30.5.24

El viento de Arroyo-Stephens

Solo visité una vez a Manuel Arroyo-Stephens. Lo hice en compañía de Pilar Álvarez, que lo visitó muchas veces, hasta el final. Fue a últimos de julio de 2019. De aquel día es la foto que ilustró su obituario un año y medio mes después. Yo me di un paseo por el campo de la casa, que daba al monasterio del Escorial, a lo lejos entre los árboles, mientras ellos trabajaban en los escritos que se han publicado ahora: De donde viene el viento. Textos inéditos reunidos (Acantilado).

Los he leído esta semana, con emoción y admiración. La idea engañosa de que el autor murió con una obra inconclusa (compuesta por este libro más Pisando ceniza, La muerte del espontáneo, Mexicana y algún otro previo) hay que refutarla con la plenitud de lo que ha dejado: unos cientos de páginas, no llegan a mil, de una prosa de primera, natural, profunda, a un tiempo luminosa y sombría (la sombra del cuerno, como escribió Michel Leiris), con destellos poéticos, casi místicos, y a la vez material (empezando por la materia de las palabras), ligera y con el secreto de la narración. Este consiste en que el lector quiere saber en cada frase qué pasa en la siguiente, sea lo que sea; más que por lo que se cuenta, por la manera de contarlo. Aunque lo que se cuenta es la vida y vale.

Son textos dispersos. A la última parte de De donde viene el viento tiene la coquetería de titularla Desperdicios, que son deliciosos. Le resume viajes por Oriente (Japón, China, Vietnam) a su amigo Polifilo (así me consta que llamaba a Azúa), consigna las memorias de un conejo y habla de su pasión por la oropéndola. Esto sobre tales pájaros da la talla del hombre: "esperaba ansioso su llegada y una mañana de principios de mayo, cuando iba a salir de viaje, volví a oírlas. Acababan de llegar esa noche. Retrasé mi viaje para disfrutar de su canto unos días". Era un romántico, un metafísico, de estirpe anglosajona; sin dejar de ser muy español.

Antes hay relatos con más lugares: Oporto, Berlín (Hamburgo), Sevilla (junto a un amigo eternamente moribundo), el aeropuerto de Londres. Y la historia de "un hombre de negocios" que recuerda a los personajes excesivos de Mexicana. Y la del propio Arroyo como librero y editor en los tiempos de la clandestinidad y la transición a la democracia, con la publicación de sus cuatro Quijotes, aunque aquí solo salen dos (esta historia se parece a las de Pisando ceniza). Y al comienzo del libro, inaugurándolo y casi cerrándolo por arriba, su texto descomunal, una obra maestra de setenta páginas: Mi madre es una trucha. No se ha escrito nada igual en español y está ahí atrapada toda la literatura española.

Es un relato raro, áspero, como torturado, catártico, de algún modo inasible; y suave: difícil y fácil. La vida y la muerte están ahí metidas, en alto voltaje. Con un vuelo lírico a rachas que no pisa el suelo, como su amada oropéndola (que también aquí aparece), y con caídas deliberadas, anticlimáticas, rozando lo chusco. Hay una comprensión tragicómica de la existencia, como en nuestra mejor tradición: no retórica sino salida de dentro. Dolorosa, libre, alegre. Escribe: "A mí lo único que me importa es la muerte. Sé que estamos aquí para eso, para vivir nuestra muerte. [...] ¿Por qué lo que vivimos en la infancia tiene tanta fuerza, por qué nos vuelve o volvemos a ella? Porque sólo miramos el mundo una vez y lo demás es memoria. El silencio que venga no me importa nada". 

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27.5.24

Presentación de 'Zona de confort' en Madrid (audio)

 

Audio de la presentación de Zona de confort (Sr. Scott) con Rafa Latorre en la librería Tipos Infames de Madrid el sábado 18 de mayo de 2024. (Gracias a María Campos por la foto y a Miguel Gómez Losada por el montaje.)

26.5.24

En la pomada y más misántropo que nunca

[Montanoscopia]  
 
1. Me encuentro a Agustín Rivera en el Ave de vuelta de Madrid. Hace unos años escribió sobre la felicidad cultivadamente provinciana que tenemos los malagueños de habitar la capital en nuestras escapaditas. La de entrar, por ejemplo, en la librería de cine Ocho y Medio y que ande por allí Almodóvar. "Estoy en la pomada", formulaba Rivera. En mis días madrileños de la semana pasada he estado en la pomada mientras me dedicaba a mis cosas: era una pomada suave como música de fondo. Una amiga editora venía de ver a Milei. Otra de ver a Rushdie. Otra había ido a Moncloa hacía unos días a dejar un libro y me contaba cómo los recepcionan. Otra amiga estaba recién llegada de Cannes, adonde había acudido como actriz... Estuve en la presentación de mi libro Zona de confort (¡yo no podía faltar!) y en la de la revista Letras Libres. Una frase que se repetía en círculos periodístico-intelectuales: "Begoña es la kryptonita del presidente". En el Del Diego estaba Madina y alguien me escribió: "Ahí solo hay antisanchistas, el sanchismo bebe garrafa". Pero también estaba un sanchista amigo mío. Yo saboreaba por fin un dry martini, con otro amigo. La búsqueda de un dry martini potable se está convirtiendo en una tarea. Caí en que hace tiempo que el daiquiri del cubano Zara no coloca: ¿le ponen menos ron? A cambio, está el palo cortado de los gaditanos de Madrid. Una amiga podemita, o expodemita (antipodemita ya, casi), se regocija de que el aquelarre facha haya sido en Vistalegre, como los de Podemos. Me cuenta intimidades chungas de este mundillo: se comportan como fachas. Otra amiga me cuenta rumores de lo que oculta Pegasus. Aunque, dice, los madrileños se están dedicando a vivir la vida y pasar de la política. Ya caerá Sánchez. En cuanto a mí: hago en cinco días la vida social de cinco meses. Estoy más misántropo que nunca, lo que no me impide exhibir una simpatía desbordante. 
 
2. Dice Sánchez que lo más urgente es frenar “la ola ultraderechista”. La ultraderecha debería espabilar: como tarde mucho, no le van a quedar destrozos en el Estado de derecho que hacer. Ya los habrá hecho Sánchez.  
 
3. Ya se van insinuando los sanchistas de Feijóo: son los que postulan que se deje apoyar por Puigdemont para echar a Sánchez. Cuando Feijóo llegue al poder harán como la última vez que el PP gobernó: de antizapateristas pasaron a ser zapateristas de Rajoy. El turnismo sigue siendo la estructura profunda de la política española. 
 
4. No todo el que critica la brutalidad de Netanyahu es antisemita. Yo mismo la critico y estoy con Israel. Pero a los antisemitas se les vio el (¡pestífero!) plumero el 7-O y los días que siguieron al pogromo. Antes de que Netanyahu respondiera. Camuflado en la denuncia a la invasión de Gaza, aflora un antisemitismo escalofriante.  
 
5. Se reedita el Quijote que tradujo al castellano actual Andrés Trapiello, ahora conjuntamente con el original de Cervantes (Destino). En su día me resistí a leerlo, pero cuando por fin lo hice le encontré dos virtudes, una esperada y otra inesperada: la lectura avanzaba con fluidez semántica, como si al viejo vehículo le hubiesen puesto un motor nuevo; mi sorpresa es que eso se lograba sin que se perdiese el sabor de la prosa cervantina. Trapiello publica además el Fractal de su Salón de pasos perdidos: un diario de diarios que concentra en un tomo lo mejor de los veinte primeros (Alianza). Llegará a las librerías el 6 de junio: ¡el Día D, el perfecto para el diarista! 
 
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23.5.24

Caricaturas de caricaturas

Reconozco que anímicamente me lo monté fenomenal en la anterior crisis económica, la que empezó en 2008 y duró tantos años: me estuve refugiando de los problemas de España en los de Argentina, al lado de los cuales los de España parecían de chiste.
 
El quilombo argentino lo seguía por el programa de Jorge Lanata Periodismo para todos, que podía ver por internet al día siguiente de su emisión desde Buenos Aires. Junto a los monólogos de Lanata y los reportajes, por lo general sobre la corrupción del kirchnerismo a lo largo y ancho del país, estaban los sketches: el teatrillo de los políticos caricaturizados por actores.
 
El elenco era fantástico. De la realidad solo conocía a la presidenta Cristina Kirchner y a su marido fallecido Néstor, que se presentaba a veces como el Nestornauta (una parodia de la historieta argentina El Eternauta). El resto eran caricaturas de políticos a los que yo no había visto jamás: Massa, Timerman, Aníbal Fernández, Amado Boudou, el futuro presidente (y luego expresidente) Macri... Semana tras semana aparecían con sus numeritos y su personalidad definida, exhibiendo una incompetencia y una ridiculez ciertamente jocosas. Con el tiempo fui descubriendo a los políticos a los que imitaban, con un efecto fulminante: eran caricaturas de sus caricaturas. Hasta la propia Cristina, a la que como digo sí conocía de antes, quedaba impregnada de su doble.
 
Recuerdo que a la actriz, espectacularmente buena, se la jugaron con la filtración de una felación a su pareja que cortaba el hipo. No sé si perjudicó a su imagen: a mí me la agigantó. La siguiente vez que apareció como Cristina Kirchner casi me hago peronista. He sabido hace no mucho que la actriz, Fátima Flórez, ha tenido una relación sentimental con Milei, lo que me ha producido calambres intelectuales. ¡La falsa Kirchner –más verdadera que la verdadera (solo porque esta era más falsa que la falsa)– buscando la verdad del político de enfrente! ¡El político en el que la verdad y la falsedad se han fusionado en un único ente, Milei! El verdadero Milei es también el falso Milei: una caricatura que será siempre superior a todas sus caricaturas. ¡Milei, la caricatura lograda!
 
Al enfrentarse con él, Sánchez ha descendido a ser técnicamente otro personaje de Lanata, junto con su corte esperpéntica (¡lanatista!) de los Puente, Albares, Montero y Bolaños. En España tuvimos en su día moñegotes, pero los originales (exceptuando algún que otro nacionalista) tuvieron la deferencia para con sus caricaturas de no superarlas. Esto ya no es así. Nuestros políticos, ya también como los argentinos, compiten con sus caricaturas y les ganan en caricaturidad. El tobogán por el que descienden los conduce a las sentinas de la irrisión.
 
Los analistas hablan del beneficio mutuo que se prestan los presidentes Sánchez y Milei, a costa de sus países, sometidos ambos a sus procesos degradantes. Yo aquí ni he pensado a quién beneficia ni a quién perjudica, aborrecido del espectáculo. Estas caricaturas de caricaturas (Sánchez y Milei blindadas caricaturas de sí mismos, que no necesitan ni imitadores) suscitan una espiral inane en la que ya no hay humor, sino náusea. He aquí otra modalidad del fango: la de la ciénaga de las caretas puras. El infierno son los otros porque son como los otros.
 
Han pasado poco más de diez años de mi truco anímico para sobrellevar la crisis, y ya no vale. España se ha convertido en un país de broma. De broma sin gracia. Ya no puedo refugiarme de los problemas de España en los de Argentina, porque los de España son una caricatura de los de Argentina.
 
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19.5.24

¡Guillotina a la parpusa!

[Montanoscopia]
 
1. En las Memorias de ultratumba, mi lectura cronogramada de 2024, voy por los capítulos que Chateaubriand dedica a Napoleón. Es brillantísimo. Resume bien la conmoción que supuso. Con la Revolución francesa (también excelentemente reflejada en las Memorias, sobre todo la época que siguió al Terror) se inicia la célebre aceleración de la historia, pilotada por Bonaparte en sus años. Una de las síntesis de Chateaubriand: "El lado malo de su genio, su imposibilidad de parar quieto: actor eterno, cuando no añadía imperios en un mapa, añadía una fantasía". Sobre sus procedimientos, un rasgo que nos resultará familiar (¡salvando las distancias!): “Bonaparte dice todo cuanto cabría decir contra la ejecución de los prisioneros de Jaffa. ¿Qué le importaban a él tales contradicciones? Conocía la verdad y le importaba un comino; hacía el mismo uso de ella que de la mentira; no valoraba más que el resultado, los medios le daban lo mismo; el número de prisioneros le estorbaba y los mató.”  
 
2. Se dice que a Napoleón lo derrotó en Rusia el general Invierno. Al independentismo catalán lo ha empezado a derrotar el sargento Cansancio. Solo algunos analistas han resaltado la alta abstención, el reverso indolente del fervor que requiere la creación de naciones. Pero los nacionalistas siguen con su matraca: ellos sí son incansables.  
 
3. Al final Illa era el que mejor se acomodaba a la indolencia ambiente. Con él, el PSC alcanza su sueño: ser la nueva Convergencia. Hace veinte años tuve una amiga de este partido, ya independentista entonces. Y filósofa, como Illa. Se sentía además socialdemócrata. Un día, medio en broma, medio en serio, me dijo que a ella en realidad le hubiera gustado hacerse del PSC, pero no pudo por no venir de familia rica.  
 
4. La pax catalana que se nos viene, asentada en la mentira, la daría yo por buena si propiciase un Bernhard catalán que acribillara ese pastel en sus libros. Ellakuría acertó al traer al escritor austriaco al caso catalán (y al vasco). 
 
5. Ahora hablan derogatoriamente de los "constitucionalistas sulfúricos". Es cierto que se pasan (nos pasamos) un poco. Pero nuestras exageraciones sobre quienes nos acusan se aproximan más a la verdad que las de ellos sobre nosotros.  
 
6. El buitre Sánchez se ha puesto a carroñear con el atentado al presidente eslovaco Fico a ver si saca algo.  
7. Al leer el lamento de Dudda por el fin de las malas críticas, caigo en que a mí dejó de divertirme escribir mal de libros cuando dejó de divertirme leer bien los libros malos. Con estos ahora pierdo la paciencia, los diagonalizo, los leo mal. No los leo lo suficientemente bien como para escribir mal de ellos.  
8. Casi estoy a punto de reprobar los toros. Artículos como los de Mejía y Arias Maldonado me convencen. Aunque está claro que son cultura. Desde luego, en un grado superior al que es cultura un Ismael Serrano, aplaudido por el ministro antitaurino Urtasun. El cantautor, por lo demás, también le provoca sufrimiento al animal: al animal humano con sensibilidad musical, concretamente.  
 
9. Veo a los de Izquierda Española disfrazados de chulapos madrileños en San Isidro. La abrasiva moda folclórica se expande por la única ciudad en que podíamos refugiarnos los antifolcloristas. La gorrita madrileña (¡la parpusa!) es más llevadera que los floripondios de los demás lugares; pero da igual: ¡no se lo paso a Izquierda Española! Ha perdido mi voto. ¡Y pensar que empezaron llamándose El Jacobino! ¡Guillotina a la parpusa! 
 
10. Vagón Silencio: aquel del tren en el que mejor se oye el ruido. 
 
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18.5.24

Los Beatles son la tuna

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:41:35
 
Buenas noches. Pensaba ocuparme de una de mis mayores detestaciones de todos los tiempos: el cantautor Víctor Manuel. Ahora tiene disco y gira, con un título que ha encendido todas mis alarmas: Víctor Manuel Sinfónico. Pero he visto que nuestro Edu Galán lo adora y no quiero provocar una guerra civil en el Nanosegundo, que además ganaría él. Así que me he ido a por una pieza de caza aún mayor: ¡los Beatles! A mí me encantaban, como a todo el mundo. Me parecían refrescantes, desenfadados, ¡alegres! Pero una tarde me metí en el cine a ver la película Qué noche la de aquel día, protagonizada por ellos, y empecé a sentir un extraño malestar. En mi butaca me puse a pensar qué me estaba pasando, mientras la película seguía. En ella unos mozalbetes vestidos de negro correteaban de acá para allá con sus guitarras, cantando canciones pegadizas de letras tontas y molestando con sus gracietas y gamberradas a cualquiera que se cruzara en su camino. ¿A qué me recuerda esto?, me pregunté. Y la respuesta que me di me dejó seco: ¡la tuna, me recuerda a la tuna! ¡Los Beatles son la tuna! Desde entonces no he podido dejar de ver a John, Paul, George y Ringo como unos cargantes tunos. Y todas sus canciones son para mí variantes de "Clavelitos", y les oigo las bandurrias y las panderetas. Sé que en este momento la audiencia ha pasado a detestar en masa a los Beatles y tampoco podrán dejar de verlos ya como tunos. Ese documental que se ha recuperado ahora, Let it be, debería pasar a titularse La tuna en la azotea. Hace tiempo escribí este haiku: "Se arrepiente la luna / de haber salido / cuando canta la tuna". Aunque no rime, también se arrepiente cuando cantan los Beatles.

16.5.24

Las mejores gracias

Después de la representación en Málaga de la nueva obra de Els Joglars, El rey que fue, Ramon Fontserè me dijo que había empezado a leer a Thomas Bernhard por mí. Volví a sentir esa inundación de alegría de otras veces. En esta ocasión me lo decía un fuera de serie (¡un Menuhin, un Celibidache de la actuación!), pero me ocurre con cualquiera que me lo diga, un amigo, un desconocido, algún nick que me desliza un mensaje. Se trata de una alegría limpia, desprendida, sin vanidad.
 
La vanidad se cuela cuando nos reconocen lo que hemos hecho; en mi caso, lo que he publicado. Es una compañera inevitable y boba, que nos rebaja ante nosotros mismos. Un medidor divertido es el programa de Joaquín Soler Serrano. En las entrevistas de A fondo, las loas retóricas del entrevistador son tan apabullantes, que los escritores se derriten. Hay unas tomas de Octavio Paz henchido de satisfacción que bastarían para arruinar su carrera. Ningún escritor supera el trance, salvo Josep Pla. Este, en medio del chaparrón, extiende la mano con cierta impaciencia y la mueve como espantando moscas. Pasa algo parecido en un vídeo de José Antonio Muñoz Rojas con Fernando Sánchez Dragó. Este le suelta todo un panegírico sobre 'Objetos perdidos', a lo que el poeta de Antequera replica: "Pero si es solo un divertimento, hombre".
 
Yo reconozco que no he llegado a la sabiduría sobria de Pla o Muñoz Rojas. Cuando me elogian un escrito, se me hace el chocho pesicola. Es una alegría indudable, pero uno advierte la mancha. Tal vez tiene que ver con la indigencia con que uno escribe: ese menoscabo íntimo del que terminan saliendo palabras. En realidad, deberían ser leídas en una penumbra perpetua, por seres también menoscabados y silentes. El elogio fulgurante y la vanidad que desata no dejan de percibirse como una traición. Una actitud intermedia podría ser la de Valle-Inclán: "Maté la vanidad y exalté el orgullo". Pero el orgullo también enturbia. La alegría que mencioné al principio es otra cosa. Cuando un lector nos da las gracias no por lo que hemos escrito, sino por un autor que le hemos descubierto o que ha empezado a leer por nuestra recomendación o contagio, surge esa alegría que llama la atención por su pureza. Y por su fuerza: nos brota de dentro espontáneamente, con una potencia inesperada. A mí me han dado las gracias, además de por Thomas Bernhard, por Ernst Jünger, Eugenio Trías, Iñaki Uriarte, Nelson Rodrigues o Adriana Calcanhotto (esta no una escritora, sino una cantante brasileña); y por algunos libros concretos, el último Matar el nervio, de Anna Pazos.
 
Hay una paradoja en lo desinteresado que resulta el contagio de intereses. Podría esbozarse una rápida teoría del yo: la vanidad remite a su hueco, a su vacío especular. La puesta en circulación de los gustos de uno, en cambio, nos postula como vías de transmisión. El sujeto aquí es saludablemente transitivo: lo que cuenta es lo que no se queda en él. Es cierto que esto ocurre también con la escritura, pero el carácter onanista de esta contamina el proceso. El mejor yo sería aquel en torno a cuyo hueco pululan sus gustos como satélites. Aunque estos gustos han conectado con él, por eso son sus gustos, no son obra suya. Es decir, es como si aquello que somos o hemos hecho nos resultara sospechoso, pero no aquello que nos gusta. Y cuando esto último es reconocido por otro, nos alegramos. La limpia espontaneidad de esta alegría apunta a que lo que más nos gusta de nosotros es nuestro gusto.
 
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15.5.24

'Zona de confort': presentación en Madrid y charla en La Brújula

Este sábado 18 de mayo presentamos Zona de confort en Madrid (librería Tipos Infames, 12:30h) con Rafa Latorre. Ayer en el programa de este, La Brújula (Onda Cero), Javier Gomá tuvo el detalle de invitarme a su sección de los martes, Filosofía mundana, para hablar del libro. Audio aquí.

12.5.24

Ubú rey y Ubú president

[Montanoscopia] 
 
1. Con sus perniciosas (y baratísimas) palabras contra la inmigración, por halagar al electorado catalán (ese electorado que se las trae), puede que Feijóo se haya autoanulado como futuro presidente del Gobierno. Al menos como el presidente que necesitamos: alguien que no alimente los bajos instintos del pueblo, sino que los refrene, incluso que los eduque. Aunque para las tareas pedagógicas desde el poder hace falta una auctoritas que no se le atisba a ningún político en España. Por eso se entregan a lo fácil, que coincide con lo peor: el abyecto populismo.
 
2. No veré Eurovisión, porque no lo hago nunca: repudio esa Europa hortera de las autonomías. No la aguanto ni irónicamente. Este año, durante su emisión (escribo unas horas antes; espero que para cuando ustedes lo lean haya ganado Israel), empezaré a ver Shoah, contra el antisemitismo campante. Ese antisemitismo que infecta el repudio civilizado contra el vil Netanyahu, su incompetencia en el 7-O y su belicismo de después para esconderse en los escombros y los muertos de la población civil palestina. Lo digo, naturalmente, sin perder de vista la culpa primera de los criminales de Hamás.
 
3. Els Joglars ha logrado algo muy difícil y muy noble con El rey que fue, que por fin hemos visto en Málaga (y sigue la gira): no ahorrar ni uno de los elementos bufos del emérito Juan Carlos sin por ello ahogar su tragedia. Se da todo junto, lo bufo y lo trágico, como en la vida. Uno suelta sus risas (incluso sus risotadas) y al mismo tiempo mantiene el corazón en un puño. Qué tragedia shakespeariana la de este rey que empieza y termina en el exilio, sin padre y sin hijo, cuya acción política fue buena en lo decisivo pero irresponsable en lo demás, y con un carácter y unos ademanes que no invitan a la compasión. La obra resalta este impulso de Shakespeare, pasado por la comedia española (fundamentalmente la de los propios Joglars) y un cierto eco del Ubú de Jarry y El rey se muere de Ionesco. Albert Boadella dirige la obra y Ramon Fontserè, virtuoso absoluto de la actuación, encarna a don Juan Carlos (es casi su actuación la que le restituye el don) con todos sus matices. Hacia el final (tras el "Golfo p'adentro" y el "Golfo p'afuera"), el clímax con la portentosa tempestad: el pasado que se remueve, con sus fantasmas. Y el himno nacional con la fanta de jubileta.
 
4. En cuanto apareció el rey emérito en el escenario, una enarcedida del público gritó: "¡Viva la República!". No hacía falta que lo dijera, porque en seguida iba a decirlo en la misma obra el bufón. Pero qué sintomáticas estas emulsiones "políticas" sobre el universo simbólico: sin ningún distanciamiento brechtiano ya, nuestros ideologizados se comportan en el teatro como los niños en el guiñol de cachiporras. Qué vergüenza hubieran pasado con ellos nuestros ilustrados republicanos de entonces.
 
5. Después de la función cenamos unos cuantos amigos con Fontserè y las actrices (también fantásticas) Dolors Tuneu y Pilar Sáenz, esta responsable además del vestuario. Deliciosa velada que nos convirtió en aristócratas de esa corte ambulante. De repente, armonía, buena conversación, humor. Y (por nuestra parte) agradecimiento.
 
6. Asoma Pujol, más Ubú president que nunca, para apoyar a Puigdemont en las elecciones catalanas. Con ello se anuda el anillo pútrido del nacionalismo. Convergencia converge consigo misma, como en una automamada perfecta. Por otro lado, resultan risibles las proclamas contra la ultraderecha independentista de Sílvia Orriols por parte de los demás independentistas. Como si la Orriols no fuera el frasco de sus esencias xenófobas.
 
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9.5.24

Integridad de Luis Cernuda

Ahora Luis Cernuda, que nunca tuvo nada, salvo la gloria del poeta, y que pagó muy cara su integridad (la pagó con todo), es utilizado por Luis García Montero para su agenda ideológica, indefectiblemente sectaria. Los cernudianos que hemos tenido la cortesía, para con Cernuda, de mantenernos en una cierta intemperie nos revolvemos contra la apropiación del poeta catedrático (¡con la de problemas que tuvo Cernuda con los poetas catedráticos!) y director del Instituto Cervantes, nombrado por el Gobierno al que defiende, Cernuda en mano.
 
En su última columna en El País, "Los equidistantes", García Montero habla de "la deriva antidemocrática que vive la derecha española". Un sintagma por supuesto falaz, y muy de Moncloa. Y una y otra vez "la derecha", como en todas sus intervenciones. La historia es una película de buenos y malos y los buenos son los suyos. El pensamiento de Cernuda era más ofuscado. Despreciaba a los franquistas (sus palabras contra ellos tienen una rabia que jamás alcanzará García Montero), pero también a los republicanos que le censuraron en la revista Hora de España los versos homoeróticos de su homenaje a Lorca, "A un poeta muerto (F. G. L.)", y al "sacripante del Partido" que se llevaba a los sospechosos en Valencia durante la guerra civil.
 
En la documentada biografía Luis Cernuda de Antonio Rivero Taravillo (Tusquets), se ve que en la guerra Cernuda es un republicano desilusionado de los comunistas, que lee Retour de l'URSS de André Gide cuando otros aplaudían a Stalin (y lo seguirían aplaudiendo durante lustros, para luego hacerse los tontos). Cuando hoy tenemos que tragarnos las tergiversaciones de la, así llamada, memoria histórica, Cernuda ya posee en el verano de 1938 la mentalidad que, cuarenta años después, propiciaría la Transición. Surge el rumor de que un pacto entre los combatientes va a terminar con la guerra civil, y Cernuda le escribe a su amigo Rafael Martínez Nadal:
Mi querido Rafael: ¿Has leído las declaraciones de Franco? No sé si los periódicos de ahí reproducirían unas declaraciones de Vayo a un periodista de L'Oeuvre. Chico, creo que el pacto está en puertas. Tengo una alegría enorme. Creo que pronto podremos volver a España. Lo horrible es pensar en los muertos, para después llegar a lo mismo aun alegrándonos de volver a lo mismo, porque esa es la única solución posible. Y Federico... Cuando me acuerdo de esto siento remordimientos por alegrarme del fin de la guerra y de la vuelta a España. [...] Si este pacto que se vislumbra es cosa segura, yo regresaría sin perder tiempo.
Esa es la actitud limpia: vital y trágica; no las monsergas puritanas de hoy, efectuadas normalmente por los sucios. Ese anhelo de pacto no es incompatible, sino justo lo contrario, con la integridad: son dos ramas del mismo tronco. En la biografía hemos asistido a las penurias de Cernuda por Inglaterra y París, cómo busca pequeños trabajos de supervivencia. Martínez Nadal al fin le consigue algo: una colaboración mensual en la revista Blackfriars, de los dominicos de Oxford. Pero Cernuda la rechaza:
Lo que no podría decidirme a aceptar sería la publicación en esa revista. No por ser católica, en modo alguno, sino por tener un partido en la guerra de España. ¿Comprendes lo que siento? No soy capaz de odio hacia otros españoles, pero por eso mismo quisiera mantenerme fuera de cualquier bando. Aparte de que si aceptara, muchos podrían interpretarlo como un intento mío de abandonar a los casi vencidos por los vencedores. Bastante he sufrido en España y pocos o ningunos miramientos debo allí a nadie; al contrario, injusticias es lo que les debo. Pero está demasiado cerca mi salida de España, y los republicanos en demasiada mala situación para que esa colaboración pareciera poco generosa de parte mía.
Lo mismito que García Montero. Como decía André Breton: "Parece ser que hay un modo más o menos digno de conducirse, y basta".
 
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5.5.24

Nuestro peronismo escindido y el final de la grandeza

[Montanoscopia]  
 
1. Recordé en La Brújula que Paul Auster y Victoria Prego se subieron juntos en la barca de Caronte. Pero olvidé otro muerto ilustre de unos días antes: Francisco Rico. Cuando Auster y Prego subieron, Rico ya estaba a bordo: dando más miedo, sin duda, que el barquero. Rafael Maldonado y yo le habíamos hecho un homenaje involuntario el sábado de su muerte. Tal vez estaba viviendo aún sus últimos minutos. Teníamos una charla sobre literatura y amistad en el festival Aqueteleo y dijimos que los dos escritores que van a quedar de su generación, Javier Marías y Andrés Trapiello, eran enemigos entre sí. Pero Rico aparecía como personaje en la obra de ambos: en las novelas de Marías y en los diarios de Trapiello. Aparte de sus libros filológicos (para mí especialmente queridos los de Petrarca; un Petrarca ha sido el último), me gustaban sus intervenciones televisivas y radiofónicas. En una de estas le dijo a Juan Benet una genialidad: "El novelista es un crítico frustrado". Veo ahora que nació un 28 de abril y murió un 27. Matemáticamente, en términos de almanaque, le cuadraron las cuentas: una vida redonda.  
 
2. La irresponsabilidad ha caracterizado la biografía política de Sánchez. Irresponsable fue su "no es no" a Rajoy, muestra de obcecación partidista frente a la institucionalidad y el pragmatismo. Irresponsable su conducta en Ferraz en octubre de 2016. Irresponsable su lucha contra el viejo PSOE. Irresponsable su moción de censura de 2018 en alianza con los populistas, los proetarras y los golpistas del independentismo catalán (con el golpe fresco). Irresponsable fue su Gobierno de coalición con Podemos: un gobierno no progresista, sino estrictamente reaccionario. Irresponsable su colonización de las instituciones, el debilitamiento del Estado de derecho, los indultos, la amnistía, la rehabilitación de Puigdemont, la polarización, la acusación a los jueces que hacen su trabajo y a los ciudadanos críticos de "fachas". Irresponsable su carta de hace dos miércoles, en que embutía el supuesto amor a su esposa en el odio de sus mandoblazos. Irresponsables sus cinco días de desaparición, mientras su partido lo identificaba a él (¡y solo a él!) con la democracia. Irresponsable su amenaza de irse e irresponsable su discurso al quedarse. ¡Irresponsable! 
 
3. Como savateriano vuestro que soy, muchos me han preguntado si votaré al PP en las elecciones europeas, ya que Savater irá, testimonialmente, el último de la lista. Lo voté cuando se presentó para el Senado por UPyD, con Trapiello. Pero esta vez no. Dudo entre votar a Ciudadanos (todavía) o a Izquierda Española. Al PP no. Algún resto de identitarismo me queda aplicado al voto y el PP, francamente, no es lo mío.  
 
4. Ayuso en el 2 de mayo: bellísima, peligrosísima. Estas performances carismáticas (y rebosantes de capital erótico) en política las carga el diablo. Es una Evita, pero sin Perón. Al revés que Sánchez (Begoña no cuenta políticamente). Del mismo modo que nos hemos salvado de Podemos y de Vox porque no existe un Podemos-Vox, del peronismo nos vamos a salvar porque Perón y Evita están escindidos en España.  
 
5. Antonio G. Maldonado, con Los sentidos del tiempo (La Caja Books), ha escrito un ensayito perfecto. Lo es aquel en que, con buena escritura, el autor logra aunar una inquietud personal y otra general. Aquí vuelve a la de su anterior libro, El final de la aventura, expresión que reformula bellísimamente como "el final de la grandeza": el cierre de horizontes debido al desencantamiento racionalista del mundo. Pero su pulsión romántica no desborda la ilustrada: es la propia ciencia la que nos devuelve el asombro. El principio de la grandeza. 
 
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3.5.24

Paul Auster y Victoria Prego en la barca de Caronte

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:41:10
 
Buenas noches. Me llama la atención un fenómeno que se produce con los muertos famosos: nunca mueren solos. Cuando uno lo hace, pronto le sigue otro, a veces más. Es como si Caronte quisiera aprovechar el viaje. Tal vez, al tratarse de muertos de peso, pretenda equilibrar el cargamento de la barca. Ahora han sido Paul Auster y Victoria Prego. Pienso en de qué hablarán en su navegación por la laguna Estigia. La pareja que más me impresionó fue la de Ava Gardner y Dámaso Alonso, que murieron el mismo día de hace un montón de años. De la actriz Ava Gardner se decía (con una elocuencia vedada en estos tiempos) que era "el animal más bello del mundo". Pues bien, a Caronte no se le ocurrió otra cosa que hacerla acompañar por el animal más feo, que es lo que parecía el filólogo y poeta del 27 por comparación. De Victoria Prego no tengo ninguna opinión ultramontana que decir, porque la admiraba como periodista y como cronista de la Transición; pero sí de Paul Auster. Me parecía un novelista menor. Con encanto, que es por lo que tenía tantos lectores, pero menor. Planteaba bien sus novelas, pero luego no sabía qué hacer con el planteamiento y siempre se le venían abajo. Sus tramas, que solían ser laberínticas, a menudo se topaban con una pared infranqueable. Su éxito era, por esta razón, un equívoco. Pero este equívoco resultaba austeriano, pues lo colocaba a él como autor y también a los lectores en la situación de sus personajes: extraviados en un camino por el que ya no pueden avanzar. Tal vez de esto le esté hablando Auster a Prego en la barca de Caronte. Mientras Caronte sonríe, porque por fin van a avanzar más allá del último punto. Franquearán la pared.

2.5.24

El 'procés' español (y nuestro destino sudamericano)

"En las fiestas patrióticas también los espectadores forman parte de los comediantes", escribió Nietzsche. Lo mismo en las fiestas partidistas. Así ocurrió en el histriónico espectáculo que montó el PSOE el pasado fin de semana, en apoyo e imitación de su líder. En la calle Ferraz se vieron imágenes como las del independentismo catalán y como las del peronismo y demás populismos latinoamericanos. Fue un paréntesis europeo, y el PSOE estuvo en el interior del paréntesis. Ahí sigue.

El último error de Sánchez, para Sánchez, fue no dimitir el lunes. Para España fue bueno, dentro de lo malo: una salida irregular de Sánchez hubiese consolidado su irregularidad, tal vez para siempre. No nos íbamos a quitar nunca de encima el sanchismo simbólico. Sánchez debe salir del Gobierno por el procedimiento reglamentario. Son los españoles los que deben darle la patada: en las urnas y solo en las urnas. Ya van tarde los españoles, pero en algún momento se pondrán al día. Eso sí: pagarán, con creces, el retraso.

Está dejando un país invivible. No me refiero a la vida común: aquí siempre se vive bien (ya ocurrió en el franquismo, en cuanto se salió del hambre). Me refiero a la vida civil. Sánchez nos está metiendo en una suerte de procés español, en el que, como en el catalán, se pretende excluir de la vida civil, extranjerizar, a una parte de la población. Una parte grande: la mitad como poco. Aquí la extranjerización no es nacional, sino ideológica. Los malos han de quedar fuera. No es un presidente para todos, sino solo para los suyos: los que quedan de su lado del muro que él enarboló. Y contra los otros. El PSOE ha abandonado algo aún más grave que el constitucionalismo: ha abandonado el pluralismo.

Un presidente narciso como Sánchez no podía sino terminar desembocando en el peronismo, en el culto a su personalidad y su careto. Con el jaleamiento de los populistas que él introdujo en el Gobierno y de los nacionalistas y proetarras que ha legitimado, quiere ahora meterles mano a los jueces y a la prensa. Cada vez está más claro que Europa no nos va a salvar. Volveremos a ser una reserva bandolera y torera para el turismo típico de antes. Y nos vamos a encontrar, como en el poema conjetural de Borges, con nuestro "destino sudamericano". Nos las van a devolver todas los anticolonialistas. Los espadones del XIX, que imitaron y conservaron allí, los tendremos de vuelta. "Sigue el futuro", tuiteó Juan Cruz tras la decisión de Sánchez de no irse. Sí: el futuro de la España de siempre, de la que un día soñamos librarnos.

El sanchismo ha tenido ya algunas consecuencias en mí: me he polarizado, y todo por haber llevado una estricta vida política constitucionalista en este país de todos los demonios. También he pasado a despreciar a un número inasumible de compatriotas, por su fijación, sus tragaderas y su pancismo. En el, así llamado, mundo de la cultura mi desprecio se centuplica. Solo les faltaba tener un Franco propio para que su franquismo (no solo sociológico) se regodeara hasta las heces.

Sánchez nos ha envenenado con su discurso invariablemente falaz, en el que ataca con saña aquello mismo que él encarna como nadie. Predica la regeneración el primer degenerado. Llama a limpiar la vida pública el que más la ensucia. Aunque esta vez no va a haber una guerra civil en España, nos ha enseñado (inició esta tarea pedagógica Zapatero) cómo empiezan las guerras civiles. Es una porquería esto de estar tocando con la mano la piel de las guerras civiles.

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