6.4.25

El nivel de nuestros capitostes

[Montanoscopia] 

1. No hay nadie al volante. Nada se ha aprendido de la Historia. Esto va a acabar mal. Disculpen el optimismo, pero lo cierto es que podría acabar peor. 

2. Trump nos está sirviendo para valorar a Reagan. Este, al que tanto menospreciamos (todos menos Vargas Llosa), se ve hoy como un campeón de los ideales. Y de las libertades. En uno de sus memorables chistes soviéticos (andan por YouTube) cuenta que un estadounidense y un ruso están comparando sus países. El primero afirma: "Yo puedo ir a la Casa Blanca, dar un golpe en la mesa del presidente y decirle: No me gusta cómo gobierna Estados Unidos". El ruso le responde que en su país ocurre lo mismo: "Yo puedo ir al Kremlin, dar un golpe en la mesa del secretario general y decirle: No me gusta cómo el presidente Reagan gobierna Estados Unidos". Esta ventaja, tan competitiva como moral, amenaza con extinguirse con el mamarracho naranja. Solo nos cabe confiar (también optimísticamente) en que América sea de verdad más grande que el que la quiere empequeñecer. 

3. Hablando de enanos, nunca es más ridículo Sánchez que cuando, en una situación de crisis (sí, de esas que exigen grandeza), aparece infatuado y se estira, y adopta una retórica de hombre de Estado que sencillamente no le sale. Primero, porque ni vale ni está preparado para ello. Segundo, porque hace ya mucho (¡pero mucho!) que arruinó cualquier posibilidad. 

4. Y encima es un actor mediocre, lo que ya es el colmo: toda una vida consagrada a fingir y no ha aprendido a hacerlo. Pero fíjense que hasta en esto hay belleza: por su particular paradoja del comediante, la mala calidad de la actuación le mantiene un último vínculo con la sinceridad. 

5. A propósito del reclutamiento a mansalva de periodistas-soldados del sanchismo para la televisión pública, Carlos Hortelano ha escrito el tuit definitivo: "Menos mal que a Idafe lo ficharon en Moncloa y pudimos librarnos de que tuviera programa en TVE". 

6. Peligro de la autocomplacencia de Ayuso, que también tiene su coro de aduladores: en cuanto se le aprietan las tuercas con finura y no bronca y fraudulentamente como suelen, trastabillea. Así lo hizo Alsina y las consecuencias fueron inmediatas (y no por habituales menos bochornosas): los que suelen tachar a Alsina de facha o fachosférico lo jalearon por su entrevista; los que suelen celebrarlo por sus críticas al Gobierno dijeron que Alsina nunca fue para tanto. Especialmente entrañables resultaron los agradaores de Ayuso, algunos de los cuales están a sueldo de Ayuso. 

7. Arias Maldonado fue invitado a Madrid por la Fundación Civismo para mantener un diálogo con Andreu Jaume y lo comisionamos para que le transmitiera a este un mensaje: "A los malagueños no nos consta el Guadalquivir". Era a propósito de su artículo "Teoría de Andalucía", en el que, aunque no se menciona el río, hace gala de un sevillanismo perfectamente orientalista. Nos pareció simpático, porque vimos detrás la mano negra de nuestro amigo Carlos Mármol, sevillano, pero había que aclarar las cosas. La reacción no se hizo esperar. Jaume se lo dijo a Mármol y este le explicó: "Es que los malagueños son nuestros catalanes". 

8. Mármol, por cierto, me recomendó el podcast Sopa de ganso, de Ramón de España y Javier Melero en La Vanguardia. ¡Delicioso! En un episodio, el editor Enrique Murillo cuenta que, cuando dirigía Babelia, el entonces director de El País, Joaquín Estefanía, le echó una bronca por haber destacado American Psycho, la novela de Bret Easton Ellis. Ese ha sido siempre el nivel de nuestros capitostes. Y ahí siguen, predicando.

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