19.9.24

En la cultura nos va la vida

Nada que ver con mis intereses (¡con mis pasiones!) el ya muy comentado artículo de Fanjul en El País "Ser cultureta cada vez mola menos". A mí me da lo mismo que mole menos o más o que molase en el pasado y no vaya a molar en el futuro o tal vez vuelva a molar. Me da lo mismo también ser (o ser tomado por) cultureta o subcultureta, o (por) anticultureta o antisubcultureta. Y por supuesto nunca he pretendido ligar ni mudar de estatus con el postureo cultureta o subcultureta, logros (si son logros) que por lo demás van siempre por otro carril (más físico y aun económico que cultural). A mí sencillamente en la cultura me va la vida, sin consideración alguna hacia los empaquetados sociológicos tipo Fanjul. ¡Mi temperamento es refractario a los empaquetados sociológicos!

En el artículo de Fanjul hay una sintagma que es un desagüe por el que se le va el invento. Ahora que estoy tan con Karl Kraus busco esos dispositivos de autovoladuras que casi todos los textos contienen (¡este también contendrá el suyo, búsquenlo!). Es cuando dice: "Hubo un tiempo en el que [ser cultureta] aportaba distinción: se presumía de leer a Faulkner, de visitar la feria Arco con aplomo [...]". No me refiero a lo de Faulkner, aunque en España solo han presumido de leer a Faulkner Juan Benet y los personajes de Amanece, que no es poco (por lo que sería una postulación fraudulenta). El desagüe está en ese "con aplomo". Visitar la feria de Arco "con aplomo". ¿Quién ha visitado la feria de Arco "con aplomo"? ¿Cómo se visita la feria de Arco "con aplomo"? Por aquí se ve que el empaquetado sociológico de Fanjul es un empaquetado ni siquiera sociológico, sino sociologizante, de lo que tiene Fanjul en la cabecita. (Lo que mola, definitivamente, es hacer empaquetados sociologizantes como el de Fanjul.)

Entiendo (¡y excuso!) al obrero de la pluma (¡al plumilla!) Fanjul, que cada semana tiene que hacer un empaquetado sociológico o sociologizante con elementos culturales o subculturales. Pero mi comprensión obrera no me ahorra la melancolía de leer en El País estos empaquetados divertidamente derogatorios, aplanadores en verdad, rebajadores de la exigencia, que por añadidura le vienen de perlas a El País de hoy, al público al que se dirige y al público que aspira a conformar. Antes (¡tal vez la autovoladura de mi artículo esté en este "antes"!) se decía de El País que era "el intelectual colectivo de la Transición", pero en realidad era el suplemento de nuestro del bachillerato, cuando el bachillerato era bachillerato. Yo lo empecé a leer justamente en el bachillerato y no puedo olvidar que en las páginas de El País vi por primera vez los nombres de, por ejemplo, Cioran, Pessoa y Leopardi o Umbral, Savater y Azúa.

En la "cultura" estuvimos siempre, no solo por Mortadelo, Astérix o Tintín, ni por las toneladas gloriosas de la televisión, sino también por los peliculones y el teatro clásico que nos tragábamos sin despeinarnos desde los tres añitos. Pero fue por entonces, por los comienzos del bachillerato, cuando fuimos conscientes de ello y el cine, la música, el arte, la literatura y la filosofía se revelaron como lo que nos mejoraba la vida y la intensificaba. Ni postureo ni utilización, sino fusión; fusión que era propulsión. Eran la intensificación y la propulsión lo decisivo, y para ello valían la cultura y la subcultura. En esta España de todos los demonios no ha sido fácil, ciertamente. Pero qué más daba: teníamos lo que necesitábamos para sobrevivir en esta España de todos los demonios.

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