20.1.23

Sánchez y el desastre anual

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:31]

Hola, querido Rafa Latorre. Hubo algo que me resultó enternecedor en el presidente Sánchez: su fe en que todo iba a cambiar con el nuevo año. Aquella prisa que le entró en diciembre por dejar listos antes de las uvas asuntos turbios como la sedición y la malversación, para que se quedaran enterrados en el año viejo y afrontar el nuevo como si aquí no hubiera pasado nada. Confiaba, se ha dicho, en la amnesia de los españoles, que ya lo habrían olvidado a la hora de votar. Pero creo que también confiaba en la magia del calendario. Confieso que comparto con Sánchez esta superstición. Soy un fetichista de las fechas y me deslumbra el brillo de la más potente: el 1 de enero. Cada Nochevieja veo las campanadas y el vestido de Pedroche confiado en lo de "año nuevo, vida nueva", o lo de "borrón y cuenta nueva". La mañana del 1 de enero doy unos primeros pasos prometedores, con una refrescante sensación de "pelillos a la mar". Estoy convencido de que el papelón del año anterior no se volverá a repetir, como todos los años anteriores. Pero van pasando los días y voy viendo que este año es como los otros. A la altura de la tercera semana, esta del Blue Monday que ahora termina, confirmo que ninguna cosa ha cambiado. Mis problemas y fracasos siguen ahí. Y los de Sánchez también, ¡mi semejante, mi hermano! Cómo le comprendo al ver que se refugia en la petanca, arropado por unos jubilados espontáneos que resultan ser militantes del PSOE. Es la única manera de arrostrar el año: rodearse de partidarios y dejar los abucheos en el espacio exterior. ¡Y tener a un Tezanos que nos oculte las verdades feas! Por ejemplo, que otra vez vamos camino del desastre anual.