28.11.24

'El pacto ambiguo': entre la novela y la vida

La reedición de El pacto ambiguo de Manuel Alberca ya ha merecido en THE OBJECTIVE un magnífico artículo de Carlos Mármol. Me permito otro porque es una obra verdaderamente importante. Como apuntaba Mármol: una obra maestra.

La primera edición –su título completo es El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción– apareció en 2007 en Biblioteca Nueva. Pese a ser un libro de aspecto poco vistoso (el propio Alberca califica la publicación de "austera y tacaña"), resultó muy leído e influyente. Alcanzó una repercusión nacional e internacional poco común en la universidad española. Su secreto es doble: primero, el dominio absoluto de la materia (una materia además, la de la literatura autobiográfica, infrecuente en España) y sus aportaciones a la misma; segundo, que, sin dejar de ser rigurosamente académica, la obra es vibrante y está impregnada de la pasión por la lectura del autor, una lectura en íntima conexión con la vida. Esta nueva edición de la editorial malagueña El Toro Celeste, revisada y ampliada en más de un tercio, es, ahora sí, rica y generosa. Propicia el disfrute lector.

La palabra autoficción ha estado muy de moda, lo que quiere decir que se ha impuesto un uso abundante e indebido. En la mayoría de las ocasiones, un libro es definido como "de autoficción" cuando simplemente es "autobiográfico". De cualquier autor que escribe sobre su vida, aunque no haya recurrido a la ficción, se dice que ha escrito autoficción. Pero la autoficción es un género específico; en realidad, un género híbrido entre la autobiografía y la novela (en distintas proporciones, según las obras). El maestro Alberca ha acertado a formular que es un "pacto ambiguo" el que propone el autor de autoficción.

El autor estrictamente autobiográfico se acoge lo que Philippe Lejeune denominó en 1973 "pacto autobiográfico", por el que se compromete a escribir sobre sí mismo sin mentir. En el otro extremo estaría el "pacto novelesco o de ficción", que exime de responsabilidad en relación con la verdad al novelista. El autor de autoficción (término este que acuñó Serge Doubrovsky en 1977) se regiría por un pacto intermedio, el pacto ambiguo: escribirá sobre sí mismo, pero autorizándose a utilizar la ficción. No toda la escritura del yo es, pues, de autoficción. Por ejemplo, no serían autoficción la autobiografía estricta (sea de toda la vida o de algún episodio), las memorias o los diarios.

Y en la escritura de autoficción habría tres grados, según establece el maestro Alberca: la autoficción biográfica (más cercana a la autobiografía que a la novela), la autoficción fantástica (más cercana a la novela) y la autobioficción (a medio camino entre ambas). Todas estas clasificaciones, que enuncio a palo seco, están presentadas en el libro con un espíritu más bien lúdico: el maestro sabe darles vidilla y hacer que actúen como potenciadoras de la lectura, que es lo importante. De hecho, las reflexiones teóricas van en todo momento acompañadas de ejemplos y de indagaciones finísimas y penetrantes en multitud de obras concretas, desde el Libro de buen amor o el Lazarillo de Tormes hasta nuestros días, con autores como Vicent, Umbral, Javier Marías, Vila-Matas, Justo Navarro, Muñoz Molina, Llamazares, Cercas, Vargas Llosa, Aira, Fernando Vallejo, Sonia García Soubriet, Marta Sanz o Miguel Ángel Hernández, pasando por Galdós, Pardo Bazán, Unamuno, Valle-Inclán o Baroja.

Por ser una amplia muestra de excelentes lecturas, El pacto ambiguo es a su vez una excelente lectura. Como indica Manuel Alberca, se trata de "un ensayo de poética narrativa aplicada a un conjunto de relatos, nunca un relicario de problemas teóricos". Más adelante escribe: "He intentado ser riguroso, ameno y fluido". Lo ha logrado estupendamente.

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24.11.24

Una rubia nada burra

[Montanoscopia] 

1. Solía meterme con el escritor Posteguillo llamándole Postiguillo (¡con quién no me habré metido yo, justa o injustamente!), pero en una cena el gran Carlos García Gual lo puso por las nubes y cambió mi consideración. Aún no lo he leído, pero lo haré. Su narración en el Senado de cómo vivió las inundaciones de Valencia es la mejor: dicha en el tono preciso, sin ira, con rabia controlada. Restalla la palabra "nadie": nadie venía. Durante dos jornadas. A la tercera, apenas los voluntarios. Ahora muchos –mayormente oficialistas, pero no solo– advierten contra el peligro de la antipolítica, contra el bulo (así lo llaman) del Estado fallido. Antipolítica es la que ellos defienden. Estado fallido es el que ellos promocionan. A los que llevamos años abogando por la regeneración solo nos cabe constatar la degeneración. ¿Cómo se arregla esto? Yo no lo sé. Ni lo espero ya. 

2. Cogobernanza: el escondrijo que encontró el presidente Sánchez para eludir sus responsabilidades durante la pandemia y en el que ha vuelto a meterse con la dana. En los alrededores de su incompetencia, los ciudadanos caen como moscas. 

3. Naturalmente, también Mazón, también el PP. PSOE y PP: una pinza que produce muertos. Posteguillo hizo una variación sobre los famosos versos de Machado que algunos habíamos hecho ya en su día: son las dos Españas las que nos hielan el corazón. Aunque llegó un momento en que también se empezó a poner farruca la tercera. Yo debo de ir ya por la cuarta o la quinta... 

4. Algo más sobre el éxodo de Twitter a Bluesky: no se van porque no quieran bulos; se van porque solo quieren sus propios bulos. David Mejía puso un tuit genial tras las declaraciones de Aldama sobre la corrupción del PSOE: "Alguien debería avisar en Bluesky de lo que ha ocurrido". 

5. Lo más divertido de los millonarios es lo tontos que son. Tontos para lo importante, que para hacer millones son listos. Cuando Elon Musk le cambió el nombre a Twitter y le puso X (yo me he negado a hacer el cambio), me acordé del que fue el hombre más rico de Brasil hasta que lo metieron en la cárcel: Eike Batista. Su manía era poner la X en el nombre de todas sus empresas: OGX, MPX, LLX, MMX y OSX; que formaban parte del grupo, que también la llevaba, EBX. Ha escrito además el libro O X da questão. (El título remite a una canción de los años treinta del siglo pasado, "O X do problema", de Noel Rosa; aunque no tiene nada que ver.) Aquí X podría traducirse por quid. El quid de la cuestión es el que dije al principio: por qué los millonarios son tan tontos. El otro día Musk se puso a ser brillante delante de Trump, quien, con gesto indisimuladamente ofuscado, empezaba a mirarlo ya como uno de sus problemas. 

6. Sánchez se plantó en Brasil (para el G20) sin saber que allí su cara está ya repartida. La posee el espantoso cantante Frank (pronúnciese Franki) Aguiar, cuyo mayor hit es un forró que dice: "La rubia no es burra, tiene pereza de pensar". 

7. Un rubia nada burra es Silvia Intxaurrondo: ¡qué lista y qué buena es! ¡Qué bien lo hace! A diferencia de Sánchez, que miente sin credibilidad, con pésima comunicación facial y corporal, Intxaurrondo lo hace a la perfección, de un modo sobresaliente en todos esos aspectos. Con subyugante aplomo. Acojona. 

8. En su artículo en El País de este sábado, Muñoz Molina ha escrito contra Hitler. Al menos no lo ha hecho contra Aldama. 

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22.11.24

La fiesta del aguafiestas

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05

Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea, ciertamente desagradable, de arremeter contra el tenista adorado por todos los españoles. ¿Por todos? ¡No! Este español que les habla no adora a Rafa Nadal. Más bien lo repudia. Su apología del sufrimiento, en plan Jesucristo crucificado en su raqueta, se opone a mi instinto hedonista. No creo en la redención por el dolor. El poema de Borges Cristo en la cruz termina con esta pregunta memorable: "¿De qué puede servirme que aquel hombre / haya sufrido, si yo sufro ahora?". En su retirada, Nadal ha confesado que no ha jugado ni un solo partido de tenis en su carrera sin sufrir. Y el público (¡animal sádico!) ha disfrutado con ello. Pero yo no, yo he sufrido con el tenis cada vez que me he asomado a un partido, sobre todo si ha sido durante horas. Aunque reconozco que ese aburrimiento de la pelota de un lado para otro tiene algo de ejercicio de meditación budista. Sobre el sinsentido de la vida, por ejemplo. Pero ahora que estoy pensando en ello, caigo en que sí hay dos cosas que me han proporcionado placer en el tenis. Primero, aquellos espectáculos que montaba John McEnroe en sus peleas con el árbitro: "¡La bola entró! ¡La bola entró!". McEnroe ha sido el gran aguafiestas del tenis y yo a él sí lo adoro, como hermano aguafiestas. Y segundo, las hermanas Williams. Con ellas he gozado a tope, confieso que por motivos no estrictamente tenísticos. Me encantaban Venus y Serena, y siempre esperaba que jugase una contra otra. Cuando no era así, cuando una Williams jugaba contra Arantxa o Conchita, me mataban los contraplanos. Pero cuando una hermana Williams se enfrentaba a otra hermana Williams para mí era una fiesta. ¡La fiesta del aguafiestas!

21.11.24

El azul del cielo

En el prefacio a su novela El azul del cielo, escribe Georges Bataille: "No hay hombre que no esté pendiente de los relatos que le revelan la verdad múltiple de la vida". Eso es porque no había conocido al hombre (ni a la mujer) que está huyendo a Bluesky en busca de la verdad simple. Es decir, de su mentira sin contaminación.

La gracia (y la desgracia) de Twitter es que es un deporte de contacto: está todo el mundo ahí cuerpo con cuerpo, frotándose, dándose abrazos y patadas; dándose la razón o dándose zascas. Uno se mete con otro y ese otro está. Y si no te lo lee directamente, alguien se lo pone delante para que lo lea. Twitter es un campo áspero de verdades (y mentiras) confrontadas.

Como ocurre con el Ganges, por las aguas de Twitter corren todos los venenos y todos los antídotos: por eso, pese a ser tan contaminante, no mata. Contiene únicamente fealdades, pero unas neutralizan a las otras y terminan saltando destellos de belleza. Una belleza abigarrada y urbana, un desquiciamiento adulto, sin protección. Yo todos los días quiero dejar Twitter para ganar el tiempo que me quita. ¿Pero en qué cosa iba a emplearlo con más intensidad que en Twitter?

No estamos seguros de tener la verdad, pero sí de que hay que acotar la locura. La locura propia, que es la más peligrosa. Puedes entrar en Twitter cargado de razón, pero esa razón se estrella contra el muro de los que piensan lo contrario. Me parece que ese límite, que es físico y hosco, impide que nuestra razón termine de desbarrar. No es que vayamos a pensar una cosa distinta, pero el simple hecho de que nos conste que esa razón nuestra no es la de todos le quita la espoleta.

Están las herramientas defensivas del silenciamiento y el bloqueo, que yo mismo uso a placer, pero siempre se acaba colando lo que te refuta. Por eso Twitter es un sitio incómodo. Por eso muchos se han empezado a ir a Bluesky. Quieren una existencia sin roce. Quieren embutirse en su propia locura y nada más.

Por consejo de Carlos Mármol me abrí una cuenta en Bluesky (hay que estar ahí también, me dijo; entre otras cosas, para que no te suplanten). Me quedé anonadado en cuanto me asomé. Allí dentro solo había bulócratas de una facción: limpios de los bulos de enfrente, se repetían unos a otros los bulos de ellos mismos. Constituían la cámara de eco absoluta. Entregados íntegramente al sesgo de confirmación, formaban el filtro burbuja perfecto. Era un mundo sin astillas, asfixiante. Suavemente uniforme. Un mundo feliz. Un Berlín ya sin judíos.

La división fundamental no es hoy entre izquierdistas y derechistas, sino entre pluralistas y antipluralistas. A los que consideramos que el pluralismo es un bien en sí mismo no deja de llamarnos la atención el afán de acallar las voces ajenas. La moda de la cancelación es menos por su faceta crítica que por su faceta aniquiladora. Ante todo, los blueskyers quieren huir de la verdad múltiple de la vida.

Subir al cielo, bajar al infierno. O bajar al cielo, en el caso de Bluesky. Me acuerdo de la célebre escena de Desmontando a Harry en que Woody Allen baja al infierno (como es natural, en ascensor) y se encuentra con otro que se encamina a su condena. "¿Y usted qué hizo?", le pregunta Woody. "Inventé los muebles de metacrilato", responde avergonzado. Ahora nuestros pseudoizquierdistas se condenan a Bluesky por lo mismo: saben que inventaron los muebles de metacrilato. Y con ellos lo amueblarán.

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17.11.24

La neurosis en la maleta

[Montanoscopia]  
 
1. Pesadísimo día en Málaga con la lluvia y las inundaciones. Pero todo estaba controlado, salvo los cuatro majaretas malagueños que no podían faltar en la calle. Desde fuera, sin embargo, era peor: nos veían como a valencianos en peligro. Por eso no cesaban de preguntarnos angustiados. Al cuarto o al quinto me di cuenta de que la angustia me la provocaban, bienintencionadamente, ellos.  
 
2. Pasé el día en mi gabinete elevado, oyendo la lluvia, viendo los vídeos de Málaga por internet, escribiendo sobre el último libro de Arias Maldonado y leyendo Casi de Bustos. Este se había quedado sepultado en el montón de los pendientes, pero cuando le dieron el Cervantes a Pombo le pregunté una cosa a Bustos y me acordé del libro. Al final no hubiera podido encontrar mejor momento de leerlo que el día lúgubre. Es un buen libro: limpio, con el tono adecuado y la realidad (cruda) recogida en las palabras acertadas. Volví a fijarme en eso que me viene interesando últimamente, cuando se da (no suele suceder): la imaginación expresiva. Es esto, y no la ficción, lo que distingue a la literatura.  
 
3. Mazón es un cadáver político y su putrefacción va afectando a Feijóo, que no lo suelta. Supongo que, en sus cálculos políticos, no quiere perder la Generalitat valenciana. Pero debería entregarla: cortar por lo sano. Es la historia de La pata de la raposa, de la que escribió Pérez de Ayala: la raposa (o zorra) que se roe a sí misma la pata atrapada en el cepo. Pero Feijóo no es una zorra, ni siquiera un zorro. Zorros son los psocialistas, unos genios en el arte de sacarles beneficio electoral a decenas de muertos. Lo han vuelto a hacer. (Los peperos, con Feijóo, también lo intentaron, claro; pero a ellos no les sale.)  
 
4. Wert sobre Puente: "No termino de ver esto de convertir en estadista cruce de Churchill y Adenauer a un miembro del Gobierno sólo por limitarse a hacer su trabajo por primera vez desde que fue nombrado". Es por pura comparación consigo mismo. Puente estableció su standard, Puente lo rebasa.  
 
5. "Pensé que eras de izquierdas", me recrimina uno por criticar a Sánchez. Así lo ven: uno es de izquierdas o de derechas no por las ideas, sino por la obediencia partidista. El capricho de cada líder es lo que marca qué es de izquierdas o qué de derechas. Aunque sea de hecho, respectivamente, de derechas o de izquierdas. Aquí resalta una vez más la tradición ovejuna española: su catolicismo, su clericalismo, su obediencia al que manda. El pensamiento crítico (no lo que ahora se entiende por tal, que es otra forma de beatería, sino el ilustrado) siempre fue una flor rara en este pedregal. El que se atreve a practicarlo nunca deja de recibir, precisamente, su pedrada. 
 
 6. Miren Arzalluz: ejemplar puro de la raza. Una rubia sofisticada, con carácter y conocimientos. Su padre le allanó el camino, empeorándoles la vida a los maketos
 
 7. Nuestros antifascistas tienen una entrañable peculiaridad: huelen fascismo en algún lado y no se dan cuenta de que es en ellos mismos donde lo huelen. Al fin y al cabo, son antifascistas de una democracia. De igual modo, detectan toxicidad en Twitter e ignoran que ellos mismos la producen (unos descarnadamente; otros embadurnada en cursilería y sentimentalismo). Ahora se van de Twitter huyendo de la toxicidad. Naturalmente, la acarrearán allá donde se instalen. Me recuerdan a los neuróticos que se van de viaje para escapar de su neurosis; neurosis que, como decía un psicoanalista, es lo primero que meten en la maleta. 
 
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14.11.24

Mapa completo de la posverdad

Los amigos catacumbistas decimos, medio en broma, medio en serio, que Málaga es la Nueva Atenas. Antonio Diéguez y Manuel Arias Maldonado parecen empeñados en probar que va en serio: todos los años publican algún libro y este 2024 llevan dos por cabeza. A los que hay que sumar el de Manuel Toscano, Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas (Athenaica). Los de Diéguez son La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder) y Pensar la tecnología. Una guía para comprender el desarrollo tecnológico actual (Shackleton), del que escribí en mi última Montanoscopia. Y los de Arias Maldonado, Ficción fatal. Ensayo sobre 'Vertigo' (Taurus) y (Pos)verdad y democracia (Página Indómita). En este último, que acaba de llegar a las librerías, me detengo.
 
El regreso de Arias Maldonado a Página Indómita culmina el ciclo que inició en 2016 con la publicación en la misma editorial de la influyente La democracia sentimental. Entre tanto, el autor ha iluminado con su reflector epistémico, potenciado por su admirable integridad intelectual, variadas cuestiones desde el punto de vista del pensamiento politico: Antropoceno (2018), (Fe)Male Gaze (2019), Nostalgia del soberano (2020), Desde las ruinas del futuro (2020) y Abecedario democrático (2021).
 
En (Pos)verdad y democracia estudia la candente posverdad, los bulos, las fake news y su incidencia en la deriva iliberal de las democracias llamadas liberales. El rigor le impone a Arias Maldonado el análisis previo de qué sea la verdad, o los diferentes tipos de verdades, entrando de lleno en la problemática de la filosofía contemporánea. Su conclusión es que el descrédito de una supuesta verdad fuerte, ahistórica, encuentra en el pluralismo el marco adecuado para la búsqueda de verdades que se saben frágiles.
 
Por otro lado, su consideración realista de la lucha por el poder, con las artimañas no prioritariamente veraces de los partidos, y el componente emocional que prima en el electorado, le hace escéptico a la hora de pensar que la verdad pueda ser respetada en el juego político. No obstante, considera que la democracia no puede desentenderse, por un lado, de un horizonte de veracidad, para que haya algo parecido a una conversación pública; ni, por el otro, de un fundamento factual, para que los aspectos materiales al menos funcionen.
 
Lo más original del libro (estoy resumiendo abruptamente lo que es rico y matizado) es su resistencia a las inercias vigentes, que están siendo aceptadas sin más. El análisis de Arias Maldonado nos muestra que la posverdad ha existido siempre. Lo único nuevo es el nombre, y la potencia que ha adquirido por la digitalización. Esta, por otro lado, lo que nos ha permitido es saber en qué consistía realmente la opinión pública.
 
Pero lo más oxigenante, la prueba de la honestidad (valiente) de Arias Maldonado, es que muestra lo que suelen escamotear nuestros politólogos. Casi todos estos, por ideología, sectarismo o interés, dan ejemplos sesgados cuando analizan asuntos como la posverdad (y tantos otros). Es un gustazo ver, cuando son pertinentes las comparaciones, el procés junto al Brexit, el populismo de izquierdas junto al de derechas o Sánchez junto a Trump. De este modo, contra lo acostumbrado, (Pos)verdad y democracia ofrece el mapa completo: siempre ajustado a los datos y con el respaldo de una bibliografía exhaustiva.
 
Al final del libro (no sé si esto es un spoiler) comparece una figura que ya conocimos en La democracia sentimental. Escribe Arias Maldonado: "al ironista melancólico, hijo natural de la democracia liberal tardía que ha aprendido a tomar distancia sin por ello abandonar la escena, solo le queda seguir intentándolo. Y es su deber hacerlo".
 
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13.11.24

Este jueves en Sevilla


¡¡¡SUSPENDIDO!!! Está cortada la comunicación desde Málaga. Avisaré nueva fecha. Mis disculpas!

10.11.24

El sexo será robótico o no será

[Montanoscopia] 

1. No soy creyente y la fe se desprendió de mí como una hoja seca sin ocasionarme ningún trauma. Soy pagano, nietzscheano, y no echo de menos la religión. Pero en El tiempo de los lirios, el gran libro de Vicente Valero en que se sigue las huellas de san Francisco de Asís por la Umbría italiana, pendiente de su arte y su naturaleza, se acierta a plantear el asunto en otros términos: "En fin, ¿quién, si ha tenido una infancia católica, no piensa muchas veces en ella mientras pasea tranquilamente por las calles de Roma? ¿Y quién no ha acabado también preguntándose alguna vez si perder la fe significó en verdad entrar en razón y un acto de madurez, o simplemente una consecuencia más de la desidia y el aturdimiento con que inauguramos la edad adulta?". 

2. Pasado el enojoso momento de la responsabilidad, saldado con 220 muertos, 50 desaparecidos, devastación y ruina, nuestros políticos (del PP y del PSOE, más sus periodistas afines, que no hacen periodismo sino política por otros medios) ya están en su salsa: acusándose mutuamente de irresponsabilidad. En esto pueden estar tranquilos, porque todos tienen razón. 

3. Me lamentaba de que se hubiera pasado el tiempo de los chistes sobre Errejón (¡duró tan poco!), cuando Mercutio dijo algo genial: "Errejón hasta está fuera de los chistes. Errejón ya está con los enanos, los gangosos y los de Lepe". 

4. Pablo Iglesias tras la victoria de Trump: "Toca radicalizarse". ¿Cómo piensa hacerlo? ¿Quemando su chalet? 

5. Catalanes que se tragaron todo el procés sin chistar hablan ahora de la amenaza nazi que se cierne sobre Estados Unidos. El ser humano es básicamente una parodia. Y el ser humano catalán no digamos. 

6. Nuestros trumpistas, que no sé de dónde sacan la visión tan alta que tienen de sí mismos, se ríen de la histeria de los antitrumpistas perdedores. Se olvidan de la histeria de cuando los perdedores fueron ellos, con aquel risible bisonte. 

7. Lo de nuestro liberalismo rendido a Mr. Aranceles es de no creer. Falta de honestidad intelectual (¡político-intelectual!) por todos los flancos. 

8. La editorial Shackleton publica el libro que Antonio Diéguez, catedrático de Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Málaga, escribió durante una estancia en Oxford: Pensar la tecnología. Una guía para comprender filosóficamente el desarrollo tecnológico actual. Es su segundo libro este año; del primero, La ciencia en cuestión, escribí aquí. En Pensar la tecnología el lector no echará en falta ninguno de los grandes (y a veces graves) asuntos tecnológicos de hoy, de la inteligencia artificial a la biotecnología, pasando por las implicaciones de la tecnología para la democracia o el cambio climático; en todos combinando los análisis y las reflexiones con los ejemplos. Por estos últimos, la lectura resulta muy plástica. Resalto el equilibrio del libro, que no es ni apocalíptico ni tecnoutópico, sino crítico con ambos extremos y desarrollado con un pensamiento propio, de carácter abierto, bien fundado en las investigaciones científicas y en los datos empíricos. Se trata de una obra ejemplarmente antidogmática. Hay dos sintagmas de la introducción que dan las claves de su tono. En uno dice Diéguez que se propone "decir algo bien medido". En otro, que su objetivo es "arrojar algo de luz". La apariencia modesta de ambos sintagmas no puede ocultar una noble ambición, para mí plenamente cumplida. 

9. En la presentación de Pensar la tecnología en Málaga le pregunté a Diéguez por los robots sexuales. Luego le wasapeé a otro amigo que mi vida es ya solo un esperar a que estén operativos los robots sexuales. Tuvimos este dialoguillo a partir de su respuesta: 
    –Necesitamos satisfayers con perspectiva machista. 
    –Somos Dantes que ya solo esperan su Beatriz satisfayer. 
    –El dolce stil nuovo del sexo. 
    –El romanticismo nos ha conducido a la robótica. 
    –El sexo será robótico o no será. 

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8.11.24

La Naturaleza es Donald Trump

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:13:06
 
Buenas noches. El amor por la Naturaleza, con ene mayúscula, ha hecho que se la considere una especie de mascota gigante, de mascota total. Es como si el planeta entero fuese nuestra mascota y lo llevásemos plácidamente del collar, como un perrito. Pero no, lo que llevamos del collar es un tigre hambriento. Y encima lo del collar es una ilusión: lo llevamos al lado sin collar, dispuesto a devorarnos. Lo más parecido a la Naturaleza sería esa Moby Dick que tanto le gusta a Rafa Latorre: una ballena indomable que viene a por nosotros. Pero la comparación se queda corta. Yo creo que la Naturaleza es Donald Trump: un Donald Trump absoluto, dentro del cual vivimos. Somos piojos en el tupé amarillento de Trump y estamos a expensas de que nos descabalgue de un manotazo, por puro capricho o porque le picamos. Eso es la Naturaleza, eso es Trump. A este se le ha comparado con Nerón, y eso es la Naturaleza también: un Nerón que toca el arpa mientras nos consumen las llamas que él mismo provocó. Quienes aman la Naturaleza es esto, y ninguna otra cosa, lo que aman. Las inundaciones de estos días, incompetencia de los políticos aparte, son obra de la Naturaleza. Está muy bien que cuidemos a los gatitos y que nos encariñemos con nuestras entrañables tortuguitas. Pero que esto no nos haga olvidar que la Naturaleza es una película de terror. No ha faltado quien ha dicho que la Naturaleza simplemente se venga por lo que le hacemos los seres humanos. Pero ahí se ve cómo es la tía: ¡vengativa, despiadada, cruel! Como decían los romanos: Cave canem. Cuidado con el perro. Es decir, ¡cuidado con la Naturaleza! ¡Ese frívolo Nerón que canta mientras ardemos! ¡Ese Donald Trump en cuyo amarillento tupé habitamos!

7.11.24

Lo catastrófico es político

Se solapan catástrofes: naturales, políticas. A la riada de Valencia le sucede, montándose en ella periodísticamente, la victoria de Trump. Los sanchistas dan la nota en unas y en otras. Ellos son también una catástrofe: el peso muerto de España; un tercio permanente del electorado, nada menos. El 23-J del año pasado remataron la catástrofe política española, en la que aún seguimos.

Yo soy antisanchista y soy antitrumpista: las dos cosas simultáneamente, y por los mismos motivos. Soy (con dos o tres en España, no más) la mortadela del sándwich de la Historia. España se ha llenado de ganadores: los ganadores del trumpismo, los ganadores del sanchismo. Los perdedores somos los cuatro mortadelos: los dos socialdemócratas antisanchistas y los dos liberales antitrumpistas que debe de haber como mucho. ¡Unos desgraciados!

El festival ahora, incluso desde el más furibundo antitrumpismo como es el mío, está en las vacas sin cencerro de El País y la Ser: Pepa, Àngels. Si se limitaran a denostar en Trump lo que es exclusivo de Trump... Pero no, denuestan en Trump lo que adoran (¡trumpistamente!) en Sánchez. Dice Pepa calentito sobre Trump que su victoria ha sido un "triunfo de la desinformación" y que las urnas "lo han indultado de todas las mentiras que ha ido contando". Te tienes que reír. A mandíbula batiente.

Pero estábamos en la riada, en la terrible desgracia negligente. "El 98 del 78", como ha dicho Monsalvo. El desagüe (perdón por la proximidad semántica) de todas nuestras incompetencias y miserias. Un desastre a lo grande, porque todo estaba copado ya por los pequeños. Ha sido la cumbre (¡sotánica!) de la "selección adversa" de los políticos españoles de la que hablaba Bayón hace veinte años. Han ido subiendo en los partidos y ocupando todos los puestos de los partidos y sus extremidades institucionales los peores de la sociedad. Los peores en términos absolutos: los más ignorantes, los más zafios, los más inútiles. Los delincuentes civiles.

El patético Mazón del PP, al que por cierto se debe seguramente el renovado mandato de Sánchez, por su saltarín pacto con Vox antes del 23-J, tras las municipales y autonómicas de 2023. El pacto que desató todos los demás, espantando (¡con justicia!) votantes en las generales. Esos son nuestros políticos, del PP, del PSOE y de todos los demás partidos: tipos que solo han demostrado, cuando llegan al poder, que han sabido hacer tres cosas, trepar en el partido (inevitablemente con puñaladas), engañar al electorado y maniobrar para obtener la poltrona. Luego llega la catástrofe y no saben nada. Por eso se acoplan a la catástrofe tan guapamente: es una de las suyas. La destrucción que ocasionan es conjunta.

Y lo del Gobierno, escalofriante. Estas palabras de la ministra de Defensa (se apellida Robles pero es un alcornoque): "Yo no sé si es una emergencia nacional. Estaba centrada en Valencia". Algo en consonancia con las ya tristemente célebres del presidente: "El gobierno central está listo para ayudar [...] Si necesitan más recursos, que los pidan [...] Si no tienen recursos suficientes, que los pidan". Al final, observen la profundidad de la catástrofe, es una cuestión conceptual: el país no es cosa de ellos. Lo de Sánchez es muy fuerte: nadie ha hecho tanto por mandar y nadie ha mandado menos. No pinta nada. Es un figurín, un presidente de escaparate.

Última hora: como señala Máiquez, el Estado ha destinado recursos en plena catástrofe (con calles todavía enfangadas e inutilizadas, comercios y puestos de trabajo arrasados, más de 200 muertos) a detener a los vecinos que le pegaron con un palo al coche del presidente. El trumpismo está aquí.

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4.11.24

En el podcast Prólogos



Los amigos del podcast Prólogos, Marta Suárez y Diego Urteaga, me invitaron el 2 de octubre a la biblioteca Eugenio Trías de Madrid para hablar ante el público allí presente de mis dos libros editados por Sr. Scott: Zona de confort y Oficio pasajero. Justo un mes después está disponible el audio: aquí y en las demás plataformas. (Foto del editor.)

3.11.24

La riada se lo ha llevado todo

[Montanoscopia] 1. La riada se lo ha llevado todo, hasta los chistes sobre Errejón, que empezaban a constituir un pilar de mi cotidianidad. Ahora, como siempre ocurre con las catástrofes cuando no te han tocado directamente, la cotidianidad es justo la cuestión: por un lado, la sombra de la desgracia presente pero lejana en cada uno de nuestros gestos; por el otro, la conciencia de su fragilidad y la fruición que produce su disfrute, aun con aquella sombra. Uno tiene que limpiar de la propia vida el barro, que es lo que harían también las víctimas si pudiesen. Eso sí: con una redoblada conciencia de su provisionalidad. (Y el aliento de la pena.) 

2. Acababa de leer Los extrañados, de Jorge Freire, cuando sucedió la desgracia en Valencia. Me parece el mejor libro del autor hasta ahora, escrito con un estilo sereno y de una rica imaginación expresiva: la clave de la literatura. Creo que Freire se consagra como gran escritor. Sus cuatro retratos son estupendos y originales. El que más me interesaba era el de José Bergamín, por eso, aunque va el segundo, me lo leí al final, tras los de P. G. Wodehouse, Vicente Blasco Ibáñez y Edith Wharton, también muy buenos. Freire destaca el libro de aforismos de Bergamín La cabeza a pájaros. Yo lo leí de adolescente con El cohete y la estrella, editados por Cátedra en un volumen doble y breve. Lo abro y sale este: "El cohete es una caña que piensa con brillantez". Mi favorito es este otro: "¿Para qué saber a qué carta quedarte, si de todos modos no te vas a quedar?". Solía citarlo Fernando Savater, que le dedicó una necrológica preciosa a Bergamín: "Bergamín levanta el vuelo" (recogida en Instrucciones para olvidar el Quijote). Decía Savater: "Es la única persona que he conocido a la que se le podía hacer rabiar con solo darle la razón". Sus últimos años están también en Pisando ceniza, en que Manuel Arroyo-Stephens narraba memorablemente su relación con el escritor. El último episodio es el de su muerte, que tuvo lugar durante las inundaciones del País Vasco de 1983. Bergamín vivía allí y Arroyo cuenta su odisea para llegar al entierro. Me ha gustado la historia complementaria de Freire, con los detalles de los denuestos de Bergamín contra la Transición. Magníficas frases todas (como, en 1978, "la coronación referenduménica constitucional que al parecer se nos impone a los españoles tramposamente"), y admirables por lo que tienen de indomables, de intempestivas. Pero lo cierto es que su posición solo le dejaba el aplauso posible de algún ultraderechista y de la izquierda abertzale de ETA: la topología enojosa de no estar con la democracia real. Termina el capítulo de Freire: "La muerte de Bergamín el mediodía del 28 de agosto de 1983 coincide con un temporal de lluvias e inundaciones que hace que la noticia pase inadvertida". Y poco después de mi lectura volvió a ocurrir en Valencia. 

3. Desde el 11-M (malditamente inclusive) nuestras desgracias ya son dobles: tenemos la desgracia en sí más el espectáculo infamante de la lucha partidista, entre políticos, periodistas y la afición en general, por ver si sacan tajada carroñera. El estómago le pide a uno que otra riada se los lleve a todos. Pero por fortuna se impone la razón y cambia el anhelo: que sigan vivos, abandonados a su ser, condenados a su miseria. Como hizo Cioran una noche con una cucaracha. 

4. La riada se ha llevado de paso el Estado de las autonomías, que es nuestro Estado: no funciona. Fin del ciclo virtuoso de la Transición. 

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