1. Los que en España apoyan al dictador Maduro, de Zapatero a Monedero, son los que nos predican democracia todo el santo día. El que estas dos cosas vayan juntas nos permite formular un límpido axioma: la democracia que predican es exactamente antidemocracia. Uno de cuyos corolarios sería que aquellos a los que ellos acusan de antidemócratas son justo los demócratas.
2. Me cuentan en los corrillos madrileños que los dos máximos dirigentes del PSOE en los ochenta aseguran que solo hay una manera de echar a Sánchez: votando al PP. Y que van a hacerlo, pero que no lo pueden manifestar. Lo entiendo, por una última fidelidad al partido. Aunque es una tremenda contradicción. Yo también la tengo. Se puede enunciar claramente: si Sánchez es tan nefasto como decimos, ¿no habría que dejarse de finuras y votar al PP? El asunto lo tengo atravesado. Me resisto a perder mi finura de votante fino. Al fin y al cabo, sería claudicar ante Sánchez y dejarlo entrar en mi papeleta, haciéndome votar lo que no quiero. Hoy por hoy (en mi auto-CIS) estoy entre Izquierda Española y la abstención. (Finura e inutilidad vienen a ser lo mismo.)
3. La hábil respuesta de Felipe González a la pregunta de qué era el cambio que propugnaba en su cartel electoral de 1982, Por el cambio, fue: "El cambio es que España funcione". A mis 16 años recuerdo que me pareció una frase al mismo tiempo anticlimática y esperanzadora. Para mí, joven Rimbaud, el cambio no podía ser otra cosa que "cambiar la vida". Pero el regeneracionistita que habitaba en mí proyectaba un alivio de país eficiente. Diez años después vino el Ave, que llegaba a su hora. Y cuarenta después, con Sánchez y con Puente, el Ave falla más que una escopeta de feria. El sanchismo es que España no funcione.
4. Me pareció estupenda la versión de Libertad sin ira que hizo Jimena Amarillo ante Sánchez en el acto 1/100 de la conmemoración franquista que he retitulado ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! El problema está en la canción de Jarcha, tan pegadiza como casposa. Ya lo era en 1976. Hubo un momento delicioso, sin embargo, en mi audicióN. En un compás (les invito a que lo comprueben) la música hace un quiebro y parece que se va a transformar en la canción juvenil de Christina Rosenvinge ¡Chas! Y aparezco a tu lado. De manera que Franco estaba ahí, en la ceremonia, empujando. Sánchez hace ¡chas! y Franco aparece a nuestro lado.
5. Lo de Franco, evidentemente, es una cortina de humo. Lo ha escrito Félix Ovejero, que propone que no se hable más de Franco para deshabilitarla. Estoy de acuerdo, pero vuelvo a incurrir en contradicción: ¡a mí no se me puede quitar este caramelito! Pienso seguir haciendo chistecillos del acto 1 al 100 del sanchista ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!
6. La cortina de humo, por otra parte, intentan que sea bien operativa: el día 1/100 se lo pasaron los psocialistas identificando al PP con Franco. De eso, como es natural, se trataba.
7. Precisamente Ovejero presenta este jueves en Barcelona, junto a Jahel Queralt y el autor, (Pos)verdad y democracia, de Manuel Arias Maldonado (librería Alibri, 19h). Este libro importante está siendo ignorado por los medios oficialistas, y eso que hace un análisis preciso de las tergiversaciones de la verdad de Trump. El problema es que no oculta que también es de aplicación a Sánchez.
8. Ni Jordi Gracia salva el libro de Justo Serna contra Fernando Savater. Aunque Gracia aprovecha su crítica para arremeter contra Savater en plan muy Serna.
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En The Objective.