Las elecciones europeas del domingo –enmarcadas entre la Champions y el desnudo de Raquel Mosquera– dejan un panorama de irresponsabilidades. Solo amortiguadas, paradójicamente, por una irresponsabilidad mayor: la de haber votado para Europa según nuestras pulsiones locales. Es como si lo peor de nosotros lo dibujásemos fuera, a modo de exorcismo. Aunque habrá que esperar a las próximas generales para ver si el conjuro ha funcionado, o si reproducimos aquí ese engendro de parlamento que acabamos de esbozar. Por lo pronto, el fantasma se diluirá en Europa.
La culpa es de los electores, pero en un segundo término. En primer término, y con ventaja, la culpa es de los partidos. Empezando por los dos grandes. Lo han tenido todo, llevan lustros teniéndolo todo, y no han sabido estar a la altura. El establishment nauseabundo que han montado, con altas tasas de corrupción y de caciquismo, y con un dominio generalizado de la mediocridad, ha desprestigiado el sistema entero. Por desgracia, este sistema es el que vale: el democrático. De manera que el desprestigio del PP y del PSOE produce el efecto óptico de que es la democracia la que está mal.
Pero el problema, por supuesto, no es la democracia; ni siquiera el bipartidismo. El único problema es el mal funcionamiento de la democracia; así como la irresponsabilidad de los dos grandes partidos con capacidad de gobierno. Las únicas vías para arreglarlo serían el fortalecimiento de la democracia y la exigencia (¡intransigente!) de que esos dos grandes partidos fuesen responsables. Y en esto también se han mostrado irresponsables los demás.
UPyD y Ciudadanos se han equivocado al atacar, para abrirse hueco, el bipartidismo en sí. Su única opción como partidos regeneradores no era destruir el bipartidismo, sino adecentarlo: ser sus preceptores, por decirlo así, en el camino de la responsabilidad. Al no hacerlo, se han revelado también como unos irresponsables: contribuyendo a romper el bipartidismo para que crezcan Izquierda Unida y Podemos. Dos partidos que no dejan de acertar en algunas de sus críticas a nuestro establishment, pero que tienen como modelo (en diferentes grados, según les vaya la marcha) algo mucho peor: las aberraciones de la Cuba castrista o la Venezuela bolivariana. En cuanto a nuestros nacionalistas, es lo más parecido que tenemos en España a Marine Le Pen. El alcalde de Sestao también ha ganado en Francia.
De manera que los que no somos muy del fútbol, ni del Real Madrid, no tenemos nada urgente a lo que agarrarnos. Bueno, si acaso Raquel Mosquera.
[Publicado en Zoom News]