30.1.14

Blas Piñar, aborto nuclear

Fue la primera pintada en la que me fijé, o la primera que recuerdo, y estaba en una tapia camino de la escuela, ante la que pasaba todos los días. Blas Piñar, aborto nuclear se me quedó por su mera fuerza fonética, o por el ritmillo, porque ignoraba su posible significado. A mis doce años no conocía ninguno de sus términos. Si acaso ese Blas, con la ausencia de algún Epi. “Todo poema, con el tiempo, es una elegía”, sentenció Borges. Y ahora que se ha muerto Blas Piñar me viene aquella pintada con tintes elegíacos. Todas las magdalenas proustianas van hundiéndose en el té. Incluso aquellas incomibles como pedruscos.

Nosotros tenemos la transición, como nuestros mayores tenían el franquismo o el antifranquismo. Sin darnos cuenta, vamos siendo ya un archivo para los que vienen detrás. El otro día un joven se sorprendió cuando le mostré, a propósito del Gamonal, los carteles que José Ramón Sánchez hizo para el PSOE en 1982: aquellos tiempos en que los bulevares sí eran socialdemócratas. También guardamos la memoria de Piñar. Él sí era eso de lo que tanto se habla ahora: un “nacionalista español”. El equivalente real de los Mas, los Otegis, los Urkullus o los Junqueras. Los pesados de la banderita. Los rígidos que, incluso cuando aceptan la democracia, se remiten a una instancia que la excede.

Blas Piñar no la aceptaba, aunque llegó a ser diputado, como lo son los de Bildu. Pienso ahora que su presencia le aportaba credibilidad, en el arco político de entonces, a Fraga. Había algo peor, más desbocado. Piñar fue también una fuerza que, con su estar en contra, actuó en favor de la transición: con él le poníamos cara a lo que no queríamos. Y fuimos aceptando a la derecha porque estaba la ultraderecha. Aunque la transición al final la fueron haciendo casi todos. En mi instituto había un chico de Fuerza Nueva que terminó trabajando en la cadena Ser y en Canal Sur. Era el único al que yo conocía que estuviera con Tejero, con la OTAN y con la energía nuclear.

Así pues, Blas Piñar fue para mí el protagonista de una pintada que, en un momento dado –cuando crecí y me aficioné a la prensa–, se manifestó. También se fueron manifestando lo nuclear y el aborto, sin que la pintada se hiciera más comprensible. Aunque estaba claro que se trataba de un insulto. Nunca nos lo tomamos en serio (salvo por el peligro que pudiera representar) y nunca lo escuchamos realmente. Sus palabras rebotaban de antemano en nuestros oídos. En su contra, también hay que decir que fue de los que siguieron entorpeciendo el vocablo “España”; contribuyó a mantenerlo en la inercia sórdida de la que se aprovecharon los demás nacionalismos.

Me he puesto un vídeo de entonces para aspirar (solo un poco) el aroma de la época. Es el de la intervención de Blas Piñar en la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, el 25 de febrero de 1981. Dos días después del intento de golpe de estado. Con mi mirada de ahora, que en verdad hace aquello menos elegíaco que pop (¿qué fue Tejero sino nuestro Village People?), he hecho dos descubrimientos asombrosos, ambos avant la lettre. El primero, que la oratoria de Blas Piñar, con su gestualidad y su tono, recuerda a la de Julio Anguita. El segundo, que Calvo-Sotelo era clavadito a Risto Mejide. Todo vídeo, con el tiempo, es un cachondeo.

[Publicado en Zoom News]

* * *
PD. Los pesados de la banderita.