18.7.13

El Ruedo Ibérico

Escribió Ortega y Gasset en cierta ocasión: “No sabemos lo que nos pasa y eso es lo que pasa”. Nosotros sí sabemos lo que nos pasa, que es de todo, pero lo que pasó ayer no fue eso, sino la portada de La Gaceta. Fue como desayunar un sapo (que me excuse Jaime Ostos, y que me excusen los huevos escalfados que nos sirvió), y lo que pasara el resto del día tenía que ser mejor comparativamente. Algo conforme a las normas optimistas del Gobierno. Si nos hubiésemos hundido por fin, no habríamos caído tan bajo.

No recuerdo un revuelo semejante desde que Lola Flores enseñó las tetas en el Interviú. Y algo del Interviú tuvo ayer La Gaceta, aunque con una foto no atractiva sino repelente. Una mezcla del Interviú y El Caso. Fue, a todas luces, un movimiento desesperado: no sabemos si para desviar la atención o para llamarla. El gran damnificado fue Marhuenda, que por primera vez en meses pasó sin pena ni gloria por las cuchufletas de Twitter. (No quiero ni imaginarme de lo que es capaz de hacer si decide contraatacar). Recuerdo, por cierto, que en sus primeros tiempos La Razón regalaba un cruasán con el periódico. Ayer La Gaceta perdió una oportunidad de oro al no regalar una porra (o quizá media).

Pero las genialidades las carga el diablo. Los artistas están acostumbrados a que les salga una cosa distinta de la que pretendían. Así, por ejemplo, al castrista Gabriel García Márquez le salió en El otoño del patriarca una de las más expresivas sátiras contra el castrismo. La portada de La Gaceta era indudablemente artística, por lo que corría ese riesgo. Por ello, una portada que en sí misma eludía nuestra actualidad (“¿Pero quién es Ostos?”, preguntaron los más jóvenes), la ha sintetizado como ninguna otra. Volvemos a vivir en El Ruedo Ibérico de Valle-Inclán, y La Gaceta ha dado en el clavo.

[Publicado en Zoom News]