Yo confío, como en la jueza de Badajoz, en el juez de Madrid. He visto los vídeos completos de Mouliaá y Errejón y su trabajo es admirable. Conduce los interrogatorios con sabiduría, con la finalidad de cada caso en la cabeza, atajando reiteraciones, barriendo hojarasca, yendo al grano, por escabroso que sea, impulsando expresiones rectas que el relamido Errejón evitaba. ¡Hasta le hace pronunciar al monaguillo la palabra "follar"! Y dice también "teta", "culo", "meter hasta el fondo" (la lengua) ¡y recupera el fastuoso "magreo"! No juzgaré por lo tanto en su lugar, sino que me limitaré a lo mío, que es lo antropológico.
Las declaraciones de la denunciante y el denunciado, una detrás de otra, componen una película. Como no los estoy juzgando, los creo a los dos. Los hechos que no se corresponden se los endoso al perspectivismo. Este es fruto de los puntos de vista de cada cual, de la verdad no libre de fantaseo, de la volátil (¡y activa!) memoria, tal vez de la mentira o ciertas tácticas en provecho propio, de que nos montamos el relato autobiográfico con técnicas fatalmente narrativas y de que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. El resultado es un cruce entre Rashōmon y La comedia sexual de una noche de verano (aunque era otoño).
Ella deseaba una bonita historia de amor (su posibilidad al menos) y él meterla. Más que con el juicio, que seguramente ganará Errejón, ella lo ha noqueado ya con varias cosas que ha soltado de él (al margen de la agresión que se juzga): lo torpe que era, que le dio el beso más asqueroso de su vida y la mención de su frasecita final dándole las gracias porque por ella había aprendido para futuros encuentros. El político aparece como un patancete en sus relaciones con las mujeres. Aunque con unas actitudes ritualizadas que deben de haberle dado sus frutos. Al contarlo, el Errejón sexual es una mezcla de Woody Allen y Chiquito de la Calzada.
En el hecho de que nos hayamos enterado de todo esto (¡es lo que no he querido ver, pero he visto!) está lo que me interesa. El erotismo, que los poetas románticos exaltan como fusión de dos seres, está aquí expuesto (¡obscenamente!) en sus rudimentos mecánicos e hidráulicos. Y qué sordidez kafkiana tener que estar hablando de estas cosas ante un juez, en la situación formalizada de un juicio, trayendo gestos, suposiciones, sensaciones. Los dos de pie, vulnerables, y siendo grabados para que los veamos (¡ilícitamente!) luego.
Por lo demás, qué tontería el sexo. ¡La mencionada mecánica! ¡La mencionada hidráulica! "Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman", escribió Cernuda. Y Larkin: "Follar es como pedirle a otro que te suene la nariz". He salido del juicio con ganas de meterme en la Cartuja. ¡Pero está la Cartuja de Parma! ¡Y en la que se encerró Antonio Gala, quien según me cuentan se puso morao!
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En The Objective.