24.4.14

Libros basura

Las apologías del libro, así a bulto, sin discriminar, son excesivas. La lectura es buena en sí, pero no los libros. Los inquisidores y los censores tenían este fondo de razón: aunque en su caso eran los libros quemados y prohibidos justamente los buenos. Siempre ha habido libros malos, pero nunca como ahora habían ocupado tanto espacio ni se habían revestido de tanto lujo: nunca como ahora su presencia había sido tan abusiva. En los últimos tiempos ha habido chistes a propósito. Recuerdo dos muy buenos: el de la librería que se anuncia como “especializada en libros”; y el del lector que le pregunta al librero que dónde puede encontrar los libros escritos por escritores.

Decía Borges que hasta el peor libro contiene una línea buena. Pero eso era antes. Hoy existe esa cosa llamada libro basura, que podríamos definir como aquel libro que ni siquiera contiene esa línea buena. Los libros de nuestros políticos pertenecen sin duda a este género. En otra de sus frases felices, dice Borges: “Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo modesto y silencioso, el arte de la crítica”. Las librerías son, en este sentido, un manifiesto. Y el librero deja las cosas claras cuando las memorias de Aznar (22,50 €), Zapatero (21,50 €), Solbes (22,50 €), Felipe González (19,99 €) o Revilla (19,90 €) no las coloca en la estantería de historia, ni en la de pensamiento político, ni siquiera en la de memorias. Las pone en la de novedades comerciales, junto al libro de Belén Esteban (18,90 €; este y los anteriores rebajados ayer un 10%).

Ese, el lugar del bullshit, el de la caca de la vaca o la palabrería hueca, es el lugar que ocupan nuestros gobernantes cuando se deciden a “entrar en la cultura” por la vía de la publicación. Esas memorias que podrían (¡y deberían!) ser una contribución al conocimiento de nuestra historia, un servicio público como todavía alcanzaron a serlo las de Azaña, no son más que un aguachirle prosístico, autocomplaciente y gris, como emanado del autogabinete de prensa y el autogabinete de imagen que el cerebro de cada político nuestro actual constituye. Porque estas basuras en forma de libro son el efecto de una premisa: la de que el político capaz de escribir unas buenas memorias es expelido por nuestra partitocracia en las primeras fases de su vocación. Hay así, en la España de hoy, senderos biográficos que tienen como condición no poder culminar en autobiografía.

[Publicado en Zoom News]