27.1.23

La alumna Elisa

[La Brújula (Zona de confort), 1:23:58]

Buenas tardes, José Miguel Azpiroz. No pensaba decir nada de la alumna Elisa, y menos después de la estupenda pieza que Chapu Apaolaza le dedicó aquí en La Brújula. Pero lo voy a hacer, porque las lecciones no se han agotado aún. La alumna Elisa nos ha enseñado muchísimo, más de lo que ella misma se piensa. El espíritu de la época, el Zeitgeist de los alemanes, se encarnó en ella aquella mañana de la Complutense. La alumna Elisa, ingenua y entregada, fue una formidable emisora de síntomas: síntomas del estado de nuestra educación superior, de los tics y gestos que se llevan, de lo que se considera bueno y malo, del empaquetado actual de los asuntos... A mí me resultó tremendamente simpática, y lo que hay que valorarle a sus veintidós años es el espíritu rebelde: ese impulso de dar la nota, de señalarse, contra las convenciones adocenadas y, sí, contra el poder. Lo interesante es cómo lo hizo y cuál es el poder que ella detecta, muy preciso y predeterminado. En fin de cuentas, su desplante al poder autonómico de Ayuso fue aplaudido por el poder superior del Gobierno: por la ministra de Igualdad, por la ministra de Educación y por el ministro de Universidades (el más tétrico del trío). La alumna Elisa, tan aplicada como para haberse tomado en serio una carrera de risa (¡le dedico el ripio!), lo que quería al cabo era agradar a sus profesores atacando a la mala oficial, la que ellos le señalaron. El impulso rebelde, que es lo saludable, está ahí. Ahora le corresponde a la alumna Elisa prolongar su rebeldía contra los que le dan palmaditas en beneficio de sus propios intereses, o bien adocenarse definitivamente hasta llegar a ministra, de acuerdo con los actuales ademanes del poder que practicó.