Nuestros famosos no solo están expuestos a la “pena de telediario”, consistente en que las cámaras los muestren entrando y saliendo del juzgado (imágenes que se quedan como manchas aunque al final salgan limpios). Ahora también se ven sometidos a otra más sutil, y más cruel: la pena de museo. Como la anterior, consiste en entrar y en salir, pero solo en el salir se manifiesta. Cada víctima entra confiada a inaugurar su figura, y no sé si le advierten, antes de que termine de sonreír, que deberá comportarse bien a partir de entonces: si no, se la retirarán del museo. Cuando se perfeccione el método, podremos detener de antemano a aquellos que se nieguen a que les hagan la estatua.
La cera es el material de las velas, y en este sentido estar en el museo de cera es estar literalmente en el candelabro. Para el que le interesa la fama, solo hay una cosa peor que no estar: haber estado. Si, como decía Borges, “ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica”, entonces ordenar el Museo de Cera de Madrid equivale a ser el aparcacoches del Olimpo. Aunque no de un modo silencioso: no hay entrada ni salida sin telefonazo previo a la prensa. Lo llamativo del último, para anunciar que retiraban a la Pantoja, ha sido la rapidez: acorde con estos tiempos de ansiedad, casi epiléptica, por la justicia. Aunque también son tiempos de sacarse un dinerillo con lo que sea, y es posible que, si se hubieran esperado, la propia tonadillera habría asistido a hacerse unas fotos con su efigie mientras se la llevaban.
El problema del museo es que no cuenta con una franja moral intermedia, sino que existe una tajante división entre los personajes respetables y los monstruos y asesinos (que son, por lo demás, a los que yo más respeto, museísticamente hablando). Hay un cielo y un infierno, pero no un purgatorio. Lo más parecido es lo que han hecho con Urdangarin, que en vez de retirarlo lo han pasado a la sala de deportistas. Pero en el museo todo está sometido a una implacable precisión justiciera, y como el exjugador de balonmano no entró en calidad de tal, lo han vestido “con jersey y pantalón de calle”. (Anticipándose, por cierto, a la solución que parecen haberle encontrado en Qatar).
En cuanto a las figuras desterradas, me gustaría saber si las funden para reutilizar la cera. También podrían mandar las cámaras al sótano: por si hay tomate entre Marichalar y la Pantoja en el caldero.
[Publicado en Zoom News]