7.11.13

Franquismo francés

A todo niño franquista, aquel “niño de derechas” del que hablaba Umbral, le estaba reservado un estupor: cuando descubría que la moneda de Francia se llamaba igual que el viejecito que salía en la tele y mandaba. Yo no me lo podía creer. ¿Entonces –preguntaba con la implacable lógica simétrica de los niños– el Franco de Francia se llama Peseta? Pero unos vecinos que habían regresado de la emigración decían que Pompidou. Este nombre me evocaba las pompas que hacíamos con los chicles, y me imaginaba a los niños franceses pagando sus bazookas y sus cosmos con muñequitos de Franco. Después de todo, ¿por qué nuestras pesetas no se llamaban francos también, si tenían su cara?

Tiempo después, cuando las pesetas llevaban la cara del rey Juan Carlos y nosotros ya no éramos niños franquistas, sino adolescentes de la Transición (este pleonasmo quizá sea lo mejor que hayamos tenido), nos fijábamos en franco como adjetivo. Tanto en su significado de francés, como en aquellos otros que nos gustaban: sincero, claro, libre, exento... Pensábamos ya, a esas alturas, que qué contrasentido que Franco se llamase Franco. El vocablo pasaba entonces a ser para nosotros equivalente de afrancesado, que es lo que hemos querido ser siempre los españoles con simpatía por la Ilustración.

He pensado en esta genealogía ahora que el jefe de estudios del Liceo Francés de Barcelona, Richard Buty, nos ha echado un capote afrancesado (capote de Nîmes, supongo) con su impecable carta de respuesta a la antiilustrada madre catalanista que quería imponer su capricho ancien régime, acostumbrada como está a poder hacerlo en su terruño. Cómo corta el sentido común, cuando se usa tal bisturí racionalista. Monsieur Buty ha venido a decir, por traducirlo castizamente (¡la emoción afrancesada me pone burro!): “Pienso, luego no me toquéis las pelotas”.

El español es nuestra lengua común, sin perjuicio del catalán; y los que firmaron el manifiesto que lo proclamaba en 2008 fueron tachados de franquistas. Supongo que a nuestro buen francés se lo habrán llamado ya (esta vez ni me he molestado en hozar en las pozas del nacionalismo). Pero yo me lo tomaré como relativo a franco, en la acepciones que me gustan: francés (redundantemente) y sincero, claro, libre, exento... Esto ha sido salud pública y lo demás son tonterías.

[Publicado en Zoom News]