8.5.14

Calando el melón de Valenciano

Es muy difícil que a un político se le abra la cabeza como un melón y que nos podamos asomar a lo que lleva dentro. Buena parte de su aprendizaje consiste en endurecer la corteza, e incluso en cubrirla con capas de alcachofa. La cabeza de un político profesional viene a ser, así, una alcachofa con un melón dentro: las probabilidades de alcanzar lo que hay en el fondo del fondo son escasísimas. Por lo general, el proceso se produce en las bregas internas del partido (genuino campo de batalla darwinista), de modo que cuando el político asoma la cabeza a la vida pública ya la tiene impenetrable.

Las excepciones se daban cuando aparecía algún político asilvestrado, o cuando un micrófono abierto o una reacción incontrolada echaba fuera trocitos del melón interior. Con Zapatero todo cambió, y empezaron a aparecer políticos, con el propio expresidente inaugurando, que nos daban a probar ellos mismos tajaditas de sus cerebros. El resultado fue reconfortante para la inmensa mayoría de los españoles: en efecto, con eso en la mollera muchos cientos de miles (¡millones incluso!) podríamos haber estado en Moncloa. Y, lo que es más importante, cobrando la pensión vitalicia de después.

La franqueza con que Elena Valenciano ha hablado en la Ser sigue esa senda. Nos ha ofrecido, sin adornarlo, lo que guardaba en su cabecita. Y cientos de miles (¡millones incluso!) nos hemos dado cuenta de que podríamos ser los candidatos del PSOE para el parlamento europeo. Más que como la chica de ayer, se ha destapado como la chica del montón. Su trayectoria (Jesucristo-Che Guevara-Felipe González) es verosímil, y en vez de regodearnos en los chistecitos podríamos analizarla un poco.

Llama la atención la falta de elementos genuinamente intelectuales, o siquiera literarios: ha sido una trayectoria que no ha precisado de ni un solo libro. Lo esencial se descubre en un musical pop, y a partir de ahí todo va rodado. Es una evolución tosca, pero coherente. Y, ya puestos, en la dirección correcta: la de la racionalización. Los que se ríen de que haya puesto a Jesucristo y a Felipe González “en la misma dimensión” se olvidan de que el “Jesucristo” de Valenciano no es el de los Evangelios, sino el Superstar. O sea, ya bastante prefelipista. Puede que haya un abismo entre Felipe González y Jesús de Nazaret; pero no entre Felipe González y Camilo Sesto (ambos, por otra parte, desde la perspectiva del Abc, hechos a imagen y semejanza de Dios).

El incómodo del trío es el de en medio, hoy que ya sabemos que era de gatillo fácil. A propósito del Che, lo de verdad triste de la entrevista es cuando Valenciano dice que Silvio Rodríguez siempre ha cantado “contra los regímenes totalitarios”, cuando sigue siendo defensor de uno de ellos. Y también son sintomáticas las alusiones a su padre y a sus hijos. Sobre estos dice que son “muy críticos con las instituciones tal y como están y con la política tal y como es”. Sin que sepamos en qué medida esas críticas caen dentro de casa. En cuanto a su padre, resulta que era de la UCD y ella habla con cariño de su tolerancia. Lo cual, de pronto, me ha parecido saludablemente antiguerracivilista.

¡La UCD! Nunca ponderaremos lo suficiente su legado. Al final fue bajo ese techo, y con sus habichuelas, donde se fraguó una trayectoria así: propia de la última generación del franquismo. Ya sin libros y extremadamente pop.

[Publicado en Zoom News]