No entiendo a quienes critican a nuestra delegación olímpica por su falta de espíritu deportivo; por haber traicionado, tras perder, aquello que cinco minutos antes promocionaban. Yo creo que, al contrario, rindieron un sentido homenaje al olimpismo después de la derrota, poniéndose a practicar de inmediato un deporte que, aunque no es olímpico todavía, resulta tan antiguo como la humanidad: salvar el culo. Fuesen o no dopados, tal velocidad solo es asequible hoy para Usain Bolt. El oro fue para ese Alejandro Blanco, al que habíamos contratado para que ganara y que nos salió con que lo importante era participar. La plata para Ana Botella. Y el bronce para Mariano Rajoy y todos los demás, ¡menos el príncipe! A día de hoy, todos son títeres con cabeza, gracias al urgente salvamento del culo.
A estas alturas de la semana, el pescado olímpico ya huele un poco (los japoneses lo sabrán conservar mejor). Pero quiero resaltar todavía algo, que tiene que ver precisamente con la excepción mencionada. Ese “¡menos el príncipe!” que me ha salido de mi alma jacobina, porque él fue el único que dio la talla en aquella especie de parada de los monstruos, o de los sosos. Hace tiempo que me vengo fijando en una cosa: que el príncipe Felipe se está preparando con rigor, como un presidente de república; mientras que nuestros políticos llevan tiempo abandonándose como monarcas. La endogamia de los partidos, esa perpetua autofrotación de los aparatos, produce ya especímenes propios de dinastías decadentes. El criterio de “selección adversa” del que hablaba Félix Bayón ha alcanzado una suerte de apoteosis, de manera que ya solo asoman en los partidos individuos que podrían colarse sin que desentonaran en el retrato deGoya de la familia de Carlos IV.
La conclusión casi no podía ser otra que esta moda sucesoria que empieza a proliferar en los partidos. En la presentación de Buenos Aires había dos beneficiarios de la misma: Ana Botella, alcaldesa de Madrid, e Ignacio González, presidente de la Comunidad. Y hay dos más: Alberto Fabra, presidente de la Comunidad Valenciana, y Susana Díaz, recién nombrada presidenta de la Junta de Andalucía. Los tres primeros son del PP, y la cuarta del PSOE; y los cuatro han heredadosu cargo. De manera legal, naturalmente, pero un poco impresentable. Botella, además, por ser esposa de quien es (¡después de las matracas liberales por el “mérito”!). Solo ha aparecido en dos ocasiones importantes desde que es alcaldesa: cuando la desgracia del Madrid Arena y ahora. Y en las dos lo ha hecho mal, sencillamente porque no sirve. La decadencia borbónica no hay que buscarla hoy solo en el rey.
[Publicado en Zoom News]