31.5.17

Doble espanto para "los jóvenes"

Leí con resignación melancólica la reseña que escribió el profesor Jordi Gracia en Babelia del nuevo libro de Félix de Azúa, Nuevas lecturas compulsivas, recopilación de artículos literarios, filosóficos y culturales que continúan las Lecturas compulsivas de hace veinte años (en Anagrama entonces, en Círculo de Tiza ahora). Como azuísta agradecí el canto y el elogio, la recomendación entusiasta. La melancolía (y la resignación) me la produjo el intento de salvar a Azúa de sí mismo. Un intento bienintencionado y, por ello, a un tiempo enternecedor e irritante. En estas salvaciones, quien intenta salvar lo que pretende ante todo es salvarse: que no se le confunda con el condenado...

Espigo lo chungo de Gracia (de entre lo bueno, que es más): “Es natural que los decibelios del columnista hayan espantado a muchos lectores (jóvenes) que no sepan quién es Félix de Azúa o que solo sepan que es una firma a menudo estridente y rompetechos en las páginas de El País [...] la mejor versión de Azúa, irreemplazable y fastuoso para el lector culto, medio, curioso, ocioso y dispuesto a disfrutar de la otra cara del apocalíptico desatado, lejos del tuit de la columna y de los truenos del capitán del fin de la alta cultura [...] desconfíen (desconfiad) del alboroto mediático”.

Dos meses después de leer la reseña, he leído el libro. Me ha parecido una maravilla. Les remito, para que se dejen contagiar de admiración, a la reseña de Gonzalo Torné en Letras Libres. Una reseña arrebatadora que, sin embargo, también contiene su motita en la línea de Gracia: “en los artículos políticos [de Azúa] asoma a menudo un clown incontrolable”.

Será porque suelo estar políticamente de acuerdo con Azúa –y sus exageraciones me las tomo como eso: como exageraciones (bernhardianas)–, por lo que no veo yo la contradicción, ni la necesidad de esas salvedades; como no sea, como he apuntado, para que se salve el salvador. Las consideraciones políticas son ciertamente las menos valiosas de Azúa; pero porque la política es siempre lo menos valioso, en Azúa y en todos. Una vez aceptado esto, encuentro una plena coherencia entre sus ataques y sus celebraciones. Ambas se asientan en lo mismo: en la lucidez apasionada. O en su radical celebración de la libertad y su no menos radical ataque a lo que la coarta o enturbia.

Lo gracioso es que en Nuevas lecturas compulsivas abundan también las andanadas estridentes. Como no podía ser menos, ya que Azúa es Azúa. (Véase, por ejemplo, el artículo “Borrón y cuenta nueva”). De manera que “los jóvenes” que intentaba captar Jordi Gracia con su prevención se sentirán doblemente espantados si le hacen caso y leen el libro.

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En The Objective.