30.10.24

Un premio fruto del chapapote

El ministro Urtasun elimina el premio nacional de Tauromaquia y le da (lo da él, técnicamente) el de las Letras Españolas a Manuel Rivas, que del arte literario solo conoce el descabello. El socavón de calidad es tan abrumador que constituye un escándalo, también político. Muy en la línea de este Gobierno, por otra parte.

Un premio que aún no han recibido Félix de Azúa, Fernando Savater ni Andrés Trapiello, los mejores prosistas españoles vivos, los tres con más de setenta años, lo recibe uno con menos de esa edad cuyo uniquísimo mérito literario es haber acertado a poner la palabra "ornitorrinco" al final de un cuento. Bueno, esto es lo que había en mi memoria. Consulto el libro, ¿Qué me quieres, amor?, y lo que dice es: "¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!". Vale también. Son las palabras que el maestro republicano le enseñó al niño y que el niño le grita como insultos, integrado en la turba, cuando se lo llevan preso en el camión. Por lo demás, en la adaptación al cine, La lengua de las mariposas, lo suprimieron. La película (dirigida por José Luis Cuerda con guión de Rafael Azcona) es mala (salvo en la interpretación de Fernando Fernán Gómez), el cuento es malo, el libro es malo y la literatura toda de Rivas es mala. De hecho, no creo que sea ni literatura, sino un subproducto sentimental trufado de ideología torticera. Por esto, por la ideología torticera, lo ha premiado Urtasun, naturalmente.

Pongo las cartas sobre la mesa, para que mi cretinismo relumbre: de Rivas solo he leído ¿Qué me quieres, amor?, y en la traducción del gallego al castellano. Luego solo he picoteado otros libros suyos, sin que nada me hiciera intuir que mereciera la pena leerlos. Mi juicio sobre su obra, además de tajante, es infalible y se fundamenta en mi asombrosa capacidad de establecer el valor de un autor (funciona mejor con los malos) por ósmosis.

Sí he leído sus artículos en El País, hasta que dejé de leerlos: uno tiene que cuidar con la edad su salud, sobre todo la moral. La bilis disfrazada de miel de sus artículos, el runrún lánguidamente galleguiño con un puro propósito inquisitorial, esa plasta tan autocomplaciente de sentimentalismo sectario, me sentaban mal. Todo tenía un enfoque partidista, para atacar al PP. Si te dibujaba un crepúsculo bellísimo desde la Costa da Morte, lo cruzaba una gaviota con cara de Aznar a la que había que escupirle. En el chapapote se cumplió el tipo, como escritor y como todo. Fue su cumbre, el chapapote. (De aquel chapapote viene sin duda el lodo de su premio.)

Siempre recordaré (lo escribí en mi blog –ya lo quité– en 2008) el día en que unos jóvenes antidemócratas atacaron a María San Gil en la Universidad de Santiago de Compostela. Tras intentar pegarle (lograron herir a un escolta), la insultaron y le gritaron: "Ojalá te mate ETA". Esos energúmenos, estudiantes gallegos, eran hijos putativos de Suso de Toro y Rivas, entre otros: emulsiones de su chapapote moral. Esperé con morbo la columna de Rivas de aquella semana, para ver cómo este campeón antifascista no hablaba de lo fascistas que le habían salido sus hijos putativos... Como era previsible, ni mu del asunto. En vez de ello, sus mantras de siempre contra el PP: repetidos sin resquicio, como si tuviera miedo de que se le colase en la mente un airecillo ajeno al dogma.

Pero a mí me da pena que el premio no se lo hayan dado a Suso de Toro: en esa gama, la apuesta de Urtasun hubiera sido más desfachatada aún.

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PD. En el mismo número de The Objective aparece un artículo de Juan Marqués elogioso con mi denostado; lo pongo porque me gusta que sea así (en el periódico la voz de cada cual es una voz entre otras): "Manuel Rivas y el mundo que se oculta en el paisaje".