Me hace mucha gracia el contraste entre lo apretaos y envaraos que van los voxistas y su realidad de mayordomos de aquello que dicen detestar. Son unos curiosos leñadores que no talan árboles sino que los riegan... ¡con sus hachas! En este sentido, rinden un gran servicio ecológico. Solo que a un bosque abominable.
Lo peor de Vox son sus exudaciones infectas, su vileza a chorros, que contamina a todo votante de la derecha, incluido el del PP: desde el momento en que se sabe que el PP pactará con Vox. Vox ha envilecido el voto a la derecha. No hay votante al PP inocente. Ni siquiera Fernando Savater, que ha sido el último en llegar.
Lo que pasa es que peores son los otros. Esa es la endiablada porquería en la que estamos: que peores son los otros. Y los otros son los que se ponen dignos, con esos “veintiséis años infernales”, que han vivido a cuerpo de rey, y su ventrilocuismo “antifascista”, cuando se han aliado (y revolcado y refocilado) con los ultranacionalistas golpistas, con los proetarras y la ultraizquierda populista, con la que además han formado gobierno.
Daniel Gascón se reía en una de sus geniales viñetas de uno de esos atildados, al que le hacía decir: “Es intolerable que crucéis las líneas rojas que nosotros dejamos atrás”. Ha sido tristísimo (¡desolador!) ver a Antonio Muñoz Molina embarcado con esos impostores de las líneas rojas.
Porque esta es la trazabilidad de la ultraderecha y no otra. Sabemos quiénes la han traído, de dónde la han sacado. Sabemos cómo antes ya acusaban de ultraderechistas a quienes no lo eran, y cómo ahora están que se corren al ver que hay ultraderechistas de verdad (lo que no les exime de seguir llamando ultraderechistas a quienes no lo son).
Solo se puede elegir ya entre lo malo y lo peor. Y en lo malo está PP-Vox y en lo peor está PSOE-Podemos. Lo que pasa es que a algunos no nos sale de los huevos ceder al chantaje. Y por eso, si votáramos en Madrid, nos iríamos a la abstención, o al pobre Bal. Y a la mierda también, claro. Pero a esta nos iremos todos.
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En El Español.