Ha muerto Boskov, el que nos entregó las tablas con la única ley del fútbol: “fútbol es fútbol”. Yahvé también empezó tautológico: “soy el que soy”. Pero luego le supo a poco y le dio a Moisés los mandamientos, ese listado con las faltas y los penaltis de la vida. La vida se hizo de este modo complicada. Aunque no perdió nunca su vocación por la simplicidad, y en los momentos más difíciles reclama que se corte por lo sano y se sentencie: “así es la vida”. Afirmación que cuenta con otro equivalente futbolístico: “el fútbol es así”.
Billy Wilder, que no siempre era el que era porque a veces lo confundían con William Wyler (“Wilder, Wyler, ¿qué más da?”, decía Billy), encontró en la tautología una manera brillante de salvar la papeleta más engorrosa a la que se enfrenta un director de cine: asistir al estreno de la película de otro director de cine. Por lo general la película no le gustaba (¡y eso que era en Hollywood, imagínense en España!), así que cuando veía a la salida al director, le apretaba la mano con firmeza, le miraba a los ojos y le decía, seguro de no estar siendo un hipócrita: “¡esto es una película!”.
¿Serían aplicables Wilder y Boskov a la política? Lo de Wilder no funciona. Imaginemos que me acerco a Floriano, por ejemplo, y le digo: “¡es usted un político!”. Suena a insulto, o a que tengo ganas de cachondeo. Nuestros políticos no han sabido conservar la limpieza tautológica de su profesión. El mero enunciado, ya huele a chamusquina. Algo similar pasa si se emplea la fórmula de Boskov: “política es política”. Parece que se alude a algo chungo; a una inevitabilidad de chanchullos y chapuzas.
Y sin embargo, el descrédito de la política se debe en buena parte a que no se ha limitado a ser simple política, sino a que ha sido también otras cosas; incluso antes que política. La política no como política, sino como negocio, como agencia de colocación, como instrumento de presión, como sustitutivo de carencias en otro ámbito, como anhelo de irrealidad, como delirio, como religión e incluso como crimen. La política, también, como palanca de sectarismo: como fábrica de hooligans ideológicos (aunque más de siglas que de ideas). Para aproximarse aquí, Boskov necesitaría cambiar solo la mitad de su enunciado: “política es fútbol”.
[Publicado en Zoom News]