En cierto modo El País, su actual dirección, ha actuado en legítima defensa, puesto que Savater exhibe su desdén en el prólogo de Solo integral, en que añora los tiempos de la anterior dirección: "Era aquel El País de entonces dirigido por Antonio Caño, donde escribían José Ignacio Torreblanca, Maite Rico, Rubén Amón... Un dream team que desconcertaba e irritaba por igual a nuestra clientela más talibán pero que bastantes seguimos echando de menos". Yo también: fue el último momento en que El País volvió a parecerse al periódico que leíamos los viejos lectores de El País. Hay quienes sostienen que aquel periódico no existió nunca, que fue un espejismo que proyectamos y que ahora recordamos como recordamos nuestra juventud. Puede ser. En cualquier caso, El País es el único periódico con el que he tenido una relación sentimental. Por eso es para mí el más importante: también cuando lo repruebo, cada vez con más frecuencia.
Para mí El País siempre ha sido el periódico de Savater. En el sentido de pertenencia, en favor de Savater: es Savater el que le otorga distinción. Pero iban juntos. La primera vez que vi a Savater fue en el antiguo suplemento de Libros, en el que descubrí también a Cioran, Pessoa y Leopardi. Sobre una foto de Savater con su barba negrísima de la época, venía la frase "Adversus melancholicos". Era el título de la reseña que hacía Muguerza de los libros de Savater de 1982, La tarea del héroe e Invitación a la ética. Lo bueno es que yo me fijé por la atracción que tenía para mí la melancolía: ignoraba aún que adversus melancholicos significa "contra los melancólicos", que eran a los que se oponían sus dos libros alegres; para alegrarlos, en casos como el mío.
Desde entonces he leído todo lo de Savater, en sus libros y en el periódico. También lo anterior a mi enganche. Cuarenta años se cumplen en este 2022. Un día, cuando ya no iba a hacer ninguna tesis doctoral, se me ocurrió la idea perfecta: estudiar la relación entre Savater y El País a lo largo de los años. Se la regalo al tesinando que la quiera. Saldría una historia apasionante de la Transición. Por un lado, la trayectoria de Savater; por el otro, la trayectoria de El País; con su entrelazamiento y sus roces. Significativamente, su primer artículo salió al día siguiente del lanzamiento del periódico (“Nabokov o el destierro como estilo”, 5-V-1976). No hay aquí espacio para esbozar siquiera la relación, pero citaré al menos tres artículos conflictivos contra la línea editorial de El País (publicados todos menos uno en el periódico): “Viva el perder”, en que respondía a otro de Cebrián tras las elecciones vascas de 2001; “Casa tomada”, que censuró El País y tuvo que publicar en El Correo (2007); y “Convencido”, en que anunció que votaría a Ayuso en las autonómicas madrileñas de 2021, para escándalo de articulistas y lectores que no se escandalizan con Sánchez. En el del sábado, “Año del tigre”, muestra un brío como el de sus mejores tiempos, que promete espectáculo: “Se acabó la farsa de inventar derechistas antropófagos frente a fraudulentos izquierdistas beatos. No acepto redimir a golpe de buenas intenciones a los que solo hacen rico en ideología. Ni seguir embelleciendo por decreto el pasado para disimular el fracaso en emancipar el futuro”.
Yo tomo partido por Savater porque (afinidades aparte) lo he entendido siempre o casi siempre, y además en todo momento ha hecho por explicarse. A El País, en cambio, no siempre lo he entendido. Y ahora cada vez menos. Pero conserva la mayor virtud: sigue siendo el periódico de Savater.
* * *
En The Objective.