Lo ocurrido en Ponferrada confirma cuál es el problema de nuestros grandes partidos: que montan circos y no les crecen los enanos. Hace mucho que en ellos prosperan estrictamente los peores, los más mediocres, los más obedientes. Y si desobedecen en un momento dado, como ha hecho ahora Folgueral, no es por ideas ni por honestidad, sino por poder. Pero esto es una excepción: el poder aquí lo suele dar la obediencia. Y, en cualquier caso, Folgueral, para haberse situado en ese puesto en el que le ha caído poder, habrá tenido, sin duda, que obedecer mucho. O sea, en sentido estricto se trata de un obediente que, ahora que tiene en la mano el fruto de tanta obediencia, decide desobedecer para que no se le escape.
La cuestión es, por lo tanto, cómo alguien de una talla política tan minúscula, y que iba a lo que iba, estaba ahí. Naturalmente, no es cosa solo de Ponferrada (que no se emocione Luis del Olmo): ocurre en todos los ayuntamientos y en todos los parlamentos regionales. Los informativos de casa son un desfile de individuos de no dar crédito. Es como un mercado en el que se hubiesen expuesto los productos más lamentables. Si están ahí es porque, junto con todo lo que ignoran, hay algo que saben: cómo maniobrar para ponerse ahí.
A nivel nacional la cosa es algo más presentable, aunque tampoco mucho. Cuando, por un azar, oímos a alguna de sus señorías, nos topamos con las Fabra o las Chamosa: momento en el que comprendemos por qué suelen estar –o suelen tenerlas– calladas. Pero el nivel sigue bajo, por más que subamos: Valenciano y Floriano, Pons y Chacón, Griñán y Cospedal. Así, vamos ascendiendo a la cúspide sin apreciar un incremento relevante en la estatura, hasta llegar a Rajoy y Rubalcaba. Ellos son los enanos principales de su circo, y tampoco crecen. Han llegado a lo máximo de sus respectivas vías, la del gobierno y la de la oposición, sin obtener unos centímetros suplementarios. Y en cabeza se mantienen, sin superar su bajura.
[Publicado en Zoom News]