1. La fecundidad del surrealismo tal vez se deba a la combinación de lo pasional y lo antisentimental; en este sentido, vendría a ser un romanticismo higiénico. Guillaume Apollinaire preparó el camino con su sentimentalismo zumbón, histrionizante. Tras las gamberradas definitivas de Dadá, en las que participó André Breton, este inauguró un nuevo movimiento de afirmación, de ascensión: el surrealismo. Se trataba de reencantar el mundo. Se han cumplido cien años del primer manifiesto y para mí la mejor introducción es el artículo "El surrealismo" que escribió Octavio Paz en 1954 (está en su libro
Las peras del olmo). Algunas expresiones cazadas al vuelo: la verdadera vida, los fantasmas del deseo, lo maravilloso cotidiano... Y este párrafo: "En
Arcano 17, André Breton habla de una estrella que hace palidecer a las otras: el lucero de la mañana, Lucifer, ángel de la rebelión. Su luz la forman tres elementos: la libertad, el amor y la poesía. Cada uno de ellos se refleja en los otros dos, como tres astros que cruzan sus rayos para formar una estrella única". Aunque hay una cierta claudicación en el cambio del título de la revista inaugural del surrealismo por el de la siguiente, de
La revolución surrealista a
El surrealismo al servicio de la revolución (que en realidad indica que los surrealistas se querían tomar las cosas en serio), Breton se mantuvo siempre íntegro y fue de los primeros que denunció a Stalin. Su figura magnética emociona en retratos vivos como el de Sarane Alexandrian en
Breton según Breton o en los capítulos dedicados al surrealismo de
Revolucionarios sin revolución de André Thirion. Albert Camus dijo algo bellísimo de él en
El hombre rebelde: "En su perro tiempo, y no se puede olvidar esto, es el único que ha hablado profundamente del amor. El amor es la moral angustiada que ha servido como patria a este exiliado". Contra lo que repiten los bobos, fue un gran poeta. Baste este verso de
La unión libre: "Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos". O estos de
En el camino de San Romano: "La poesía se hace en la cama como el amor / Sus sábanas revueltas son la aurora de las cosas".
2. Después de hablar de Breton solo se puede hablar de Sánchez como de un fantoche tipo Ubú (Breton fue un gran admirador de Alfred Jarry, le dedica un capítulo exaltante en Los pasos perdidos). Después del Ubú rey de Jarry, estuvo el Ubú president de Els Joglars y ahora está el Ubú presidente que se ha montado Sánchez solito, alentado por el aplauso de los suyos. Es un patán asombroso: diciendo vaciedades contra los bulos, cuando el bulo es él; contra el fango, cuando el fango es él; y contra los enemigos del Estado de derecho, cuando no lo hay mayor que él. Habla también contra la crispación, mientras crispa más que nadie y, como buen Ubú, nos mete el palitroque por las onejas.
3. La usual inercia de apoyar a cualquier gobierno que se presente como de izquierdas, haga lo que haga, por parte de nuestra intelectualidad y de nuestro, así llamado, mundo de la cultura, les ha jugado una mala pasada a los que apoyan al actual: su abyección los ha arrastrado a ellos hasta unos límites de subterraneidad irreversibles. No van a salir indemnes. Es muy grave lo que han callado o consentido, lo que han aplaudido. Lo pagarán.
4. La condena a Zaplana nos recuerda que el PP forma parte de este asqueroso pastel. Las corrupciones del PP y el PSOE sirven de coartadas recíprocas. ¡El insufrible ping-pong!
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