[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:11:50]
Buenas noches. La opinión ultramontana más fuerte de los últimos días no la he soltado yo, sino nuestro querido Rafa Latorre, que me quiere quitar el puesto. La semana pasada, cuando le entregaron el premio Princesa de Asturias de las Letras a Murakami, Latorre dijo en La Brújula dos noches seguidas que le gustaban los libros del autor japonés. Me preparé para lanzarme en plancha a apagar la radio si lo repetía una tercera, pero por fortuna llegó el fin de semana. Da igual, el mal ya estaba hecho. Su criterio literario, que yo tenía en alta estima gracias a su devoción por 'Moby Dick', cayó por los suelos. Latorre contó que al principio detestaba a Murakami, como todo el mundo. Pero le picó la curiosidad y se puso a leerlo. Fue entonces cuando descubrió que le gustaba. Se dan ustedes cuenta de dónde está el problema, ¿verdad? ¡En leer los libros! Ese fue el error de Latorre: ¡leer! Si lees a Murakami, corres el riesgo de que te guste Murakami. Yo no he incurrido en ese error y por eso sigo detestando a Murakami. ¡No estoy dispuesto a que sus libros atenten contra mi detestación! Confieso que a muchos autores que detesto no los he leído. Y pienso seguir así. Yo me lo paso pipa detestanto a autores, y no voy a permitir que la lectura de sus libros acabe con mi diversión. Un autor sin sus libros es un pobre hombre; o una pobre mujer, claro. Es muy reconfortante mirarlos así, sintiéndome superior. Lo mejor que tienen, que son sus libros, lo ignoro. Aquello a lo que dedican su vida para mí no existe y los juzgo por todo lo demás. Sé que no es sano, pero así funciono. Hagan como yo: ¡no lean a sus autores detestados!