[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:19:50]
Buenas noches. Hoy traigo a un personaje aparentemente anticlimático pero que en realidad es superclimático: ¡Puigdemont! No encuentro mejor sitio para él que el Nanosegundo. La política se le queda pequeña y en ella está descontextualizado. Mi tesis es que a Puigdemont hay que contemplarlo como obra de arte. Háganlo y verán que funciona. Cuando apareció en nuestras vidas parecía un personaje ridículo, con su aspecto de quinto Beatle: una especie de tuno del independentismo catalán. Pero ha terminado siendo el Oscar Wilde español. El escritor irlandés dijo aquello de: "He puesto todo mi genio en mi vida y solo mi talento en mis obras". Puigdemont podría decir: "He puesto todo mi genio en mi vida y solo mi talento en mis golpes de Estado". Solo su talento, ¡pero qué talento! En cuanto a su vida, es de una genialidad absoluta. ¡Y qué arco narrativo! Es el hombre que ha proclamado la república más fugaz de la historia, el hombre que huyó en el maletero de un coche, el hombre que vagó por Europa como los héroes de la literatura para terminar en Waterloo, sin arredrarse ante la sombra del mismísimo Napoleón. ¿Quién ha hecho algo parecido? Pero la cosa no acaba aquí: también le ha echado un pulsazo a Sánchez, quizá el gobernante con más ego que Napoleón. Ha dicho que quería hacerle "mear sangre", que es una frase preciosa. Con Sánchez, por cierto, Puigdemont ha sido Lola, el ángel azul, la mujer fatal, que ha llevado a Sánchez a la perdición. Pero lo más bonito de Puigdemont es cómo ha renacido. De ser un alma en pena en el Parlamento Europeo, ha pasado a tener una alegría contagiosa. Como dice una amiga, "se le ha puesto risilla de hijo del director del colegio". ¡Es una obra maestra Puigdemont!