Es mediodía. A esta hora debería estar preparando mi almanaque, mi agenda, mi moleskine, esas configuraciones del tiempo en papel; mis pistas para 2025. Pero me toca columna. Aun de esta modesta manera, comienza mi año laboral. Con la cabeza como en suspensión.
La primera mitad de la mañana la he dedicado a terminar lo que ayer dejé a medias: una conferencia sobre Epicteto y la película Antes del amanecer. Han sido como grapas que han abrochado un año al otro. También una cita de Nietzsche que puso anoche Toscano y he releído mejor.
Con la conferencia sobre Epicteto de la Fundación March, que empecé a escuchar ayer mientras sobre el Mediterráneo quedaban los rositas o naranjitas del último crepúsculo, me adelanté sin darme cuenta al Año Franco que propone Sánchez (¡una genuina propuesta de futuro la del presi!). Y es que al conferenciante Carlos García Gual lo presenta Lucía Franco (¡Franco, Franco, Franco!), con lo que queda inaugurado este pantano por mi parte.
Epicteto, por cierto, dice Gual que es una palabra griega que significa adquirido o comprado. Se refiere en su caso a que fue comprado como esclavo de niño. Pero se puede afirmar entonces, en buen griego, que Sánchez tiene muchos epictetos (¡y epictetas!). Algunos ya se han precipitado a cortar lonchas de Franco del jamón gubernamental para complacer al amo.
La conferencia es interesante y nos permite comprender por qué Epicteto y los demás estoicos tienen sitio principal en las librerías: por el hincapié en que uno ha de centrarse en lo que depende de uno y aceptar lo que no con deportividad. Se dice fácil, pero requiere un aprendizaje áspero. Yo, de espíritu poco penitencial, aceptaría la lección estoica con un único añadido: entre lo que de uno depende están también las canitas al aire, ¡los momentos epicúreos!
Antes del amanecer, de Richard Linklater, me ha impresionado menos que cuando la vi por primera vez a finales de los 90. Julie Delpy me ha parecido más guapa y encantadora aún, y Ethan Hawke más insoportable aún. En realidad, la película la he revisitado por ver Viena. Pero de nuevo estaba ahí la angustia temporal: esa metáfora del día único, del encuentro único. La intensidad mientras van avanzando las horas hacia la despedida... Naturalmente, la película concentra en un día lo que es la vida entera, lo que son todos los días. Así que bien para empezar el año.
Pero mejor aún es lo de Nietzsche. Toscano trajo el fragmento de La gaya ciencia consagrado a San Enero (Sanctus Januarius, por el dios Jano, el dios de las puertas y de estas encrucijadas del calendario, con una cara que mira hacia atrás y otra hacia delante) y lo he releído esta mañana.
Nietzsche propone ver belleza en la necesidad de las cosas, con una suerte de estoicismo juguetón. Gual señalaba esta asociación nietzscheana en su conferencia: el amor fati celebrado por Nietzsche, que Gual traduce como "amor a nuestro fatal destino". Y escribe Nietzsche: "Amor fati: ¡que ese sea en adelante mi amor! No quiero librar guerra a lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. Apartar la mirada: ¡que esta sea mi única negación! En definitiva, y a lo grande: ¡quiero ser, un día, alguien que solo dice sí!".
Es difícil (¡y más para un columnista en estos tiempos!), pero para el año nuevo no se me ocurre propósito más elegante.
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En The Objective.