Nos quedamos en el Hay Festival de Segovia, sobre el que Anna Maria Iglesia, a la que me encontré allí, ha escrito una completa crónica. Mis acompañantes y yo, sin embargo, no asistimos a ningún acto más. Y mientras Vargas Llosa, Le Clézio y otros escritores sin el Nobel estaban en sus cubículos impartiendo sus charlas, nosotros nos dedicamos a disfrutar de la ciudad. Un "¡nada cultural!" redivivo, que se interrumpió con la visita a la Casa-Museo de Antonio Machado. Emocionante.
Pero quería seguir hablando de periodismo, para enlazar con la mesa redonda de Arcadi Espada y Alfonso Armada. Durantes mis días en Madrid he estado de comida y copas con bastantes periodistas, unos de redacción, otros freelance, de medios de papel y medios digitales. Hay una preocupación generalizada por la falta de dinero y la precariedad. Y unanimidad sobre un asunto: jamás ha habido mayor presión sobre el periodismo por parte de un gobierno como con este del PP. ("Ni con el PSOE", insistían, en conversaciones distintas, columnistas de derechas). Los nombres que salían: el del presidente Mariano Rajoy, el de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el de la secretaria de Estado de Comunicación Carmen Martínez de Castro. "Hoy, para conseguir una columna en papel tienes que arrastrarte ante Martínez de Castro", dijo un columnista digital que le dijo un columnista de papel (¡fuentes bien informadas!). "¡Es que no hay dinero!", sentenció otro, como explicación de los males de la prensa.
Esto no me pilla de nuevas, naturalmente. Y en Andalucía pasa lo mismo con las presiones del PSOE, me lo cuentan mis amigos periodistas andaluces y me sé la historia de Félix Bayón con la Junta. En estas luchas lo novedoso es el debilitamiento de una de las partes. Y lo novedoso ahora es la tremendo debilitamiento de la prensa. La ventaja, no monetarizable, es que ha vuelto el sarcasmo a las conversaciones. Los encuentros han sido todos pródigos en carcajadas. (La Orquesta del Titanic emite, de momento, risas).
Lo que no deja de sorprenderme es el impulso antidemocrático que se le manifiesta al que pilla un poquitín de poder. El lobo de Hobbes está al acecho, y la conclusión es que no hay que esperar nada de los poderosos (y poderositos), sino reforzar los controles sobre ellos, que tengan antagonistas y contrapesos. Yo pensaba que una mayoría absoluta del PP sería buena, para desmontar el zapaterismo. Pero no hay nada que hacer. La premisa aquí es que toda tropa es impresentable. Y que lo que va en la masa de la sangre de hunos y de hotros no es la democracia. Otro ejemplo de estas jornadas: la presentadora de televisión que llama al director de un periódico para que "tome medidas" contra el periodista que ha escrito contra ella... El nivel es bajo: todo el que tiene un telefonito, lo usa. (Hay selfies de la propia imagen social que se esculpen a machetazos).
En esos días dimitió Gallardón, murió Boyer y declaró en el juzgado Esperanza Aguirre. Gallardón presentó la semana siguiente la nueva novela de Juan Manuel de Prada, del que me habían contado que una vez llamó a una emisora de radio para protestar por que no habían dado la noticia de que le habían otorgado el Garbanzo de Plata... (Noticia que yo sí hubiera dado, sin lugar a dudas). A propósito de Boyer, yo me acordé mucho de los de Podemos: porque Boyer fue una especie de podemista en su día, y cabe pensar que algunos podemistas acabarán pareciéndose a Boyer. Una evolución que será tan positiva como regocijante.
Un amigo profesor de instituto de la Comunidad de Madrid, por cierto, me contó una escena reveladora. El día de la dimisión de Gallardón, una profesora del PSOE y otra de Podemos aparecieron en el mismo pasillo, cada una por una punta. La del PSOE, al ver a la otra, levantó los brazos haciendo uves con los dedos y le gritó alegre: "¡Hemos ganado, hemos ganado!". La de Podemos ni se inmutó. Ni esbozó media sonrisa, dejando a la otra colgada de sus intentos de confraternización. "Ellos están en otra cosa –dijo mi amigo–. Los del PSOE todavía se piensan que aquí hay un bacalao que repartir, pero en lo único que piensan los de Podemos es en despreciarlos y en cortarles la cabeza".
Me hablaron también de interioridades de una gran empresa multinacional, de un partido político y de un gran club de fútbol. El esquema siempre es el mismo: maniobras, traiciones, enchufismo y compras; intento de callar las voces críticas, y recompensa para el que calla o aplaude. Escribo esto y de pronto me veo como Paco Martínez Soria sorprendido con la capital. No es nada nuevo, ya lo sé: la lucha por la vida de toda la vida. Pero llama la atención conocer los detalles: ponerles caras, saber los procedimientos exactos. Uno de los atractivos de Madrid es esa sensación de que se da un extra de realidad. Acongoja un poco, pero también electrifica, y revitaliza.
Y es esa energía la que me gusta traerme a Málaga. Es bonita también su estela, ya en los días malagueños: el mar con vibración de Gran Vía; las terrazas con crepitación de Malasaña; las ganas de hacer cosas, atravesando el futuro inminente de indolencia.
[Publicado en Zoom News]