29.9.24

Bajorrelieve asirio de masturbadores

[Montanoscopia]  
 
1. La Transición también supuso una gran erotización del país, o una explicitación del erotismo que venía insinuándose con Franco todavía vivo, aunque reprimido aún. España se puso cachonda, por resumir. El dictador murió en su cama y los españoles resucitaron en las suyas. Hay toda una nueva oleada de nacimientos, tras la del baby boom, debida a Emmanuelle y similares. Para los adolescentes que habíamos nacido en los años 60, el mito erótico era Bárbara Rey. Me refiero a los heterosexuales, claro. Tal vez algunas chicas lesbianas estuviesen con nosotros. A las heterosexuales les ponía Pedro Marín o los Pecos y, a las malotas, los Tequila. A los chicos homosexuales, Leif Garrett o los Village People (¡y los bandoleros de Curro Jiménez!). Todo esto antes de la Movida, que lo cambió todo. 
 
2. El caso es que los chicos fantaseábamos con Bárbara Rey (fue una de las primerísimas mujeres desnudas que divisé en una revista, con su felpudín epocal) mientras el Jefe del Estado se la estaba tirando. Esto no lo sabíamos, pero retrospectivamente crea una comunidad de intereses (eróticos) maravillosa. Los chavalines nos la cascábamos con la vedette y resulta que nuestro Rey hacía lo mismo pero de acuerdo con su estatus y sus dimensiones. La representación podría ser la de uno de esos bajorrelieves asirios en que el rey Asurbanipal sale enorme y sus súbditos minúsculos: cada cual según su importancia y su poder. España llegaba en lo político a una democracia moderna, igualitaria, con una monarquía meramente simbólica, mientras que en los dominios de Eros (siempre tiránicos) seguía primando el despotismo. Pero los subditillos nos sometíamos con deportividad. Como supimos muchos años después, y hemos visto estos días en la revista holandesa, al menos nuestro Rey deseaba lo mismo que nosotros. Y encima lo cumplía. 
 
3. Hay un momento exacto en que Almodóvar se jodió como el Perú. Fue en la última frase de Carne trémula, cuando deja de hablar como un cineasta libre y empieza a hacerlo como un cantautor "comprometido" (lo que le dio la puntilla póstuma a la Movida, que fue ante todo una cruzada gamberra contra los monaguillescos cantautores): "Hace mucho que en España hemos perdido el miedo". Tal vez en ese instante volvió el miedo; o le volvió el miedo a Almodóvar. No se entiende que sin miedo se sea tan servil con el que manda, como cuando piropeó esta semana al presidente. He dicho otras veces que Almodóvar cumplió una gran función política en España. Y lo hizo con su primer cine, el frívolo, el inmoralista. Nos liberó. Sacó al país del franquismo mental. Al que ahora vuelve patéticamente, presentándose como la Estrellita Castro de Sánchez.  
 
4. Las películas de Almodóvar me siguen gustando, salvo en los tramos en que les incrusta la predicación. Por fortuna, su cine sigue siendo más grande que él: disfruta de esta gloria del artista. Es curioso cómo en otro tiempo se defendía de la moralización que actualmente defiende. Cuando Muñoz Molina escribió sobre su incomodidad ante la violación que aparece en Kika, entre las risas de la sala de estreno, Almodóvar lo tachó de "reaccionario". Ni Matador ni ¡Átame! pasarían hoy el corte gubernamental. Y en Hable con ella el enfermero se encama con la mujer en coma como los violadores de Gisèle Pelicot. Algunos también lo denunciaron en su época. Yo apoyé (y apoyo) todas esas películas: no eran la realidad, sino el cine.  
 
5. Estoy tan hasta los huevos de las polémicas estúpidas que mi única respuesta a la polémica entre España y México ha sido ponerme un disco de Aztec Camera
 
* * * 

28.9.24

"Me he convertido en un personaje de Thomas Bernhard"

He respondido a unas preguntillas de Manuel L. Sampalo para La Razón:
¿Cómo ves la rentrée literaria, Montano? 
¡Mal, muy mal! Los libros que he empezado, y llevo unos cuantos, los he tenido que abandonar en las primeras páginas. ¡Muy flojitos! Grandes lanzamientos y escasa calidad. 

¿Títulos, autores? 
¡No pienso decirlos! Defiendo el derecho del escritor a engañar a sus lectores. Defiendo que se gane sus eurillos timándolos. No quiero desmontarles el chiringuito a esos truhanes. 

¿Pero no le ha gustado ninguna novedad este año? 
Este año sí. Ahora hablaba de septiembre. Antes del verano me gustaron Presente, de Tania Padilla (autobiografía); Lloro porque no tengo sentimientos, de Bárbara Mingo (artículos); Raíz dulce, de Juan F. Rivero (poesía); El arte de encender las palabras, de Berta García Faet (teoría poética); y De donde viene el viento, de Manuel Arroyo-Stephens (textos varios). 

¿Y clásicos? 
Las Memorias de ultratumba de Chateaubriand. Muy entretenidas hasta la caída de Napoleón; un peñazo a partir de la Restauración. Ahora me he puesto con los Pensamientos de Pascal. Y bueno, llevo un año y medio leyendo todos los libros de y sobre Thomas Bernhard. 

¿Y qué tal? 
Horrible. Mi propósito es escribir un librito sobre Thomas Bernhard, pero me he convertido en un personaje de Thomas Bernhard. El protagonista de Hormigón se dedica a acumular material sobre el músico Mendelssohn Bartholdy pera escribir el estudio definitivo sobre Mendelssohn Bartholdy. Pero no escribe ni la primera línea. Eso me pasa a mí con mi estudio (¡naturalmente, definitivo!) sobre Thomas Bernhard.

26.9.24

Después del ramo de girasoles

Me puse a leer el libro porque era sobre Javier Marías y había que leerlo, por pena por su muerte, por recordarlo. Vi que lo elogió Fernando Savater, pero pensé que era por lo mismo. No me imaginaba que Duelo sin brújula, de Carme López Mercader, pudiese ser tan bueno. Es excepcional. Habla del sufrimiento por la pérdida de su marido, sin subterfugios, con gran prosa: una prosa que también lo homenajea. Extraordinaria mujer.

Es el último libro de la editorial Reino de Redonda, que mantuvieron los dos y ahora cierra. Pese a la modestia de la autora, que ni siquiera cree que encaje en la colección, me parece el mejor libro de Redonda. Y con el final del fantasma, plenamente de Redonda. Daniel Gascón ha sabido ver ese contagio quijotesco de ella, cuyo racionalismo empieza a ceder al coqueteo que tuvo Marías con los fantasmas. Ahora el fantasma sería él, acompañándola. Aunque con un consuelo pálido, porque como advirtió san Juan de la Cruz: "mira que la dolencia / de amor, que no se cura / sino con la presencia y la figura".

El propio Marías escribió hermosas páginas sobre la muerte de Juan Benet en Negra espalda del tiempo. Y nunca olvidaré la noche en que su padre Julián se echó a llorar en la radio cuando el Loco de la Colina le preguntó por su mujer, muerta unos años antes. Cuando el filósofo murió me acordé de la película favorita de su hijo, El fantasma y la señora Muir, cuyo final feliz es la muerte de ella, porque se podrá reunir con su fantasma. Además de Savater, que lo contó en La peor parte, también perdió a su mujer Emilio Lledó, al que Joan Margarit le dedicó un poema en catalán, Filòsof en la nit, del que destaco este verso: "Estimo l'absència teva al meu costat". A mí me llegó en castellano, impresionante: "Amo más que a nadie, junto a mí, tu ausencia".

La valentía (el valor) de Duelo sin brújula está en su pureza, que da cuenta del dolor sin consuelo. La palabra "duelo" está en el título y el libro se inserta inevitablemente en la llamada “literatura del duelo”; pero este es un ejemplo de cómo son las obras singulares las que fundan y justifican los géneros y no al revés. Cuando sucede al revés el resultado es retórico, la plasta de las palabras y las fórmulas establecidas ahogan la vivencia. En este libro ocurre lo contrario: la vivencia (abismal, insoportable) la podemos sentir por las palabras. O si se quiere expresar de un modo netamente textual: son las palabras que aquí leemos las que nos procuran la vivencia. En estos casos está presente la gran literatura, más allá de los géneros. Otros dos libros así: Una pena en observación, de C. S. Lewis, y El libro de mi madre, de Albert Cohen.

Lo más bonito de Duelo sin brújula es la vida, el amor que se recorta contra la muerte, ya después. Creo que en este pasaje se sintetiza todo, el sufrimiento actual y un detalle delicioso de la cotidianidad perdida: "Quizá por esa razón los dolientes caminamos despacio y casi arrastrando los pies. Pienso en lo que diría Javier si me viese ahora, cargando con ese quintal y moviéndome sin energía, sin mi paso rápido del que se reía. 'Siempre te imagino caminando con tu tiqui tiqui', así lo llamaba. Mi tiqui tiqui ha desaparecido, no sé si para siempre, y mi edad se ha doblado en un solo día".

Hoy es doloroso ver la foto feliz de la pareja, ella con un ramo de girasoles. "Hasta que la muerte os separe" es la sentencia fatal de todo matrimonio que sigue junto. Como escribió José Emilio Pacheco en un inolvidable poema, la "y" de la unión es también la de la bifurcación: por mucho que la pareja aguante en la vida, llegará la muerte.

Con todo, hay algo peor. O peor y a la vez mejor. Pero esa es otra historia.

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22.9.24

He decidido tomarme el otoño en serio

[Montanoscopia] 

1. He decidido tomarme el otoño en serio y leer los Pensamientos de Pascal, en la magna edición de Albiac (Tecnos). Pascal es el anti-Montaigne, el anti-Nietzsche, pero es ídolo de otros de mis ídolos: Cioran, Bernhard... Por ahora me ha llamado la atención algo del prólogo: un ejemplo de las consecuencias físicas de las ideas, que no se quedan en el gabinete del filósofo. Después de que Descartes decretara que los animales son máquinas, refiere otro autor del siglo XVII, "nadie daba ya importancia al hecho de golpear a un perro; con la mayor indiferencia se le asestaban fuertes bastonazos, bromeando acerca de quienes compadecían a tales bestias como si estas hubieran sentido verdadero dolor. Se decía que eran relojes; que aquellos gritos que lanzaban al ser golpeados no eran sino el ruido de un pequeño resorte que había sido puesto en marcha, pero que en modo alguno había en ello sentimiento". 

2. Más adelante descubro que la España de la época de los romanos era como los Estados Unidos de Charlton Heston, dominada por la mentalidad de la Asociación Nacional del Rifle, y eso que aún no había rifles. Es por esta cita del historiador Tito Livio que viene en la nota a un pensamiento de Pascal: "Habiendo acordado el cónsul Catón para asegurarse de ciertas ciudades de España que sus habitantes no portaran armas, muchos de ellos se mataron. Feroz nación que no comprende la vida sin llevar armas". 

3. Hace dos Montanoscopias hablé del pique entre Azúa y Marías sobre quién fue el primero que escribió sobre Bernhard en España. Azúa aportaba un artículo del 6 de mayo de 1978 y Marías otro del 18 de junio del mismo año, el de la publicación de Trastorno en español; pero indicaba que existía uno suyo anterior, con Bernhard aún inédito, en la revista médica Jano. Intenté encontrarlo, sin resultado. Lo ha conseguido el gran Sergio Campos, que como quien no quiere la cosa me lo manda en pdf por mail. Es de noviembre de 1977. El joven Marías se lo presenta a los médicos "en virtud de la curiosidad que su mundo puede despertar entre la profesión médica". 

4. La curiosa memoria hace que, en la muerte de Jimmy Giménez-Arnau, me acuerde de su anuncio radiofónico de Revital. Los publicitarios hicieron una operación poética con él, de transposición imaginativa. Como su nombre se asociaba a la coca por las noticias, los publicitarios solo necesitaron ponerlo a él para que el complemento energético adquiriese poderes especiales en la cabeza de los oyentes. "Rrrrrrrrevital", decía la voz de Jimmy, indudablemente energética. 

5. En la barca de Caronte, junto a Giménez-Arnau, Luis Ortiz, Schilaci y el poeta Ángel García López, se ha subido Cristóbal Ruiz, "the first of the gang to die". Le habría hecho gracia. Ha muerto a la edad de Bernhard, 58. Nos fuimos juntos a Madrid con 19 y allí se quedó él hasta el final, reinando en Lavapiés tras unos cursos en el Johnny. Solo ha regresado a su Mijas natal ya cadáver, como un señor. El primer libro que nos compramos en la cuesta de Moyano fue El aciago demiurgo de Cioran. En el tren de ida, que duraba toda la noche, se leyó La náusea de Sartre. Ganó el Goya por el guión adaptado de un Mortadelo. Pero sobre todo escribió novelas. No sé cuántas en el cajón (algún día saldrán) y tres publicadas: El loco Wonder, El Arcángel (La Canción del Hijoputa) y Hola, Melón (El Grifo del Rompeolas). La primera en Espasa y las otras dos en Eda Libros, la editorial de mi amigo Paco Torres. Este me ha dicho que Cristóbal había empezado otra novela, de título bellísimo si estuviera acabada y más bellísimo aún estando inacabada: Los irses de las tardes

6. Claudi Pérez, periodista de El País: "Es raro el nivel de ruido de este país, con el PIB creciendo al 3% y el paro al nivel de 2008. Con el procés apagado. Con ese peso en Europa. Llegarán peores cartas: en un tiempo eterno, todas las profecías acaban por cumplirse. Pero es inaudito este estado de excepción permanente". Es un puro argumento de tecnócrata franquista, durante el desarrollismo. 

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20.9.24

Por qué resultan imprescindibles los festivales

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:33:40

Buenas noches. La cultura está festivalera. Terminó el Hay Festival en Segovia y comienza el Festival de las Ideas en Madrid. Este, agárrense, ha sido definido (o predefinido, porque se dijo antes de que empezara) como "la gran fiesta de la discrepancia". Yo soy un escéptico que roza, en sus momentos cumbres, el nihilismo. Por eso no solo dudo de que vaya a haber discrepancia (ya se habrá encargado la organización de interceptar a los discrepantes por el camino), sino que también dudo de que vaya a haber ideas. Lo que sí habrá será festival. Y de eso se trata. Todos estos festivales de la cultura son ante todo festivales, y se dicen de la cultura como podrían decirse de tiro al plato. En los festivales de tiro al plato, por cierto, sí que hay una discrepancia básica, estructural: entre el plato y quien le dispara. No es el caso de los festivales culturales, en que todos los intervinientes son platos sin tiradores ni mucho menos francotiradores. Mis festivales favoritos son los literarios, cuyo secreto es muy simple: el público acude a ver a los escritores a condición de no tener que leerse sus libros. Hay escritores con fama literaria cuyo verdadero mérito es que hablan bien. Sus carreras literarias no se sustentan en sus libros, sino en lo bien que quedan en los festivales y en las entrevistas. Al fin y al cabo, el público lector es muy escaso: no da para sostener carreras literarias. En cambio, el público de los festivales, y de los medios audiovisuales en general, es amplio. Por eso el escritor que habla bien tiene su carrera literaria garantizada. Su fama va mejorando con los años al tiempo que sus libros van empeorando. Y esta es la razón por la que resultan imprescindibles los festivales.

19.9.24

En la cultura nos va la vida

Nada que ver con mis intereses (¡con mis pasiones!) el ya muy comentado artículo de Fanjul en El País "Ser cultureta cada vez mola menos". A mí me da lo mismo que mole menos o más o que molase en el pasado y no vaya a molar en el futuro o tal vez vuelva a molar. Me da lo mismo también ser (o ser tomado por) cultureta o subcultureta, o (por) anticultureta o antisubcultureta. Y por supuesto nunca he pretendido ligar ni mudar de estatus con el postureo cultureta o subcultureta, logros (si son logros) que por lo demás van siempre por otro carril (más físico y aun económico que cultural). A mí sencillamente en la cultura me va la vida, sin consideración alguna hacia los empaquetados sociológicos tipo Fanjul. ¡Mi temperamento es refractario a los empaquetados sociológicos!

En el artículo de Fanjul hay una sintagma que es un desagüe por el que se le va el invento. Ahora que estoy tan con Karl Kraus busco esos dispositivos de autovoladuras que casi todos los textos contienen (¡este también contendrá el suyo, búsquenlo!). Es cuando dice: "Hubo un tiempo en el que [ser cultureta] aportaba distinción: se presumía de leer a Faulkner, de visitar la feria Arco con aplomo [...]". No me refiero a lo de Faulkner, aunque en España solo han presumido de leer a Faulkner Juan Benet y los personajes de Amanece, que no es poco (por lo que sería una postulación fraudulenta). El desagüe está en ese "con aplomo". Visitar la feria de Arco "con aplomo". ¿Quién ha visitado la feria de Arco "con aplomo"? ¿Cómo se visita la feria de Arco "con aplomo"? Por aquí se ve que el empaquetado sociológico de Fanjul es un empaquetado ni siquiera sociológico, sino sociologizante, de lo que tiene Fanjul en la cabecita. (Lo que mola, definitivamente, es hacer empaquetados sociologizantes como el de Fanjul.)

Entiendo (¡y excuso!) al obrero de la pluma (¡al plumilla!) Fanjul, que cada semana tiene que hacer un empaquetado sociológico o sociologizante con elementos culturales o subculturales. Pero mi comprensión obrera no me ahorra la melancolía de leer en El País estos empaquetados divertidamente derogatorios, aplanadores en verdad, rebajadores de la exigencia, que por añadidura le vienen de perlas a El País de hoy, al público al que se dirige y al público que aspira a conformar. Antes (¡tal vez la autovoladura de mi artículo esté en este "antes"!) se decía de El País que era "el intelectual colectivo de la Transición", pero en realidad era el suplemento de nuestro del bachillerato, cuando el bachillerato era bachillerato. Yo lo empecé a leer justamente en el bachillerato y no puedo olvidar que en las páginas de El País vi por primera vez los nombres de, por ejemplo, Cioran, Pessoa y Leopardi o Umbral, Savater y Azúa.

En la "cultura" estuvimos siempre, no solo por Mortadelo, Astérix o Tintín, ni por las toneladas gloriosas de la televisión, sino también por los peliculones y el teatro clásico que nos tragábamos sin despeinarnos desde los tres añitos. Pero fue por entonces, por los comienzos del bachillerato, cuando fuimos conscientes de ello y el cine, la música, el arte, la literatura y la filosofía se revelaron como lo que nos mejoraba la vida y la intensificaba. Ni postureo ni utilización, sino fusión; fusión que era propulsión. Eran la intensificación y la propulsión lo decisivo, y para ello valían la cultura y la subcultura. En esta España de todos los demonios no ha sido fácil, ciertamente. Pero qué más daba: teníamos lo que necesitábamos para sobrevivir en esta España de todos los demonios.

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15.9.24

Elementos talluditos y gubernamentales

[Montanoscopia]  
 
1. Una prueba más de mi poquísima personalidad es lo que me ha pasado con Broncano. Asistí a su estreno en La 1 y me pareció flojísimo. Decreté su fracaso inminente, como el de Latre. Pero está triunfando: le aguanta la cara a Motos y lo supera en audiencia algunas noches. Además de aceptar con deportividad que no sé nada de televisión, me he hecho broncanista. Ahora quiero que Broncano se coma a Motos y lo destruya. Aunque yo no lo veré. Porque yo, la verdad, en el prime time lo que estoy es leyendo a Heidegger en alemán. Bueno, o tuiteando.  
 
2. Lo divertido ha sido ver a la ufana Cascajosa –presidenta de RTVE porque era la única que aceptaba el fichaje millonario de Broncano que imponía el Gobierno– satisfecha con el éxito de Broncano. Su argumento definitivo es que a su madre le encanta. Como si su madre no se viera afectada por el conocimiento de que su niña le debe el puestazo a Broncano. Un caso grueso del principio de incertidumbre de Heisenberg: aquí no con partículas subatómicas, sino con elementos talluditos y gubernamentales.  
 
3. Me he regalado una lecturita de Borges esta semana: el libro Biblioteca personal, hecha con los prólogos de la colección que preparó en los últimos años de su vida. Es un disfrute refinado, entrañable, civilizatorio. Son páginas dictadas pero indudablemente suyas, con la dicción que inventó. Como ejemplo este sintagma: "no menos vívido que la cercanía del mar o de una mujer". O la frase con que se refiere a La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde: "la única comedia del mundo que tiene el sabor del champagne". 
 
 4. El filósofo José Luis Pardo se ha convertido en el gran articulista español. Entre los de su generación, en el único pujante. Los otros siguen siendo buenos, pero se encuentran estabilizados o en ligero crepúsculo. Pardo ya venía publicando estupendos artículos en El País, pero en El Mundo y The Objective, periódicos para los que escribe ahora, ha experimentado un salto. Es hermosísimo, porque dejó El País voluntariamente cuando prescindieron de Fernando Savater y Félix de Azúa. Su gesto moral lo ha elevado. No en un sentido decorativo, sino profundo: ha tensado o imantado su estilo y al mismo tiempo lo ha hecho más flexible y juguetón. Contraviniendo ciertas premisas del siglo, su ética ha reforzado su estética. Lo que hizo estuvo muy bien y eso lo ha mejorado y embellecido: lo ha liberado, lo ha soltado. Responde a los embrutecimientos y apelmazamientos del presente con la vieja dignidad, siempre nueva. Su pensamiento está a la altura de las circunstancias. La única vez que he hablado con él, hará unos diez años, me dijo que su vocación por la filosofía se despertó con la lectura de un ensayo de Octavio Paz. Inmejorable impulso. 
 
 5. El pasado 7 de septiembre no cesaban de repetir en el Telediario: "Se cumplen once meses de la guerra de Gaza". No del pogromo del 7 de octubre, no: de la guerra de Gaza. Es desesperante, porque la respuesta de Netanyahu, obviamente criminal, fue eso: una respuesta. A algo que se escamotea. Que ya escamoteaban muchos cuando la respuesta aún no se había producido.  
 
6. El bulo de Trump de que los inmigrantes se comen las mascotas de los estadounidenses no solo retrata el nivel ínfimo de los votantes a los que se dirige (y de nuestros inefables trumpistas españoles, tan subiditos en su infimidad), sino que también deja asomar a un Trump más siniestro aún del que conocemos: una especie de Disney Trump defensor de las mascotas. 
 
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12.9.24

La España de Abel era también de Caín

Se me escapó la versión digital de La ruptura (Flash, 2021), el libro de Ramón González Férriz que ahora edita Debate. Lo he leído y es magnífico. Solo echo en falta que la degradación extra de estos tres años no se transmita con la suficiente crudeza. En la actualización del autor se verbaliza (se habla, por ejemplo, de la amnistía), pero sin que se termine de percibir la dimensión del empeoramiento.
 
Sin embargo, esta carencia –digamos expresiva– actúa en favor del libro, que mantiene su tono ecuánime y deliberadamente libre de barro. Así es más eficaz su clarificación. También ayuda el tono escéptico y comprensivo de Férriz, dispuesto a excusar las debilidades humanas; en este caso, la entrega al poder o el resentimiento de quien no lo alcanzó.
 
Tengo reciente la lectura de La Viena de Wittgenstein, en que se hablaba de la actitud contraria de Karl Kraus: para este los fallos y los aciertos dependían de la integridad personal. Por eso no separaba de los primeros el aspecto humano: sus ataques debían ser, en consecuencia, personales. Yo me debato entre las dos actitudes; mi instinto me empuja a la de Kraus, mi ideal a la de Férriz. El embrutecimiento ambiente me ha caldeado demasiado como para que no se imponga mi instinto. Por el momento solo puedo aspirar, como escribí en otra ocasión, a un educado desprecio.
 
Reconozco que hay algo de fatalidad histórica en que aquellos que, por edad, aspiraban legítimamente al poder hayan tenido que hacerlo por medio del vil sanchismo, que los ha envilecido (o como mínimo enmudecido, aspecto más camuflado del envilecimiento). Tal vez el pacto frustrado del PSOE y Ciudadanos hubiera sacado lo mejor de unos y otros. La ruptura sacó lo peor. También en los segundos, que pasaron de aplaudirle todos los errores a Albert Rivera a acomodarse en el PP, con lo no dejaron de obtener ganancia.
 
La responsabilidad moral de estos, en cualquier caso, no se puede comparar con la de los primeros, que bien hubieran podido renunciar al poder abyecto que se les presentaba. La premura de las biografías, la conciencia de que las oportunidades suelen ser únicas, el afán de prosperar, el miedo a la irrelevancia, incluso la necesidad de ir fundando familias (como escribió en su día Jorge San Miguel) se comieron todas sus pulsiones regeneracionistas, haciéndoles incurrir en la triste degeneración.
 
La España de Abel que se postulaba en el libro así titulado de 2018, colectivo, transversal, resultó ser también de Caín. "El motivo principal", escribe Férriz, "fue el poder". La ruptura entre los afines al PSOE y los afines a Ciudadanos se produjo tras la moción de censura de aquel año por la que Pedro Sánchez accedió al Gobierno con el apoyo de lo peorcito del Parlamento (aún no estaba Vox). Agudamente señala Férriz que hasta entonces la complicidad regeneracionista entre ambos grupos se producía con el PP en el poder. En cuanto el PSOE llegó al mismo, se acabó.
 
Es elegante el tono con el que Férriz asume los errores de su generación (el "aprendizaje de la decepción" del que escribió Félix de Azúa ayer); con esta conclusión que sí es cruda: "Hoy la política es peor que antes de que mi generación se implicara a fondo en ella". A cambio, tienen "un conocimiento mucho más preciso de cómo funciona el mundo".
 
Yo, que soy un poco mayor, asistí a todo el proceso que se narra y analiza en La ruptura con interés. No llegué a ilusionarme tanto, por lo que mi decepción fue menor. Lo que no me esperaba era la virulencia del cainismo.
 
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8.9.24

Ni carcajadas frescas tenemos ya

[Montanoscopia] 
 
1. "Les aseguro. Les garantizo. Me comprometo", decía Sánchez. Y en cada pausa yo oía risas enlatadas. Ni carcajadas frescas tenemos ya para el fantoche.  
 
2. Deliciosa la película Volveréis de Jonás Trueba, que me ha gustado tanto como las anteriores suyas que he visto. Aplica a su cine el principio que Montaigne tomó de Castiglione: la sprezzatura, que también ha defendido Iñaki Uriarte en sus diarios. Se trata de un descuido muy cuidado para huir de la afectación y la pomposidad. Por medio de este sutil artificio se cuela la vida, como en las películas de Rohmer. Uno de los temas de Volveréis es la repetición, explícitamente a partir de Kierkegaard, pero que a mí me ha llevado también a Thomas Bernhard y Nelson Rodrigues, dos artistas de la repetición. "Me repito con límpido impudor": con esta frase envidiable lo proclamó el brasileño. 
 
3. Buscando sobre Thomas Bernhard he encontrado una curiosa disputa o pique acerca de quién fue el primero que escribió sobre él en España. Lo contendientes son Félix de Azúa y Javier Marías. Azúa recoge en el capítulo "Bernhardiana" de Lecturas compulsivas (1998) tres artículos sobre el escritor austriaco, el primero de los cuales es "Música para tullidos". Al término, lo fecha así: "Entre algunos lectores compulsivos hay una pugna por saber quién escribió el primer artículo elogioso sobre Thomas Bernhard en España. El mío se publicó en Triunfo un 6 de mayo de 1978". Marías, por su parte, incluye en Vida del fantasma (1995) el artículo "Thomas Bernhard, o el ritmo del torrente será siempre demente". Lo publicó en El País el mismo año, 1978, que es cuando apareció la novela inaugural de Bernhard en español, Trastorno. Pero el día es posterior: el 18 de junio. Parece que gana Azúa, pues. Solo que Marías pone a su vez una nota. Tras decir que él fue quien recomendó y logró que Alfaguara contratara Trastorno, añade: "Por último escribí esta crítica para El País porque quizá nadie se habría ocupado si no (antes había escrito un artículo para la revista Jano, TB aún inédito). Luego ha habido escritores y críticos que se han atribuido el descubrimiento". No he logrado localizar ese primerísimo artículo, pero sí la revista, cuyo nombre completo era, muy bernhardianamente, Jano. Medicina y humanidades.  
 
4. Aprovechando que Triunfo está entera online, he entrado a comprobar lo del artículo de Azúa y en efecto está. Me he quedado ya mirando el número. Me doy cuenta siempre de que Triunfo me es ajena, igual que las otras revistas de la época como Cuadernos para el Diálogo, Hermano Lobo o Por Favor. Yo empecé a leer periódicos con El País. Sus páginas son para mí la creación del mundo. Lo anterior es algo confuso, abigarrado. El orden tipográfico se me coló en la cabeza y ahí sigue. Es una sensación rara. Y eso que de Triunfo venían firmas que en mi percepción se bautizaron con El País. Aparte del artículo de Azúa, hay el anuncio de una conferencia de Fernando Savater sobre "Poder y religión" y otra de Gustavo Bueno sobre su "Teoría del cierre categorial". ¡Y un concierto de Amancio Prada! Hay asuntos de la Transición y la Guerra Fría. En la cartelera de Madrid ponen Annie Hall, 2001, La edad de oro de Buñuel o Novecento. Están Haro Tecglen, apodado La Momia, y su hijo Haro Ibars, La Momia Jr. Víctor Márquez Reviriego. Miret Magdalena (¡Miret Magdalena!). Una rutinaria entrevista a Carlos Barral: "La pasión de la inteligencia". Y un reportaje de Josep Ramoneda: "Montserrat al servicio de un pueblo". Aquí (¡jajajaja!) más risas enlatadas. 
 
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6.9.24

El drama de los autores

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:34:50
 
Buenas noches. ¡Abrazos posvacacionales para todos! Aunque la cultura ya no está de moda, yo llevo años entregado a la actividad más cultural que existe: escuchar las conferencias de la Fundación Juan March. En su web hay casi tres mil, sobre todos los asuntos culturales posibles e imposibles. Me he puesto muchísimas y yo sería un erudito si no me entrasen por un oído y me saliesen por el otro. Desgraciadamente, los auriculares no sirven de tapón. Pero da igual, porque se lo pasa uno pipa y al menos se siente experto en algo durante una hora. Este verano he estado escuchando las entrevistas que hace Sergio Vila-Sanjuán, director de Cultura/s de La Vanguardia, desde la sede de la Fundación en Palma de Mallorca. Primero me puse las de los entrevistados que me interesaban: Manuel Vilas, Milena Busquets, José Carlos Llop, Ignacio Peyró, Valentí Puig, Najat El Hachmi o Mariana Enríquez. Pero luego me di cuenta de que el que me gustaba era el entrevistador, así que me puse todas las demás. Es muy divertida la de la periodista y escritora Julia Navarro. Vila-Sanjuán, que es especialista en best sellers (escribió el ensayo Código best seller), le dice a Julia Navarro que lo que ella hace son best sellers. Pero ella le responde que no, que son grandes novelas. Él dice que le recuerda a Harold Robbins. Y ella que no, que su inspiración es Tolstói. Aquí se ve el drama de los autores: piensan que están escribiendo novelas de Tolstói pero están escribiendo novelas de Harold Robbins. Yo no he leído las de Julia Navarro y no sé si se parece a Harold Robbins o a Tolstói. En realidad, sería mejor que se pareciera a Harold Robbins, porque para mí Tolstói, como saben los oyentes, era un piernas.

5.9.24

Los melancólicos animales

Una de las últimas tardes de agosto salí a dar una vuelta por Fuengirola, pero no me sentía con ánimo para bajar al paseo marítimo y emparedarme entre los hórridos turistas y los horripilantes aborígenes. Necesitaba un plan tristón y me acordé del zoológico. Echar unas horas con los melancólicos animales.

No iba desde niño, como a ningún otro zoo. Ahora no se llama Zoológico, sino Bioparc, con lo que los profesores se encuentran sin enlace a la hora de explicar el zoon politikón de Aristóteles. Aunque creo que ya ni siquiera tienen que hacerlo. Hablando de políticos, mi primera carcajada de la rentrée ha sido cuando Losantos ha llamado Oscargután al ministro The Puentete. (Lo de Losantos es feo por los orangutanes y lo mío es feo por los ojetes: ¡excusas a unos y otros!)

Antes de entrar tenía ilusión por ver a los monos, acordándome de uno de los esbozos de vértigo de Cioran: "En el zoo, todos los animales se comportan decentemente salvo los monos. Se nota que el hombre no anda muy lejos". Pero una vez dentro vi que Cioran se equivoca, al menos con los monos de Fuengirola. Tanto los gorilas como los chimpancés tenían una inesperada gravedad indolente. Estaban tranquilos pero absortos en algo que no podía ser otra cosa que el transcurso de los minutos. Eran monos metafísicos, heideggerianos. Solo que sin angustia: con una aceptación entre estoica y zen.

Ninguno me miró, por lo que no pude recrear el célebre haiku de José Juan Tablada: "El pequeño mono me mira. / ¡Quisiera decirme / algo que se le olvida!". Era más bien yo el que no lograba recordar el idioma de los animales. Todos eran decentes, en su descanso y en sus tareas: había una especie de tucán (¡un cálao bicorne, según la etiqueta!) golpeando con el pico un tronco, y una mezcla de oso y mono (¡un binturong!) moviendo la rama de un árbol, allá arriba. Impresionan los animales con tamaño de niño. Son presencias contundentes.

El zoo es pequeño y bonito, acogedor, con el hábitat de cada especie adecuadamente dispuesto. Casi todos los animales están solo con los suyos, apenas dos o tres; en espacios acotados pero que no son jaulas. El tigre puede corretear un poco, plantarse a unos metros de los visitantes y lanzar un rugidito. Es bellísimo y borgiano. Yo lo contemplaba como un arma. Ahí, a diez metros, viva, una máquina de muerte. Luego se alejó y se tumbó junto a su pareja.

Mis favoritos eran los hipopótamos, del tipo pigmeo. Había también dos y entraban y salían de la charca. Se daban paseítos por fuera y luego se sumergían un buen rato. Emergían un segundo para respirar, una vez justo debajo del hueco por el que me asomaba. Leo que son solitarios. Su enfrentamiento con el tiempo es de luchadores de sumo. Se trata de aguantar en el recinto. Tampoco nos miraban a los visitantes, debemos de ser fantasmas para ellos. No nos miran porque no nos ven.

Y estaban las aves, los anfibios, los reptiles, los peces, incluso algunos insectos. Di varias vueltas por el parque en declive, con lentitud de jubilado. También yo con el tiempo a solas, fuera de mi jaula. Me sentí acompañado y ellos disolvieron de algún modo mi inquietud.

Están los animales que trabajan o son sacrificados. Y están los animales del zoo: cuidados, alimentados, sin nada que hacer en sus rincones. ¿Aburridos? Es la vida sin riesgo, la existencia regalada con solo la edad moviéndose hasta el fin. El chimpancé parecía que empezaba a darse cuenta, pero le daba igual. 

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1.9.24

Ya tiré la toalla de mi inteligencia

[Montanoscopia] 

1. Hay titulares que tienen más impacto si los leemos por lo que no resaltan que por lo que resaltan. La obscenidad se mantiene a solo un pasito: el de la operación mínima que el lector debe hacer. Por ejemplo: "El 40% de los votantes del PSOE, en contra de la financiación 'singular' de Cataluña". Es decir, que el 60% de los votantes del PSOE está a favor o le da igual. ¡Y estos son nuestros autoproclamados socialdemócratas! Otro ejemplo es el titular que recoge estas palabras del exministro Ábalos: "Desde ahora votaré en conciencia". Desde ahora. O sea, que ha estado toda su vida política sin votar en conciencia. El escándalo anida en este tipo de titulares, que postulan por el envés una realidad aún más sórdida: como el hábitat de alacranes, gusanos y cucarachas que aparece cuando se levanta una piedra. 

2. Nunca estuve pendiente de las novedades editoriales. Hasta que me empecé a relacionar con editores y periodistas que me lo contagiaron. Ahora me asomo y las vivo con un malestar. Se me hace corto el lapso de la postergación: los rutilantes libros de las librerías estarán pronto en los montones de segunda mano, hechos chatarra de papel. Sí me gusta (con una fruición malsana) hacer el seguimiento de mis enemigos y detestados: a ver qué nuevo bodrio sacan, o qué nueva mediocridad o cursilada, entre interesada y pancista. Aunque no me cierro a que me sorprendan con algo extraordinario: mis detestados tienen siempre conmigo una oportunidad. Muy extraordinario ha de ser para que venza mi aversión, cierto, pero sucede a veces. Y cuando ocurre lo reconozco y lo celebro: el tipo (o la tipa) me ha derrotado en justa lid. Entonces yo, pese a ser el perdedor, obtengo el mayor beneficio: haber gozado de una buena lectura. (¡Pero no es fácil, advierto!) 

3. Lo que llevo peor son los amigos. Me he rodeado negligentemente de autores prolíficos y cada rentrée me bombardean con el fruto de su productividad. Apenas ha empezado septiembre y ya sé que en las próximas semanas Manuel Alberca sacará una nueva edición revisada y ampliada de El pacto ambiguo (ETC), Manuel Arias Maldonado (Pos)verdad y democracia (Página Indómita) y Antonio Diéguez Pensar la tecnología (Shackelton), libro que además presentaré en Málaga junto a Sanz Irles. Este último, por su parte, anda escribiendo su cuarta o quinta novela. Y Rafael Maldonado acaba de terminar su quinta o sexta. Pero es que Arias Maldonado ya publicó a principios de año Ficción fatal (Taurus) y Diéguez La ciencia en cuestión (Herder). Poco después Eduardo Jordá Doce lunas (Vandalia), Teodoro León Gross La muerte del periodismo (Deusto) y Antonio G. Maldonado Los sentidos del tiempo (La Caja Books). Y Txani Rodríguez La seca (Seix Barral) y Mercedes Cebrián Letonia hasta en la sopa (Col&Col) y Bárbara Mingo Lloro porque no tengo sentimientos (La Navaja Suiza). Para colmo se animó también Manuel Toscano y publicó Contra Babel (Athenaica). Así que yo intento llevar una vida lectora normal, a mi rollo, con mis fijaciones y excentricidades, pero cada pocas semanas me cae el libro de un amigo que debo leer como una maceta de geranios. Tendría que haberme echado amigos más como yo: ¡absolutamente improductivos! 

4. Un problema para mi productividad es que no debo ser yo quien escriba mis libros, sino alguien más inteligente. Así que paso las horas esperando que ese ser más inteligente que vive dentro de mí advenga. Solo necesito que lo haga en el momento exacto de escribir la página. En lo demás me da igual: en lo demás ya tiré la toalla. 

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