21.6.22

El 'ayusazo' tranquilo

Batacazo es la palabra que más se repite en los titulares de la mañana post-electoral. Batacazo del PSOE (batacazo de Sánchez) y batacazo de la izquierda. Batacazo también, de algún modo, de Vox, que se queda con voz pero sin voto. Batacazo, desde luego, de Ciudadanos, que desaparece. Yo, que me engolosino con las palabras, me quedo paladeando la palabra batacazo.

Pero se refieren sobre todo a Sánchez: suyo y solo suyo es el gran batacazo (le dieron, en efecto, la patada a él en el culo de Espadas). Su fracaso personal no es tanto que haya ganado el PP como que Vox no vaya a entrar en el gobierno andaluz. Con esto a Sánchez todavía le quedaba una carta. Sin esto no le queda ninguna. El único argumento de Sánchez es el espantajo de Vox: por eso lo ha fomentado todo lo que ha podido, en otra de sus ya numerosas irresponsabilidades. Pero en Andalucía se ha estrellado: no habrá un Gallardo como el de Castilla y León dando la nota todos los días; la de Olona habría sido más articulada pero igual de gravosa para el PP. ¡Malísima noticia para Sánchez!

Está tan perdido el PSOE de Sánchez que no pudo ser más alucinógeno el "análisis" de Lastra en la noche electoral. Soltó exactamente la retahíla que lo ha llevado al fracaso, y con cuánta autosatisfacción. Sea cinismo o ignorancia (no descarto ninguna de las dos posibilidades), esa insistencia chocará una y otra vez con el muro. El PSOE solo podrá sobrevivir sin Sánchez, quitándoselo de en medio (algo que vieron diáfanamente sus mayores cuando lo intentaron en octubre de 2016). El problema es que Sánchez se ha ocupado de que no haya otro PSOE que el de Sánchez, hecho de Lastras y así.

Conviene recordar, de nuevo, aquel clarividente coro de los militantes que gritaban en Ferraz: "¡Con Iglesias sí, con Rivera no!". En ese momento exacto se estaban cargando al PSOE. (Si, como dicen algunos, en realidad eran podemitas, entonces fue asesinato y no suicidio; pero me pega el suicidio.)

También aquella noche se fraguó indirectamente el suicidio de Cs, que Rivera llevaba muy adelantado. La derrota del pobre Marín (ahora no me sale llamarle Joe Rígoli) es en realidad la de Rivera, quien –anti-Cid Campeador– sigue perdiendo elecciones después de muerto. Como dice Varela, Cs es una marca destruida.

Por su parte, el otras veces fino Vallespín sostiene que Moreno Bonilla le ha ganado a Vox por su moderación, en cierto modo contra Ayuso. Olvida que Ayuso le ganó igualmente a Vox con menos moderación. El que tiene razón es Latorre, que ha sabido ver que el PP le gana a Vox cuando exhibe liderazgo, sea moderado o menos moderado. Si bien es verdad que el tono de Moreno Bonilla está más próximo al que quiere Feijóo para ganar con el PP las próximas elecciones generales. No serán inmediatas, pero calculo que supondrán, como las de Andalucía, un ayusazo tranquilo.

Al PP le ha tocado la lotería con la disposición del parlamento andaluz, con una izquierda débil y descompuesta, y con un Vox que ni pincha ni corta y que cumplirá magníficamente la función de dejarle al PP brillar como partido de centro. Rodríguez cometió tal vez la imprudencia de decir que han "pinchado el globo de la ultraderecha” en Andalucía. Ella misma se ha cortado las alas para tachar al PP de ultraderecha en el futuro, cosa que la izquierda venía haciendo con tanta alegría. Hasta Cs era ultraderecha. Pero ha tenido que venir la derecha, no la izquierda, para parar a la ultraderecha. 

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