5.9.25

Cóctel indumentario y tochos para la playa



[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 5:27

Buenas noches. Antes que nada quiero dar cuenta de un cóctel indumentario de mi invención. Yo el verano lo paso, como saben, en camisa de manga corta y bermudas. En cuanto al calzado, nadie me baja de mis chanclas. Pero las chanclas a pelo siempre me han parecido sosas, así que les he añadido un complemento: no el calcetín de los guiris, demasiado aparatoso, ¡sino el pinki! Como nos ilustró Narváez, el pinki es ese calcetincito que no pasa del tobillo. A la combinación de las chanclas con pinkis le he puesto, en honor a nuestro compañero, "cóctel Narváez". Les invito a que lo prueben y verán qué elegante les queda. Pero yo no he venido hoy aquí a hablar de frivolidades, sino de libros: de los libros de playa. Libros que no han de ser frívolos, sino todo lo contrario. Nada detesto más que esas llamadas "lecturas refrescantes" que se suelen asociar a la playa porque son lecturitas fáciles, cómodas e insustanciales. Yo defiendo como lectura playera el tocho, y a ser posible el tocho filosófico. Tengo un amigo que se ha leído en la playa la Fenomenología del espíritu de Hegel, Ser y tiempo de Heidegger y El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer. Yo, por mi lado, me he leído este agosto un libro no filosófico pero sí filosofante: Extinción de Thomas Bernhard, su novela más extensa y, como todas las suyas, sin un solo punto y aparte. Son lecturas perfectas para la playa porque cada quince minutos puedes ir a refrescarte la cabeza en el mar. Cuando la sumerges, el agua hierve un poco a su alrededor. Desde arriba el sol te mira mosqueado, porque siente que estás intentando competir con él. Aunque luego se carcajea cuando te ve marcharte con tus chanclas con pinkis.

4.9.25

¿Es una comedia? ¿Es una tragedia?

Paradoja de la prolongación del sanchismo: es una tragedia que ya solo puede vivirse como comedia. Quien lo viva como la tragedia que obviamente es está perdido. La agonía unamuniana del "me duele España" deja inerme al que la siente: se ve tragado en su propia espiral. Es más espabilado el "estoy hasta los cojones de todos nosotros" de Estanislao Figueras. He aquí un diagnóstico (que no excluye a quien lo emite) ahogante pero respirable. Al menos por la bocanada que entra con la risa.

Leo a mis colegas analizar la entrevista a Pedro Sánchez de Pepa Bueno: una farsa en las dos sillas, y en el hilo entre ambas. Solo se podría no ser falaz analizándola en términos teatrales. La apariencia de neutralidad inicial de la entrevistadora es apenas síntoma de su conciencia de falta de neutralidad, que terminó aflorando. Al fin y al cabo, ella sabe por quién presenta el Telediario: por el que tenía enfrente. Este, por su parte, habló en todo momento como si lo hiciese por primera vez. Como si no existiera un archivo con él mismo desmitiendo cada una de sus afirmaciones. (Al menos Bueno le mostró una ficha de ese archivo.)

¿Hay que tomarse en serio a Sánchez? ¿Hay que darle relevancia? ¿Hay que analizar lo que dice? El hecho de que sea el presidente del Gobierno casi obliga a responder que sí. Pero va a ser que no. Si algo está acreditado es su descrédito. Como mucho, se puede intentar detectar si aflora algún indicio o signo, igual que hacían los kremlinólogos. Se puede aspirar a ser sanchólogo, una ciencia descompensada. En este sentido, hicieron mejor quienes se centraron en su aspecto.

Su autodestrucción física, su autodestrucción específicamente facial, tal vez esté siendo el único acontecimiento moral de su carrera política: un acontecimiento no voluntario sino involuntario, fisiológico. Sé que con esto corro el riesgo de parecer uno de aquellos curas que pronosticaban ceguera o caída de manos si se incurría en masturbación. Confío en estar más cercano a un moralista francés del XVIII; que hubiese leído a Freud, por supuesto (anacronismo este ocultado porque se habría descubierto a la larga). En las somatizaciones el cuerpo sabe que algo no va bien, aunque lo ignore el sujeto. En el caso de Sánchez hay algo que va mal, incluso muy mal: Sánchez.

Se ha mencionado, a propósito del presidente, El retrato de Dorian Gray y El traje nuevo del emperador (Wilde y Andersen). Se podría añadir a Berkeley, del que tanto hablaba Borges. Según el filósofo irlandés, es el sujeto el que sostiene su mundo, por medio de su percepción. Si dejo de percibir una piedra, esta deja de existir en mi mundo. Lo traigo porque Sánchez, el sanchismo, es el mundo sostenido por los sanchistas. Los sanchistas componen el lienzo en el que está pintado el retrato de Dorian Gray. Los sanchistas confirman que Sánchez no va desnudo: va vestido con el traje que ellos le ponen. Un traje de saliva, por cierto: sus lametones lo tejen sobre su piel.

Un perspectivismo atroz ha destruido la conversación pública española. Un perspectivismo hecho de mónadas (¡aparece también Leibniz en esta columna!) cuya perspectiva la determina la ideología o el partido; o el simple accidente topológico de considerarse a uno mismo "de izquierda" o "de derecha", como elemento existencial y no racional.

No se puede dialogar en verdad, únicamente emitir frases. Lo que predomina es el teatro. Tal vez así haya sido siempre en España, solo que en el sanchismo (este fenómeno tan español) se produce con una obscenidad extraordinaria. Es realmente una comedia.

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31.8.25

Todos los partidos tienen razón

[Montanoscopia] 

1. De nuestros partidos políticos se puede afirmar lo que Schopenhauer afirmaba de las naciones: cada uno se mete con los demás, y todos tienen razón. 

2. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: la primera actuación del Gobierno con los incendios fueron los chistes del ministrete. Este dice ahora (cómo le gusta adornarse) que las provocaciones están bien si las sustentan ideas. Lo podría defender. Solo que del ministrete consta una única idea: la obediencia ciega, servil, al (puto) amo. 

3. El tétrico panorama de presidentes autonómicos del PP, ineficaces en inundaciones e incendios, le resta a Feijóo, que no pasa de ser un presidente autonómico sin autonomía (la tuvo y parece que le imprimió un carácter irreversible). A la sordidez del sanchismo solo alcanzará a sucederle, con mucha fortuna, la mediocridad del feijooísmo. 

4. La presidenta Ayuso le entrega el premio de Literatura de la Comunidad de Madrid a Alfonso Ussía. ¡A Alfonso Ussía! El problema de la derecha es que no tiene a nadie relevante en cultura. Cuando llega al poder se desespera para cubrir sus puestos y dar sus premios. Estos solo pueden ser, casi, para los de izquierda reprobados por la izquierda. El resto, los de derecha propiamente dichos: apenas variantes, con las piernas más o menos largas, de Norma Duval. 

5. Es falso que España sea un país aconfesional. Es un país sometido a la religión del nacionalismo, al que nadie le chista. Cuando la del BNG dijo que "Orense" no existe, que solo existe "Ourense", la respuesta de la ministra fue agachar la cabeza como pecadora. Faltan volterianos en España. Faltan cabezas erguidas contra el oscurantismo nacionalista. 

6. Este lunes Pepa Bueno vuelve a presentar el Telediario. Debuta con una entrevista al presidente del Gobierno que podría titularse Masaje en prime time. Espero que la acreditada sanchista modere su entusiasmo y no llegue al final feliz. 

7. No creo que el cuento español, que siempre ha gozado de mala salud, se reponga del golpe asestado por El País este agosto: esos horripilantes "amores de verano" que empezaron con Rufián, pasaron por González Porn y acaban hoy domingo con alguien que me está vedado ver, porque escribo el sábado, pero que confío esté a la altura. En sus buenos tiempos El País (así lo viví yo) era una prolongación del bachillerato; por eso, entre otras cosas, prohibía las inocentadas y fomentaba el cuento español. Hoy El País es una prolongación de la destrucción del bachillerato. 

8. Al final en El País no están los mejores: Savater, Azúa, Pardo. Ahora están en The Objective, junto con tantos otros (incluidos su primer director Cebrián y nuestro director Nieto). Este periódico está sacando (en vídeo y por escrito) una fastuosa serie de entrevistas de Andreu Jaume a Savater: serán diez y va por la quinta. Además, en primavera se publicó un libro de Fernando Savater del que no se ha hablado: Claves, en Jot Down Books. Recoge sus editoriales para Claves de Razón Práctica entre 2012 y su desaparición en 2023. La revista nació en 1990, pero hasta la muerte en 2011 de Javier Pradera (codirector con Savater) no llevaba editorial. Es un libro sin duda menor, pero con gracia; y con apuntes de ideas; y con una sintomatología de la situación nacional que se va degradando. No me resisto a poner unas líneas del prólogo, quizá significativas: "Nos divertíamos haciendo la revista: dos o tres veces al mes me reunía con Javier en su despacho de Miguel Yuste y Juan Cruz, que ocupaba el despacho de al lado, ha contado que nuestras carcajadas le escandalizaban un poco". 

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28.8.25

Curiosos eventos las presentaciones de libros

Un mérito de los escritores es fijarse en una zona de la realidad que aún no había sido tema de escritura. La realidad es entera una carta de Poe y, aunque está a la vista de todos, extraer de ella lo que se ve requiere una educación de la mirada. Esto ha hecho Enrique Bueres con esos curiosos eventos que son las presentaciones de libros. Estaban ahí a la vista de todos, particularmente de los escritores, pero el que las ha visto ha sido él.

De ellas trata su libro Lo propio y lo ajeno (Renacimiento), una lectura deliciosa cuya delicia incrementan el prólogo de David Trueba y el epílogo de Pepe Colubi, estupendos. Dice Trueba: "Bueres es ácido, asentimental, ingenioso y malvado solo en la gradación que resulta soportable". Y Colubi: "Cuando lo cree conveniente, reparte Bueres estopa con la precisión de un espadachín, la furia de un bateador y la inmisericordia de un obispo". Llegué al libro por el podcast de Manuel Sollo, que recomiendo; y recomiendo el libro como lectura para el final del verano (sintagma este que uno no puede formularse sin la entonación del Dúo Dinámico, DEP).

De las presentaciones narradas en Lo propio y lo ajeno, que pertenecen al periodo 2000-2002, yo estuve en una de 2001 en la Fnac: la de Terapia de Ariel Dorfman, con Joaquín Estefanía y José Saramago. La recuerdo perfectamente. Para preservar mi integridad física asistí disfrazado de saramaguiano, lo que consistía en llevar colgado un zurrón (¡ir de Uclés avant la lettre!). En los últimos años he encontrado a Bueres en algunas presentaciones de Tipos Infames, y en una (creo que de Ray Loriga) estuve sentado a su lado. Lo conozco solo de vista y de nombre, por la ya desaparecida revista Clarín, donde se publicaron por primera vez estas crónicas. Ahora adquieren gracia tales coincidencias.

Asistir a presentaciones de libros, y conferencias y charlas en general, es una afición de mis tiempos de estudiante en Madrid. Por la mañana miraba las convocatorias en los periódicos del colegio mayor y me armaba el programa de tarde. La primera fue en la Biblioteca Nacional (¡hace cuarenta años!), la del libro La perversión del lenguaje de Amando de Miguel, con Jesús Hermida, otro que no recuerdo (¿Senillosa?) y Luis Antonio de Villena, de quien era fan y por eso asistía. Me senté en primera fila y me levantaron abruptamente unos gorilas. Pasé a la segunda y en mi sitio recién dejado se sentó el ministro Barrionuevo, a quien tuve delante durante toda la presentación. Aún me impresiona saber que entonces estaba metido en los GAL.

No me cabe consignar todas las presentaciones a las que asistí, solo digo dos. Una de Luis Racionero, creo que la de su novela sobre Ramón Llull, que me hizo gracia porque el autor se quedó en blanco y dijo sin más (sin ansiedad): "Pues hemos terminado". Y otra de Fernando Savater, la de A decir verdad, de la que el presentador Tomás Pollán (entonces ágrafo célebre) dijo que con esa publicación Savater alcanzaba el mismo número de libros que de años.

En la actualidad voy ya a presentaciones de libros de amigos, con su trastienda: la cena posterior. Y hasta he asistido a presentaciones de libros míos. En la de El Rastro de Andrés Trapiello en 2018, Javier Gomá empezó esbozando una Fenomenología de las presentaciones de libros: una operación de la mirada, caigo ahora, como la de Bueres, solo que desde el punto de vista filosófico. Así que a las presentaciones de la rentrée asistiré (también virtualmente) de otro modo mejor, más perceptivo.

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24.8.25

La frase más nihilista de la historia

[Montanoscopia] 

1. Los ufanos familistas, que se jactan de haberle puesto dique al nihilismo gracias a la institución familiar, son los principales emisores de la frase más nihilista de la historia: "¿Qué echan hoy en la tele?". 

2. A veces pienso en los amantes a los que el patán The Puentete sencillamente les ha jodido la vida. Hace años tuve una relación Málaga-Madrid que dependía del raíl riguroso de los trenes, de su estricta puntualidad. Llegaba con el tiempo justo el viernes, tras salir del trabajo. Partía el lunes a primera hora, nada más saltar de la amorosa cama. Y así en otros festivos, puentes o moscosos. El horario se traducía en aquilatada felicidad. Funcionaba cotidianamente. Ahora me sorprendo aliviado de que aquella relación ya esté muerta. No habría podido soportar que el ministrete fuera su ejecutor. 

3. Uno de los tontos más eminentes de nuestra intelectualidad va detrás de un premio, me llega, prestigioso. Por estos manejos me imagino cómo ha conseguido los que tiene, puesto que orgánicamente los acumula: tal es su inanidad. Qué diferencia con Savater, quien enumeró en una entrevista las tres cosas que hay que hacer con las condecoraciones: "no buscarlas, no rechazarlas, no ponérselas". 

4. El acomodaticio Del Molino escribió que no es menos español que un voxista, aunque no le gusten las verbenas, y el voxismo se le echó encima. Así que me tuve que posicionar junto al acomodaticio. ¡Qué país más pesado! ¡Y este es el que supuestamente hay que amar! ¡Pretenden darte cucharadas de españolidad como aceite de ricino y encima te exigen un plus de sentimiento! El gran problema español ha sido siempre la incapacidad para el pensamiento abstracto. Por eso no les entra en la mollera el (limpio) concepto de ciudadanía formal (¡vacía!). Al parecer no basta con cumplir la ley: hay también que ir a verbenas, bailar jotas y despeñar cabras desde campanarios. 

5. Así pierden la batalla cultural los melones que dicen entablarla: no encomendándose a la Ilustración y a la universalidad que lo woke revoca, sino a un más turbio oscurantismo. 

6. Entrañables esos gallegos, asturianos y demás a los que les ha dado por sacar vídeos contra los madrileños que visitan sus regionales y provinciales tierras. Qué dócilmente se amoldan a la denominación ya dispuesta para ellos: paletos. 

7. Este verano nuestros políticos han tenido a los españoles donde querían: quemándose a la parrilla. Hace unos meses los tuvieron ahogándose. Muerte por fuego, muerte por agua: el sueño de nuestros políticos para con los desgraciados que los votan. Es la culminación de larguísimos años de selección adversa mediante la cual los peores de la sociedad son los que han llegado arriba, como regurgitaciones de retrete. Ya cuestan vidas contantes y sonantes: vidas que sin ellos seguirían vivas. Pero a ellos les da igual: solo se acusan entre sí, eludiendo sus responsabilidades como irresponsables. ¿Antipolítica? Qué si no. Pero una antipolítica radical, cuyo desprecio incluye a los enfáticos de los extremos, que no arreglan nada. En el Borges de Alifano me encuentro esta definición de la política según Azorín (supongo que sería el joven Azorín, el anarquista): "juego sucio entre matones". 

8. Más perlitas del Borges de Alifano, que voy picoteando junto al ventilador. Borges llama a los periódicos "museos de minucias efímeras". Y dice que en su juventud se ganaba el pan "escribiendo para el olvido, haciendo periodismo". Tiene memorables pullas contra Perón, pero no puedo reproducirlas porque prometí que en agosto no hablaría de Sánchez. Por último (por ahora) esta maravilla: "Una de las mejores inversiones de la vida es la adquisición de buenos recuerdos". 

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21.8.25

El verano de Arquíloco

Se suponía que aquel verano debía ganar algo de dinero para el curso que iba a empezar en Madrid en octubre (¡entonces empezaban en octubre!) y solo encontré trabajo (tampoco era yo un lince buscándolos) como vendedor de enciclopedias. Adelanto que no vendí ni una, pero la experiencia tuvo su interés.

Al principio fui de acompañante de una vendedora experta, para observarla. Se me rompía el corazón al ver cómo les colocaba enciclopedias a padres pobres por medio del chantaje emocional sobre el futuro de sus hijos, quienes contribuían poniendo cara de Pablito Calvo. Qué habrá sido de aquellas enciclopedias para el futuro, que el futuro inutilizó.

Pronto entendí que para ser un buen vendedor había que creer en el producto. Mi jornada inaugural, tras la ronda de los integrantes del grupo por pisos del barrio elegido, se me ocurrió soltar un chiste sobre la calidad de nuestras enciclopedias. El jefe se sorprendió, y me recitó muy serio los trucos que él mismo nos había enseñado para embaucar a los clientes.

Llegó el momento de salir solo. Fue un desastre. Me ponía de parte de mis supuestas víctimas cuando se resistían a mis esmirriados argumentos. Contraviniendo las instrucciones, me fui a vender a una zona acomodada. En ella el chantaje emocional carecería de efecto, pero al menos no corría el riesgo de entrampar a un desgraciado.

La señora me abrió. La casa estaba muy bien puesta, a diferencia de las anteriores, tan menesterosas. Me permitió que le soltara la retahíla entera, sin interrumpirme. Daba ya por vendida mi primera enciclopedia. Pero la señora rechazó comprarla: me dijo que me había hecho pasar y me había escuchado solo por educación. En ese momento vi en el mueble una fotografía de ella con su marido. Este, no me lo podía creer, era uno de los despreciables profesores de Filosofía que me había dado clase ese año y de los que yo escapaba yéndome a Madrid.

El remate fue en la siguiente puerta. Esta vez era un señor el que me hizo pasar y también escuchó mi discurso completo. Al término, me soltó: "Eres un chapuzas, macho". Resulta que él había sido vendedor, un número uno, según él, y había sentido curiosidad por cómo lo hacía aquel joven. "Fatal", resumió. Y se puso a desgranar mis defectos, que eran todos.

Ahí acabó mi carrera. Fui a casa a soltar los carpetones. Sabía que Curro y Palomo, a los que había conocido precisamente en primero de Filosofía, estaban en la playa de las Acacias. Aún no habíamos ido juntos, por mi dichosa obligación de las enciclopedias. Me puse el bañador, cogí la bici. Recuerdo la alegría mientras pedaleaba por el paseo marítimo, liberado al fin.

Estaban en sus toallas con la antología de lírica arcaica griega de Carlos García Gual en Alianza, que habían robado de la biblioteca. La imagen que tengo de aquella tarde es ideal: mi bici puesta boca abajo en la arena y los tres soltando bromas con material culto. Hasta entonces me había faltado eso. Qué felicidad de pronto estar hablando de altos temas y a la vez gamberrear y reírse.

Escoger como lema vanguardista los versos de Tirteo de Esparta: "Pues es hermoso morir si uno cae en la vanguardia / cual guerrero valiente que por su patria pelea". O adorar a Arquíloco: "En la lanza tengo mi pan negro, en la lanza / mi vino de Ismaro, y bebo apoyado en mi lanza". Su libertad de tirar el preciado escudo: "¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor".

Fue entero el verano de Arquíloco, con vida pagana (éramos nietzscheanos, al cabo) junto al mismo mar. ¡Sensualidades de Safo y Alceo, vigor de Píndaro! Y la inoculación melancólica de poetas como Anacreonte, Teognis o Mimnermo, que nos hacían conscientes de la caducidad y la decrepitud a los diecinueve años. Pero la solución la daba el propio Arquíloco: "Porque ni llorando remediaré nada, ni nada / empeoraré dándome a placeres y festejos".

En cuanto al dinero que me faltaba, me siguió faltando, pero me fui a Madrid. El chantaje emocional se lo hice yo a mis pobres padres, no en plan Pablito Calvo sino Joselito, niño prodigio y traficante de armas: nuestro Rimbaud.

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17.8.25

Escribir en chándal

[Montanoscopia] 

1. Vidal-Folch (el nuestro, el bueno) ha escrito un estupendo artículo sobre Pessoa, en el que expone algunas de las enseñanzas que le ha proporcionado la repetida lectura de la biografía del poeta portugués escrita por Richard Zenith. Hacia finales de año la publicará Acantilado en español. El articulista no dice, por coquetería, que la traducción la ha hecho él. Aunque creo que además de la coquetería está la culpa. Las maratonianas jornadas que le exigieron este libro monumental le obligaron a traducir en chándal. Esta es una especulación mía, pero resulta de cajón. Entiendo que el declarado antibermudista (y antimangacortista) Vidal-Folch trate de escamotear que en casa se pone chándal para traducir y para escribir. No dudo, eso sí, que el chándal le siente bien, como es propio de un hombre tan elegante. 

2. Hago una asociación pessoana a partir del diario de Juan Marqués Creo que el sol nos sigue, que ha publicado Pre-Textos. La primera versión de algunas entradas aparecieron en su día en The Objective (el título, por ejemplo, sale de esta). El libro es corto y suficiente como un poemario. En un pasaje, después de releer con disfrute Biografía del silencio de Pablo D'Ors, escribe Marqués que le escama: "Esa insistencia en que la meditación es el mejor modo de conocerse, esa obsesión con reflexionar sobre uno mismo, esa manía con pensarse...". Aquí es donde me he acordado de Pessoa, una de cuyas odas de Ricardo Reis termina: "Los dioses son dioses / porque no se piensan". 

3. Como individuo flotante y aislado, sin pertenencia clara (desde luego, cero pertenencia a lo que los apretaos y apretás quieren que pertenezca), estoy disfrutando como nadie con una de mis facetas de este verano: la de cinéfilo del cine japonés. Me he visto todo Ozu y todo Mizoguchi, más algún Shindô, Naruse y Kobayashi. Ahora me dispongo a ver todo Kurosawa, pero antes me he puesto dos películas maravillosas dirigidas por la actriz (y directora también, a partir de ellas) Kinuyo Tanaka: Pechos eternos y La luna se levanta. Ella sale en numerosas obras maestras, con su papadita adorable; por ejemplo, en La vida de Oharu de Mizoguchi. Encontré el debate que le dedicaron en Qué grande es el cine ¡y no se la menciona! A pesar de que ella es la protagonista absoluta y de que, como digo, fue cineasta también. Pechos eternos es un drama pionero sobre el cáncer de mama, con uno de los finales más tristes de la historia del cine. La luna se levanta es una deliciosa comedia sentimental, con guión de Ozu y uno de los finales más felices de la historia del cine. 

4. Otra cineasta que me tuvo atrapado en primavera es Chantal Akerman, de la que vi entonces todas las películas disponibles, incluida Jeanne Dielman, que me gustó mucho, aunque todavía más la rohmeriana Los encuentros de Anna. He leído ahora un librito que me compré en Lisboa y que Tránsito tiene editado en español: Una familia en Bruselas. Es prodigioso: una versión literaria, plenamente literaria, de sus películas. Habla sin parar, en chorro musical, coloquial, bernhardiano, una mujer que puede ser la madre de la autora, una polaca superviviente de Auschwitz que terminó residiendo en Bruselas. Ya la conocíamos de la película No home movie, la última de Akerman, y de otras alusiones e interpretaciones por otras actrices. Para ella su madre era tan fundamental que se suicidó tras su muerte. Akerman misma sale en sus películas con un poderoso desaliño, libérrimo, desprejuiciado: en chándal y cosas peores (o mejores: desnuda). Pocas ha habido más brillantes que ella. 

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14.8.25

El verano de Griguol

"Traigo tresientas gorras y ninguna bonita", dijo Carlos Timoteo Griguol con su acento argentino cuando llegó a España para entrenar al Betis. Era Chiquito de la Calzada hecho míster. Lo adoré al instante. Fue en el verano de 1999 y solo aguantó un año en Sevilla, durante el que seguí todas sus declaraciones y no cesé de imitarlo. El verano siguiente, el del 2000, tuve que quedarme por primera vez en Madrid, trabajando. Decidí llevar gorras a lo Griguol y por eso le puse "el verano de Griguol".

No solo llevé gorra, sino todo lo demás: pioneras bermudas, camisas de manga corta, gafas de sol, sandalias. Me camuflé de turista para vivir el julio y el agosto madrileños. Por fortuna trabajaba en casa, escribiendo una serie; solo tenía un par de reuniones semanales. Me quedaba mucho tiempo libre y vivía Madrid a ese ritmo mitificado del verano. Lo que se cuenta es verdad: uno añora el mar, está claro, añora las vacaciones; pero, ya puestos, echa unos días y noches aceptables, con su poética particular. Luego tuve que pasar más veranos, pero el que recuerdo es el primero, en que todas aquellas sensaciones se grabaron en mí.

Iba mucho al cine yo solo, por la refrigeración. Me metía en los cafés de la cadena Jamaica, por la refrigeración. Leía la prensa de pie en el Vips; solo me compraba El País si había artículo de Savater o Azúa. Comía también en el Vips, o en el McDonald's o en la Cantina Mariachi. "¿En qué franquicia comes hoy?", me preguntaba con sorna un amigo. La Cantina Mariachi a la que yo iba la cambiaron de un día para otro por un Lizarran: se quedaron los mismos camareros mexicanos disfrazados de pamplonicas. En la calle los pasos debían ser lentos, y siempre por la acera de sombra. Si uno tenía que cruzar por un tramo de sol, sentía el cuchillo caliente cortándole el cuerpo. Había algo zen, o samurái.

Solo salí una vez de Madrid en aquellos meses: para ir a ver a João Gilberto a Barcelona, que actuaba en el Grec. Me escapé con mi amiga Marga, que era la productora de Gran Hermano, entonces en su apogeo. Con frecuencia ella tenía que resolver por el móvil asuntos de la Casa. En Barcelona reencontré aquel día la brisa mediterránea, que recibí con felicidad tras tanta ausencia. Y por la noche el genio de la bossa nova, que nos dejó mudos.

Iba también al templo de Debod, a la Fnac, y por la noche a las terrazas de Olavide y Conde-Duque. Recuerdo que fue el verano del submarino Kursk, cuyo rescate imposible estuvo durante días en la tele, como una pecera siniestra. Una tarde me terminaba mi McPollo en la plaza de los Cubos cuando pasó caminando muy despacio, solo, Lou Reed. Le eché un vistazo y seguí con mi comida. Me gustó no inmutarme, porque eso probaba que yo era un neoyorquino más. (Para disipar dudas miré al día siguiente el periódico y, en efecto, Lou había estado en Madrid.)

Yo vivía por la zona de Serrano Jover con Princesa. En las madrugadas de calor insoportable me vestía (sin las gafas de sol ni la gorra de Griguol) y bajaba hasta la plaza de España. Me situaba en la esquina del hotel con calle Reyes: allí siempre corría el aire. Es el cruce mágico de Madrid. Dos o tres más en la ciudad lo sabían y allí nos instalábamos, sin decir nada, absorto cada uno en su chute de fresquito. Era como Fuego en el cuerpo, pero sin ganas de follar.

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10.8.25

Emulsiones engrúdicas y apestosas

[Montanoscopia] 

1. Al relato de Gabriel Rufián en El País solo me he acercado con el desactivador de explosivos, es decir, por medio de los análisis que Ricardo Dudda ha hecho en The Objective y Letras Libres. La emulsión engrúdica y apestosa (apestosa a colonia mala) de Rufián sintetiza el estado no solo estético, sino también moral, en que se encuentra nuestra izquierda: entre asintáctico y churrigueresco. No me extraña que toda ella vea hoy en Rufián a su cabeza aglutinante: un separatista antiigualitario por definición, un extranjerizador xenófobo; así está la cosa. Como apunta Dudda, su melopea literaria se corresponde con la melopea política que exhibe en el Parlamento. En otros tiempos era la izquierda la que intentaba, en su empeño ilustrado, podar tales excesos, porque eran los excesos de la tradición carcamal española, que cristalizaron en el franquismo. Lo de Rufián es, en este sentido, franquismo puro: el suyo es un puro problema de prosa. A propósito, vale esto de Jaime Gil de Biedma: "Además de un medio de arte, la prosa es un bien utilitario, un instrumento social de comunicación y de precisión racionalizadora, y no se puede jugar con ella impunemente en la poesía, durante años y años, sin enrarecer aún más la cultura del país –una cultura sometida a graves tensiones, lastrada por el peso de una casi invencible e inveterada insensatez– y sin que la vida intelectual y moral de sus clases ilustradas se deteriore". 

2. De la misma estirpe estéticomoral que la prosa rufianesca es la retórica patriótica de Vox, como la de su moción en Jumilla contra los musulmanes en nombre de la identidad, las raíces y las tradiciones españolas. Lo paradójico es que esta chusca metafísica nacional no sería de aplicación a los musulmanes precisamente. Si Islam es sumisión, España no digamos. Tal vez por la directa herencia islámica, nadie hay más sumiso que el españolito medio, obediente de lo que le dicta su imán de cabecera (¡ahí lo vimos cazando a inmigrantes recién desembarcados, como cazan de todo y en todas direcciones, puesto que para cada una hay un imán!). Lo que carece de identidad española, y de raíz y tradición, es por ejemplo la lectura. Así que son los lectores de Jumilla (alguno habrá) los que han de sentirse concernidos por la moción de Vox. 

3. Férrea sumisión igualmente la de los articulistas gubernamentales. Entre otras campañas, el Gobierno anda ahora en la del desprestigio de Madrid, en parte para justificar el cupo catalán y en parte porque es el único lugar vivible que queda en España, el único en el que aún se puede respirar, y eso resulta intolerable. Así que allá que van los articulistas, desplegándose por las playas españolas para escribir cuadros costumbristas como ordenanzas en bañador; cuadros en los que nunca faltan unos malos que (¡vaya la casualidad!) son madrileños. 

4. Sigo con el Primer cuaderno Borges de Roberto Alifano. En la página 30 aparece un curioso personaje. Están en 1974, Alifano explica que una de las influencias del "peronismo revolucionario" es la Rerum novarum de León XIII y dice Borges: "Sí, eso lo sabía. Un cura jesuita que es profesor de literatura y me visita, llamado Jorge Bergoglio, me habla siempre de esa encíclica, a la que él se adhiere, por supuesto". 

5. Tengo curiosidad por ver cómo trata Borges a Alifano en el diario de transcripciones de Bioy Casares. El resultado es triste. Apenas hay tres o cuatro menciones, entre displicentes y despectivas. Hasta que un día de 1982 anota Bioy esto de Borges: "María [Kodama] veta a Alifano. Me va a dejar solo". 

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7.8.25

Bermudismo radical

Llevar pantalón largo en verano es de botarates. Hablo de los hombres y en regiones calurosas. Yo mismo incurrí durante años, por simple inercia, en esa aberración. Hasta que un día volví al pantalón corto de la niñez y caminé ligero como entonces. Ir con pantalón largo en verano es como llevar las piernas enfundadas en plomo. Un ascetismo muy español, y muy de esos remilgados que consideran que llevan inscrita en el espíritu la noción de la elegancia. Autoproclamada convicción que no resiste que les echemos un vistazo.

Suelen ser los denostadores igualmente del glorioso mangacortismo camisil. Todo lo corto les agrede, no me extrañaría que porque tratan de suplir con la extensión de las prendas otras cortedades más perentorias. Una vez me salió una buena frase (algo, por otro lado, no escaso en mí) cuando, al darme cuenta de que me presenté a la cita con un amigo con camisa de manga corta, pantalón corto y chanclas, le dije: "¡Llevo todos los cortismos que puede llevar un hombre, y si lleva más, no es un hombre!". Aventuro que entre los larguistas de todo género hay más de un pichacorta.

Ir con pantalón corto o bermudas (para mí es indistinta la denominación, lo que importa es que la pierna vaya en cueros) es ir haciendo un ballet delicioso por la ciudad, con un alivio que responde al principio estético (este sí lo es, y no los churriguerismos de los otros) de la ligereza. El bermudista va haciendo durante todo el verano, vaya por donde vaya, patinaje sobre fresco.

Las dos posiciones básicas del bermudista callejero son (a) caminando o (b) sentado. En la posición (a), el movimiento alternativo de las piernas produce una remoción del aire de lo más higiénica, es un efecto de ventilador no circular sino en bucle, como una serpiente de viento que se va enredando y desenredando en una perfecta danza invisible. En la posición (b) son las piernas las que, inmóviles, aguardan que la brisa se acople en ellas; o al menos, si no hay brisa, que no cause más estrago del imprescindible el calor. En ambas posiciones existe la quimérica posibilidad (no por quimérica menos posible) de que una transeuntesa nos avance una caricia.

Yo ahora en los veranos, como pueden comprender, no me pongo un pantalón largo ni loco. Mis piernas desarrollan con los días un rechazo textil que también se me instala en la cabeza. Confieso que no solo soy un bermudista práctico, ni solo un bermudista convencido, sino además un bermudista militante: ¡un bermudista radical! Cuando me cruzo con un pantalonlarguista, hago por que se note mi desprecio. Más de una vez el afectado se ha arremangado el pantalón por frenar mis disparos de kryptonita.

Al amigo que se presenta en una cena con pantalón largo, lo siento mucho pero no le dirijo la palabra. La mera imaginación del calor asfixiante de sus piernas, abrasadas entre telas estólidas, resulta disruptiva. Aunque los amigotes pantaloncortistas no estamos exentos de peligro: más de una vez tendemos, bajo la discreta mesa, al roce de rodillas fraternal.

Hay algo hermoso al término del verano, cuando el frío picotea los tobillos: la vuelta al pantalón largo tras el estiaje. Para entonces su calorcillo de estufa se recibe como grato y nuestras piernas son otra vez las del niño: aquel niño que fuimos y sobre el que después de las vacaciones se cernía la amenaza escolar. Qué formalitos de repente con las piernas tapadas por entero, lo que nos inculcaba un propósito adulto durante el curso para volver a ser, en el verano siguiente, indómitos arapahoes.

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3.8.25

Agosto sin Sánchez (pero con Borges y Steiner)

[Montanoscopia] 

1. Me pego un tiro en el pie de columnista: decido no hablar de Sánchez hasta septiembre. Corro el riesgo de aquel concursante de Esté un minuto sin imitar a Chiquito, que se retorcía hasta que en el segundo 59 estallaba: "¡No puedorl, no puedorl!". 

2. Después del artículo de Trapiello sobre el Primer cuaderno Borges (Renacimiento), he corrido a comprármelo, porque para el verano no va a haber lectura mejor. Su autor es Roberto Alifano, que durante años fue, como él mismo dice, amanuense de Borges. Aprovechaba para tomar notas, como Eckermann con Goethe, de las palabras informales del maestro. Este volumen contiene las del periodo 1974-1976. Apenas llevo unas páginas, pero la felicidad se anticipa porque ya leí muchísimos libros de conversaciones con Borges; hubo una época en que era casi lo único que leía, pues ninguna otra lectura era tan deliciosa ni tan estimulante. Digamos que Borges, plantado en su ceguera, entreveía la aventura de la simple existencia: por la implicación (abismal) del momento, por la trama numerosa que había conducido hasta él. Utilizaba la literatura como un artilugio filosófico singular: no para desencantar, sino para reencantar el mundo. Un uso sabio de la lucidez. Aparte están, claro, las frases punzantes, las anécdotas. En lo poquísimo que llevo de este Primer cuaderno Borges aún no ha aparecido ninguna suya, aunque sí una de otro autor que lleva su sello. Al denostar al rival en una polémica literaria, dice: "El destino no quiso que deshonrara el patíbulo muriendo en él; y ahí lo tienen vivo, después de haber fatigado la infamia". 

3. Me encuentro también con Borges en un artículo que le dedicó George Steiner, "Tigres en el espejo", recogido en el libro de 2009 George Steiner en The New Yorker (Siruela). Le tuve manía a Steiner. Una vez la fotógrafa Gloria Rodríguez lo sacó en El País Semanal junto a un perro enorme. Le dije a ella: "¿Por qué has hecho la foto de un intelectual junto a George Steiner?". Mi manía, curiosamente, surgió de este libro del New Yorker, porque hojeándolo en la librería me topé con las frases displicentes que le dedica a Cioran. Ahora, sin embargo, he leído el artículo sobre Borges y me ha parecido buenísimo, con el alto nivel que se le presupone a Steiner. Otro artículo excelente es "Danubio negro", sobre Karl Kraus y Thomas Bernhard. Kraus y Borges dicen algo convergente sobre la censura. Kraus: "Las sátiras que el censor entiende son prohibidas con toda razón". Borges (parafraseado por Steiner): "El auténtico escritor se vale de alusiones y de metáforas. La censura le obliga a afilar, a manejar de modo más experto, los instrumentos principales de su oficio". 

4. En ese artículo de Steiner "Danubio negro" hay algo impresionante sobre Kraus. Este se había pasado décadas detectando los signos de descomposición del Imperio Austrohúngaro y la sociedad vienesa y anticipando el advenimiento del nazismo. Pero cuando al fin llega, escribe: "Respecto a Hitler, no se me ocurre nada que decir". Según Steiner, "el profeta se quedó sin habla ante la pesadilla de la realización de sus peores temores". Además de los escritos en su periódico unipersonal Die Fackel, Kraus recurría a interpretaciones públicas con modulaciones de la voz y todo un aparataje histriónico. Concluye Steiner: "En algún nivel muy profundo de su semiconsciencia tal vez percibió en Hitler (un antimaestro de la palabra más despiadado que él; un actor, un recitador más hipnótico) la imagen, monstruosamente distorsionada pero también paródica, de sus propios talentos. Ahora se encontraba a sí mismo entre la bola de cristal y el espejo y enmudeció". 

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31.7.25

Francamente Sánchez

Algunos hacen bromas sobre la dejadez de Sánchez en el Año Franco, que empezó pujantemente con el primer acto y el anuncio de otros mil (aprox.) por el cincuenta aniversario de la muerte del muñeco dictatorial; que no del fin de la dictadura, ojo. Este se produjo con la entrada en vigor de la Constitución de 1978. Pero Sánchez tenía un problema con la fecha efectiva: sus socios la reprueban y hacen escarnio de ella denominando a la democracia que instauró "régimen del 78". Un régimen a derrocar, con su democracia. Este es el contexto en que Sánchez inauguró el Año Franco.
 
El caso es que realizó aquel acto del 8 de enero en el Reina Sofía, lo más notable del cual fue el relanzamiento de la horrenda Libertad sin ira, que desde entonces no nos hemos podido sacar de la cabeza, por más desarticulada que fuese la versión (mejor que la original, de hecho), aunque reencajada en la nueva hornada cantautoril de prédicas ideológicas a la que pertenece la tal Jimena Amarillo (con el uniforme que se lleva ahora). Pero desde entonces no ha habido ningún acto más de los mil (aprox.) anunciados. Y algunos se ríen, es a lo que iba, de la dejadez de Sánchez, acosado por sus problemas, en este año suyo de caramelo, por Franco.
 
Yo, en vez de reírme, que también un poco, he estado cavilando hasta dar con una respuesta. La alternativa es grandiosa, nada que ver con la desperdigada sucesión de microactos antifranquistas a lo largo de doce meses, que habrían sido como disparos de escopeta de perdigones (¡justo!). Sánchez ha encontrado algo más impactante, tal vez estimulado por sus novelistas de cabecera, conocidas como las Pemanas: lo que había que hacer, y está haciendo Sánchez, es la ejecución de un Año Franco performativo. Un Año Franco en condiciones, con el mismísimo Sánchez encarnando al muñeco dictatorial y haciendo check en todos los ítems franquistas de ese neofranquismo que es el sanchismo. Lo está haciendo muy bien (¡francamente!) Sánchez.
 
Un amigo mío decía que con Sánchez la izquierda española había cumplido su sueño (¡húmedo!) de tener su propio Franco: un Franco guapo y de izquierdas, altito, políglota, con buena percha para los trajes. En verdad murió Franco pero no murió el franquismo sociológico, encarnado en la sociedad española transversalmente; tal vez porque fue el franquismo el que se acopló a la condición sumisa y acusica y sectaria de la sociedad española. Tras el trauma de la guerra civil (y descontando los muertos, los exiliados, los encarcelados: estertores de la resistencia), con el franquismo estuvo en su salsa como ahora lo está con el sanchismo.
 
Con Sánchez estamos volviendo a ver cosas que no se veían precisamente desde la muerte del muñeco dictatorial, y mucho menos desde que empezó a regir la Constitución de 1978. Han vuelto: el Nodo; la prensa del movimiento; la conspiración judeomasónica (ahora de "la derecha y la ultraderecha"); la autarquía; la censura previa (caso Luisgé con Anagrama); los privilegios para el País Vasco y Cataluña; los procuradores en Cortes; la sumisión del legislativo al ejecutivo, y el intento de un judicial regido por el Sánchezprinzip; la arbitrariedad del poder; la chulería a lo Millán Astray (¡un saludo, ministro The Puentete!); los intelectuales orgánicos; la adhesión de la farándula (¡las Estrellitas Castro!); el embrutecimiento ambiente; la moralización; el turista cien millones; la sintaxis infecta; la retórica hueca; la división brutal, sangrante, entre el discurso oficial y la España real.
 
El Año Franco, en fin, le está saliendo clavado a Sánchez. Los españoles estamos teniendo del franquismo una experiencia inmersiva.
 
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27.7.25

Abriendo melones mentales

[Montanoscopia]  
 
1. Una de mis aficiones malévolas de la temporada ha sido seguir La cena de los idiotés, de la cadena Ser, aunque por los vídeos. Resulta fascinante, porque es como abrir la caja craneal del establishment y contemplar lo que se cuece en su cabecita. Ahí lo personal no es que sea político, es que es directamente gubernamental. Por ello La cena de los idiotés es el Consultorio de Elena Francis del sanchismo. Del mismo modo que Elena Francis se planteaba dilemas cotidianos de la vida franquista que ella resolvía muy franquistamente, Aimar Bretos y sus comensales se plantean dilemas cotidianos de la vida sanchista que ellos resuelven muy sanchistamente. Todavía me parto con el del propietario comprometido (¡propietario y comprometido, vayan fijándose en el engranaje cerebral!) que duda si alquilarle el piso a un inquilino que exhibe la banderita de España en la muñeca. O el del abuelo de un pueblín de Asturias, querido por todos, del que destapan un atroz pasado fascista; una variante de este es el del abuelo franquista del que descubren que era gay (¡tremendo el engranaje cerebral!). Naturalmente, la cosa se adorna un poquito y el tono es desenfadado (¡para eso están Jabois y Caballero!). Pero en los dilemas laten las ansiedades del régimen (una recurrente es la de las tretas admisibles o no para trepar), y bajo su rollo casual asoman los pinchos de una férrea disciplina.  
 
2. Hemos asistido a la cala de otro melón mental con Ana Belén. Cuando la noticia de la corrupción del Gobierno estaba fresca, ella manifestó algunas dudas, ciertos titubeos, con un atisbo de estolidez que no reflejaba precisamente tensión moral. En menos de un mes ha terminado de aflojarse: Ana Belén es una de las firmantes del manifiesto en favor de la corrupción. Ellos lo llaman de otra manera, pero es eso. Y en favor de cosas peores que la corrupción: el debilitamiento del Estado de derecho, la desigualdad perpetua entre los españoles... ¡Vaya la muralla!  
 
3. El PP no deja de tener su utilidad para nuestra salud pública. Gracias a la corrupción de Montoro, han salido muchos a mostrarse preocupados por la corrupción, cuando ya no lo parecía. Gracias a la mentira de Noelia Núñez, han salido muchos a mostrarse preocupados por la mentira, cuando ya no lo parecía. El problema español es semafórico: circulas siempre de acuerdo con el semáforo de los tuyos. 
 
4. Menudo papelón el del PP. Por fortuna, ya avisé unos días antes de que saltara el caso Montoro que no cabía esperar ninguna regeneración por parte de ese partido. Ni del PSOE, por supuesto. Y mucho menos de sus respectivos extremos pútridos, Vox y Podemos-ETA (permítanme que llame a este así tras el sándwich moral que Irene y Belarra se montaron con Otegi). El bipartidismo tiene al menos un sistema de saneamiento, limitado pero efectivo: la renovación de las aguas fecales.  
 
5. A Julio Ramón Ribeyro lo conocí como personaje que competía en soledades en los cafés de París con Martín Romaña, en la novela de Alfredo Bryce Echenique que fue mi preferida absoluta como lector adolescente. Tiempo después salió de La vida exagerada de Martín Romaña y pasó a ser el autor de otro de mis libros preferidos: Prosas apátridas. Ahora ha aparecido un librito delicioso que en su día fue rechazado por demasiado breve: Dichos de Luder, acogido en La Caja Books. Luder es una suerte de Juan de Mairena peruano, que protagoniza escenas como de clochard taoísta y emite frases (los tales dichos) irresistibles. Amontono algunas. "Yo no soy roto ni descosido: soy un remendado". "Casi todos los grandes escritores son unos pesados. Solo la muerte los vuelve frecuentables". "Los clásicos siguen plagiándonos desde la tumba". "No es que yo sea bondadoso. Sucede simplemente que no soy malo. He escogido el cómodo camino de la virtud por omisión". "Toda mi obra es un acta de acusación contra la vida. No he hecho nada por mejorar la condición humana. Si mis libros perduran, será por la perversidad de mis lectores". En otro pasaje le cuentan que un artículo se ocupa de todos los escritores de su generación menos de él. Respuesta de Luder: "Me libré de la redada". 
 
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24.7.25

Días perfectos


Thomas Bernhard y cine japonés: en esto se resume, y va a seguir resumiéndose, mi verano; más los días iniciales del Tour, con el Mont Ventoux de anteayer como plataforma de lanzamiento. A la playa ya he ido lo suficiente: dos chapuzones y a otra cosa, mariposa. ¿Viajar? ¡Tururú! No pienso meterme en uno de esos trenes ministeriales del terror; ni en ningún otro, por su contagio. Los desaprensivos amigos me arrastrarán a alguna cena impepinable, pero eso será lo máximo: mi misantropía se mantendrá en su punto de caramelo. Del sexo paso; del amor, ni te digo. Me quedan las estudiosas lámparas y los estudiosos ventiladores, revoloteadores de apuntes. ¡Aplicación en la canícula!, tal será mi lema. Que veraneen ellos. Me gusta el estrépito turístico (acústico y cromático), pero para pasar a toda pastilla, sportivamente, camino de mi refugio. Este será un templo bernhardiano y un templo japonés hasta septiembre. Con música: ahora Carl Philipp Emanuel Bach interpretado por Keith Jarrett.
 
Persistirá un hilillo de servidumbre con la actualidad, para poder servirles estas columnas. No me he pedido descanso, como no he hecho nunca desde que soy columnista salvo en de agosto de 2023, en que alcancé, como tantos, la saturación absoluta. Un prestigioso tertuliano (valga el oxímoron, aunque en su caso es real) lo dejó porque no estaba dispuesto a seguir otra legislatura ocupándose de Égolo. Escribir en verano, de todas formas, ya no es lo que era. Se echa de menos la famosa serpiente. Los monigotes políticos del año no se terminan de ir nunca. También en las supuestas vacaciones nos dan la brasa, y de qué manera. Nos fastidian de todos los modos posibles e imposibles. Vivimos la insoportable dictadura del monigotado.
 
Aun así, ¿quién puede negar la perfección de los días? En mi visionado de cine japonés, tras empaparme de Mizoguchi, Shindô, Ozu y Naruse, he hecho una derivación germano-japonesa con Perfect Days, de Wim Wenders. He llegado el último a esta película que todo el mundo celebró a principios de 2024; pero, como tengo por costumbre, llego el último y me pongo el primero. ¡Qué película deliciosa! Y con una enseñanza elemental de carácter autoayudístico: el zen de la vida cotidiana; la atención a cada instante, y a la tarea del cual. Los días son perfectos y solo necesitamos evitarles nuestra rozadura. El señor Hirayama limpia retretes tokiotas, trabajo de parias en un célebre lugar de Oriente (no sé si en Japón), pero él va en el flujo del tiempo tan pichis. Los baños son lo más en arquitectura moderna (hay por ahí reportajes extraordinarios), y se recurre al truco de que no llevan restos de pis ni caca (al fin y al cabo, la película es un encargo de sus gestores), pero baste el carácter simbólico del asunto. Por otro lado, puede que Wenders haya dicho "¡acción!" después de que Hirayama haya terminado lo asqueroso de su trabajo. Todos, en fin, podemos ser Hirayamas.
 
Llegar el último permite acceder a la bibliografía segregada en este año y medio. Curiosamente, el mejor artículo sobre Perfect Days, el de Mauricio Bach, está en The Objective. En otros medios hay también elogios, pero no faltan la lectura ideológica sobre la vida anticapitalista (¡decrecentista!) de Hirayama ni la que le reprocha esa soledad libre de vínculos; un reproche que procede de los mandamientos vigentes.
 
Mandamientos que yo me pienso saltar este verano sin vínculos, sin cuidados, sin masaje sentimental, sin empatía. Solo cine japonés y Bernhard; autor este cuya filosofía sintetizó Cioran: "Estamos todos en el fondo de un infierno, cada instante del cual es un milagro".
 
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20.7.25

Progresismo nominal (y otras falacias)

[Montanoscopia]  
 
1. Escribí sobre Moderaditos, el libro de Garrocho, pero se me pasó resaltar la cita de Oakeshott que recrea al final y que es la clave vitalista de la moderación política: "Cabe ser moderado en política para poder ser radical en todo lo demás".  
 
2. Se pasan años llamando fascistas a quienes no lo son, y cuando aparecen fascistas de verdad, como los abyectos y repulsivos congregados en Torre Pacheco para "cazar" inmigrantes (y españoles que se lo parecieran), animados por el inicuo Vox, les entra una euforia extra que delata que antes mentían como bellacos. Y a unas alturas en que la palabra fascista ya la tienen debilitada y carente de efectividad, en su boca al menos. Aparte está el uso que hacen algunos columnistas para adornarse y para eludir hablar una semana más del Gobierno: Torre Pacheco es el minarete (¡justamente!) al que se suben los misceláneos como muecines de su inacabable autopromoción. 
 
3. Dos muestras de progresismo (o socialismo) nominal y solo nominal. Pilar Alegría: "Mientras haya un gobierno progresista, no habrá ningún privilegio de ningún territorio". María Jesús Montero: "Mientras haya un solo socialista en Moncloa, nunca jamás habrá privilegios de unos territorios". Son dos claras paráfrasis de un argumentario (¡qué fenómenos sus perpetradores!) que incide en lo mismo: somos progresistas o socialistas porque lo decimos, independientemente de lo que hagamos. En este caso, abogar por el antiigualitario (y reaccionario y antisocialista) cupo catalán. Lo alucinante no es ya que digan cosas así, sino que sus militantes, simpatizantes y votantes (y la intelectualidad y la farándula casi en pleno) las sostengan.  
 
4. La prueba de que no se está en el partidismo es que todas las noticias sobre corrupción (ahora llegan las del exministro del PP Montoro) son un mazazo. Para el partidista, en cambio, son motivo de alegría las de la corrupción de enfrente, que distraen de las de la propia. Y sirven de escudo y coartada.  
 
5. Muere Guelbenzu. En sus reseñas de novelas anglosajonas había ráfagas incitantes que despertaban algo en mí... algo que luego no encontraba en tales novelas, ni tampoco en las suyas. Descanse en paz. 
 
 
6. Muere también el humorista Josele (¡menudo es Caronte!). Se me había borrado de la cabeza. Ninguna nostalgia ahora, solo el recuerdo del casete que teníamos en casa con lo de Vente pa' España, tío, en que hacía gracietas costumbristas sobre la época de la Transición. Me viene este resto de diálogo: "Que se ha muerto Mao". "¿Que se ha quemao?". Una cierta nostalgia, ahora sí, de cuando el humor no era inteligente.  
 
7. Un representante del humor inteligente (ja) era Pedro Ruiz, al que ahora nos tenemos que estar comiendo de nuevo por culpa de las redes. Una inteligencia autoadjudicada la suya, lineal, ramplona, insufriblemente didáctica, con mensaje: ¡es un cantautor del humor! Lo último es el sermón que le ha soltado al pobre Lamine Yamal por haber celebrado su mayoría de edad con putas y enanos. ¡Está integradísimo Lamine, es más español que nadie, y va y le suelta un torrepacheco moral!  
 
8. Leo sobre la serie Superestar, en que Vigalondo resucita a los frikis aquellos de hace veinticinco años: Dantés, Porras, Genil, Arlekín, Tamara, Loly Álvarez... Yo los recordé hace diez o doce, cuando me di cuenta de que aquel mismo rollo lo reproducían los podemitas del principio: Iglesias, Monedero, Echenique, Errejón, Bescansa, Espinar... El curso de sus vidas ha sido más o menos idéntico. Vigalondo debería considerarlo para una futura serie.  
 
9. Andanada en La Cultureta contra las bermudas. Salgo con las mías (¡son mi uniforme de verano!) con mayor fruición. 
 
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17.7.25

Entre la moderación y el cóctel molotov

He leído el celebrado Moderaditos, de Diego S. Garrocho (Debate). El autor ha acertado a concentrar en este prontuario mi ideal político, que es un ideal formal cuya expresión suprema es la democracia liberal, indisociable del Estado de derecho. Nada hay más progresista para mí que esto, y por ello quienes se dicen progresistas pero lo obstaculizan o corroen me parecen más bien reaccionarios.

Aunque aquí incurro en una de las trampas que señala preventivamente Garrocho, para el que la división entre izquierda y derecha es una inercia arrastrada desde hace más de doscientos años (desde la Revolución francesa, por supuesto). Mi carácter me separa de algunas cosas más del ideal. Por ejemplo, mi sangre caliente, que me hace estallar con demasiada frecuencia. O mi poca paciencia ante las deliberaciones; aunque esto lo compenso con mi admiración hacia quienes deliberan con paciencia. También mi debilidad por el ataque ad hominem, para mí irresistible porque me resulta humorístico. En relación con esto, peco de otro vicio que denuncia Garrocho: la tendencia a pensar que quienes sostienen ciertas posturas lo hacen por mala fe o por interés espurio, por un defecto moral. En el fondo, me temo, soy un moralista. Podría resumir todo lo anterior definiéndome como un moderadito que se aburre, y entonces trata de divertirse contraviniendo el ideal; o al menos dinamizándolo.

Pero el ideal se mantiene como ideal. Garrocho tiene el acierto de vincular la moderación a la valentía política. Los que nos hemos metido en estos fregados intermedios sabemos el coraje que hay que tener para aguantar la acusación de "cobarde": los que la lanzan son la primera piedra de toque de nuestra valentía. La postura matizada, atenta a la complejidad, es la que se corresponde con lo real, por otra parte: el moderadito lo que hace muchas veces es resistir al griterío por respeto a este primer dato del saber.

La mención en un par de ocasiones a Tucídides me ha llevado a una cita que recordaba de El mal de Corcira, de Lorenzo Silva. En Corcira, actual Corfú, se desencadenó la primera guerra civil entre los griegos y el personaje Bevilacqua parafrasea lo que dijo el historiador de ella: "Quienes actuaban de forma temeraria y atolondrada pasaron a ser ensalzados por ser más leales al partido que el resto. En cambio, quien se mostró prudente pasó a ser considerado cobarde, quien pedía moderación se vio acusado de ser poco hombre, y a quien apostó por la inteligencia le achacaron incapacidad para la acción. El que se dejaba llevar por la ira era el que se creía digno de confianza, y el que no, sospechoso. A quien se adelantaba a intrigar, a hacer el mal, o empujar a otro a hacerlo, era al que se respetaba, por astuto".

La paradoja de Moderaditos es que ha llegado a la vez en el mejor momento y en el peor momento. En el mejor momento porque es más necesario que nunca en nuestra historia reciente. En el peor momento porque casi todo parece irreversible ya. Yo mismo decía hace poco, medio en serio, medio en broma, que los buenos chicos constitucionalistas a lo que nos veíamos empujados ahora era a meterle fuego al Tribunal Constitucional. Habíamos sido asépticos patriotas constitucionales a los que de repente les pedía el cuerpo lanzar cócteles molotov.

Aunque, fatalmente moderaditos, eran simples desahogos verbales. Algo que regocijaba a un simpático trumpista, que se reía de mi pasividad. Al menos sé que disfrazarse de bisonte es más ridículo aún. Desde el otro extremo, resuena la pregunta de Lenin: ¿Qué hacer? Yo personalmente no tengo ni idea.

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13.7.25

Parálisis en la pasarela del barco sanchista

[Montanoscopia] 

1. Entre las medidas contra la corrupción que propuso Sánchez en el Congreso no estaba la única que se ha demostrado efectiva hasta ahora: atender a Ketty Garat y sus informaciones en The Objective. Por contra, lo que ha venido haciendo el Gobierno de Sánchez y sus extensiones politológico-mediáticas con esta periodista y este medio ha sido atacarlos. De este modo han estado encubriendo la corrupción, hasta que no han tenido más remedio que reconocerla. Con las investigaciones de la UCO ha pasado lo mismo. Así que un respeto a los verdaderos luchadores contra la corrupción, entre los que no han estado precisamente ni Sánchez, ni sus ministros, ni sus periodistas, ni sus politólogos ni politólogas. 

2. En el debate Feijóo estuvo, en efecto, sucio. Exactamente a la altura (a la bajura) de Sánchez. 

3. Que el PP se presente como "partido regenerador" es cómico, por la trayectoria que tiene y por lo que es. En España no hay regeneración posible, por culpa de los dos grandes partidos y por la de esos personajes entrañables: los españoles. Lo máximo a lo que se puede aspirar es al alivio periódico, mecánico, de cambiarle el agua a las aceitunas. Y ocasionalmente a la expulsión del poder de un autócrata como Sánchez. Esto de por sí supondría un avance regenerador. Pero con el resto de la retórica pepera solo se ilusionarán los ilusos. 

4. La antropología, ya les dije, es la única ciencia social sólida. ¡Qué inagotable espectaculito el del ser humano! Ahora estoy fascinado con los que iniciaron la escapada del barco sanchista pero se han quedado paralizados en la pasarela, como ratas congeladas. Cuando parecía que la caída de Sánchez era inminente tras los primeros audios de Koldo, se pusieron a correr pasarela afuera, contorsionándose con un impostado cabreo: se trataba de esculpir una imagen de disconformidad con el sanchismo que anulara los años de conformidad (o silencio pancista) con el sanchismo; una imagen a la que recurrir ante el siguiente Gobierno, para continuar medrando. Pero como el capitán ha decidido mantenerse en el barco, los supuestos cabreados han ido ralentizando el movimiento, como fotogramas de película de Peckinpah, hasta quedarse quietos como el vizcaíno del Quijote. Y ahí se mantienen los pobrecicos, hasta que se decante la situación. 

5. Escohotado lanzó divertidas andanadas contra el Departamento universitario como célula de represión y obstáculo para el conocimiento. Se podría decir lo mismo de la Redacción de El País, histérica esta semana contra sus columnistas Daniel Gascón y Ana Iris Simón (a esta ni le han publicado la columna). 

6. La politóloga Bascuñán, cheerleader sin fisuras de Sánchez, dice que el problema del sanchismo es el antisanchismo, como escribió aquí nuestro Dudda, pero sin ironía. Ella lo cree a ciegas, y cree que el antisanchismo se estudiará en las facultades. Yo creo que la mermada politología deberá ocuparse más bien, para recuperar algo de credibilidad, de las politólogas (y politólogos) cheerleaders

7. Escribí que Vivian Gornick y Rebecca Solnit eran dos autoras que, sin haberlas leído aún, me interesaban, pero que me parecieron un plomo en sus actos durante la Feria del Libro de Madrid. Pues bien, resulta que ahora Gornick me ha parecido estupenda en la entrevista que le ha hecho Javier Aznar en su podcast. ¡Resulta que la pobre fue un plomo por su entrevistadora, y es de suponer que Solnit también! Las sometieron a un tercer grado de catecismo feminista, sin que la vida apareciese por ningún sitio. Al final se volvió a cumplir lo que decía Pániker: "Todo entrevistado acaba reducido a los límites mentales de su entrevistador". 

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11.7.25

La abuela de Ipanema

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 6:30

Buenas noches. En mi última intervención de la temporada quiero ahorrarles mis rabietas de cascarrabias ultramontano contra todo lo que se mueve y proponerles un movimiento exaltante: el de la música brasileña. Esta es mi gran pasión vitalista. El filósofo Nietzsche decía que "sin música la vida sería un error" y yo digo que "sin música brasileña mi vida sería un error". Hay un aniversario adorable: resulta que la muchacha que inspiró la canción A garota de Ipanema, Helô Pinheiro, acaba de cumplir ochenta y dos años. Aunque la bossa nova triunfó en Brasil en 1959 con Chega de saudade, interpretada por João Gilberto, el bombazo internacional se produjo en 1964 con The girl from Ipanema, cantada en inglés por Astrud Gilberto, con su marido João Gilberto a la guitarra, Stan Getz al saxofón y Antonio Carlos Jobim al piano. Jobim y Vinicius de Moraes, de cuya muerte se acaba de cumplir también cuarenta y cinco años, solían sentarse en un bar del barrio de Ipanema, en Río de Janeiro, y veían bajar todos los días a la playa a la chica que les inspiraría la canción.

La canción tiene un tono celebratorio, pero también nostálgico: porque esa belleza que pasa nos resulta inalcanzable. Esta es la clave de su perduración. En una canción posterior, Carta ao Tom 74, Vinicius recuerda entrañablemente el tiempo en que "nuestra famosa garota ni sabía / hasta qué punto la ciudad turbaría". Luego lo sabría, porque tras el éxito Vinicius y Jobim desvelaron la identidad de la garota, que prácticamente ha vivido de eso toda su vida, así como su hija Ticiane Pinheiro, conocida como A filha da garota de Ipanema. Mas volvamos a Helô Pinheiro. Aquella chica es hoy la abuela de Ipanema, pero se mantiene espléndida y cuando ella pasa el mundo enterito se sigue hinchiendo de gracia y fica mais lindo por causa do amor.

10.7.25

Tour y Sanfermines

Durante esta semana exacta, hay una cada año, tenemos los Sanfermines por la mañana y el Tour por la tarde. Se nos articula así una sacralidad del día, como las horas marcadas de los monasterios: vísperas, maitines... El ciudadano va haciendo su vida (con el chaparrón inevitable, a poco que se descuide, de detritus político), pero en esos dos momentos puede pararse a meditar.

Es una meditación particular, porque no es tranquila, sino emocionante. Es una trepidación, pero con tantos destellos de enseñanzas que se impone su carácter pedagógico. De pedagogía vital, descarnada, arisca; en el filo del tiempo, de lo abismático de lo real, de lo agónico de la acción, de la muerte.

A los Sanfermines me reenganché hace dos o tres años, por el calvillo ese de las retransmisiones (o carequinha, dirían en Brasil), y a las ocho estoy ante la pantalla religiosamente. El corazón en un puño en los minutos que dura el encierro: puñales lanzados sobre la multitud que se apelotona, y que corre a su par, y que cae. Los toros portando esos puñales. De aquellas parrafadas de Dragó sobre qué significa todo eso, emerge una palabra: ¡genesiaco! Rozarse con la muerte para renacer. Algo que técnicamente podríamos hacer en cada instante, en realidad; pero un toro lanzado contra ti ayuda a la simbolización.

El resto de la fiesta me da igual, sobre todo ese chupinazo frecuentemente proetarra; pero el encierro sin caretas, recogido en sus breves minutos, es otra cosa. Justo por Dragó pensé de adolescente hacer una escapadita para rozarme con la afilada intensidad del cuerno, aunque nunca lo hice y ya no estoy para esos trotes. La intensidad solo puede ser ya vicaria, electrónica. Pero alguna chispa efectiva salta durante ese tiempo en suspensión: el peligro contemplado también produce adrenalina. El desayuno luego está más sabroso.

Y por la tarde el Tour, que empezó antes de los Sanfermines y terminará después. En los tiempos del navarro Indurain, la coincidencia del 7 de julio la resaltaban los ciclistas del Banesto con un pañuelo rojo. Me acabo de enterar de que evoca la decapitación de san Fermín en Amiens, por donde pasó el Tour hace dos días. ¡Todo encaja!

En el Tour de este 2025 se subirá Hautacam, donde fue vencido finalmente Indurain, concluyendo su era. Es la montaña que se agigantó aquel día. Y se subirá el Mont Ventoux, el monte petrarquista que vio morir a Tom Simpson. Y vuelve, si no recuerdo mal, una contrarreloj pura, toda cuesta arriba, en Peyragudes.

Escribo después de la contrarreloj en que Pogačar se ha hecho con el maillot amarillo y ya tiene a más de un minuto a Vingegaard. Poca incertidumbre competitiva parece que va a haber. Pero no importa. También la había con Indurain. En el ciclismo lo que cuenta es la estampa: la representación del auto sacramental. Los trances agónicos, el riesgo. El espectáculo de la pelea con el propio límite.

Algo de toro tienen, por cierto, las bicicletas. Las llaman cabras, pero son taurinas. Dragó diría que la conjunción con los ciclistas produce minotauros. El Tour puede verse como unos Sanfermines en que los touros (en portugués) fueran los propios corredores. Los ciclistas tienen además algo de toreros. Recuerdo que Lejarreta tras una caída parecía Manolete tras una cornada.

Así que por la mañana los Sanfermines y por la tarde el Tour. Escuelas sobrias de vida. Algo de agitación emocional, mental. Inyecciones nietzscheanas: inyecciones que nos pinchan los ciclistas, sin que tengamos que pasar un control antidoping después. Después, tras el Tour, lo que viene es la merienda. Que también sabe divino. 

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6.7.25

Tiempo de ventiladores

[Montanoscopia] 

1. Ya está en marcha el Tour, ya hay algo bello y noble garantizado a diario durante tres semanas. El de 2025 es además un Tour premium, como lo es (para mí) todo aquel en que se sube el Mont Ventoux. 

2. Mi vida, a estas alturas del verano, es lo que transcurre en el interior del colchón de vientos suscitados por mis ventiladores. Cuando tengo que salir a la calle, alejándome de ellos, ya no es vida. Tiene que ver con el ciclismo: las ruedas movidas por pedaladas absolutorias. Ruedas mandala, ruedas danza de Shiva: ventiladores éticos. 

3. Está también el ventilador del humorista Leo Bassi y su uso instructivo. Era un ventilador industrial, colocado en el escenario de cara al público. Bassi arrojaba a sus aspas estiércol, que se difundía entre las butacas. Otra buena metáfora del sanchismo: ¡núcleo irradiador! Los culpables son los otros, a quienes, como Ubú, enmierdro

4. Es mucho más limpio lo que hace Ábalos con las mujeres (un intercambio sexual por un precio establecido, sin más historias) que lo que hace Sánchez: eso de untárselas como tocino en pan para su autopromoción. El amontonamiento de mujeres al peso para que salga una foto "feminista" ahora que las encuestas indican una caída del voto femenino al PSOE. Y ellas, las mujeres del partido, acuden al llamado del gañán con sus mejores galas. 

5. Mis amigos Manuel Arias Maldonado y Jorge Bustos no han querido dejar de cobrarse la victoria sobre los que en su día propugnábamos el pacto de Ciudadanos con el PSOE. Aunque algunos, si bien es cierto que soñábamos con la posibilidad, lo que defendíamos ante todo era una posición de fuerza de Rivera que obligara (o desenmascarara si no) a Sánchez. En cualquier caso, hoy está claro que con lo de "la banda de Sánchez" Rivera se quedó corto. Y lo que es más importante: su negativa a aquel pacto nos ha ahorrado a los votantes de Ciudadanos ser cómplices, aun involuntarios e indirectos, de la corrupción del PSOE. 

6. Precisamente estos días he estado leyendo el libro de Arias Maldonado Forever Cinema (Confluencias): monumento cinéfilo. Junto con sus ensayos profesionales de teoría política (es catedrático en la materia) y sus columnas de actualidad en medios como The Objective, el autor viene cultivando una línea de artículos sobre cine (como los de Rancho Notorius), que son los que recopila, organizadamente, en Forever Cinema. El resultado es imponente, por la amplitud, la variedad de registros e intereses cinematográficos y el rigor apasionado con que los aborda. Resalto lo de apasionado, porque asistimos aquí a un buen ejemplo de lo que Eugenio Trías, otro cinéfilo, explicaba en su Tratado de la pasión: que la pasión, lejos de ser un obstáculo para el conocimiento como se suele repetir, es un motor para el mismo. Arias Maldonado ejercita la razón apasionada en sus escritos sobre cine. De pronto se me aparece no como un cowboy de medianoche, sino como el cowboy del mediodía: aquel mediodía del que Nietzsche destacaba la ausencia de sombra, pero que en el cinéfilo Arias Maldonado se perfila como la sombra luminosa del cine. 

7. Últimamente, al final de todas las películas extraordinarias que veo (por ejemplo, Le pont du Nord de Rivette o Las hermanas Munekata de Ozu) aparece: "Subtítulos: Bárbara Mingo". Se ha convertido en un sello de calidad. Filmin debería poner la etiqueta: Subtituladas por Bárbara Mingo. Es un lujazo, porque ella es la mejor escritora española viva. Y digo viva para no ofender a las muertas; entre las que incluyo a casi todos los escritores españoles vivos. 

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3.7.25

Vuelve Anaximandro

Vuelve Anaximandro, aunque en verdad siempre está ahí, con su ley rigiéndolo todo, inexorablemente. Lo que vuelve es nuestra percepción en los momentos espectaculares. En otra situación española no muy lejana, la del 1-O de 2017, recordé a este filósofo griego de los llamados presocráticos, siglo VI a.C.; en el bachillerato de antes todo el mundo lo conocía: "Donde tuvo su origen, allí es preciso que retorne en su caída, de acuerdo con las determinaciones del destino. Las cosas deben pagar unas a otras su castigo y pena según sentencia del tiempo".

Del tiempo o de la realidad. Lo que está pasando con el sanchismo, su descomposición acelerada, es más bello que la Victoria de Samotracia, que también era griega. La realidad acojona. Es de una belleza implacable, inapelable. No deja ningún cabo suelto. Sus leyes sí que son rigurosas, sin un Pumpido que te las acomode. Son leyes básicamente asesinas. La justicia se impone imperialmente. No de un modo barato, ni ramplón; no es el mecánico "el que la hace la paga", sino algo más apabullante: tiene que ver con el engranaje, con el equilibrio intrínseco, con lo que es. Disculpen que me ponga metafísico, pero aún no he comido.

En la política española se podría formular aproximadamente así: lo que está fuera de la Constitución es delito. Ahora lo es también el Tribunal Constitucional, que se ha puesto fuera desde dentro. No me estoy refiriendo a delito penal, sino a delito político. La Constitución instaura un ámbito plural de convivencia, una democracia moderna, un Estado de derecho homologado. Desde 1978, todo el que la ha cuestionado ha incurrido en aberración: la extrema derecha, la extrema izquierda, los nacionalismos (con sus variantes independentistas y proterroristas), los populismos... Lo que pretendo que se entienda es esto: no es que los mencionados sean aberrantes porque quieran, sino porque, si cuestionan el Estado de derecho, ¿qué otra cosa podrían ser? Fuera de la democracia solo está la aberración democrática.

Cuando el PSOE pactó con ellos se volvió aberrante. Fue por impaciencia por el poder, a la que le dieron una cobertura moral para poder digerirla: ¡la lucha contra la corrupción, ja! La corrupción la llevaban a cuestas, y como vemos estos días también en los cimientos. Litros de corrupción corrían por sus venas, como en una mala canción de Ramoncín. A esa luz el esperpento se acentúa: tanto discurso pontificante, tanta admonición, tanta "fachosfera"... El muro del que habló Sánchez no era más que la fortificación de la porquería que quedaba dentro, presidida por Sánchez. La ley terrible es que la corrupción política y la económicomoral iban juntas, eran siamesas. Ahora se van por el sumidero, y si el PSOE no se pasokiza, como ha ocurrido con sus equivalentes de otros países más saneados, es porque aquí el franquismo sociológico se ha agarrado a ese partido.

Hay una mala noticia para los españoles: Anaximandro no hará excepción con ellos. Habrán de pagar su castigo y pena por no haber expulsado con prontitud de la vida pública a un sujeto como Sánchez, ese Calígula electoral. Queda mucha ruina por delante, destrozos institucionales, embrutecimiento ambiente, aniquilación de la conversación pública. De esta se han encargado personalmente una recua de politólogos y periodistas que merecerían ser pasokizados también.

Tal vez, después de todo, la ley de Anaximandro sí que sea además barata y ramplona y descienda hasta el mecánico "el que la hace la paga". Así nosotros. Tendremos lo que nos merecemos. O mejor, como puntualizó Toscano separando la paja sanchista (en la culpa, desdichadamente no en la condena): "Tendremos lo que os merecéis".

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29.6.25

Optimismo estadístico, pesimismo antropológico

 
[Montanoscopia]  
 
1. Hasta aquí ha llegado el régimen del 78. Sus adversarios han logrado algo notable: destruirlo desde dentro. Ha sido una prestidigitación meritoria. Ahora los que estábamos con la Constitución de 1978 hemos de renegar de ella (y hablar también del "régimen del 78", como sus enemigos), porque su sustancia ha resultado ser otra. Mejor dicho: está claro que siempre fue la misma, solo que hasta este momento no se había revelado. Y sí que era fácil: ha bastado media docena de parteros de la historia lo suficientemente sumisos y lo suficientemente sinvergüenzas. Por fin lo sabemos: gracias al Tribunal Constitucional puede operar arbitrariamente un déspota en España, si el Tribunal Constitucional avala su despotismo. El Tribunal Constitucional era el caballo de Troya.  
 
2. Los tres grandes golpes al Estado de derecho en España desde la muerte de Franco: el golpe de Tejero (1981), el golpe del independentismo catalán (2017) y el golpe del Tribunal Constitucional (2025). Este es aparentemente menos grave que los otros; pero algo lo hace peor: es el único que ha triunfado. 
 
3. Josu de Miguel ha señalado en El Mundo la importancia de que la ley de amnistía la negociara alguien como Cerdán. Yo la llamaría ya abiertamente Ley Cerdán. Y al tribunal que la ha avalado, Tribunal Cerdán. Chorreantes de corrupción (política) por todos sus poros.  
 
4. En cuanto a la excusa de "la convivencia": claro, por el aquietamiento de los matones del independentismo. La mitad simbólica de españoles que quedan al otro lado del muro que instauró Sánchez no se teme que la rompan. 
 
5. Flor de un día la esperanza en Ahrens, el nuevo director de El País. El editorial decisivo de su incipiente trayectoria, el que valora el aval del Tribunal Cerdán a la Ley Cerdán, ha resultado ser muy Bueno. 
 
6. Hace bien Felipe González en decir que no votará al PSOE. Fue interesante que especificara que al decirlo no se dirigía a los militantes, sino a los votantes. Los militantes están perdidos. Entre los votantes que no lo son quedan todavía ancianos que siguen votando al PSOE como si votaran a González. No serán ya muy relevantes electoralmente, pero al menos González les habrá evitado, aunque tarde, una postrera complicidad con la bellaquería.  
 
7. Súbito destello de optimismo al pensar que estadísticamente es imposible que nos vuelva a tocar un sujeto como Sánchez. Vendrán otros malos, pero jamás peores. Lo que induce al pesimismo es su herencia. No ya la de sus destrozos institucionales, ni la del embrutecimiento general, sino la del desolador aprendizaje que nos lega: el de que para los suyos no hay líneas rojas. Lo podíamos sospechar, pero no lo sabíamos. Lo hemos sabido por Sánchez: los suyos seguirán a su líder en todo, hasta el fin; diga lo que diga en cada instante, haga lo que haga. Habrá escisiones en el apoyo, pero este se mantendrá lo suficientemente firme. Argumentarán lo que sea en su favor. Así pues, una de cal y otra de arena: optimismo estadístico, pesimismo antropológico. 
 
8. Primer baño en el mar. Es siempre el mejor. Los órganos del cuerpo, el cuerpo mismo, y el cerebro, redescubren el alivio de la gravedad. Hay una reacomodación de densidades. Incluso la sangre encuentra otro ritmo en las venas, suavizado, sin trompicones. Venimos de ahí: del líquido amniótico. La sensación seguirá siendo perceptible durante todo el verano, pero cada vez más atenuada. Hasta el último baño de septiembre, tan divinamente melancólico. Todo se inventó en Grecia. También la salida helenística o alejandrina: la posibilidad del refugio de la envilecida polis en el mar. Emboscadura azul. 
 
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27.6.25

Biografía de Javier Marías: mala y recomendable

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:10
 
Buenas noches. Me lo he pasado pipa con la primera gran biografía que se ha hecho de Javier Marías, que se publicó el año pasado y no ha leído casi nadie: El espía de las almas. La vida y las opiniones del caballero Javier Marías. El autor es el periodista Manuel Adolfo Martínez Pujalte, primo de aquel Martínez Pujalte del PP. La editorial, murciana, se llama Diego Marín. Me enteré de la existencia de esta biografía por el artículo que le dedicó Alberto Olmos en El Confidencial hace meses y que creo que es lo único que se ha escrito sobre ella. Ocurre que el libro es malo, su estilo es defectuoso, está mal puntuado, mal editado, es feo, reiterativo, chapucero... ¡pero funciona! Es un misterio gozoso de la lectura. El biógrafo es retórico, vanidosillo, roza la ridiculez muchas veces (recuerda al escribidor Pedro Camacho de La tía Julia y el escribidor, de Vargas Llosa), pero lo salva la pasión por su biografiado Marías, sobre el que ha acumulado una ingente documentación, que le ofrece al lector con puntillosidad. Su imperfecta manera de escribir informa y emociona, transmite, algo que otros que escriben mejor no alcanzan. Tal vez se deba a su devoción por Marías, o a su desarmante ingenuidad. El caso es que el lector se encuentra con el hombre Marías en estas páginas, y se entera de su vida, de muchísimos datos que desconocía, y le coge cariño, y le vuelve la nostalgia, y se le reaviva la admiración, y le entran ganas de releer sus novelas. Por eso les recomiendo a los amantes del escritor esta biografía al parecer ya muerta, pero llena de vida. Recuerdo autor y título: Manuel Adolfo Martínez Pujalte, El espía de las almas. La vida y las opiniones del caballero Javier Marías.

26.6.25

Como insectos en su ámbar las frases

Vengo de una experiencia inmersiva en veinte años de vida petrificada. La ocupación de mi cuenta de correo se me puso en el 96% y amenazaba con colapsar. Le ocurrió a una amiga, que me dijo que en un momento dado ya no pudo hacer nada, ni siquiera borrar mensajes para liberar espacio. Así que me puse a borrar mensajes cuando todavía me era posible.
 
Llevaba casi veinte años con la cuenta y no volvía a los primeros mails desde entonces; en realidad, nunca se vuelve a ningún mail, salvo para alguna consulta ocasional. El empuje del presente no nos deja tiempo para el pasado. Me ha sobrecogido toda la vida que había ahí enterrada. Como es una vida hecha solo de palabras, se conservaba tal cual. Con una espontaneidad que no tenían las antiguas correspondencias en papel. Son casi diálogos, más aún en los intercambios privados de Twitter, cuyas notificaciones permanecían también.
 
Es, como he dicho, una vida petrificada, pero petrificada con su fluir del momento: dinámico en sí mismo pero ya aquietado. Como insectos en su ámbar las frases. Empecé repasando cada mensaje minuciosamente, y considerando su borrado. Pero así no avanzaba. Decidí ser tajante y borrarlo todo, salvo los intercambios con una persona. Era el juicio, en fin, a veinte años. Inmisericorde. Amputación total (salvo esa única excepción). No quise conservar nada.
 
Me ha sorprendido la cualidad de gusanera de los buzones. No sospechaba lo que pueden guardar. Es en cierto modo monstruoso. Uno va haciendo su vida analógica en 2025 y no es consciente de que la internética de 2006 o 2008 sigue ahí, intacta. Es abrumador. Me acordé de las dead letters de Bartleby, el escribiente, que provocaron su nihilismo y su pasividad. Aunque las cartas de mi archivo sí fueron entregadas y estuvieron vivas, y llenaron días y noches.
 
No me pude resistir a echarles un vistazo a muchas; un último vistazo, antes de borrarlas. Las más perturbadoras son las de personas a las que nunca llegué a conocer y de las que no sé nada. Su existencia también se limitaba, para mí, a estos cruces verbales y algunas pueden que estén muertas. Sí sé que murieron Félix Bayón, Chema Cobo y Mar de Marchis, pero ahí se mantenían con sus complicidades conmigo. Bayón diciéndome una madrugada que brindáramos en la distancia por un amigo suyo al que le había salido bien un diagnóstico médico. Al final se murió él antes.
 
Hay amigos y examigos. Novias: con estas se ve el proceso completo de la relación, hasta una estela de comunicaciones posteriores, tiernas a veces, que va languideciendo. Hay jovencitos que me adulaban hasta que triunfaron. Personajes con los que no recordaba haberme escrito jamás; por ejemplo, un escritor que me cuenta (a propósito de un tuit mío) lo tontos que son otros dos escritores (en realidad, eran tontos los tres). Los mails escrutadores del personaje de Cicatriz (corté el contacto, pero me lo crucé justo cuando salió la novela). Los mails con la escritora célebre de la que luego me distancié (no recordaba que hubiésemos sido tan amigos). O la amiga puramente virtual (nunca llegamos a encontrarnos) con la que durante varios años estuve hablando todas las noches; años oscuros pero entrañables en esas conversaciones: ¡cuánta intensidad! ¡Y humor!
 
Es una vida paralela, volcada por los dedos: ¡la vida digital! Da vértigo pensar en todo lo pulsado y tecleado, en todo lo leído y mirado. Los miles o millones de microgestos. Aunque seguían ahí almacenados, se cumplieron en su instante, en su relampaguito electrónico. Los míos (casi todos) ya no están.
 
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