Hay una cierta izquierda que es antimilitarista, anticlerical y antimachista... hasta que aparece un militarote predicador y machista que se dice de izquierdas. Entonces todo eso que critica pasa a celebrarlo. Y no lo hace con contención, sino desatadamente: como si su antimilitarismo, su anticlericalismo y su antimachismo fuesen, en realidad, esforzados ejercicios de contención de un militarismo, un clericalismo y un machismo propios, para cuya expresión sin tapujo solo necesitaba una coartada ideológica. El frenesí con que se ejerce entonces podría ser calificado, por usar el lenguaje psicoanalítico, de “retorno de lo reprimido”.
Solo eso explicaría el inaudito aplauso, por parte de esa cierta izquierda, a militarotes predicadores y machistas como Fidel Castro o Hugo Chávez. En las recientes pompas fúnebres de este (ciertamente pomposas) me estuve fijando en la pasión que despertaba entre mujeres que, luchando por una nueva sociedad, han acabado de adoradoras del macho alfa de su tribu. En sentido estricto, no tengo nada contra esto (cada cual da salida a sus pulsiones como puede); pero chirría el contraste entre la prédica y el ejemplo. Y, sobre todo, produce melancolía que lo más volátil de todo y lo más abstracto (también lo más barato), como es la adscripción ideológica, sea lo que tenga la última palabra sobre casi todo. En el caso de Chávez, la última palabra exculpatoria.
El Fary (¡permítanme el salto mortal!) no tuvo tanta suerte. Cada vez que abría la boca, esa cierta izquierda se le echaba encima; sobre todo ciertas mujeres de esa cierta izquierda. Por ejemplo, a propósito de estas ya conocidísimas declaraciones, que casi podrían llamarse ya (si tomáramos al Fary igualmente como predicador) “El sermón del hombre blandengue”:
Hace años que reaparecen cada no mucho en las redes sociales, y uno nunca elude darle al play. Son, literalmente, incalificables. Esta vez vi el vídeo (de aquí mi asociación) justo en los días del empacho chavista. Y entonces me di cuenta de que si el Fary hubiera dicho eso mismo pero con acento venezolano y en chándal chillón, habría sido aplaudido por los mismos (¡y las mismas!) que lo critican. Porque esa cierta izquierda, sobre todo en su rama uterina, está deseando que una coartada ideológica le permita salir del armario para someterse al macho alfa y proclamar, con el Fary, que también desprecian al hombre blandengue.
[Publicado en Zoom News]