La verdad es que los partidos políticos tienen un psicoanálisis muy fácil. Eso de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, que en la vida no siempre es real (porque en la vida existe el juego), se da con una precisión matemática en la política. Sobre todo en actos de reafirmación como los de la convención del PP en Valladolid.
Aquí la dialéctica se cumple como si se la acabara de inventar Hegel: la afirmación se busca mediante negaciones; negaciones que dibujan, con exactitud de guante, la verdad. Desmintiendo lo afirmado. De manera que ese tú-Rubalcaba al que interpeló Rajoy (cargándose el último patrimonio que le quedaba a la derecha: el usted) era también un tú-Rajoy, en diálogo (en oposición) consigo mismo. Algo perfectamente lógico, porque a estas alturas la herencia recibida de Rajoy es el propio Rajoy.
El escenógrafo del PP (cuyo nombre ignoro pero que ha sido el protagonista secreto de las jornadas) ha entendido el drama de manera exquisita. La colocación de una enorme pantalla a la derecha del orador (a la izquierda para los espectadores, en un prodigioso juego transversal que pretenderá robarle votos a UPyD) ha resaltado esa dualidad esencial. En este PP dividido, en el que se oyen voces (plural de Vox), cada interviniente estaba a su vez dividido, o desdoblado; como un PP a pequeña escala, fractal.
A la vez, le hacían un homenaje al presidente, probando de su propia medicina: protagonizando lo que más se le ha criticado, que es desvanecerse en favor de una pantalla. No sé si sería de plasma, pero funcionaba igual a efectos simbólicos. Allí estaban en su versión carne, pero empequeñecidos por la imagen de ellos mismos en la pantalla; como exponiéndose a demostrar que lo que cuenta es la representación electrónica. Y de paso que les separa de la calle un simple clic.
En cuanto al propio presidente, se trataba de un ejercicio personal, más que se reafirmación, de fuerza (o de recochineo). Luis Cernuda solía repetir: “Aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú”. Y Rajoy ha querido cultivar lo que es, colocándose a sí mismo de mascota de una pantalla gigante que evocaba sus comparecencias ectoplasmáticas. Como en aquella imitación que hacía Pedro Ruiz de Alfonso Guerra, podría decir: “¡Estoy plasmao, estoy plasmao!”.
Lo ocurrido en Valladolid ha sido, pues, la plasmación definitiva de este PP que va a lo suyo. No sabemos si en la buena dirección, pero sí con la ventanilla cerrada. Y dejándose piezas por el camino.
[Publicado en Zoom News]