La consagración de Susana Díaz, la unanimidad en torno a Susana Díaz, la alegría por Susana Díaz, solo prueban una cosa: el PSOE está aún peor de lo que se pensaba. Ese respaldo del 98,6 % que ha obtenido como secretaria general andaluza es un índice exacto de desesperación. Lo alarmante no es que haya salido ella, sino que no haya nadie más que ella. Hace unos meses recordaba Teodoro León Gross en el diario Sur la repuesta que dio el matador Guerrita cuando le preguntaron por el escalafón taurino de su tiempo: “Después de mí, naide, y después de naide, Fuentes”. Ahora en el PSOE está Susana Díaz, después naide, y después naide, naide y naide.
Entiéndaseme, no es que Susana Díaz sea alguien (alguien con preparación, alguien con capacidad, alguien con mérito). Pero entre los nadies es la más destacada. Ha tomado la delantera en algo que necesita con urgencia el político indigente: la investidura del poder. Señalé en otra ocasión cómo todos nuestros presidentes han cobrado prestancia con el puesto, con la extraña excepción de Mariano Rajoy. Con Susana Díaz se ha operado también esa alquimia. Ahora es una nada radiante, frente a las nadas apagadas de sus competidores Madina y Chacón, por ejemplo. Frente a estos es también una nada limpia: una nada con nada, podríamos decir. La de Madina, en cambio, es una nada con zapaterismo; y la de Chacón, una nada con zapaterismo y PSC. Es verdad que la de Susana Díaz es una nada con Junta, pero si el votante del PSOE se fija en eso entonces no le va a quedar nada de nada.
Otro dato esperanzador es el carácter de esponja que todos le atribuyen (sin que aún se haya caído, por fortuna, en llamarla Boba Esponja), lo que ha incluido en estos meses que lleva como presidenta “de los andaluces y las andaluzas” su comprensión del beneficio electoral. Pese a su mala fama, el electoralismo no deja de ser un medio de sintonización del político con los ciudadanos: mediante su propuesta electoralista, el político refleja lo que la ciudadanía le demanda. Una de las causas inauditas del despeñamiento del PSOE es la de su autismo –a medias ideológico, a medias de clase– con respecto al electorado; algo especialmente visible en esa variante paródica del PSOE que es el PSC.
Algo distinto es lo que se sepa hacer luego con el beneficio electoral. La capacidad de absorción puede servir para llegar al poder y quizá para mantenerse en él; pero no para que las cosas funcionen, ni para que salgan las cuentas. Al final, a los otros nadies y las otras nadas que aspiran al liderazgo del PSOE solo les cabe esperar que Susana Díaz se estrelle en la gestión. Algo, lo de estrellarse, que sin duda sabrá hacer muy bien. Casi tanto como sabrían hacerlo ellos.
[Publicado en Zoom News]