El gran acierto del debate entre los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE fue ponerlo a la hora del aperitivo. Reinó la cordialidad, como en las barras españolas, sin que faltara alguna que otra pullita, como en las barras españolas. Entre tanto, la cervecita ideológica y la aceitunita sectaria. Todo bien e insustancial. No pude dejar de pensar en la socorrida orquesta del Titanic, que sigue tocando mientras el barco se hunde. Solo que estos músicos parecían estar picando el casco con sus instrumentos. Al igual que los militantes presentes, que aplaudían sin excepción aquellas intervenciones que sonaban a más zapateristas. Es decir, que sonaban al Iceberg.
La situación es tétrica, porque España necesita un PSOE sensato. Sin este, el PP va a terminar siendo nuestro PRI: el único partido que represente realmente lo institucional, con todas las perversiones que la falta de pluralidad acarrea, y escoradas hacia la derecha. Estarán Ciudadanos y UPyD intentando poblar con sus pocos caballos las extensas estepas del centro, y por la zona izquierda un Frente Popular al que la realidad le disgusta y que apuesta por la fantasía (con los consiguientes efectos desastrosos en la realidad). Por no hablar de los cuatreros del nacionalismo, andorranos o no.
El aperitivo hispánico nunca ha sido el lugar para la autoconfesión protestante, y menos para la autocrítica soviética. Pero me sorprendió que los candidatos hablasen tan poco de lo mal que lo ha hecho el PSOE. Los malos seguían siendo los fantasmas de enfrente: esa “la derecha” que Madina esgrimía yo diría que con odio, o esa “contaminación neoliberal” que según Pérez Tapias padecemos desde hace “muchos siglos” (sin dejarle sitio histórico al “liberal” de antes del “neo”). Para el PSOE andaluz de los ERE y para el PSC del papelón catalán, mimitos. En ambos casos, con celebración de la militancia autocomplaciente.
En cuanto a la puesta en escena, Pérez Tapia sí enlazaba con el socialismo antiguo, reposado, como de profesor de instituto. Madina tenía una gestualidad excesiva, entre meliflua y atacante, con mucho dedo apuntando. Y a Sánchez se le evidenciaba demasiado su tono de vendedor de enciclopedias. Un intelectual, un sectario y un vendedor. El menos malo, sin duda, sería este último: a diferencia de la intelectualidad y el sectarismo, la venta exige un compromiso mínimo con la realidad. Aunque el producto sea humo.
Además Sánchez dijo la única frase prometedora del debate (entre otras muchas poco prometedoras): la de que el PSOE tenía que ser una izquierda de gobierno, no de protesta. Venta y gobierno: por ahí asomó el viejo PSOE, con el que se desarrolló España. Y con el que se desarrollaron también los socialistas. ¿Lo comprenderán estos?
[Publicado en Zoom News]