Cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer (así la crisis, según Gramsci), puede colarse como lo más nuevo aquello que, en realidad, es más viejo que lo viejo. Así Podemos. Crisis, sí, es oportunidad: sobre todo para los vendedores de cuentos de hadas. Cuando la generación mejor preparada de la historia se prepare de verdad aunque sea medianamente (quizá llegue el día) aprenderá qué viejo es lo que ve como nuevo. Aunque para entonces el cuento de hadas, si se ha cumplido, se habrá transformado en cuento de terror; de ruina y de terror.
Da melancolía comprobar que la Historia es un almacén de errores de los que no se aprende. Solo cuando están calientes en la piel, como tras la guerra y el franquismo, la gente se comporta con la sensatez de un perro apaleado. La Transición, cada vez estoy más convencido, fue una simple consecuencia fisiológica del sufrimiento. La memoria carnal del dolor tiró de los delirios hacia abajo, para que no volvieran a liarla. Y asombrosamente salió bien. La novedad absoluta, en nuestra historia, han sido estos casi cuarenta años seguidos de democracia. Ese consenso de 1978 que los de Podemos, tan viejos, consideran la peste.
Las cosas van mal, pero no estoy dispuesto a aceptar el chantaje de que, para acabar con lo malo, tengamos que entregarnos a lo peor. La rabia contra el PP y el PSOE –por inútiles, por impresentables, por ser los auténticos culpables (¡irresponsables!) del desprestigio del sistema; y de su derrumbe, si se produce– ha de quedarse cortocircuitada en la idea fija de que el único camino es el Estado de derecho, democrático y occidental. Y si se hunde nos hundiremos con sus cascotes. Sin haber soñado ni un segundo en caudillismos de carácter latinoamericano como el que pretende encarnar Pablo Iglesias, el supuesto anticasta nacido de la más abyecta y repulsiva de nuestras castas: la universitaria. Y que propugna "asaltar el cielo" como los profetas del año de la pera.
(La aceleración se debe a que he combinado este finde la Asamblea de Podemos con la lectura del nuevo libro de Thomas Bernhard, En busca de la verdad. En él se recoge el discurso de la obra de teatro Con la claridad aumenta el frío, contra los cuentos de hadas. Aunque no solo el frío: aumentan también los calentones).
[Publicado en Zoom News]