5.3.15

Ejercicio de admiración

Manifestar admiración por Iñaki Uriarte es algo que no combina, por enfático, con el tono de sus Diarios: tan elegante es la distancia que ha sabido proponer en ellos. Pero uno, después de todo, no es Uriarte, sino un aprendiz de Uriarte, por lo que puede permitirse (aún) esta enfática inelegancia de proclamar su admiración; y de paso, empujar al lector a que lo lea. Me refiero, naturalmente, al lector que aún no conoce a Uriarte: pero el que lo conoce no está leyendo esta columna, sino sus Diarios, cuyo tercer tomo acaba de salir ahora (como los anteriores, en la editorial Pepitas de Calabaza).

Lo recomiendo desde una columna de actualidad porque de tarde en tarde hay que sacar la pierna de su bocado rabioso. Contra la rabiosa actualidad, en efecto, nada como estas páginas en que uno gana perspectiva y puede ganarse, por tanto, a sí mismo. En una de las entradas, un amigo le dice a Uriarte, tras haber estado charlando con él: "Qué paz, me voy como recién duchado". Y comenta Uriarte: "Si de alguna cosa pudiera preciarme en esta vida es de esos momentos en que he tenido y podido contagiar un poco de calma a mi alrededor. A diferencia de aquel que quería ser dinamita, a mí me parece bien cumplir la función de valium".

En los Diarios, con todo, asoma la actualidad. Abarcan el periodo de 2008 a 2010 y ahí están la crisis económica, Obama, el alto el fuego de ETA o el medio ambiente nacionalista (del que Uriarte anda desligado). Hay también algunos vistazos a la historia: Mayo del 68, la cárcel en el franquismo, los GAL (con una inquietante aparición de Amedo), o la emigración y el exilio vasco en Nueva York, de donde él procede. Como dice la escueta nota biográfica: "nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao". Pero sobre todo está la vida –en lo bueno, en lo malo y en lo regular–, filtrada por una percepción educada en Montaigne; y están las lecturas.

Quizá la clave de su arte ("el arte de Uriarte", como dice mi amigo Josepepe) esté en que es más un lector que un escritor. Esto no le supone escribir peor, porque de hecho escribe mejor, sino librarse de los vicios (y las brasas) de los escritores. Como dice en otra entrada: "Esos que escriben como si en la literatura se tratara de escribir y no de leer". El resultado es que estos Diarios son un regalo para el lector. Desde que empezaron a publicarse en 2010 (el lector Uriarte se convirtió en el autor Uriarte con sesenta y tres añitos), se hicieron con lectores agradecidos por pasárselo tan bien leyendo.

El gato de Uriarte se llama Borges. Y al otro Borges, que aparece con frecuencia en los Diarios (casi tanto como el gato y como Montaigne), le dedicó Cioran unas líneas en sus Ejercicios de admiración que yo le aplicaría a Uriarte: "podría convertirse en el símbolo de una humanidad sin dogmas ni sistemas, y si existe una utopía a la cual yo me adheriría con gusto, sería aquella en la que todo el mundo le imitara a él, a uno de los espíritus menos graves que han existido, al último delicado".

[Publicado en Zoom News]