Aunque luego he visto que hay fotos y vídeos por ahí, yo no me había encontrado con las canas de Fernando Márquez, El Zurdo, hasta la entrevista de esta semana en Abc, hecha por Julio Tovar y Javier Villuendas. Ha sido como un salto en el tiempo desde el jovencito de La Mode, de pelo muy negro y saltarín, hasta el hombre de cerca de sesenta que está sentado en el café Comercial, pocos días antes de su cierre: como si le persiguiesen las ruinas. El efecto, tras la sorpresa, ha sido sin embargo feliz. Me ha parecido digno: ennoblecía su edad. Un poco lo contrario de lo que pasa, por ejemplo, con Pedro Almodóvar.
De pronto, los que prolongaron su triunfo de la generación de la Movida han envejecido mal. Alaska sería otro caso. Muchos murieron jóvenes. Y entre los supervivientes que se han mantenido en los márgenes, hay individuos que componen una especie de orden de caballería sin alardes, que son un lujo (ya no muy divulgado) para la sociedad. Un ejemplo sería Alejo Alberdi, que formó parte de la banda más sorprendente de entonces, Derribos Arias, y con el que he tenido la suerte de hablar varias veces este útimo año. Alegran su cultura, su finura, su capacidad para la conversación y su espíritu crítico. Es, en sentido estricto, un ilustrado, un librepensador. Como también lo es, a su estilo, El Zurdo.
No es de extrañar que lo que ofrecieran al panorama cultural español, apelmazado siempre, fuese divertido y sofisticado, moderno (o posmoderno), cosmopolita, liberador. La Transición en la cultura se hizo con la Movida. Ahora que, gracias a los antifranquistas sobrevenidos, Franco ha resucitado como si nuestro 2015 fuese un libro de Vizcaíno Casas, se percibe mejor cómo a principios de los ochenta sí que se logró matar a Franco, después de todo. Su presencia era cero: se pasaba olímpicamente de él. Y hasta el mariposeo del Zurdo con la Falange quedó a la postre (aunque él se lo creyese y para su carrera tuviera consecuencias) como cuando el cantante de Glutamato Ye-Yé salía con el bigotín de Hitler.
El primero de mi clase del instituto que se aficionó a los grupos de la Movida fue Rojas, que también fue el primero en morir, dos años después, en un accidente de coche. Tenía diecinueve. Recuerdo el día en que llegó hundido por la noticia de que El Zurdo tenía que dejar de cantar por problemas de salud. Fue ahí cuando le empecé a prestar atención a La Mode, a cuya música me aficioné con un cierto aire póstumo ya. Ahora han pasado más de treinta años de pronto, y en las canas de El Zurdo está también mi amigo, que no pudo tenerlas. Su manera de llevarlas es otra buena canción.
[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]