Lo que está pasando en España es
desolador. Yo estoy asustado con lo que estamos viviendo y aún más con lo que viene.
Jorge San Miguel, en un artículo reciente sobre “la nueva
normalidad” que está montando el Gobierno, aconseja “desinvertir
emocionalmente en el país y, desde luego, en el 78”. En efecto, solo es fuente
de frustración mantener el vínculo con algo que se deshace sin remedio.
“Desinvertir emocionalmente y cultivar un jardín; el que lo tenga y mientras se
pueda salir a la calle”, concluye San Miguel.
El jardín remite al de Epicuro: un
recinto de placeres, o al menos de serenidad placentera, de ausencia de dolor y
perturbaciones. Aunque me temo que los placeres van a ser un lujo. Habrá que
disfrutarlos cuando se presenten, cuanto se pueda. Pero preventivamente yo
invitaría a la reclusión en el Jardín de Epicteto. De los estoicos grecolatinos
–Zenón, Crisipo, Séneca, Marco Aurelio...–, Epicteto fue el que con más ahínco
predicó la imperturbabilidad. Los ‘happy few’ tendremos que ejercitarnos en
ella para no terminar amargados.
“¿Cómo se desinvierte
emocionalmente en tu país?”, preguntó Kehre, un compatriota que vive en
Alemania. No es fácil. Ni siquiera creo que sea posible. Pero hay que
distanciarse un poco para no ser devorado, para no formar parte del fango. Tal
vez por medio de la comedia. Lo más difícil es encontrar el tono. Uno que lo ha
encontrado ha sido Ramón de España, con sus divertidísimas piezas (en vídeo y
por escrito) sobre el “manicomio catalán”. Un manicomio que ya ocupa toda la
península (y sus islas).
No sé muy bien si el derrotismo
fomenta la derrota, pero sí que el triunfalismo no fomenta el triunfo (y que
luchar ahora no sirve para nada). Si estamos en una posición perdida, como
creo, la cuestión es si entregamos también los momentos que preceden al
definitivo. Porque esos aún podrían ser nuestros: hasta la patada en la puerta.
* * *
En El
Español.