Llegó la hora de hablar del gran tema de estas dos semanas: ¡la gallega de Cancún! Es curioso y sumamente morboso el modo en que Interviú (nunca dejaré de envidiar el apellido de su director: Cerdán, toda una declaración de principios) nos ha ido ofreciendo las fotos. En la primera entrega, tuvimos a una gallega artificiosa y pasada a tope por el photoshop: era como el elefantito de silicona, pero con tetas (no de silicona). En esta segunda, ya hay detalles naturalistas: ciertas irregularidades en el color de la piel, alguna insidiosa verruguita... Pero lo que en ambos lotes predomina es el melodrama del rostro. Ese rostro compungido no es un poema, sino justamente eso: un melodrama. Uno puede asomarse a una película de Berlanga por él (se trata, sí, de un melodrama castizo). Las estrecheces económicas de la peluquera y el marido (¡con lo imposibles que están las hipotecas!). La inesperada oferta de Interviú, que cae como una genuina "proposición indecente". Los debates de mesacamilla dentro del lecho conyugal. Las (sospechamos) poco convincentes reticencias iniciales del marido y el (sospechamos igualmente) secreto alivio cuando comprueba que su esposa está dispuesta a inmolarse tal Juana de Arco del top-less en la hoguera de la mirada pública... Y luego los incómodos flecos prácticos: la sesión fotográfica (¡el maquillaje, los focos, el fotógrafo de la melenita!), el cheque, la frialdad del cheque, la llegada a los kioskos de la revista y el eterno crepitar de las llamas durante la semana entera... Si no recuerdo mal, se fueron a Cancún a pasar la luna de miel. Pero me da a mí que estas fotos son ya el comienzo del divorcio. Lo malo es que ni siquiera habrá película: ¡se lo comerá todo la televisión!
[Publicado en Nickjournal]