Qué paradójica es la política. El día en que todos pedían la dimisión de Wert (hasta sus compañeros del PP parecían estar pidiéndola sin hablar, como esos secuestrados que deben comunicarse por gestos) fue el día en que se había convertido en el mejor ministro de Educación de la historia de España. Es cierto que por una lección involuntaria; pero a un educador hay que juzgarlo por el resultado, y no recuerdo que ningún otro haya logrado una proeza como la suya: enseñarnos a los españoles una palabra en inglés.
La palabra, pronunciada adecuadamente por un nativo, fue rubbish, que como sintetizó Zoom News (¡haciendo gala de su nombre anglosajón!), puede significar “basura” o “chorrada”. Al principio se utilizó mayoritariamente la primera, en parte por desconocimiento y en parte porque era ideal para zurrarle al ministro (“no la toques ya más, que es basura”). Pero en cuanto se supo que había dos acepciones, cada una de las dos Españas optó por una, como en todo lo que permite la bifurcación. Asistimos así al espectáculo de los progubernamentales defendiendo que lo dicho por Wert había sido calificado de “chorrada”: un mal menor con mucha coña.
Pero la verdad es que este rubbish no está solo. Antes tuvimos el relaxing cup de Ana Botella. Esto indica un plan. Tenemos argumentos para afirmar que el PP se ha marcado un objetivo aún más ambicioso que el de salir de la crisis económica: coger el toro de nuestro déficit idiomático por los cuernos. Y lo está haciendo con una efectividad pedagógica absoluta. No solo nos va mostrando las piezas del idioma, sino también el modo de combinarlas. Y nos anima a esto último diseñando realidades en que sean pertinentes tales combinaciones. Así, la huelga de limpieza de Madrid no es más que un escenario concebido para que digamos: A relaxing cup of rubbish (en la primera acepción).
De la España que va a dejar Rajoy no sabemos con certeza ni si seguirá siendo España, pero sí que habrá hecho sus pinitos en inglés.
[Publicado en Zoom News]