A veces pienso si la pulsión por la simetría no tendrá que ver con ciertas tomas de postura ideológicas. En especial en oficios en los que la simetría resulta visible y por lo tanto constituye una fuerza que no se puede soslayar: con poder gravitatorio. Uno de esos oficios es el de viñetista. ¿En qué medida la simetría tira del viñetista a la hora de pronunciarse sobre un conflicto entre dos partes más o menos equivalentes, sin una clara diferencia de rango moral entre ambas? Cuando esta diferencia es clara, el viñetista dispone de otro elemento gráfico: la asimetría. Recurso perfecto para dividir el mundo entre buenos y malos. Pero cuando las diferencias son más sutiles, o más complejas, es la simetría la que se impone. Así ocurrió con El Roto hace unos meses y así ha ocurrido ahora con Forges. Ambos en El País y ambos sobre el temita catalán.
El asunto, como ya señalamos en la otra ocasión, es que son "dos partes" falsas. La simetría es aquí un recurso que se inventa una equivalencia: constituye una mentira. El diálogo entre Mariano Rajoy y Artur Mas no es un diálogo entre iguales: Rajoy representa una cosa y Mas otra; el primero la legalidad democrática vigente, el segundo la pretensión de saltársela. Hay también diferencias estructurales: la cosa que representa Rajoy incluye a la de Mas, mientras que la de Mas excluye a la de Rajoy. En la fórmula de Rajoy, por ejemplo, caben las dos banderas y las dos lenguas. En la de Mas solo cabe una bandera y una lengua. La realidad de Cataluña es compleja: en la fórmula de Rajoy, que es la de la España constitucional, se refleja esa complejidad; en la de Mas no. Son cuestiones básicas, elementales, pero que dinamitan toda simetría posible.
Otro ejemplo, de los muchos que van saliendo al paso, tuvo lugar en el programa La Brújula de Onda Cero, la semana pasada (audio aquí: parte 3, a partir del minuto 19:22). Carlos Alsina entrevistó a Xavier Brossa, el director de la consultora PwC en Cataluña, que presentó un informe según el cual los empresarios catalanes están mayoritariamente en contra de la secesión de Cataluña y "hacen un llamamiento desesperado al diálogo entre Mas y Rajoy". De nuevo la equidistancia y las "dos partes". Pero para que la encuesta pudiera tener ese resultado ha debido ser anónima. Y no por culpa de "las dos partes", sino solo de una de ellas. Evidentemente, de aquella con cuya fórmula se está en contra; y que tiene el suficiente poder de perjudicar a los díscolos como para que estos (aunque sean mayoría) no se atrevan a manifestarse a cara descubierta.
La simetría que tan bonita queda en la viñeta del viñetista es, pues, una construcción a medio camino entre la complacencia y el miedo. Quizá la de estos dos elementos sea la simetría verdadera que late por debajo del dibujo.
[Publicado en Zoom News]
31.7.14
29.7.14
La magia simpática del PSOE
Me preocupa que Pedro Sánchez, flamantemente aplaudido este fin de semana, siga ejecutando los pases de magia simpática que han hecho del PSOE lo que es ahora: un escaparate cursi e inefectivo. Al principio, siempre cabe la duda de si el nuevo secretario general tiene una estrategia además de una retórica. Uno solo accede al liderazgo de un partido si dispone de esta retórica; o mejor, si esta retórica dispone de él, puesto que debe plegarse a ella sin remedio. El asunto es si debajo del cascarón hay un pollito que en un momento dado saldrá y dirá (y hará) algo diferente. Eso es lo que veremos a partir de ahora. (Aunque también existe la opción de que salga del cascarón y se lo coma Susana Díaz, en calidad de reina de la granja).
El problema es que la llamada a la transformación que hizo Sánchez, y que resulta legítima en un socialista, no parecía ir acompañada de la conciencia de lo que implica eso. Para transformar la realidad –compleja y densa, escurridiza, resistente y enrevesada– hace falta mucho más que palabras: hace falta conocimiento, formación, inteligencia, habilidad, trabajo, esfuerzo. Como muy pocos de los personajes visibles de nuestro socialismo (y Sánchez tendrá que demostrar si es una excepción) parecen capacitados para tanta exigencia, la salida rápida y fácil es la del conjuro verbal. Eso que me gusta caracterizar como magia simpática.
Cuando el expresidente Zapatero proclamó que "las palabras han de estar al servicio de la política" estaba dando el primer paso para que las palabras sustituyeran a la política. Bastaba entonces con pronunciar palabras, las palabras adecuadas: como si, por arte de magia, solo con eso se transformara la realidad, o se tuviese alguna incidencia en ella. Decir "alianza de civilizaciones" era ayudar a la paz en el mundo. Decir "diálogo" era desactivar a ETA. Decir "Estado de bienestar" era contribuir a su sostenimiento. Aunque lo primero fuese inútil, lo segundo falaz y lo tercero engañoso; esto último, porque la política que se estaba llevando a cabo arruinaba el país, incapacitándolo para financiar esos servicios públicos que se invocaban.
En su discurso del congreso socialista, Sánchez ha incurrido también en la magia simpática. A lo largo de sus cincuenta minutos; y de un modo pasmosamente explícito en el 9:22, cuando dice: "Lo que tenemos que hacer es desterrar de una vez por todas palabras que nos afectan a todos, que nos indignan a todos, que se llaman crisis, pobreza, desigualdad, trabajo precario, paro, decadencia institucional, violencia de género, independentismo". Obsérvese que no habla de solucionar esos problemas, sino de "desterrar" su nombre. Ya puestos, se agradece que incluya el independentismo, aunque no deja de resultar chocante en el contexto. Y, por otra parte, el PSOE viene empleando otro pase mágico para conjurarlo: decir "federalismo".
Pero de todos los ítems de esta escenificación hechicera, el más irritante es la repetición machacona del “-os -as”, que viene propagándose desde hace años en buena parte de la izquierda y que en Sánchez parece haber alcanzado su apoteosis. La idea (mágica) es que con eso se está contribuyendo en algo a la igualdad entre los hombres y las mujeres. Pero su sobreabundancia ha terminado convirtiéndolo en otras dos cosas además: en tic neurótico-supersticioso, como el de los creyentes que tienen que ir purificando su discurso a cada paso con jaculatorias; y en rasgo distintivo de clase, en algo así como una vestimenta verbal que identifica a un grupo de poder (casi iba a decir a una casta). Esto último tiene una comprobación diáfana, porque es modo de hablar exclusivo de esos políticos: nadie habla así en la calle.
Y, francamente, no sé quién de la calle va a poder soportar las declaraciones del nuevo secretario general del partido socialista. He tomado nota de las veces que incurre en la manía en los tres primeros minutos de su discurso y resulta verdaderamente insufrible: "delegados y delegadas" (0:13), "compañeros y compañeras" (0:21), "trabajadores y trabajadoras" (0:35), "trabajadores y trabajadoras" (0:43), "compañeros y compañeras" (1:35), "amigos y amigas" (1:56), "de todos y de todas los compañeros y compañeras" (2:35), "todos y todas nosotros y nosotras" (2:49). Por lo demás, el lenguaje es tan cabrón que su hipotético machismo se termina filtrando: "los débiles" (0:51), "niños inocentes" (1:22), "todos vosotros" (1:58), "vosotros" (2:05), "los militantes" (2:08); sin sus correspondientes parejitas. Más adelante, se refiere también a Pablo Iglesias (¡el fetén, no el de Podemos!) como "el abuelo de todos los socialistas" (3:34). ¿Y qué pasa con ellas, las socialistas? ¿Se quedan sin abuelo entonces?
Aunque en este punto sí que he echado de menos una reduplicación, que hubiese quedado fastuosa: decir que el fundador del PSOE era "el abuelo y la abuela". Lo que habría sido un guiño, de paso, para el votante transgénero.
[Publicado en Zoom News]
El problema es que la llamada a la transformación que hizo Sánchez, y que resulta legítima en un socialista, no parecía ir acompañada de la conciencia de lo que implica eso. Para transformar la realidad –compleja y densa, escurridiza, resistente y enrevesada– hace falta mucho más que palabras: hace falta conocimiento, formación, inteligencia, habilidad, trabajo, esfuerzo. Como muy pocos de los personajes visibles de nuestro socialismo (y Sánchez tendrá que demostrar si es una excepción) parecen capacitados para tanta exigencia, la salida rápida y fácil es la del conjuro verbal. Eso que me gusta caracterizar como magia simpática.
Cuando el expresidente Zapatero proclamó que "las palabras han de estar al servicio de la política" estaba dando el primer paso para que las palabras sustituyeran a la política. Bastaba entonces con pronunciar palabras, las palabras adecuadas: como si, por arte de magia, solo con eso se transformara la realidad, o se tuviese alguna incidencia en ella. Decir "alianza de civilizaciones" era ayudar a la paz en el mundo. Decir "diálogo" era desactivar a ETA. Decir "Estado de bienestar" era contribuir a su sostenimiento. Aunque lo primero fuese inútil, lo segundo falaz y lo tercero engañoso; esto último, porque la política que se estaba llevando a cabo arruinaba el país, incapacitándolo para financiar esos servicios públicos que se invocaban.
En su discurso del congreso socialista, Sánchez ha incurrido también en la magia simpática. A lo largo de sus cincuenta minutos; y de un modo pasmosamente explícito en el 9:22, cuando dice: "Lo que tenemos que hacer es desterrar de una vez por todas palabras que nos afectan a todos, que nos indignan a todos, que se llaman crisis, pobreza, desigualdad, trabajo precario, paro, decadencia institucional, violencia de género, independentismo". Obsérvese que no habla de solucionar esos problemas, sino de "desterrar" su nombre. Ya puestos, se agradece que incluya el independentismo, aunque no deja de resultar chocante en el contexto. Y, por otra parte, el PSOE viene empleando otro pase mágico para conjurarlo: decir "federalismo".
Pero de todos los ítems de esta escenificación hechicera, el más irritante es la repetición machacona del “-os -as”, que viene propagándose desde hace años en buena parte de la izquierda y que en Sánchez parece haber alcanzado su apoteosis. La idea (mágica) es que con eso se está contribuyendo en algo a la igualdad entre los hombres y las mujeres. Pero su sobreabundancia ha terminado convirtiéndolo en otras dos cosas además: en tic neurótico-supersticioso, como el de los creyentes que tienen que ir purificando su discurso a cada paso con jaculatorias; y en rasgo distintivo de clase, en algo así como una vestimenta verbal que identifica a un grupo de poder (casi iba a decir a una casta). Esto último tiene una comprobación diáfana, porque es modo de hablar exclusivo de esos políticos: nadie habla así en la calle.
Y, francamente, no sé quién de la calle va a poder soportar las declaraciones del nuevo secretario general del partido socialista. He tomado nota de las veces que incurre en la manía en los tres primeros minutos de su discurso y resulta verdaderamente insufrible: "delegados y delegadas" (0:13), "compañeros y compañeras" (0:21), "trabajadores y trabajadoras" (0:35), "trabajadores y trabajadoras" (0:43), "compañeros y compañeras" (1:35), "amigos y amigas" (1:56), "de todos y de todas los compañeros y compañeras" (2:35), "todos y todas nosotros y nosotras" (2:49). Por lo demás, el lenguaje es tan cabrón que su hipotético machismo se termina filtrando: "los débiles" (0:51), "niños inocentes" (1:22), "todos vosotros" (1:58), "vosotros" (2:05), "los militantes" (2:08); sin sus correspondientes parejitas. Más adelante, se refiere también a Pablo Iglesias (¡el fetén, no el de Podemos!) como "el abuelo de todos los socialistas" (3:34). ¿Y qué pasa con ellas, las socialistas? ¿Se quedan sin abuelo entonces?
Aunque en este punto sí que he echado de menos una reduplicación, que hubiese quedado fastuosa: decir que el fundador del PSOE era "el abuelo y la abuela". Lo que habría sido un guiño, de paso, para el votante transgénero.
[Publicado en Zoom News]
27.7.14
Jot Down número 8
Ya se puede reservar el próximo especial en papel de Jot Down, el número 8, que está en preventa (con su pack) hasta el 30 de agosto. Saldrá en septiembre. Se puede ver la promoción y adquirir desde aquí. Los artículos llevan como nexo común el tema Fundido a negro. Yo he participado con "Estética del negro". El sumario se detalla aquí.
22.7.14
Mecagoendiez
Este país es tan extravagante que hay que pedir en manifiestos que se cumpla la legalidad. Y no una legalidad cualquiera, sino la legalidad democrática: la constitucional, la vigente. Aquí el “J’Accuse” es casi el discurso de la Corona, porque lo poquito que se pide lo podría pedir el Rey en Nochebuena. Exasperante realidad: los que apoyamos el manifiesto Libres e iguales estamos aquí casi de ujieres del sistema y al mismo tiempo recibiendo tratamiento de punkis, lo que viene a probar que en los países locos la sensatez es la gran heterodoxia. Al menos, la que recibe más palos.
Palos que han venido de los lugares previsibles y también de otros un poco raros, como el de Elvira Lindo en su artículo dominical, en el que dice que este manifiesto pretende acabar con el secesionismo “por la vía del mecagoendiez”. No está mal para un manifiesto que encabezan, entre otros, Fernando Savater, Félix de Azúa o Aurelio Arteta: intelectuales sin duda de entre lo más castizo y obtuso del país (y El País). El manifiesto no era obligatorio firmarlo (de hecho, algún amigo no lo ha firmado por razones que me parecieron buenas), pero tampoco era obligatorio difamarlo, por razones, digamos, cosméticas.
De todas formas, mi mecagoendiez –el que en teoría me corresponde por haber firmado el manifiesto– no va por el secesionismo, ni va por los palos previsibles, ni siquiera por el palo un poco raro de Lindo (con la que, por lo demás, suelo estar de acuerdo), sino por la reacción rara rara rara de UPyD. Qué tontísimo ataque de celos le ha entrado con el manifiesto. Pese a que algunos de sus simpatizantes y militantes lo han firmado, lo que le han dedicado oficialmente ha sido, o bien el silencio, o bien el despotrique (en Twitter) del diputado Gorriarán, este hombre que le ha cogido afición a cocear a sus votantes. Y no hablo de oídas: he asistido en directo al fenómeno (mi amigo Fray Josepho no me desmentirá).
Empieza a vislumbrarse que el mayor perjudicado del “fenómeno Podemos” puede ser UPyD. Y no porque vayan a cambiar sus votantes, sino porque vaya a cambiar el partido. Este tenía el mérito de ser una opción ciertamente ilustrada, como lo prueba su ascenso lento y racional, que quizá prueba a su vez que no era tan populista como se decía. Para populismo, el de Podemos y el de los nacionalistas, que sueltan un discurso meloso para atrapar votantes como moscas (y no pegados por la cabeza, sino por el bajo vientre). El problema para UPyD es que los que están en el partido, y por lo tanto piensan ya como hombres (¡y mujeres!) de partido, se pongan nerviosos de impaciencia al ver cuánto pastel electoral hay por repartir.
El partido triunfa sobre la política (estropeándola) cuando las ideas (y las realidades) empiezan a valorarse no ya en sí mismas, sino en la medida en que son o no son del partido. UPyD encontró su hueco electoral, en este país extravagante, en la defensa sin tapujos de la Constitución. La soledad (solo aligerada por la compañía, tampoco querida, de Ciudadanos) parece haberle hecho pensar que la Constitución es suya y que solo puede defenderla él. Y que si hay iniciativas que defienden lo que UPyD pero no son de UPyD, UPyD va a ponerles trabas...
Por otra parte, hay que reconocer que el manifiesto antisecesionista lo que está provocando es secesionismo entre los antisecesionistas. Aquí de la extravagancia no hay quien se libre. ¡Mecagoendiez!
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Palos que han venido de los lugares previsibles y también de otros un poco raros, como el de Elvira Lindo en su artículo dominical, en el que dice que este manifiesto pretende acabar con el secesionismo “por la vía del mecagoendiez”. No está mal para un manifiesto que encabezan, entre otros, Fernando Savater, Félix de Azúa o Aurelio Arteta: intelectuales sin duda de entre lo más castizo y obtuso del país (y El País). El manifiesto no era obligatorio firmarlo (de hecho, algún amigo no lo ha firmado por razones que me parecieron buenas), pero tampoco era obligatorio difamarlo, por razones, digamos, cosméticas.
De todas formas, mi mecagoendiez –el que en teoría me corresponde por haber firmado el manifiesto– no va por el secesionismo, ni va por los palos previsibles, ni siquiera por el palo un poco raro de Lindo (con la que, por lo demás, suelo estar de acuerdo), sino por la reacción rara rara rara de UPyD. Qué tontísimo ataque de celos le ha entrado con el manifiesto. Pese a que algunos de sus simpatizantes y militantes lo han firmado, lo que le han dedicado oficialmente ha sido, o bien el silencio, o bien el despotrique (en Twitter) del diputado Gorriarán, este hombre que le ha cogido afición a cocear a sus votantes. Y no hablo de oídas: he asistido en directo al fenómeno (mi amigo Fray Josepho no me desmentirá).
Empieza a vislumbrarse que el mayor perjudicado del “fenómeno Podemos” puede ser UPyD. Y no porque vayan a cambiar sus votantes, sino porque vaya a cambiar el partido. Este tenía el mérito de ser una opción ciertamente ilustrada, como lo prueba su ascenso lento y racional, que quizá prueba a su vez que no era tan populista como se decía. Para populismo, el de Podemos y el de los nacionalistas, que sueltan un discurso meloso para atrapar votantes como moscas (y no pegados por la cabeza, sino por el bajo vientre). El problema para UPyD es que los que están en el partido, y por lo tanto piensan ya como hombres (¡y mujeres!) de partido, se pongan nerviosos de impaciencia al ver cuánto pastel electoral hay por repartir.
El partido triunfa sobre la política (estropeándola) cuando las ideas (y las realidades) empiezan a valorarse no ya en sí mismas, sino en la medida en que son o no son del partido. UPyD encontró su hueco electoral, en este país extravagante, en la defensa sin tapujos de la Constitución. La soledad (solo aligerada por la compañía, tampoco querida, de Ciudadanos) parece haberle hecho pensar que la Constitución es suya y que solo puede defenderla él. Y que si hay iniciativas que defienden lo que UPyD pero no son de UPyD, UPyD va a ponerles trabas...
Por otra parte, hay que reconocer que el manifiesto antisecesionista lo que está provocando es secesionismo entre los antisecesionistas. Aquí de la extravagancia no hay quien se libre. ¡Mecagoendiez!
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15.7.14
La militancia compra al vendedor
De los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE, a los que caractericé como el intelectual, el sectario y el vendedor, ha ganado este último. La militancia ha comprado al vendedor: le ha comprado su mercancía y lo ha comprado a él como mercancía. Tal y como estaban las cosas, no me parece mal. Puede que el PSOE haya hecho un buen negocio. Del que puede que se beneficie España. Aunque los negocios son siempre imprevisibles, hasta que no se vean las cuentas...
Algunos hemos empezado a fijarnos en los beneficios políticos del comercio con Los enemigos del comercio, de Antonio Escohotado, estudio en el que pondera las virtudes de la sociedad comercial frente a esa otra que denomina clerical-militar. En este esquema, no tendría por qué presentarse como negativa la venta del candidato Pedro Sánchez. Y no por cinismo, sino por los principios de pragmatismo, tolerancia y utilidad que el comercio impulsa. El vendedor debe conocer la realidad para interactuar con ella. El peligro, naturalmente, es que venda humo. Advertencia que parece presentar la prensa por los azares de la actualidad: el vendedor Sánchez viene compartiendo portadas con Jenaro García, el vendehúmos de Gowex.
Este hombre no solo le vendía humo a la sociedad, sino también a los trabajadores de su empresa: de puertas para adentro no se relajaba su afán vendedor. Del debate que la semana pasada ofrecieron los tres candidatos a la militancia del PSOE me llamó la atención que se dirigieran a ella como al electorado en general; con ciertos contenidos especializados, obviamente, pero sin diferencias relevantes. Lo asocié con algo que presencié en las pasadas elecciones del 25 de mayo. En la puerta de mi colegio electoral había un corrillo de militantes del PSOE, unos cuatro o cinco. Me las apañé para pegarme a ellos y escuchar un poco la conversación, pensando captar alguna interioridad del partido. Mi sorpresa fue que hablaban entre ellos como si estuviesen hablando con votantes: de puertas para adentro, también ensalzaban las virtudes del producto que vendían en el exterior.
¿Adónde habría que subir, pues, o tras qué puerta encerrarse para que el doble lenguaje aparezca? Intranquiliza que Sánchez venga avalado por José Blanco, o que su modelo sea el PSOE andaluz de Susana Díaz. Pero en los partidos no hay manera de asomar la cabeza si no se procede de algún lodo, que es el suelo de todos los partidos. Así que habrá que esperar a ver qué hace Sánchez una vez que tiene la cabeza asomada.
Lo tranquilizador, por el momento, es que la militancia haya votado al candidato menos “de izquierdas”. Porque ahí es donde el PSOE tiene su sitio. El PSOE, si quiere diferenciarse de IU y de Podemos, debe asumir (sin complejos, mira por dónde) que es la izquierda derechizada. A la militancia le disgustará reconocer algo tan feo teniendo un candidato tan guapo, pero es justo el discurso demonizador de “la derecha” el que le ha hecho perder sentido al PSOE. Por una razón muy sencilla, puramente comercial: el electorado que considera que la derecha es el demonio preferirá votar a los que ofertan un exorcismo más potente.
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Algunos hemos empezado a fijarnos en los beneficios políticos del comercio con Los enemigos del comercio, de Antonio Escohotado, estudio en el que pondera las virtudes de la sociedad comercial frente a esa otra que denomina clerical-militar. En este esquema, no tendría por qué presentarse como negativa la venta del candidato Pedro Sánchez. Y no por cinismo, sino por los principios de pragmatismo, tolerancia y utilidad que el comercio impulsa. El vendedor debe conocer la realidad para interactuar con ella. El peligro, naturalmente, es que venda humo. Advertencia que parece presentar la prensa por los azares de la actualidad: el vendedor Sánchez viene compartiendo portadas con Jenaro García, el vendehúmos de Gowex.
Este hombre no solo le vendía humo a la sociedad, sino también a los trabajadores de su empresa: de puertas para adentro no se relajaba su afán vendedor. Del debate que la semana pasada ofrecieron los tres candidatos a la militancia del PSOE me llamó la atención que se dirigieran a ella como al electorado en general; con ciertos contenidos especializados, obviamente, pero sin diferencias relevantes. Lo asocié con algo que presencié en las pasadas elecciones del 25 de mayo. En la puerta de mi colegio electoral había un corrillo de militantes del PSOE, unos cuatro o cinco. Me las apañé para pegarme a ellos y escuchar un poco la conversación, pensando captar alguna interioridad del partido. Mi sorpresa fue que hablaban entre ellos como si estuviesen hablando con votantes: de puertas para adentro, también ensalzaban las virtudes del producto que vendían en el exterior.
¿Adónde habría que subir, pues, o tras qué puerta encerrarse para que el doble lenguaje aparezca? Intranquiliza que Sánchez venga avalado por José Blanco, o que su modelo sea el PSOE andaluz de Susana Díaz. Pero en los partidos no hay manera de asomar la cabeza si no se procede de algún lodo, que es el suelo de todos los partidos. Así que habrá que esperar a ver qué hace Sánchez una vez que tiene la cabeza asomada.
Lo tranquilizador, por el momento, es que la militancia haya votado al candidato menos “de izquierdas”. Porque ahí es donde el PSOE tiene su sitio. El PSOE, si quiere diferenciarse de IU y de Podemos, debe asumir (sin complejos, mira por dónde) que es la izquierda derechizada. A la militancia le disgustará reconocer algo tan feo teniendo un candidato tan guapo, pero es justo el discurso demonizador de “la derecha” el que le ha hecho perder sentido al PSOE. Por una razón muy sencilla, puramente comercial: el electorado que considera que la derecha es el demonio preferirá votar a los que ofertan un exorcismo más potente.
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10.7.14
Sabio el que se contenta con el espectáculo del Mundial
La catástrofe futbolística de Brasil, para mí que soy brasileñista, me ha sacado de la dulzura de estas últimas semanas, de las formulaciones que me venía haciendo acerca de la elevación sobre la realidad. Elevación o distancia. Pero para el lector, que no será tan brasileñista, seguirán valiendo. Para él las escribo; y por ver si logro aprender (en esta hondonada) de mis propias lecciones.
La eliminación de la selección española en este Mundial fue una decepción grande, pero duró un día. Luego seguimos viendo partidos (los partidos de los otros) y sin darnos cuenta se fue segregando una felicidad nueva: más suave, más amable, menos intensa, menos apasionada, más limpia, más libre. La menor implicación nos dejó una tranquilidad y una objetividad de sabios. Éramos capaces de disfrutar de la realidad –la realidad de los partidos– sin revolcarnos como cerdos. Yo soy poco futbolero, pero lo observé un poco en mí y mucho en mis amigos que sí son futboleros. En vez de calentones, había un disfrute de sibaritas. Agrado sin penas.
Poco antes del Mundial oí una frase por la calle: “Te lo tienes que tomar con filosofía”. Se lo decía un hombre a otro, y ninguno parecía tener estudios. Me quedé pensando en qué se quiere decir coloquialmente con esa expresión. Tomarse algo con sabiduría. O mejor: tomárselo con distancia. Filosofía (y sabiduría) en este contexto es distancia. Es decir: abrir un espacio entre uno y lo que percibe o vive; un espacio entre uno y el mundo o la vida. Se podría decir también que enfriarse: aunque con un fresco gustoso.
Uno de los heterónimos (o personajes que escriben poemas) de Fernando Pessoa es Ricardo Reis. Y este tiene un verso que utilizó Saramago como cita inicial de su novela El año de la muerte de Ricardo Reis: “Sabio el que se contenta con el espectáculo del mundo”. Reis lleva a un extremo enfermizo su pasividad, pero eso no le resta verdad a su verso. En España hemos sido sabios estas semanas por contentarnos con el espectáculo del Mundial. Aunque para ello hizo falta una operación previa de enfriamiento: que nos eliminasen.
Con respecto a nuestra política calenturienta, ¿no deberíamos contemplarla, quizá, como si ya nos hubiesen eliminado? El problema es que en este campo las eliminaciones son más sangrantes, más del estilo de la de Brasil.
[Publicado en Zoom News]
La eliminación de la selección española en este Mundial fue una decepción grande, pero duró un día. Luego seguimos viendo partidos (los partidos de los otros) y sin darnos cuenta se fue segregando una felicidad nueva: más suave, más amable, menos intensa, menos apasionada, más limpia, más libre. La menor implicación nos dejó una tranquilidad y una objetividad de sabios. Éramos capaces de disfrutar de la realidad –la realidad de los partidos– sin revolcarnos como cerdos. Yo soy poco futbolero, pero lo observé un poco en mí y mucho en mis amigos que sí son futboleros. En vez de calentones, había un disfrute de sibaritas. Agrado sin penas.
Poco antes del Mundial oí una frase por la calle: “Te lo tienes que tomar con filosofía”. Se lo decía un hombre a otro, y ninguno parecía tener estudios. Me quedé pensando en qué se quiere decir coloquialmente con esa expresión. Tomarse algo con sabiduría. O mejor: tomárselo con distancia. Filosofía (y sabiduría) en este contexto es distancia. Es decir: abrir un espacio entre uno y lo que percibe o vive; un espacio entre uno y el mundo o la vida. Se podría decir también que enfriarse: aunque con un fresco gustoso.
Uno de los heterónimos (o personajes que escriben poemas) de Fernando Pessoa es Ricardo Reis. Y este tiene un verso que utilizó Saramago como cita inicial de su novela El año de la muerte de Ricardo Reis: “Sabio el que se contenta con el espectáculo del mundo”. Reis lleva a un extremo enfermizo su pasividad, pero eso no le resta verdad a su verso. En España hemos sido sabios estas semanas por contentarnos con el espectáculo del Mundial. Aunque para ello hizo falta una operación previa de enfriamiento: que nos eliminasen.
Con respecto a nuestra política calenturienta, ¿no deberíamos contemplarla, quizá, como si ya nos hubiesen eliminado? El problema es que en este campo las eliminaciones son más sangrantes, más del estilo de la de Brasil.
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8.7.14
Candidatos en el aperitivo
El gran acierto del debate entre los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE fue ponerlo a la hora del aperitivo. Reinó la cordialidad, como en las barras españolas, sin que faltara alguna que otra pullita, como en las barras españolas. Entre tanto, la cervecita ideológica y la aceitunita sectaria. Todo bien e insustancial. No pude dejar de pensar en la socorrida orquesta del Titanic, que sigue tocando mientras el barco se hunde. Solo que estos músicos parecían estar picando el casco con sus instrumentos. Al igual que los militantes presentes, que aplaudían sin excepción aquellas intervenciones que sonaban a más zapateristas. Es decir, que sonaban al Iceberg.
La situación es tétrica, porque España necesita un PSOE sensato. Sin este, el PP va a terminar siendo nuestro PRI: el único partido que represente realmente lo institucional, con todas las perversiones que la falta de pluralidad acarrea, y escoradas hacia la derecha. Estarán Ciudadanos y UPyD intentando poblar con sus pocos caballos las extensas estepas del centro, y por la zona izquierda un Frente Popular al que la realidad le disgusta y que apuesta por la fantasía (con los consiguientes efectos desastrosos en la realidad). Por no hablar de los cuatreros del nacionalismo, andorranos o no.
El aperitivo hispánico nunca ha sido el lugar para la autoconfesión protestante, y menos para la autocrítica soviética. Pero me sorprendió que los candidatos hablasen tan poco de lo mal que lo ha hecho el PSOE. Los malos seguían siendo los fantasmas de enfrente: esa “la derecha” que Madina esgrimía yo diría que con odio, o esa “contaminación neoliberal” que según Pérez Tapias padecemos desde hace “muchos siglos” (sin dejarle sitio histórico al “liberal” de antes del “neo”). Para el PSOE andaluz de los ERE y para el PSC del papelón catalán, mimitos. En ambos casos, con celebración de la militancia autocomplaciente.
En cuanto a la puesta en escena, Pérez Tapia sí enlazaba con el socialismo antiguo, reposado, como de profesor de instituto. Madina tenía una gestualidad excesiva, entre meliflua y atacante, con mucho dedo apuntando. Y a Sánchez se le evidenciaba demasiado su tono de vendedor de enciclopedias. Un intelectual, un sectario y un vendedor. El menos malo, sin duda, sería este último: a diferencia de la intelectualidad y el sectarismo, la venta exige un compromiso mínimo con la realidad. Aunque el producto sea humo.
Además Sánchez dijo la única frase prometedora del debate (entre otras muchas poco prometedoras): la de que el PSOE tenía que ser una izquierda de gobierno, no de protesta. Venta y gobierno: por ahí asomó el viejo PSOE, con el que se desarrolló España. Y con el que se desarrollaron también los socialistas. ¿Lo comprenderán estos?
[Publicado en Zoom News]
La situación es tétrica, porque España necesita un PSOE sensato. Sin este, el PP va a terminar siendo nuestro PRI: el único partido que represente realmente lo institucional, con todas las perversiones que la falta de pluralidad acarrea, y escoradas hacia la derecha. Estarán Ciudadanos y UPyD intentando poblar con sus pocos caballos las extensas estepas del centro, y por la zona izquierda un Frente Popular al que la realidad le disgusta y que apuesta por la fantasía (con los consiguientes efectos desastrosos en la realidad). Por no hablar de los cuatreros del nacionalismo, andorranos o no.
El aperitivo hispánico nunca ha sido el lugar para la autoconfesión protestante, y menos para la autocrítica soviética. Pero me sorprendió que los candidatos hablasen tan poco de lo mal que lo ha hecho el PSOE. Los malos seguían siendo los fantasmas de enfrente: esa “la derecha” que Madina esgrimía yo diría que con odio, o esa “contaminación neoliberal” que según Pérez Tapias padecemos desde hace “muchos siglos” (sin dejarle sitio histórico al “liberal” de antes del “neo”). Para el PSOE andaluz de los ERE y para el PSC del papelón catalán, mimitos. En ambos casos, con celebración de la militancia autocomplaciente.
En cuanto a la puesta en escena, Pérez Tapia sí enlazaba con el socialismo antiguo, reposado, como de profesor de instituto. Madina tenía una gestualidad excesiva, entre meliflua y atacante, con mucho dedo apuntando. Y a Sánchez se le evidenciaba demasiado su tono de vendedor de enciclopedias. Un intelectual, un sectario y un vendedor. El menos malo, sin duda, sería este último: a diferencia de la intelectualidad y el sectarismo, la venta exige un compromiso mínimo con la realidad. Aunque el producto sea humo.
Además Sánchez dijo la única frase prometedora del debate (entre otras muchas poco prometedoras): la de que el PSOE tenía que ser una izquierda de gobierno, no de protesta. Venta y gobierno: por ahí asomó el viejo PSOE, con el que se desarrolló España. Y con el que se desarrollaron también los socialistas. ¿Lo comprenderán estos?
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3.7.14
Las sanguijuelas
El gran periodista argentino Jorge Lanata, cuyo programa Periodismo Para Todos sigo por internet, suele recordar que el dinero que se llevan los corruptos no es un dinero neutro, sino que tiene una encarnadura determinada. El dinero que tiene el corrupto es un dinero que no tienen otros sitios: los colegios, los hospitales, los laboratorios o las carreteras. Ocurre también con el espacio: el que ocupa un edificio fraudulento en la Marbella de Gil y Gil no lo está ocupando el parque al que estaba destinado. Y ocurre con los empleos: los cincuenta y cinco pseudoinformáticos del Tribunal de Cuentas les están quitando el puesto a cincuenta y cinco informáticos de verdad. El corrupto no toma lo que no era de nadie (Carmen Calvo dixit), sino lo que es de todos, de cada uno.
En nuestro mapa podrido están los grandes corruptos, los del ERE, los del Gürtel, los de Nóos..., quienes, aunque no termine de meterles mano la Justicia –o, si lo hace, los resultados sean decepcionantes–, figuran al menos en la prensa. Es decir, que hay constancia de ellos. Y están los pequeños corruptos cotidianos (el famoso fontanero que burla el IVA, etcétera), de los que, a su escala menor, hay igualmente constancia. Pero existe una franja de corruptos pasivos en la que se repara apenas: la de los enchufados y los que han logrado vivir del Presupuesto de manera legal pero sin méritos. Son las sanguijuelas que le chupan la sangre al Estado: con un efecto insignificante en cada caso en particular, pero notable por acumulación.
Yo tengo noticia de un individuo cuya trayectoria económica es de una limpieza total: el 100% de sus ingresos han sido de dinero público, y lo seguirá siendo hasta que se muera; a cambio de lo cual no ha tenido que dar ni golpe. Su padre, alto funcionario de un ayuntamiento de la costa, lo enchufó en cuanto cumplió dieciocho años. Como el padre mandaba mucho, al individuo no se le exigía trabajar, ni siquiera estar presente en su puesto. Así que llevó una vida regalada (literalmente regalada) durante años. Cuando el padre se jubiló, el individuo, que ya rondaba la treintena, logró apañárselas para obtener una baja permanente a cuenta de una vaporosa enfermedad. Un arco nítido: de enchufado a pensionista. Una sanguijuela absoluta, hasta que el hecho biológico libere esa partida presupuestaria.
Pienso en este individuo, y en los cincuenta y cinco pseudoinformáticos colocados en el Tribunal de Cuentas. La vida es muy larga, y una vida gratis lo es más aún. Hay que rellenarla con algo. Por ejemplo, con opiniones políticas. Incluso con opiniones políticas progresistas. Y hasta con opiniones contra la corrupción. Como si ellos estuviesen fuera del pastel. No sé si este es el país del enchufado, pero sí es, desde luego, el del enchufado con ínfulas.
[Publicado en Zoom News]
En nuestro mapa podrido están los grandes corruptos, los del ERE, los del Gürtel, los de Nóos..., quienes, aunque no termine de meterles mano la Justicia –o, si lo hace, los resultados sean decepcionantes–, figuran al menos en la prensa. Es decir, que hay constancia de ellos. Y están los pequeños corruptos cotidianos (el famoso fontanero que burla el IVA, etcétera), de los que, a su escala menor, hay igualmente constancia. Pero existe una franja de corruptos pasivos en la que se repara apenas: la de los enchufados y los que han logrado vivir del Presupuesto de manera legal pero sin méritos. Son las sanguijuelas que le chupan la sangre al Estado: con un efecto insignificante en cada caso en particular, pero notable por acumulación.
Yo tengo noticia de un individuo cuya trayectoria económica es de una limpieza total: el 100% de sus ingresos han sido de dinero público, y lo seguirá siendo hasta que se muera; a cambio de lo cual no ha tenido que dar ni golpe. Su padre, alto funcionario de un ayuntamiento de la costa, lo enchufó en cuanto cumplió dieciocho años. Como el padre mandaba mucho, al individuo no se le exigía trabajar, ni siquiera estar presente en su puesto. Así que llevó una vida regalada (literalmente regalada) durante años. Cuando el padre se jubiló, el individuo, que ya rondaba la treintena, logró apañárselas para obtener una baja permanente a cuenta de una vaporosa enfermedad. Un arco nítido: de enchufado a pensionista. Una sanguijuela absoluta, hasta que el hecho biológico libere esa partida presupuestaria.
Pienso en este individuo, y en los cincuenta y cinco pseudoinformáticos colocados en el Tribunal de Cuentas. La vida es muy larga, y una vida gratis lo es más aún. Hay que rellenarla con algo. Por ejemplo, con opiniones políticas. Incluso con opiniones políticas progresistas. Y hasta con opiniones contra la corrupción. Como si ellos estuviesen fuera del pastel. No sé si este es el país del enchufado, pero sí es, desde luego, el del enchufado con ínfulas.
[Publicado en Zoom News]
1.7.14
Una izquierda sin complejos
El otro día me quedé pensando en la expresión "una izquierda sin complejos", que uno de los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE reclamó para el partido. Lo dijo uno pero, tal y como están las cosas, lo podrían haber dicho también los otros dos; incluso algunos (¡y algunas!) de los que no se han presentado o no han llegado a la final.
Es una expresión importante, porque me parece que sintetiza el problema del PSOE, lo que lo ha arruinado y amenaza con seguir arruinándolo: la creencia de que su derrumbe se debe a una falta de izquierda y no a una falta de sensatez; de que su problema es ideológico y no pragmático o de competencia. La creencia de que lo ha hecho mal ideológicamente, y no de que lo ha hecho mal sin más.
La cuestión tiene aún más enjundia, por cuanto que en su haberlo hecho mal ha desempeñado un papel decisivo la interferencia ideológica. Esta, en sujetos poco preparados (como ha venido siendo el caso en el último PSOE), solo puede incidir como cortapisa mental o como impulso para la patanería. En último extremo, como causa de alejamiento de la realidad.
Lo cierto es que al PSOE le han perdido los complejos, pero exactamente en la dirección opuesta a la de esa "izquierda sin complejos" que indicaba el candidato. Porque esta que se llama izquierda sin complejos es en verdad la izquierda más acomplejada: la que vive pendiente de que puedan llamarla facha, o españolista, o clasista, o machista, o capitalista, o monárquica, o procatólica, o proestadounidense... Es la izquierda incapaz de definirse por sí misma y que todo lo apuesta a la diferencia nominal (con el PP, naturalmente; o con el lejano franquismo). La izquierda incapaz de dar un paso que considere razonable por el qué dirán.
Para mí la izquierda sin complejos es la que han encarnado, por ejemplo, Fernando Savater, Antonio Muñoz Molina o Félix de Azúa: todos ellos acusados, en un momento u otro, de "fachas". Este vendría a ser, de hecho, el certificado de que se ha sido izquierdista sin complejos en estos últimos años españoles (tan irrespirables, tan pesadísimos). Y todo aquel supuesto izquierdista que no haya sido acusado de "facha", o ha estado ciego de sectarismo o ha vivido ahogado, sí, en los complejos.
[Publicado en Zoom News]
Es una expresión importante, porque me parece que sintetiza el problema del PSOE, lo que lo ha arruinado y amenaza con seguir arruinándolo: la creencia de que su derrumbe se debe a una falta de izquierda y no a una falta de sensatez; de que su problema es ideológico y no pragmático o de competencia. La creencia de que lo ha hecho mal ideológicamente, y no de que lo ha hecho mal sin más.
La cuestión tiene aún más enjundia, por cuanto que en su haberlo hecho mal ha desempeñado un papel decisivo la interferencia ideológica. Esta, en sujetos poco preparados (como ha venido siendo el caso en el último PSOE), solo puede incidir como cortapisa mental o como impulso para la patanería. En último extremo, como causa de alejamiento de la realidad.
Lo cierto es que al PSOE le han perdido los complejos, pero exactamente en la dirección opuesta a la de esa "izquierda sin complejos" que indicaba el candidato. Porque esta que se llama izquierda sin complejos es en verdad la izquierda más acomplejada: la que vive pendiente de que puedan llamarla facha, o españolista, o clasista, o machista, o capitalista, o monárquica, o procatólica, o proestadounidense... Es la izquierda incapaz de definirse por sí misma y que todo lo apuesta a la diferencia nominal (con el PP, naturalmente; o con el lejano franquismo). La izquierda incapaz de dar un paso que considere razonable por el qué dirán.
Para mí la izquierda sin complejos es la que han encarnado, por ejemplo, Fernando Savater, Antonio Muñoz Molina o Félix de Azúa: todos ellos acusados, en un momento u otro, de "fachas". Este vendría a ser, de hecho, el certificado de que se ha sido izquierdista sin complejos en estos últimos años españoles (tan irrespirables, tan pesadísimos). Y todo aquel supuesto izquierdista que no haya sido acusado de "facha", o ha estado ciego de sectarismo o ha vivido ahogado, sí, en los complejos.
[Publicado en Zoom News]
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