Francia se ha vendido siempre muy bien a sí misma, y su imagen más favorable es la que le hemos comprado: la de la Ilustración, la Revolución, los poetas malditos y la resistencia contra los nazis. Pero Francia ha sido también la del Absolutismo, la Restauración, las familias ultracatólicas de los poetas malditos (ultracatólicas e insoportables: más insoportables aún que los poetas malditos) y el colaboracionismo con los nazis. Nos olvidamos demasiado fácilmente de la Francia de Vichy, y de que en el propio París los invasores vivieron relativamente bien. En el gran libro de Herbert Lottman La caída de París hay un detalle cotidiano escalofriante; escalofriante por cotidiano: el alivio que sintieron los tenderos parisinos cuando, la primera mañana de la invasión, vieron que los soldados alemanes no robaban sus productos, sino que los pagaban. Aquellas monedas suponían también una transacción moral, y me imagino a los hijos, a los nietos de aquellos tenderos escandalizadísimos ahora con el matrimonio gay.
En efecto, esta oleada energúmena que sacude ahora a Francia es la heredera del régimen de Vichy, la que asomaba en los éxitos electorales de los Le Pen y no nos terminábamos de creer del todo. Cosa comprensible desde este lado de los Pirineos, en que Francia ha sido un símbolo de lo que siempre nos faltaba, y por eso nuestra auténtica aristocracia ha sido la de los afrancesados. Al final, el ominoso mandato de Zapatero (ese Pétain de los nacionalistas), podrá presumir al menos de haber tenido un momento luminoso, digno de ese símbolo. Resulta emocionante ahora comparar. Cuando se legalizó aquí el matrimonio gay en 2005, rebuznó la Iglesia y rebuznó el PP, pero la sociedad lo aceptó sin apenas roce. La misma sociedad que treinta años antes tenía que ir a Perpiñán a ver Emmanuelle y que servía de parodia en películas como Lo verde empieza en los Pirineos. (En estos ocho años ha sido lo arcoíris lo que empezaba en los Pirineos: para los franceses).
Al final, es esta sociedad española tolerante nuestro mayor bien. Demasiado bueno como para que lo respeten los políticos: el propio Zapatero la azuzó enseguida con sus guerracivilismos; como la quiere azuzar ahora Rajoy con su ley del aborto y su asignatura de religión. Pero alegrémonos hoy, recordando el día en que España fue más Francia que Francia.
[Publicado en Zoom News]