corro el riesgo de parecer uno de aquellos curas que pronosticaban ceguera o caída de manos si se incurría en masturbación. Confío en estar más cercano a un moralista francés del XVIII; que hubiese leído a Freud, por supuesto (anacronismo este ocultado porque se habría descubierto a la larga). En las somatizaciones el cuerpo sabe que algo no va bien, aunque lo ignore el sujeto. En el caso de Sánchez hay algo que va mal, incluso muy mal: Sánchez.

Se ha mencionado, a propósito del presidente, El retrato de Dorian Gray y El traje nuevo del emperador (Wilde y Andersen). Se podría añadir a Berkeley, del que tanto hablaba Borges. Según el filósofo irlandés, es el sujeto el que sostiene su mundo, por medio de su percepción. Si dejo de percibir una piedra, esta deja de existir en mi mundo. Lo traigo porque Sánchez, el sanchismo, es el mundo sostenido por los sanchistas. Los sanchistas componen el lienzo en el que está pintado el retrato de Dorian Gray. Los sanchistas confirman que Sánchez no va desnudo: va vestido con el traje que ellos le ponen. Un traje de saliva, por cierto: sus lametones lo tejen sobre su piel.

Un perspectivismo atroz ha destruido la conversación pública española. Un perspectivismo hecho de mónadas (¡aparece también Leibniz en esta columna!) cuya perspectiva la determina la ideología o el partido; o el simple accidente topológico de considerarse a uno mismo "de izquierda" o "de derecha", como elemento existencial y no racional.

No se puede dialogar en verdad, únicamente emitir frases. Lo que predomina es el teatro. Tal vez así haya sido siempre en España, solo que en el sanchismo (este fenómeno tan español) se produce con una obscenidad extraordinaria. Es realmente una comedia.

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31.8.25

Todos los partidos tienen razón

[Montanoscopia] 

1. De nuestros partidos políticos se puede afirmar lo que Schopenhauer afirmaba de las naciones: cada uno se mete con los demás, y todos tienen razón. 

2. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: la primera actuación del Gobierno con los incendios fueron los chistes del ministrete. Este dice ahora (cómo le gusta adornarse) que las provocaciones están bien si las sustentan ideas. Lo podría defender. Solo que del ministrete consta una única idea: la obediencia ciega, servil, al (puto) amo. 

3. El tétrico panorama de presidentes autonómicos del PP, ineficaces en inundaciones e incendios, le resta a Feijóo, que no pasa de ser un presidente autonómico sin autonomía (la tuvo y parece que le imprimió un carácter irreversible). A la sordidez del sanchismo solo alcanzará a sucederle, con mucha fortuna, la mediocridad del feijooísmo. 

4. La presidenta Ayuso le entrega el premio de Literatura de la Comunidad de Madrid a Alfonso Ussía. ¡A Alfonso Ussía! El problema de la derecha es que no tiene a nadie relevante en cultura. Cuando llega al poder se desespera para cubrir sus puestos y dar sus premios. Estos solo pueden ser, casi, para los de izquierda reprobados por la izquierda. El resto, los de derecha propiamente dichos: apenas variantes, con las piernas más o menos largas, de Norma Duval. 

5. Es falso que España sea un país aconfesional. Es un país sometido a la religión del nacionalismo, al que nadie le chista. Cuando la del BNG dijo que "Orense" no existe, que solo existe "Ourense", la respuesta de la ministra fue agachar la cabeza como pecadora. Faltan volterianos en España. Faltan cabezas erguidas contra el oscurantismo nacionalista. 

6. Este lunes Pepa Bueno vuelve a presentar el Telediario. Debuta con una entrevista al presidente del Gobierno que podría titularse Masaje en prime time. Espero que la acreditada sanchista modere su entusiasmo y no llegue al final feliz. 

7. No creo que el cuento español, que siempre ha gozado de mala salud, se reponga del golpe asestado por El País este agosto: esos horripilantes "amores de verano" que empezaron con Rufián, pasaron por González Porn y acaban hoy domingo con alguien que me está vedado ver, porque escribo el sábado, pero que confío esté a la altura. En sus buenos tiempos El País (así lo viví yo) era una prolongación del bachillerato; por eso, entre otras cosas, prohibía las inocentadas y fomentaba el cuento español. Hoy El País es una prolongación de la destrucción del bachillerato. 

8. Al final en El País no están los mejores: Savater, Azúa, Pardo. Ahora están en The Objective, junto con tantos otros (incluidos su primer director Cebrián y nuestro director Nieto). Este periódico está sacando (en vídeo y por escrito) una fastuosa serie de entrevistas de Andreu Jaume a Savater: serán diez y va por la quinta. Además, en primavera se publicó un libro de Fernando Savater del que no se ha hablado: Claves, en Jot Down Books. Recoge sus editoriales para Claves de Razón Práctica entre 2012 y su desaparición en 2023. La revista nació en 1990, pero hasta la muerte en 2011 de Javier Pradera (codirector con Savater) no llevaba editorial. Es un libro sin duda menor, pero con gracia; y con apuntes de ideas; y con una sintomatología de la situación nacional que se va degradando. No me resisto a poner unas líneas del prólogo, quizá significativas: "Nos divertíamos haciendo la revista: dos o tres veces al mes me reunía con Javier en su despacho de Miguel Yuste y Juan Cruz, que ocupaba el despacho de al lado, ha contado que nuestras carcajadas le escandalizaban un poco". 

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28.8.25

Curiosos eventos las presentaciones de libros

Un mérito de los escritores es fijarse en una zona de la realidad que aún no había sido tema de escritura. La realidad es entera una carta de Poe y, aunque está a la vista de todos, extraer de ella lo que se ve requiere una educación de la mirada. Esto ha hecho Enrique Bueres con esos curiosos eventos que son las presentaciones de libros. Estaban ahí a la vista de todos, particularmente de los escritores, pero el que las ha visto ha sido él.

De ellas trata su libro Lo propio y lo ajeno (Renacimiento), una lectura deliciosa cuya delicia incrementan el prólogo de David Trueba y el epílogo de Pepe Colubi, estupendos. Dice Trueba: "Bueres es ácido, asentimental, ingenioso y malvado solo en la gradación que resulta soportable". Y Colubi: "Cuando lo cree conveniente, reparte Bueres estopa con la precisión de un espadachín, la furia de un bateador y la inmisericordia de un obispo". Llegué al libro por el podcast de Manuel Sollo, que recomiendo; y recomiendo el libro como lectura para el final del verano (sintagma este que uno no puede formularse sin la entonación del Dúo Dinámico, DEP).

De las presentaciones narradas en Lo propio y lo ajeno, que pertenecen al periodo 2000-2002, yo estuve en una de 2001 en la Fnac: la de Terapia de Ariel Dorfman, con Joaquín Estefanía y José Saramago. La recuerdo perfectamente. Para preservar mi integridad física asistí disfrazado de saramaguiano, lo que consistía en llevar colgado un zurrón (¡ir de Uclés avant la lettre!). En los últimos años he encontrado a Bueres en algunas presentaciones de Tipos Infames, y en una (creo que de Ray Loriga) estuve sentado a su lado. Lo conozco solo de vista y de nombre, por la ya desaparecida revista Clarín, donde se publicaron por primera vez estas crónicas. Ahora adquieren gracia tales coincidencias.

Asistir a presentaciones de libros, y conferencias y charlas en general, es una afición de mis tiempos de estudiante en Madrid. Por la mañana miraba las convocatorias en los periódicos del colegio mayor y me armaba el programa de tarde. La primera fue en la Biblioteca Nacional (¡hace cuarenta años!), la del libro La perversión del lenguaje de Amando de Miguel, con Jesús Hermida, otro que no recuerdo (¿Senillosa?) y Luis Antonio de Villena, de quien era fan y por eso asistía. Me senté en primera fila y me levantaron abruptamente unos gorilas. Pasé a la segunda y en mi sitio recién dejado se sentó el ministro Barrionuevo, a quien tuve delante durante toda la presentación. Aún me impresiona saber que entonces estaba metido en los GAL.

No me cabe consignar todas las presentaciones a las que asistí, solo digo dos. Una de Luis Racionero, creo que la de su novela sobre Ramón Llull, que me hizo gracia porque el autor se quedó en blanco y dijo sin más (sin ansiedad): "Pues hemos terminado". Y otra de Fernando Savater, la de A decir verdad, de la que el presentador Tomás Pollán (entonces ágrafo célebre) dijo que con esa publicación Savater alcanzaba el mismo número de libros que de años.

En la actualidad voy ya a presentaciones de libros de amigos, con su trastienda: la cena posterior. Y hasta he asistido a presentaciones de libros míos. En la de El Rastro de Andrés Trapiello en 2018, Javier Gomá empezó esbozando una Fenomenología de las presentaciones de libros: una operación de la mirada, caigo ahora, como la de Bueres, solo que desde el punto de vista filosófico. Así que a las presentaciones de la rentrée asistiré (también virtualmente) de otro modo mejor, más perceptivo.

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24.8.25

La frase más nihilista de la historia

[Montanoscopia] 

1. Los ufanos familistas, que se jactan de haberle puesto dique al nihilismo gracias a la institución familiar, son los principales emisores de la frase más nihilista de la historia: "¿Qué echan hoy en la tele?". 

2. A veces pienso en los amantes a los que el patán The Puentete sencillamente les ha jodido la vida. Hace años tuve una relación Málaga-Madrid que dependía del raíl riguroso de los trenes, de su estricta puntualidad. Llegaba con el tiempo justo el viernes, tras salir del trabajo. Partía el lunes a primera hora, nada más saltar de la amorosa cama. Y así en otros festivos, puentes o moscosos. El horario se traducía en aquilatada felicidad. Funcionaba cotidianamente. Ahora me sorprendo aliviado de que aquella relación ya esté muerta. No habría podido soportar que el ministrete fuera su ejecutor. 

3. Uno de los tontos más eminentes de nuestra intelectualidad va detrás de un premio, me llega, prestigioso. Por estos manejos me imagino cómo ha conseguido los que tiene, puesto que orgánicamente los acumula: tal es su inanidad. Qué diferencia con Savater, quien enumeró en una entrevista las tres cosas que hay que hacer con las condecoraciones: "no buscarlas, no rechazarlas, no ponérselas". 

4. El acomodaticio Del Molino escribió que no es menos español que un voxista, aunque no le gusten las verbenas, y el voxismo se le echó encima. Así que me tuve que posicionar junto al acomodaticio. ¡Qué país más pesado! ¡Y este es el que supuestamente hay que amar! ¡Pretenden darte cucharadas de españolidad como aceite de ricino y encima te exigen un plus de sentimiento! El gran problema español ha sido siempre la incapacidad para el pensamiento abstracto. Por eso no les entra en la mollera el (limpio) concepto de ciudadanía formal (¡vacía!). Al parecer no basta con cumplir la ley: hay también que ir a verbenas, bailar jotas y despeñar cabras desde campanarios. 

5. Así pierden la batalla cultural los melones que dicen entablarla: no encomendándose a la Ilustración y a la universalidad que lo woke revoca, sino a un más turbio oscurantismo. 

6. Entrañables esos gallegos, asturianos y demás a los que les ha dado por sacar vídeos contra los madrileños que visitan sus regionales y provinciales tierras. Qué dócilmente se amoldan a la denominación ya dispuesta para ellos: paletos. 

7. Este verano nuestros políticos han tenido a los españoles donde querían: quemándose a la parrilla. Hace unos meses los tuvieron ahogándose. Muerte por fuego, muerte por agua: el sueño de nuestros políticos para con los desgraciados que los votan. Es la culminación de larguísimos años de selección adversa mediante la cual los peores de la sociedad son los que han llegado arriba, como regurgitaciones de retrete. Ya cuestan vidas contantes y sonantes: vidas que sin ellos seguirían vivas. Pero a ellos les da igual: solo se acusan entre sí, eludiendo sus responsabilidades como irresponsables. ¿Antipolítica? Qué si no. Pero una antipolítica radical, cuyo desprecio incluye a los enfáticos de los extremos, que no arreglan nada. En el Borges de Alifano me encuentro esta definición de la política según Azorín (supongo que sería el joven Azorín, el anarquista): "juego sucio entre matones". 

8. Más perlitas del Borges de Alifano, que voy picoteando junto al ventilador. Borges llama a los periódicos "museos de minucias efímeras". Y dice que en su juventud se ganaba el pan "escribiendo para el olvido, haciendo periodismo". Tiene memorables pullas contra Perón, pero no puedo reproducirlas porque prometí que en agosto no hablaría de Sánchez. Por último (por ahora) esta maravilla: "Una de las mejores inversiones de la vida es la adquisición de buenos recuerdos". 

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21.8.25

El verano de Arquíloco

Se suponía que aquel verano debía ganar algo de dinero para el curso que iba a empezar en Madrid en octubre (¡entonces empezaban en octubre!) y solo encontré trabajo (tampoco era yo un lince buscándolos) como vendedor de enciclopedias. Adelanto que no vendí ni una, pero la experiencia tuvo su interés.

Al principio fui de acompañante de una vendedora experta, para observarla. Se me rompía el corazón al ver cómo les colocaba enciclopedias a padres pobres por medio del chantaje emocional sobre el futuro de sus hijos, quienes contribuían poniendo cara de Pablito Calvo. Qué habrá sido de aquellas enciclopedias para el futuro, que el futuro inutilizó.

Pronto entendí que para ser un buen vendedor había que creer en el producto. Mi jornada inaugural, tras la ronda de los integrantes del grupo por pisos del barrio elegido, se me ocurrió soltar un chiste sobre la calidad de nuestras enciclopedias. El jefe se sorprendió, y me recitó muy serio los trucos que él mismo nos había enseñado para embaucar a los clientes.

Llegó el momento de salir solo. Fue un desastre. Me ponía de parte de mis supuestas víctimas cuando se resistían a mis esmirriados argumentos. Contraviniendo las instrucciones, me fui a vender a una zona acomodada. En ella el chantaje emocional carecería de efecto, pero al menos no corría el riesgo de entrampar a un desgraciado.

La señora me abrió. La casa estaba muy bien puesta, a diferencia de las anteriores, tan menesterosas. Me permitió que le soltara la retahíla entera, sin interrumpirme. Daba ya por vendida mi primera enciclopedia. Pero la señora rechazó comprarla: me dijo que me había hecho pasar y me había escuchado solo por educación. En ese momento vi en el mueble una fotografía de ella con su marido. Este, no me lo podía creer, era uno de los despreciables profesores de Filosofía que me había dado clase ese año y de los que yo escapaba yéndome a Madrid.

El remate fue en la siguiente puerta. Esta vez era un señor el que me hizo pasar y también escuchó mi discurso completo. Al término, me soltó: "Eres un chapuzas, macho". Resulta que él había sido vendedor, un número uno, según él, y había sentido curiosidad por cómo lo hacía aquel joven. "Fatal", resumió. Y se puso a desgranar mis defectos, que eran todos.

Ahí acabó mi carrera. Fui a casa a soltar los carpetones. Sabía que Curro y Palomo, a los que había conocido precisamente en primero de Filosofía, estaban en la playa de las Acacias. Aún no habíamos ido juntos, por mi dichosa obligación de las enciclopedias. Me puse el bañador, cogí la bici. Recuerdo la alegría mientras pedaleaba por el paseo marítimo, liberado al fin.

Estaban en sus toallas con la antología de lírica arcaica griega de Carlos García Gual en Alianza, que habían robado de la biblioteca. La imagen que tengo de aquella tarde es ideal: mi bici puesta boca abajo en la arena y los tres soltando bromas con material culto. Hasta entonces me había faltado eso. Qué felicidad de pronto estar hablando de altos temas y a la vez gamberrear y reírse.

Escoger como lema vanguardista los versos de Tirteo de Esparta: "Pues es hermoso morir si uno cae en la vanguardia / cual guerrero valiente que por su patria pelea". O adorar a Arquíloco: "En la lanza tengo mi pan negro, en la lanza / mi vino de Ismaro, y bebo apoyado en mi lanza". Su libertad de tirar el preciado escudo: "¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor".

Fue entero el verano de Arquíloco, con vida pagana (éramos nietzscheanos, al cabo) junto al mismo mar. ¡Sensualidades de Safo y Alceo, vigor de Píndaro! Y la inoculación melancólica de poetas como Anacreonte, Teognis o Mimnermo, que nos hacían conscientes de la caducidad y la decrepitud a los diecinueve años. Pero la solución la daba el propio Arquíloco: "Porque ni llorando remediaré nada, ni nada / empeoraré dándome a placeres y festejos".

En cuanto al dinero que me faltaba, me siguió faltando, pero me fui a Madrid. El chantaje emocional se lo hice yo a mis pobres padres, no en plan Pablito Calvo sino Joselito, niño prodigio y traficante de armas: nuestro Rimbaud.

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17.8.25

Escribir en chándal

[Montanoscopia] 

1. Vidal-Folch (el nuestro, el bueno) ha escrito un estupendo artículo sobre Pessoa, en el que expone algunas de las enseñanzas que le ha proporcionado la repetida lectura de la biografía del poeta portugués escrita por Richard Zenith. Hacia finales de año la publicará Acantilado en español. El articulista no dice, por coquetería, que la traducción la ha hecho él. Aunque creo que además de la coquetería está la culpa. Las maratonianas jornadas que le exigieron este libro monumental le obligaron a traducir en chándal. Esta es una especulación mía, pero resulta de cajón. Entiendo que el declarado antibermudista (y antimangacortista) Vidal-Folch trate de escamotear que en casa se pone chándal para traducir y para escribir. No dudo, eso sí, que el chándal le siente bien, como es propio de un hombre tan elegante. 

2. Hago una asociación pessoana a partir del diario de Juan Marqués Creo que el sol nos sigue, que ha publicado Pre-Textos. La primera versión de algunas entradas aparecieron en su día en The Objective (el título, por ejemplo, sale de esta). El libro es corto y suficiente como un poemario. En un pasaje, después de releer con disfrute Biografía del silencio de Pablo D'Ors, escribe Marqués que le escama: "Esa insistencia en que la meditación es el mejor modo de conocerse, esa obsesión con reflexionar sobre uno mismo, esa manía con pensarse...". Aquí es donde me he acordado de Pessoa, una de cuyas odas de Ricardo Reis termina: "Los dioses son dioses / porque no se piensan". 

3. Como individuo flotante y aislado, sin pertenencia clara (desde luego, cero pertenencia a lo que los apretaos y apretás quieren que pertenezca), estoy disfrutando como nadie con una de mis facetas de este verano: la de cinéfilo del cine japonés. Me he visto todo Ozu y todo Mizoguchi, más algún Shindô, Naruse y Kobayashi. Ahora me dispongo a ver todo Kurosawa, pero antes me he puesto dos películas maravillosas dirigidas por la actriz (y directora también, a partir de ellas) Kinuyo Tanaka: Pechos eternos y La luna se levanta. Ella sale en numerosas obras maestras, con su papadita adorable; por ejemplo, en La vida de Oharu de Mizoguchi. Encontré el debate que le dedicaron en Qué grande es el cine ¡y no se la menciona! A pesar de que ella es la protagonista absoluta y de que, como digo, fue cineasta también. Pechos eternos es un drama pionero sobre el cáncer de mama, con uno de los finales más tristes de la historia del cine. La luna se levanta es una deliciosa comedia sentimental, con guión de Ozu y uno de los finales más felices de la historia del cine. 

4. Otra cineasta que me tuvo atrapado en primavera es Chantal Akerman, de la que vi entonces todas las películas disponibles, incluida Jeanne Dielman, que me gustó mucho, aunque todavía más la rohmeriana Los encuentros de Anna. He leído ahora un librito que me compré en Lisboa y que Tránsito tiene editado en español: Una familia en Bruselas. Es prodigioso: una versión literaria, plenamente literaria, de sus películas. Habla sin parar, en chorro musical, coloquial, bernhardiano, una mujer que puede ser la madre de la autora, una polaca superviviente de Auschwitz que terminó residiendo en Bruselas. Ya la conocíamos de la película No home movie, la última de Akerman, y de otras alusiones e interpretaciones por otras actrices. Para ella su madre era tan fundamental que se suicidó tras su muerte. Akerman misma sale en sus películas con un poderoso desaliño, libérrimo, desprejuiciado: en chándal y cosas peores (o mejores: desnuda). Pocas ha habido más brillantes que ella. 

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