29.10.23

Limpieza de sangre, Pam, Dudda y el último tango en Ferraz

[Montanoscopia] 

1. El desatado antisemitismo de la izquierda española (¡con lo de derechas que fue siempre en España el antisemitismo!) no debe extrañar si atendemos al hecho de que la izquierda española lleva años siendo la principal ejecutora del gran rasgo histórico del antisemitismo español: la obsesión por la limpieza de sangre; una obsesión inquisitorial. Aquí al que disiente un poquito o manifiesta un atisbo de crítica a la izquierda (incluso, o sobre todo, si dirige su disidencia o crítica a sus desviaciones reaccionarias), esta lo tacha de facha; técnicamente, según el esquema mental de la izquierda hoy exhibido sin complejos, de judío. 

2. Muy decepcionado con Pam (¡Pam, Pam! ¡Pam!). Se ha quejado amargamente de los gordófobos, pero no ha tenido ni un recuerdito para los gordófilos, que hemos dado la batalla por ella (¡nuestra genuina batalla cultural!). La he defendido contra viento y marea y a trancas y barrancas, pero, como dice un amigo, ha hecho conmigo la vista gorda. Prefiere fijarse en lo malo de la vida y no en lo bueno, que soy yo. Pero acepto con deportividad lo que expresó Borges: "Infinitamente existió Beatriz para Dante. Dante, muy poco, tal vez nada, para Beatriz". 

3. Desgracia de Argentina: lo único que se le ocurre para acabar con peronismo es un peronista del antiperonismo. 

4. El respeto de Feijóo por Puigdemont. Ahí está todo. Es decir, en la falta de respeto de Feijóo por sus votantes. Y por sí mismo. 

5. Cantinflea el presidente del Cercle d'Economia donde Alsina sobre la inminente amnistía para los independentistas catalanes. Cantinflea como si el cantinfleo de un catalán siguiera gozando de crédito ante los demás españoles. Ese crédito es uno de los lujosos intangibles que los nacionalistas catalanes, también los empresarios del Cercle, arruinaron para todos los catalanes. No parecen haberse dado cuenta aún de lo que han perdido. Por ejemplo, antes un catalán tenía que demostrar que era idiota; ahora tiene que demostrar que no lo es. 

6. Sábado por la mañana. Pincho en un minivídeo de Marlon Brando en el Comité Federal del PSOE untándoles mantequilla a sus miembros y miembras para introducirles la amnistía. Ellos y ellas aplauden, sonríen, celebran la exultante arenga de Marlon. Mi imagen es de un obvio mal gusto, pero el de la realidad que tan ramplonamente me inspira es aún peor. El último tango en Ferraz. 

7. El periodista activista Fran Sevilla, corresponsal de Hamás en RNE (¡con el dinero de los españoles!), y el fotógrafo Javier Bauluz, cuyos manejos fotográficos es una de las asignaturas de los discípulos de Arcadi Espada, celebran la foto de un padre palestino cargando a sus cinco hijos entre ruinas de Gaza. Escribe Bauluz: "Esta foto vale más que 1.000.000 de palabras. Palestina contra Goliath". Es una foto creada con IA, y con un montón de detalles chapuceros que escaparon a la mirada profesional del fotógrafo. O no: porque su auténtica profesión, como la del periodista activista, es la ideología. (Luego se han tenido que desdecir: de este episodio concreto, no de su profesión ideológica.) 

8. Es un gran libro Mi padre alemán, de Ricardo Dudda, que edita Asteroide. Ha logrado combinar los elementos trágicos y cómicos de modo que su lectura resulta una delicia emocionante. El retrato analítico, cariñoso, humorístico del padre alterna con la historia de su familia alemana a partir de las dos guerras mundiales: una historia terrible; también de lucha por la supervivencia (imposible no pensar en los refugiados palestinos de hoy). Uno de mis estímulos de lector: los hilos frágiles, azarosos (¿o necesarios?), para que Dudda naciera y escribiera el libro. 

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27.10.23

¡No lean a sus autores detestados!

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:11:50]
 
Buenas noches. La opinión ultramontana más fuerte de los últimos días no la he soltado yo, sino nuestro querido Rafa Latorre, que me quiere quitar el puesto. La semana pasada, cuando le entregaron el premio Princesa de Asturias de las Letras a Murakami, Latorre dijo en La Brújula dos noches seguidas que le gustaban los libros del autor japonés. Me preparé para lanzarme en plancha a apagar la radio si lo repetía una tercera, pero por fortuna llegó el fin de semana. Da igual, el mal ya estaba hecho. Su criterio literario, que yo tenía en alta estima gracias a su devoción por 'Moby Dick', cayó por los suelos. Latorre contó que al principio detestaba a Murakami, como todo el mundo. Pero le picó la curiosidad y se puso a leerlo. Fue entonces cuando descubrió que le gustaba. Se dan ustedes cuenta de dónde está el problema, ¿verdad? ¡En leer los libros! Ese fue el error de Latorre: ¡leer! Si lees a Murakami, corres el riesgo de que te guste Murakami. Yo no he incurrido en ese error y por eso sigo detestando a Murakami. ¡No estoy dispuesto a que sus libros atenten contra mi detestación! Confieso que a muchos autores que detesto no los he leído. Y pienso seguir así. Yo me lo paso pipa detestanto a autores, y no voy a permitir que la lectura de sus libros acabe con mi diversión. Un autor sin sus libros es un pobre hombre; o una pobre mujer, claro. Es muy reconfortante mirarlos así, sintiéndome superior. Lo mejor que tienen, que son sus libros, lo ignoro. Aquello a lo que dedican su vida para mí no existe y los juzgo por todo lo demás. Sé que no es sano, pero así funciono. Hagan como yo: ¡no lean a sus autores detestados!

26.10.23

La destilación amarga de la historia

Hasta los periodistas repiten que la primera víctima de la guerra es la verdad. A la idea esperanzadora de que ese aserto podrían usarlo de advertencia para extremar las precauciones, le sucede la comprobación pesimista de que lo utilizan como programa. "La primera víctima de la guerra es la verdad, no tienen más que leerme", podrían decir los periodistas. No todos, pero sí los suficientes. De hecho, un montón. Abunda la tétrica figura del periodista activista: activista de algo que no es el periodismo. Para ellos el periodismo es la política por otros medios. Al fin y al cabo, combaten el poder, presumen. No importa que su periódico sea el boletín del poder. (Hay más de uno en España; y radios, y televisiones...)

A lo que estamos asistiendo después del pogromo del 7 de octubre en territorio israelí a manos de los terroristas de Hamás es a la constatación de que nada se ha aprendido en la historia, de que esta no funciona como prevención ni como nada, solo como huella sangrienta de pasos que replicarán los del futuro, sangrientos también. No hay aprendizaje, sino únicamente escarmientos, que son fugaces por desgracia.

El antisemitismo, la peor infección de la historia, un concentrado del mal de que es capaz el ser humano y que desembocó en el Holocausto, goza de buena salud. Incluso entre quienes no hacían más que ver películas y documentales y leer y recomendar libros sobre el Holocausto. Al final resulta que simplemente estaban entretenidos en un tema decorativo, que les procuraba sin duda emocioncillas, mientras ellos mismos portaban la infección... Quizá buscaban en el material sobre el Holocausto el lugar que ellos hubieran ocupado allí: el de los verdugos, voluntarios o no. El extravío de la izquierda ha llegado adonde tenía que llegar, una vez iniciado desquiciadamente: al odio a los judíos. Así ha consumado su sustitución de la ultraderecha. (Autodenominarse anti solo les ha servido de coartada.)

Uno de los problemas es la tendencia mayoritaria a pensar que hay solución, cuando la verdad es que no hay solución. Supongo que es una tendencia evolutiva elemental. Marcel Duchamp, a propósito, dijo una frase genial que rompía el nudo gordiano con un espadazo zen: "No hay solución, porque no hay problema". Estoy de acuerdo en último extremo, pero solo en el último. En lo que queda más acá sí hay problema, incluso problemón. La situación es trágica siempre, y de vez en cuando se agudiza la tragedia.

Tal vez se trate de percibir el dolor en estéreo, algo complicadísimo y sin duda antievolutivo. En general, la gente se arracima en uno u otro bando con tanto frenesí que se vuelve ciega (y sorda ¡y muda!) al sufrimiento del contrario. Hay una especie de instinto militar básico, concentrado, aniquilador. Pero caben percepciones más sofisticadas. Y devastadoras para uno mismo: costosas, decididamente incómodas; sin descanso ni consuelo.

Es la destilación amarga de la historia. La conciencia de su catástrofe. Toda la casuística (sobre la que se puede razonar) que desemboca en los muertos, los heridos, los refugiados (que constituyen absolutos)... El análisis y deslinde de responsabilidades no impide que se reconozca la dinámica de las espirales de odio, que las venganzas avivan. Ahora tenemos a Netanyahu tratando de compensar su inoperancia. Y a los palestinos enroscados en un tormento del que no aciertan a culpar a sus desastrosos gobernantes, a sus terroristas y a la izquierda internacional que los mantienen penando para sentirse bien, pura. La verdad desestabiliza.

Entiendo a los que se hacen cargo de todo (¡del dolor universal!) y estallan. Porque no se puede soportar. Aunque lo soportamos. 

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22.10.23

Gravedad de la Corona, 'Vilnis' y el comisario McMillan

[Montanoscopia] 

1. Algo bueno está teniendo el pifostio español: le ha dado gravedad a la Corona. Se vio en la entrega de los premios Princesa de Asturias, con los discursos de la princesa Leonor y en especial del rey Felipe. Un espectáculo lujoso, íntegramente republicano. Quitando el hecho (no menor, desde luego: Savater lo llamó hace años "lotería primitiva") de que no son elegidos, los reyes pueden acoplarse al republicanismo político y ser, como ocurre en España, sus garantes. Para los republicanos como yo dependerá de cada rey, que habrá de cumplir su función. 

2. Le llevé a Bárbara Mingo mi ejemplar de Vilnis para que me lo firmara y, una vez con el libro en la mano, me puse a picotear en algunas hojas. El resultado fue que decidí volver al principio para releerlo entero. Mi primera lectura fue de cuando salió hace dos años (en la editorial Caballo de Troya). Me gustó entonces, pero me he dado cuenta ahora de que lo leí demasiado rápido. Vilnis invita a demorarse, a leerlo con atención: es muy sutil, con observaciones y reflexiones muy finas, de una exquisita delicadeza. Su argumento es que Mingo viaja a Lituania interesada por el músico y pintor de finales del siglo XIX y principios del XX Mikalojus Konstantinas Čiurlionis, también en búsqueda o espera de algo que va más allá del artista. En la contraportada emparentan a la autora con Sebald y Handke, pero a mí me evoca además ciertos periplos de los surrealistas que aguardaban destellos del mundo: sobre todo los pasos perdidos (y encontrados) de André Breton, quien acuñó su poética de afirmación de la vida en la expresión signo ascendente. Creo que los cuadros de Čiurlionis mismos hubieran formado parte del canon surrealista si no hubiesen estado fuera de la vista de Breton. 

3. He encontrado el modo perfecto para practicar inglés: ponerme capítulos de las series que veía de niño en la televisión. Muchas están en versión original en algunas plataformas, pero sobre todo en YouTube, que es donde yo suelo verlas. Una experiencia inmersiva en los años setenta del pasado siglo, que casi parece el XIX. Veo Colombo y McCloud. Kung Fu. Lou Grant. Vacaciones en el mar. Starsky y Hutch... También alguna británica como Poldark. ¡Me quedan muchísimas! ¡Es un archivo inagotable! Ahora estoy con Vicky el vikingo, mi serie de dibujos animados favorita de todos los tiempos. ¡Qué feliz fui con Vicky! En esta revisitación crepuscular (¡el niño se marchó!) me fijo en los momentos de calma: el atardecer, las navegaciones, algún paseo, alguna celebración de la aldea... La música ahí es tranquila, como de un paraíso fácil, calmado. Aunque entonces asistíamos a esas escenas deseosos de que volviese la aventura, me doy cuenta de que también me gustaban: a contramano, apelaban a mi pozo contemplativo. El pequeño Montano adiestrándose en las estéticas que luego lo arrastrarían, mientras se terminaba su bocadillo de salchichón. Pero mi gran reencuentro ha sido el de los capítulos de Comisario McMillan y esposa, con Rock Hudson y Susan Saint James. Cuando me los pongo tengo la certeza de que soy el único ser humano en el planeta que está incurriendo en el rescate del entrañable matrimonio. De niño me fascinaban las escenas de la cama. Para mí casarse era eso, estar metidos en la cama charlando, bromeando, discutiendo incluso, pero entre almohadones. Me parecía la felicidad, y eso que aún no tenía ni idea de sus otras posibilidades placenteras. Ya de adulto, no me he metido en la cama con una mujer sin pensar, siquiera por un instante, que soy el comisario McMillan. 

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15.10.23

Adiós a la izquierda, el Rubialito, nombres de mujer y Pumares

[Montanoscopia] 

1. En mi pequeña historia personal, lo saben los lectores de mi artículo del jueves, la reacción de la izquierda a los crímenes de Hamás en Israel de hace ocho días marca el final de la consideración de mí mismo como alguien de izquierdas. Por tratar de preservarlo me he pasado años llamando a la izquierda que hay, que no tiene nada que ver conmigo ni con lo que yo consideraba izquierda, pseudoizquierda. Pero se acabó. No hay más izquierda que la que hay, y la que hay está o a favor del pogromo del 7 de octubre o no lo suficientemente en contra. Los adalides de la superioridad moral viven hundidos en la más abyecta y repulsiva inmoralidad. ¡Fuera de ahí por mi parte! ¡En la dirección opuesta!

2. Perezón por el Mundial de Fútbol en España de 2030. Una supuesta inyección exaltante en el momento histórico más anticlimático. Les dije a los amigotes que la mascota debería ser el Rubialito: un muñeco calvo y larguirucho como Mortadelo que caminara llevándose las manos a los huevos y lanzando piquitos al aire... Pero el que el Mundial sea compartido con Portugal y Marruecos tiene su poética. Creo que la última vez que los tres países montaron algo juntos fue en 1578, el 4 de agosto concretamente: fecha de la batalla de Alcazarquivir. Allí fue donde desapareció el rey don Sebastián de Portugal y nuestro poeta (y capitán) Francisco de Aldana. Desde entonces los portugueses esperan al rey, pero los españoles no esperamos al poeta. Tal vez se presenten de la mano en la final, que debería ser, naturalmente, en Alcazarquivir. 

3. Me pilla en Madrid la presentación del número de octubre de la revista Letras Libres, que hacen Daniel Gascón y el historiador Juan Francisco Fuentes. Es en el acogedor bar María Pandora de Las Vistillas. Fuentes, al que David Mejía entrevistó hace poco, da una lección magistral sobre los intelectuales, la Transición, la amnistía... Es un hombre serio, que no sonríe, pero cuya seriedad no es hostil sino suave: y va a favor del discurso, porque le otorga gravedad a los temas. Luego, el revoloteo de las charlas con la copa en la mano: una de las formas chispeantes de la felicidad. Veo a amigos y amigas. Con las que hablo son portadoras de extraodinarios nombres de mujer: Pastor, Bavière, Nacarino, Puertollano, Mingo (¡cantar Mingo!).

4. El presidente en funciones recibe a la bruja del crimen. Se le ve perfectamente a gusto. La política española es un cuento de terror.

5. Mi afición al ciclismo me llevó a ponerme a José María García todas las madrugadas, en espera de los minutos que le dedicara a ese deporte, fuesen muchos como durante las grandes vueltas o pocos como en el invierno, en que a lo mejor solo decía que el Banesto se había concentrado en Sierra Nevada. Yo estaba obsesionado y me bastaban esos datos para mantener el hilo de mi pasión. A cambio, tenía que tragarme tremendas turras como la del (así lo llamaban) caso Milla. Algunas veces me quedaba dormido con la radio puesta, pero algo me despertaba después: los gritos de Carlos Pumares a algún oyente. Aunque casi siempre apuraba el programa de García y desembocaba en la melodía del de Pumares, que recuerdan ahora las emisoras porque se ha muerto. Fueron muchas madrugadas, y todas raras. La época era rara. Ni sé cómo nos poníamos en pie a la mañana siguiente, con aquel trasnoche. Éramos bohemios recogiditos. La bohemia la pasábamos en la cama con los ojos cerrados, proyectada la imaginación con la voz de Pumares. 

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13.10.23

A favor de la supresión de los dos besos

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:26:36]
 
Buenas noches. Los desastres del mundo han dejado atrás un tema que para mí era de capital importancia. Quisiera rescatarlo, porque además tengo una opinión ultramontana sobre él. Me refiero a los dos besos de saludo que son costumbre entre hombres y mujeres y que la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, mi adorada Pam, quisiera suprimir porque los considera pecaminosos. Bueno, ella no dice pecaminosos, pero así nos entendemos. Mi opinión, ya advertí que ultramontana, es que celebro el final de esos besos que los tíos nos hemos visto siempre en la obligación de encasquetarles a las tías. Para nosotros ha sido una engorrosa servidumbre. Por fin alguien (¡viva Pam!) viene a liberarnos. Los hombres llevábamos toda la vida sufriéndolo en silencio, pero no nos atrevíamos a dar el primer paso por si ellas se molestaban. Este capote me recuerda al otro que también nos echó a los hombres el Ministerio de Igualdad con la ley del Solo sí es sí, que desmanteló el temible arsenal nuclear femenino: la bomba atómica de las mujeres siempre fue la ambigüedad. Volviendo al saludo, supongo que se terminará imponiendo el japonés, en el que no hay contacto físico (¡el ideal virtuoso!), pero por el momento se sugiere que hombres y mujeres se saluden dándose la mano, lo mismo que se hace solo entre hombres. Obsérvese, por cierto, que entre estos se pusieron brevemente de moda los besos en los años ochenta y noventa: la tendencia entonces era igualar por arriba, hoy por abajo. Pero a mí lo de dar la mano en su lugar me parece fantástico. Al fin y al cabo, los besos que perdemos eran leves, fugitivos, apenas un roce. A cambio, las mujeres nos dejarán tocarles la mano. ¡Vamos a hacer maravillas con lo de tocarles la mano!

8.10.23

Ninguna esperanza, toda la curiosidad

[Montanoscopia]
 
1. Por la historia de España no tengo ninguna esperanza, pero sí toda la curiosidad.  
 
2. Ojalá rebose de gente la manifestación de hoy 8 de octubre en Barcelona. Aunque no servirá para nada, como no sirvió la de 2017. Esta vez no estaré, solo seré compañero de viaje (¡inmóvil!) desde mi sofá austruhúngaro: el sofá en el que vivo ya la descomposición que viene. Soy el nuevo hombre sin atributos de la nueva Kakania.  
 
3. Los españoles tuvieron su bola de partido el 23-J y la desaprovecharon. Lo poético es que lo van a pagar, y cómo. Hablo en tercera persona porque yo no tengo nada que ver con esos tipos. ¡Los españoles! Esos que aclaman a Fernando VII ("¡vivan las caenas!"), dejan que Franco muera en la cama y no castigan electoralmente a Sánchez.  
 
4. La culpa de que siga el PSOE, con lo peor (el PSOE formando parte ya de lo peor), la tienen la incompetencia del PP (y su falta de ejemplaridad) y la existencia de Vox: este, de raíz. Aparte de los españoles, esos cracks, naturalmente. También tenemos nuestra culpa los que nos abstuvimos en las elecciones generales de 2019. Teníamos razón, pero qué desastre. ¡No se puede tener razón! Tal vez como ahora. Pero ahora yo ya me limito a padecer la historia. Mi única acción es la escritura.  
 
5. Ceaucescu ha tratado a cuerpo de rey a los mandatarios europeos en los palacios del sur, explotando como un gigoló su capital erótico con la máxima, consentidísima ella (¡el ideal de Rubiales!), y en su presencia ha presumido de sus ceaucescadas. Los mandatarios europeos, jartos de jamón y vino, flamenco y escenarios nazaríes, asienten y sonríen. (Orbán, eres un aficionado.)  
 
6. Si no hay ningún corte en el vídeo (yo no lo aprecio), esto es lo que dijo exactamente Sánchez sobre la amnistía a los golpistas catalanistas ante el presidente del Consejo Europeo y la presidenta de la Comisión Europea: "Cuando se den a conocer los acuerdos, no tengan ustedes ninguna duda, serán públicos, transparentes, y por tanto validados por el poder legislativo e incluso, si quieren ser recurridos ante el Tribunal Constitucional por parte de la oposición, también [por] el Tribunal Constitucional". El asistente Cué (hasta a él debió de sonarle un pelín totalitario lo de su señor) lo adecenta en El País: "Y si la oposición quiere recurrirlos al Tribunal Constitucional, también se tendrá que pronunciar". En el vídeo apostilla Sánchez: "Plena normalidad democrática". Y aquí la que protesta es su lengua (¡hasta la fisiología de la fonación de Sánchez tiene más conciencia moral que Sánchez!), porque se traba ligeramente al decir normalidad
 
7. Del mismo modo que Vox no quiso, en los casi dos meses que fueron del 28-M al 23-J, que se dejara de visualizar la panda de millanastraycos buxadeses con los que tendría que pactar el PP, los independentistas catalanes y los proetarras están dándolo todo para que se visualice con quién está pactando el PSOE. Y me resigno cansinamente a repetir que mi repugnancia por Vox no me impide ver que los otros son (aún) peores, y además anticonstitucionalistas y cómplices de la delincuencia, cuando no practicantes.  
 
8. La resplandeciente princesa Leonor jura la bandera y jurará la Constitución del país que no será. El país que es y será es el de Yolanda Díaz, que visita al golpista prófugo Puigdemont y habla de presos políticos. No digo el país que los tiene, sino el país cuya vicepresidenta dice que los tiene. Y probablemente con ella, y con Sánchez, los tendrá. Nos tocará la nostalgia (¡sebastianista!) del leonorismo. 
 
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5.10.23

Woody en francés (y Erice)

El sábado fui a ver la película de Woody Allen y el domingo la de Víctor Erice. Es noticia porque hacía muchísimo que no iba al cine (si esto es noticia). Las últimas veces fue con una amiga en Madrid, en mis visitas, y sin pretenderlo nos metíamos fatalmente en peñazos. "Hemos tenido muy mala suerte cinematográfica", le dije el último día. "Hemos tenido muy mala suerte en general", sentenció ella.
 
Por eso ir al cine, ahora solo, dispara sensaciones antes de que empiece la proyección. Ir un sábado o un domingo a las cuatro y media sin acompañante, en Málaga, requiere personalidad. Personalidad que, no obstante, conlleva un cierto vencimiento, que se traduce en que quisiéramos que no nos viese nadie: así estábamos los lobos y lobas solitarios, distribuidos misantrópicamente por la sala como en una sesión porno. A nuestro alrededor, parejitas y matrimonios, y viejecitas en grupo para las que el cine era el preludio de la merienda.
 
Con Woody siempre hubo un plus emocional por mi parte: independientemente de la película en cuestión, me absorbía en una burbuja entre melancólica y feliz, que se prolongaba en mi paseo a la salida. Pero en esta ocasión no se ha producido, apenas una insidiosa frialdad persistente. Es la primera vez que me pasa. Tanto pensar que con cada película de Woody podía ser la última vez, porque no habría más películas de Woody, para que al final me haya pasado cuando aún había una película de Woody...
 
Dicen que Golpe de suerte es mejor que las anteriores. Yo me niego a juzgar las películas de Woody por su calidad. Me agradó que fuese en francés y que tuviese un aroma a cine francés, entre Rohmer y Chabrol. Y que sonase esa música de Herbie Hancock que ponían mucho en Área reservada de Radio 3, lo que me llevó a tardes en el coche camino del trabajo en los noventa. La película me gustó, claro. Ninguna película de Woody no me gusta. ¡Hasta Vicky Cristina Barcelona me gusta! El asunto de Golpe de suerte es puro Woody: los juegos del azar o el destino, la prodigiosa chiripa existencial; el milagro cotidiano de haber nacido y estar aquí, ese absoluto escándalo estadístico, bien reflejado en la película. Pero no llegué a sentir lo de otras veces, ni todo lo demás. Algo se había esfumado. Soy sin duda yo. Esta época desactivada.
 
La de Erice la vi con interés y también me gustó. Pero más que por su valores cinéfilos, Cerrar los ojos me impregnó de una decadencia que me venía al pelo. De pronto caí en las canas de casi todas las cabezas de la película: ¡campos de algodón, que se extendían al patio de butacas! Es una película sólida y eché de menos más películas de Erice en todas estas décadas usurpadas (¡abaratadas!) por los Andrés Vicente Gómez. El problema, como decía un amigo, es que Erice pone un entramado guionístico complejo y sugerente, fotografía perfecta, músicas adecuadas, encuadres, movimientos de cámara y cortes (¡o fundidos en negro!) de gourmet del cine... y luego todo eso tienen que encarnarlo menesterosos actores españoles. Que no están mal, pero que no llegan a la altura.
 
Pero la última escena, la de los ojos cerrados, hipnotiza. Me acordé de la traducción que Molina Foix propuso para Eyes wide shut, excelente aunque la descartaron: Ojos cerrados de par en par. Para el cine interior.
 
Tanto el sábado como el domingo la película acabó cuando la tarde resplandecía en Málaga. Una luminosidad (¡cielo y palmeras!) para nada. Caminé a casa confiando en una pronta reactivación.
 
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1.10.23

De guerras civiles, miserias y psicofármacos

[Montanoscopia]
  
1. He sentido escalofrío al releer el poemita de Jaime Gil de Biedma De vita beata, tantísimas veces citado (podría habérmelo dicho de memoria, sin releerlo): 
En un viejo país ineficiente, 
algo así como España entre dos guerras 
civiles, en un pueblo junto al mar, 
poseer una casa y poca hacienda 
y memoria ninguna. No leer, 
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, 
y vivir como un noble arruinado 
entre las ruinas de mi inteligencia. 
El escalofrío viene de que, desde que se escribió el poema hace más de cincuenta años, nunca había venido más a cuento que ahora. Y por culpa principalísima de los que Gil de Biedma consideraba los suyos. Aunque a los actuales probablemente los hubiera despreciado. En cuanto a mí, lo que dice ese poema es lo que yo intento transmitir cuando hablo de mi sofá austrohúngaro. ¡Un viejo país ineficiente! De él no salimos. Fue un espejismo la Transición.  
 
2. Hace no muchos años se puso de moda denostar otro célebre poema de Gil de Biedma, aquel que dice: "De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal". Recuerdo en concreto a una columnista que pretendía insuflar un cierto optimismo histórico. Hoy esa columnista es obscenamente sanchista: o sea, que nos insufla (a su pesar) un pesimismo irredimible. Es de las que empujan para que esto termine fatal. (Entre tanto, siguen calladísimos los del antiexcepcionalismo español...)  
 
3. Es curioso, en relación con los dos puntos anteriores, cómo Felipe González supo atrapar el espíritu regeneracionista en una sola frase. Cuando le preguntaron qué cambio era ese del lema del PSOE en 1982, Por el cambio, respondió: "El cambio es que España funcione". Que dejara de ser aquel viejo país ineficiente. Hoy Sánchez está entregado a la ominosa tarea de potenciar la ineficiencia del país en todos los frentes. Nos hundimos en la decadencia y el tipo ahí tan pancho, aplaudidísimo por los suyos y sin castigo electoral. Es un presidente degradante que expande una degradación (en el parlamento, en el gobierno, en las instituciones, en los territorios, en la vida civil) de la que aún no se conoce el límite. 
 
 4. Estamos asistiendo a cómo empiezan las guerras civiles. Los historiadores deberían estar tomando notas. Aunque esta no va a empezar: hay una sórdida danza de la muerte (o del crimen), una invocación, que se quedará ahí o como mucho en unos empujones o tortazos. Arcadi Espada dio el otro día en su podcast con Yaiza Santos una razón para este freno: la gente aprecia más que nunca su vida; no está para guerras. Yo doy dos razones más: la falta de miseria, en general; y (me lo indicó un amigo psicólogo) que buena parte de la población va amortiguada por los psicofármacos.  
 
5. Del otro lado (del lado belicista) está la actual hornada de políticos españoles: tan mediocres como irresponsables. Y, ellos sí, poseídos por la miseria: la miseria moral. Se mueven (no tienen más registros) entre la incompetencia y el azuzamiento. Un recurso barato, demasiado frecuente ya: acusar al otro de fechorías gravísimas, para así poder colar (por medio de esa burda justificación) las suyas graves. No pondré ejemplos porque hoy estoy abstracto. Y porque a cualquiera se le pueden ocurrir.  
 
6. En el aparentemente complicado siglo XX hubo una única lección política que aprender: que solo vale el Estado de derecho y hay que implantar el Estado de derecho y luchar por el Estado de derecho; que lo que no es Estado de derecho es opresión y ruina. Pues no se ha aprendido. 
 
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