Esta subpolítica de los tuits y de los vídeos es sin duda mala para el país, pero buena para los columnistas. Al menos para los de mi estadio, que es el bajuno. Cuando me levante del sillón, que me tiene crucificada la rabadilla, y regrese a mi ser de ciudadano, volveré a horrorizarme con nuestros políticos. Pero mientras tanto intentaré pasármelo lo mejor que pueda. No sé si los españoles tienen los políticos que se merecen, pero los columnistas de mi calaña desde luego que sí. En vez de dispensarles un manto de silencio que quizá les hiciese rectificar, les damos cuartelillo. En el fondo sabemos que vivimos de que sean así. Si fueran mejores, deberíamos buscarnos otro trabajo (sin duda peor).
De manera que ahora debemos hablar del vídeo que ha sacado el PP (me imagino que apenas el primero, porque en las campañas suelen segregarse sagas) para las elecciones europeas del mes que viene. He decir que se me han hecho cortos sus 48 segundos y que me ha gustado un montón la fotografía. La producción tampoco está mal; aunque, como se trata del partido que está en el poder, me imagino que no le habrá sido difícil encontrar productor (a diferencia de lo que le ocurre a nuestro mejor cineasta, Víctor Erice). Por otra parte, admiro la brillantez con que han resuelto el escollo principal: ¿con qué actor contar, si todos están contra el PP? ¡Con ninguno! ¡Es la primera película española en diez años libre de titiricejas!
Por otra lado, tiene su interés el diálogo que establece con otras piezas audiovisuales de su género. Y no me refiero a los anuncios de frigoríficos (el principal mensaje subliminal que me noto es que debo cambiar el mío), sino a la filmografía del PSOE. A aquella película colectiva, por ejemplo, que se tituló Hay motivo. El vídeo del PP puede considerarse una réplica en toda regla, con su exposición de motivos en contra. También responde al vídeo de la segunda campaña electoral de Zapatero, Defender la alegría. Aquí lo que se trata de defender es la despensa, porque las penas con pan son menos; y se transmite que aquella alegría fue para España (simbolizada en el pisito del anuncio) como una bomba de neutrones.
Aunque, bien mirado, el gran referente es el anuncio aquel que sacó Felipe González contra Aznar: el del dóberman inolvidable. En él se azuzaba el miedo a la derecha franquista y antidemocrática, con ese punto hitleriano que aportaba el perro. Con este del PP se azuza el miedo de “que vienen los rojos” a llevárselo todo y dejarlo vacío. Son conclusiones abruptas y sin matices, propias del procedimiento usado: el del formato propagandístico-publicitario dirigido al cerebro reptil de la población. La guerra de los vídeos es la prolongación de lo más zafio de la política por otros medios (audiovisuales, concretamente).
Pero, ya puestos en el juego, el PP ha cometido un tremendo error de timing al sacar el vídeo ahora. El presidente aún no ha designado candidato para las europeas. A este ser desconocido, ya que urge llamarlo de algún modo, se le conoce como lo que es por el momento: el candidato fantasma. O sea, el habitante de la casa fantasmal del vídeo. En cuanto tome cuerpo, se le echará de más.
[Publicado en Zoom News]