[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:41:35]
Buenas noches. Pensaba ocuparme de una de mis mayores detestaciones de todos los tiempos: el cantautor Víctor Manuel. Ahora tiene disco y gira, con un título que ha encendido todas mis alarmas: Víctor Manuel Sinfónico. Pero he visto que nuestro Edu Galán lo adora y no quiero provocar una guerra civil en el Nanosegundo, que además ganaría él. Así que me he ido a por una pieza de caza aún mayor: ¡los Beatles! A mí me encantaban, como a todo el mundo. Me parecían refrescantes, desenfadados, ¡alegres! Pero una tarde me metí en el cine a ver la película Qué noche la de aquel día, protagonizada por ellos, y empecé a sentir un extraño malestar. En mi butaca me puse a pensar qué me estaba pasando, mientras la película seguía. En ella unos mozalbetes vestidos de negro correteaban de acá para allá con sus guitarras, cantando canciones pegadizas de letras tontas y molestando con sus gracietas y gamberradas a cualquiera que se cruzara en su camino. ¿A qué me recuerda esto?, me pregunté. Y la respuesta que me di me dejó seco: ¡la tuna, me recuerda a la tuna! ¡Los Beatles son la tuna! Desde entonces no he podido dejar de ver a John, Paul, George y Ringo como unos cargantes tunos. Y todas sus canciones son para mí variantes de "Clavelitos", y les oigo las bandurrias y las panderetas. Sé que en este momento la audiencia ha pasado a detestar en masa a los Beatles y tampoco podrán dejar de verlos ya como tunos. Ese documental que se ha recuperado ahora, Let it be, debería pasar a titularse La tuna en la azotea. Hace tiempo escribí este haiku: "Se arrepiente la luna / de haber salido / cuando canta la tuna". Aunque no rime, también se arrepiente cuando cantan los Beatles.