28.1.24

'El País', Savater, lecturitas y charcutería

[Montanoscopia] 
 
1. En efecto, El País acoge opiniones contrarias a su línea editorial. Esta es la gloria del periódico. Y su desgracia es que los artículos disidentes suelen ser los mejores de cada número, a enorme distancia del resto. La opinión oficial es la raquítica. Esto en sí mismo debe de resultar humillante. Aunque en el caso de Fernando Savater no ha bastado. Ha hecho falta que el colaborador la emprendiera abiertamente contra el periódico –contra la cabecera, la línea editorial y los compañeros– para que este tomara la drástica medida de expulsarlo. 
 
2. El conflicto resulta interesante. Por un lado, al colaborador hay que exigirle una cortesía básica (más que fidelidad) con el medio; y también (aunque sobre esto tengo alguna duda) hacia sus compañeros. Si esto se incumple, el medio tendrá razones para despedirlo. Por otro lado, ¿qué se puede hacer cuando el medio forma parte en sí mismo de la actualidad, de la actualidad criticable? No se trata ahora, en el caso de El País, de que un periódico esté apoyando a un presidente. Se trata de que está apoyando a un Trump. En España tenemos a un Trump apoyado por el New York Times. Esta es la grave situación que ha denunciado, con inevitable descortesía y a costa de su colaboración, Savater. 
 
3. A partir de aquí, no se nos ha ahorrado el espectaculito de la redactora que celebra el despido en concienzudas parrafadas acusicas, inquisitoriales, con el aplauso del bobalicón mandibular. 
 
4. Leo la investigación de El País sobre las denuncias de agresión sexual de varias mujeres contra el director Carlos Vermut (en la que aprendo, por cierto, que este apellido era pseudónimo). Siempre me quedo noqueado con los detalles, por medio de los cuales suele exhibir su sordidez la realidad, esa cosa cruda, habitualmente destripada. En espera de lo que digan los jueces, me llama la atención la respuesta escandalizada al milímetro, puramente escenográfica, de ciertos gañanes del cine español. Si los hechos no fueran tan graves, podría decirse que tal impostación los delata; como mínimo, debería dar pie a nuevas investigaciones. 
 
5. Urtasun. Lo que faltaba: un ministro de Cultura con lecturitas. 
 
6. Esteban González Pons, del PP, dice que el Tribunal Constitucional es "el cáncer del Estado de derecho" y Aina Vidal, de Sumar, responde hablando de su cáncer. Este es el nivel insufrible, la charcutería cotidiana. Ponen sus padecimientos en el mostrador, para sacarles automática rentabilidad política. La vida no les enseña nada, solo a comerciar con todo. Luego hablan del capitalismo. 
 
7. Mi amigo Weil está deshaciéndose de su biblioteca, una de las mejores que conocí. Es por puro hastío físico de los libros. Quiere dejarse solo una estantería elemental. Me cuenta algo interesante. En la librería de segunda mano a la que fue a vender no le quisieron comprar ninguna novela española ni hispanoamericana anterior al año 2000; ninguna, con excepción de las de Javier Marías. 
 
8. "Sabemos más sobre el universo que sobre el cerebro de las mujeres", dice la neurocientífica Susana Carmona. Poco a poco la ciencia se va aproximando a saber lo que sabe cualquier desgraciao. (Y desgraciaos somos todos menos Bertín Osborne.) 
 
9. Esto de que seamos todos (puede que también Bertín Osborne) unos pobres desgraciaos es la conclusión a la que se va llegando en la vida. Todos somos unos pobres diablos. Desde esta atalaya ecuménica, qué tontas se ven las peleas, las discusiones; especialmente aquellas en las que participamos. No dejan de ser entretenidas, pero son sobre todo ridículas, patéticas. Tendríamos que ser monjes zen. Es la única salida digna que se me ocurre. 
 
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26.1.24

En la juventud y en la vejez, Savater

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:43:05

Buenas noches. Han echado a Savater de El País. O mejor: Savater ha hecho que lo echen de El País. La situación era ya insostenible. No por cómo es Savater, sino por cómo es El País, por el periódico en el que se ha convertido. Savater sobraba en El País, como sobrábamos los viejos lectores: aquellos para los que El País era ante todo el periódico de Savater. Su expulsión es una clarificación. He recibido la noticia con melancolía, pero confieso que también con regocijo, porque prueba que Savater sigue vivito y molestando. Ha estado toda su vida así, se dice pronto. Ha escapado del embalsamamiento. La fórmula se puede enunciar fácilmente, aunque lo difícil es llevarla a la práctica: ha estado siempre contra los curas, contra los opresores, contra los pesados, contra los estafadores intelectuales, contra los cenizos. Su talento ha sido saber detectar (y detestar) a los de cada época, porque van variando. Esa habilidad admirable es la que le ha dado vidilla, y a sus lectores con él. Para muchos, entre los que me cuento, Savater ha sido el gran revitalizador. Pero aunque nos lo hemos pasado pipa con sus polémicas, hay un Savater aún mejor, que corre el riesgo de quedar ensombrecido por los fogonazos del otro: el Savater puramente escritor, mi escritor favorito, el número uno para mí. El dueño de la prosa más ligera y transparente, ágil, crujiente, vibrante, emocionante, divertida. Como dijiste, querido Rafa, en la memorable entrevista que le hiciste la noche de Reyes, su obra maestra es su autobiografía: Mira por dónde, que tiene esa continuación triste que es La peor parte, igual de buena. Ahora publica Carne gobernada, otro bello libro memorialístico, escrito con ese "estilo tardío" que celebra en el prólogo. En la juventud y en la vejez, Savater.

25.1.24

Porno duro y terrorismo blando

El Gobierno está en contra del porno duro y a favor del terrorismo blando. La gracia es que con lo segundo practica lo primero y con lo primero practica lo segundo: estar en contra del porno duro es terrorismo blando; estar a favor del terrorismo blando es porno duro.
 
Para estas dos aventuras distintas el Gobierno exige algo común: el DNI. Pronto deberá mostrar su carnet de identidad quien quiera acceder a las webs de porno duro. Y el carnet será imprescindible para ejercer (o haber ejercido) el terrorismo blando: solo si se comprueba que el portador es independentista, gozará de impunidad. Sugiero que para aligerar la carga burocrática el Gobierno cree bases de datos cruzadas: con ello al usuario le bastará una única mostración del DNI para hacerse una paja y poner una bomba respetuosa con los derechos humanos. (La paja, aprovechando un hueco legislativo, sí podrá ser irrespetuosa con los derechos humanos.)
 
Por estas cosas la legislatura está siendo irresistible. Sánchez se supera a sí mismo como únicamente logran hacerlo los genios. Me separo aquí de mis anticlimáticos colegas columnistas que se llevan las manos a la cabeza con cada cruce de línea roja. Son como esos lectores rudimentarios que no entienden las obras experimentales porque no aciertan a desvelar sus leyes. La ley de este Gobierno es que el trazado de líneas rojas constituye su verdadero programa electoral. El programa electoral oficial se publica solo pensando en los Cercas de la vida, esos para los que la comprensión lectora (Sánchez dixit) es "dura de roer".
 
Sánchez, por lo demás, no ha mentido. Ya no miente. Es decir, ya no engaña a nadie. Y el que no engaña no miente: no podría hacerlo ni aunque lo pretendiera. El electorado español votó en las últimas elecciones generales a un hombre desprendido de su palabra. Un hombre del que ya se sabía contrastadamente que era así. Desde entonces, Sánchez no está danzando su danza solo, sino que la está danzando de la mano del electorado español. Este es corresponsable de todos y cada uno de sus pasos de danza.
 
A veces pienso que si Sánchez hubiese caído electoralmente el 23-J nos habríamos perdido lo mejor. Aunque todo lo que está haciendo desde entonces sigue la lógica estricta de lo que había hecho antes, reconozco que el despliegue está siendo espectacular. Es un striptease moral en toda regla. Su desnudamiento del alma, y con él el de su Gobierno y el de su partido (ese PSOE que ya es solo el PSOE de Sánchez), está alcanzando una radicalidad inaudita. Es porno duro no, lo siguiente. Es una especie de taxidermia de los principios, un vaciado bestial pero sin echar luego serrín en el hueco, que queda puro. Lo precioso, como prueba de la inextricable unidad del alma con el lenguaje, es que este ha debido ser vaciado también. Sánchez es una Salomé que se despoja se todos sus velos exteriores e interiores: "desnudez total" (Donne).
 
Lo de hacer necesidad virtud como dijo el presidente implica hacer de las líneas rojas la gasolina para su cabalgada. Pero el Gobierno está a punto de encontrarse con un insidioso obstáculo: ese camino de baldosas no amarillas sino coloradas de Dorothy Sánchez y sus amiguitos se agota. Cada vez quedan menos líneas sin traspasar. Pero su escasez las vuelve más valiosas, más prometadoras. ¿Se detendrá Sánchez ante ellas o se impondrá su férrea lógica? El caso es que son ya líneas rojas muy extremadas. Aparte del referéndum de autodeterminación, se me ocurren dos: el terrorismo duro y el porno blando. (¡Esta última sería ya intolerable!)
 
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21.1.24

Insolencias, listas, ideas y pajas con DNI

[Montanoscopia] 

1. Sublime el espectáculo de una mujer libre, en particular cuando muestra insolencia ante un caricato. Ha ocurrido ahora con Sofía Vergara y Pablo Motos en El Hormiguero, pero se dio aún mejor cuando, en los noventa, Máximo Pradera y Fernando Schwartz llevaron a Isabelle Huppert a Lo + Plus. Su altivez ante los dos homúnculos, naturalmente desenfadados, fue antológica. Con qué desprecio recibía sus chistecillos, sus intentos de dinamizar la media hora televisiva... Huppert no descendió en ningún segundo: con dignidad de esfinge, imponía seriedad, rigor, inteligencia. Los saltimbanquis que la entrevistaban, en los que residía el espíritu de aquella década espumosa, se iban ahorcando a sí mismos en su gestualidad de graciosetes sin gracia. Fue inolvidable y no lo he olvidado. 

2. En la última comida de las listas, institución malagueña en que un grupo de amigos y amigas (¡ellas son las listas!) nos reunimos en enero para comentar nuestras listas de lecturas del año recién concluido, encuentro bizarro que saboreamos con fruición, surgió un tema interesante: cómo la pérdida de tensión moral de un escritor se transmite a su obra, aflojándola también. Una novela de 2023 era un buen ejemplo. El pancismo político se paga; quizá no en vida (esta puede prosperar y de hecho prospera), pero sí en obra. 

3. Ya vuelve Trump a darles ocasión a los sanchistas de denunciar los vicios políticos que celebran en Sánchez. 

4. Los ataques del Gobierno a la Justicia (ataques puramente trumpistas) son la expresión exacta de lo que ocurre. Puesto que el Gobierno negocia con delincuentes huidos de la Justicia, es lógico que perciba a esta como contraria a sus planes. La acción de la Justicia es un obstáculo para el Gobierno. 

5. No hay que perder de vista lo fundamental: la amnistía es la impunidad para nuestra ultraderecha realmente existente. 

6. Nunca el PSOE ha sido menos respetable y nunca he hecho más patéticos esfuerzos por hacerse respetar. 

7. Odian a quienes no les adoran –mientras no hacen otra cosa que volverse odiosos. 

8. Con qué frivolidad se habla de las "ideas" de la actriz Ituño. Lo suyo ha sido otra cosa: apoyar a los que asesinaban, secuestraban y extorsionaban con coartada política; de carácter nazi además, parte constitutiva del cual era acabar (esta vez sí) con las ideas de los otros. Pero en España basta que este carácter nazi se presente como progresista para que lo hagan suyo nuestros, así llamados, hombres y mujeres de la cultura, asiduos exhibicionistas de su deshonestidad brutal. 

9. Al cabo, nuestra izquierda prueba hoy en España lo que durante siglos probó la Iglesia: la relación directísima entre la moralización y la inmoralidad. 

10. Hay dos formas de hacerse notar, con inteligencia o con efectismo. Yo estoy con el efectismo, por eso me cae bien el bufón Idafe, que surte de chistes al poder. Fue memorable cuando el orangutánico ministro Puente hizo suyo lo de la fachosfera, ese ámbito donde Idafe mete a todo aquel que ose cuestionar a Sánchez; o sea, a todo lo que quede fuera de la prensa del movimiento. Idafe le da un toque Arriba o El Alcázar a El País. O mejor (o peor): un toque Egin o Gara. Idafe es un Maite Soroa sin tiros; o mejor (o peor): el Maite Soroa del BOE. 

11. Habrá que dar el DNI para hacerse pajas. No sé aún si eso me pone o me quita. Lo que está claro es que ya sí será literal que el Estado nos va a tener cogidos de los huevos. 

12. Por lo demás, para pornografía la de los sanchistas. ¡Inenarrable entrega! 

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19.1.24

Todos los filósofos hablan de Sánchez

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:05:43

Buenas noches. Lamento traer de nuevo a Pedro Sánchez a esta sección que, pese a sus participantes, sigue siendo más o menos cultural. Pero es que el presidente insiste en invadir nuestro terreno. No solo publica libros, sino que hace sus pinitos en filosofía. Ahora ha citado a Aristóteles: "La verdad es la realidad". Le ha dado un significado sanchista, pero esto no es lo importante. Lo importante es que a Sánchez se le ha metido el gusanillo de la filosofía y ha descubierto que también puede darles un significado sanchista a los demás filósofos. A Tales de Mileto, que afirmó que "el agua es el origen de todas las cosas", habría que interpretarlo así: "Sánchez es el origen de todas las cosas". Lo de Heráclito es diáfano: "Nadie se baña dos veces en el mismo Sánchez". Sócrates: "Solo sé que no sé nada... si no me lo sopla Sánchez". De Platón es el mito de la caverna, que hay que entender como "caverna mediática": aquella que se opone a Sánchez. Los teólogos de la Edad Media decían que "la filosofía es la criada de la fe", o sea, de la fe en Sánchez. La modernidad empieza con el célebre razonamiento de Descartes: "Pienso, luego voto a Sánchez". Para Hume lo principal eran los sentidos, y nadie quita el sentío como Sánchez. Kant distinguía entre el fenómeno y el noúmeno. Está claro que el que es un fenómeno es Sánchez; ¡y un noúmeno si se lo propone! Nietzsche habló del superhombre, que no hay ni que decir quién es. Y Wittgenstein dijo que "de lo que no se puede hablar es mejor callar". Salvo que se sea Sánchez. Pero el favorito del presidente es un filósofo medieval que, como él mismo, le echaba huevazos. Por supuesto, hablo de Duns Scroto.

18.1.24

Literatura desde la atalaya-farmacia

El primer tomo del Diario de cabotaje de Rafael Maldonado, Una inmensa soledad (2014-2015) (Anantes), se publicó en pleno confinamiento. Ahora sale el segundo, De mis sombras, hijo (Confluencias), que comprende 2016-2017.

El título está tomado de un poema de Luis Rosales que termina así (y da una de las claves de la obra): "Desde que tus pasos / me abren el camino, / casi estoy viviendo / desanochecido; / para hacerme vida, / para hacerme sitio, / todo se está haciendo / de nuevo contigo, / hijo de mi carne, / de mis sombras, hijo". El misterio inaugural de la paternidad, con el reconocimiento de la genealogía de padres, abuelos y bisabuelos, recorre estas páginas que conjugan la visión del mundo del autor, más bien oscura, pesimista, fatal, con el milagro del ser al que ha dado vida. Ante el nacimiento de este, lo de antes parece "un entrenamiento, un boceto, una existencia hecha a vuela pluma por un dios guasón y perezoso". Le escribe al hijo: "para mí el mundo tiene tu edad". Pero también: "ser padre es tener miedo".

Al estar este diario dirigido al hijo, muchos de sus pasajes recuerdan en el tono (lo dice el propio autor) a las cartas a Lucilio de Séneca. Su día a día se resuelve en enseñanzas sobre el oficio de vivir; enseñanzas no dogmáticas, sino abiertas, sin moraleja: la enseñanza a veces consiste en la descripción, la contemplación o la simple experiencia, con proyección literaria. El padre da cuenta de su vida con el hijo como destinatario, para que idealmente lea el libro en el futuro y sepa de dónde viene y también lo que le espera. Y que le acompañe.

Es interesante cómo Maldonado, cuya vocación es la de novelista (y cuentista) devoto del grand style que promoviera su admirado Juan Benet, utiliza recursos específicos en sus diarios, como si el género desnudo le supiera a poco y tuviera que arroparlo con dispositivos narrativos. Una inmensa soledad estaba escrito en tercera persona (el autor alcanzaba así hechuras de personaje) y De mis sombras, hijo en segunda (cuando se dirige al hijo) y en primera (cuando habla de sí); repertorio que me evoca el título de Jaime Gil de Biedma Las personas del verbo. El buen hacer literario del autor impide que este juego ahogue una característica esencial de todo diario: la transmisión de la intimidad. En efecto, el texto logra tener empaque estilístico al tiempo que la vida del autor late en él; la vida presente y también la pasada, ya que, junto con la consignación de la cotidianidad, hay momentos casi proustianas de reconstrucción biográfica y familiar.

Paternidad (y filiación) al margen, un doble eje articula De mis sombras, hijo: el del trabajo en la farmacia del autor (en Coín, un pueblo de la provincia de Málaga al que acude desde la Fuengirola en la que vive) y el de su pasión literaria. Su profesión de farmacéutico le brinda estabilidad económica, gracias a la cual no tiene que malbaratarse como escritor, y a la vez lo coloca en su "atalaya-farmacia, desde donde se otean mejor que en ningún sitio el dolor, la enfermedad y la muerte". Este asiduo "contacto con el alma humana" revierte en su literatura. La "cercanía al dolor humano" que le proporciona la farmacia, escribe Maldonado, "me hará, andando el tiempo, mejor escritor que si mi formación y quehacer fuese humanístico".

Pero la vida de De mis sombras, hijo es completa, y por lo tanto también luminosa. Maldonado celebra una frase de Montaigne: "Todo lo hago con alegría". Y la buena literatura, contenga lo que contenga, siempre contiene el placer de la literatura. 

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14.1.24

Espiral de 'Vértigo', el hombre disponible y los Cercas de la vida

[Montanoscopia] 

1. El fértil ensayo de Manuel Arias Maldonado sobre Vértigo de Alfred Hitchcock, Ficción fatal (Taurus), sobre el que escribí el jueves, me sigue dando vueltas. Me he obsesionado también con la película, con un mayor grado de refinamiento: es una obsesión en espiral, que vuelve sobre lo mismo cada vez desde distinto nivel. La espiral precisamente es uno de los emblemas de Vértigo, que va desde el moño rubio de Madeleine (Kim Novak) al sueño de Scottie (James Stewart) o la escalera del campanario, y ya estaba en los créditos de Saul Bass, y está en todo momento en la música wagneriana de Bernard Hermann. Ahora que se ha editado el Petrarca de Francisco Rico (Arpa), he caído en que la estructura de Vértigo es la misma que la del Cancionero del humanista italiano: primera parte, en vida de Laura; segunda parte, en muerte de Laura. Las grandes obras de la cultura, como Vértigo, permiten tales proyecciones. Arias Maldonado, en la sección sobre la genealogía de la película, se refiere a este juego inagotable: que tiene sentido mientras se mantiene como juego, como estimulación poética, y lo pierde cuando se vuelve pomposo y rígido, sin gracia. En mi caso, esta asociación con Petrarca le ha imprimido otro giro estimulante a la espiral. 

2. Arias Maldonado resalta una figura memorable en la que ya se fijó Eugenio Trías en Vértigo y pasión: la de "el hombre disponible". Escribe Arias Maldonado: "forma parte de esa galería de tipos hitchcockianos a los que les pasan cosas porque se encuentran libres de toda ocupación". Scottie, que se refiere a sí mismo como "the available Ferguson" (su nombre es John Ferguson), es "un eterno soltero sin familia que cuidar y disponible para quien lo reclame". Un hombre, sigue Arias Maldonado, "que se mantenía secretamente a la expectativa: por si algún día llegaba a pasar algo". "¡Vaya si pasa!", concluye Arias Maldonado; y sintetiza la peripecia: "de la melancolía a la desesperación". Esta figura modernísima tiene que ver (sigo con las asociaciones) con "el hombre del subsuelo" de Dostoyeski, "el hombre de la multitud" de Poe o el "flâneur" de Baudelaire; también con los surrealistas que callejeaban y se encomendaban a los encuentros (Arias Maldonado emparenta Vértigo con Nadja de André Breton). Hombre (o mujer) disponible es igualmente el espectador de la sala de cine, expuesto durante dos horas a lo que le pase con la película. 

3. Mientras me ensimismo en Vértigo, no puedo dejar de atender la gran noticia nacional de la semana, que no es otra que la persistencia en mi alejamiento de Twitter. ¡Soy noticia, sí! ¡Al menos en mi Montanoscopia! Pero no se impacienten, que tiene que ver con la otra. Asistí al esperpento sanchista del PSOE (y todo el PSOE es ya un esperpento sanchista, incluido el entrañable Page) con una distancia, por emplear aquel maravilloso adjetivo de Ortega y Gasset, sportiva. Estar fuera de Twitter, es decir, estar liberado de la reacción instantánea ante la actualidad, hace que en esta se imponga su carácter fantasmagórico. Una fantasmagoría, ciertamente, que nos masacrará, pero al menos lo hará de una vez, la definitiva, sin que uno haya tenido que ir de acompañante durante todo el proceso. Twitter es ese arrastre, esa descomposición continua. Por otro lado yo estoy feliz, viendo cómo tendrán lo que se merecen aquellos que votaron a Sánchez sabiendo lo que era exactamente Sánchez. Será también la desgracia de los que no votaron a Sánchez, una desgracia injusta; pero cuantísima justicia en la ruina política y moral (¡ojalá que también económica!) de los Cercas de la vida. 

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11.1.24

'Vértigo', belleza intoxicante

Hoy llega a las librerías un libro de cine: Ficción fatal (Taurus), el ensayo sobre Vértigo de Manuel Arias Maldonado largamente esperado por sus lectores. El autor es el Torres-Dulce de la Ciencia Política: además de su profesión –ha llegado a catedrático en esta disciplina–, cultiva la pasión cinéfila con devoción y aplicación. Su entrega le ha llevado a esta joyita sobre su película más amada de su director favorito, Alfred Hitchcock, a la que sabe extraerle un surtido de jugos estimulantes.

Después de La democracia sentimental (Página Indómita) y otros estudios reconocidos de pensamiento político, Arias Maldonado nos ofrece su obra más personal, emparentada con (Fe)Male Gaze (Anagrama), pero más rica: además de las relaciones eróticas y amorosas como en esta última, se ocupa de los juegos de la ficción y sus consecuencias, de la potencia artística del cine, de clasicismo e innovación en la cultura, de la mirada, de los espejos, de la imaginación, de la ironía, del romanticismo y el surrealismo, del psicoanálisis, del deseo, de la culpa, del pasado, de los futuros, de la sensorialidad, de la identidad, de la ambigüedad humana e incluso la de la realidad y, por supuesto, de la pura película.

Todos los asuntos mencionados (y algunos otros, como la mitología, la música, la pintura, la literatura, también la filosofía, ¡y San Francisco!) emanan maravillosamente de Vértigo, centro absoluto de esta monografía a un tiempo intransitiva y transitiva: intransitiva por la profundización obsesiva en el universo cerrado, repetitivo, del film de Hitchcock; y transitiva por la expansión hacia el mundo, por la irradiación, de ese universo. El estilo de Arias Maldonado, elegante, sereno, de línea clara, sabe capturar la pasión turbulenta y finalmente destructiva de la película, lo que lo convierte en un cable de alta tensión. Ficción fatal es por ello un ensayo cargado de vitalidad: ese género de vitalidad trágica electrificada por la lucidez.

Un sello de los textos de Arias Maldonado es que componen una asamblea bibliográfica: acogen una polifonía de voces con las más variadas consideraciones sobre los temas de que se ocupan. Aquí asistimos a lo que han escrito numerosos autores sobre Vértigo, tanto sobre sus aspectos cinematográficos como los interpretativos de todo tipo, con particular atención a los debates suscitados por la crítica feminista, llevada a cabo mayormente por autoras. Arias Maldonado imprime soltura a su erudición y va encadenando estas voces en su discurso, glosándolas o cuestionándolas, sin perder en ningún momento el hilo propio. Este se ve así reforzado; entre otras cosas porque uno de sus componentes es la convicción de que Vértigo es una película compleja e inagotable, cuya ambigüedad repele toda pretensión de interpretación unívoca. El de Arias Maldonado es así un ensayo en la plenitud del término, como lo fuera Vértigo y pasión de Eugenio Trías.

En mi revisitación de estos días (he vuelto a ver la película dos veces, una antes y otra después de leer el libro; y la veré alguna más) me han tocado especialmente tres cosas. La belleza arrebatadora (¡intoxicante, como dice el autor!) de Vértigo, con sus planos perfectos, plásticos, cromáticos, musicales; tanto los interiores como los exteriores. Los momentos en que asoma la verdad de Judy, su amor verdadero atrapado en la ficción de Madeleine. Y el poder de esa ficción fatal que absorbe al espectador incluso cuando la sabe ficción, cuya apoteosis es la resurrección verdosa de Madeleine. Aquí se consuma tal vez la magia del arte: más allá o más acá de las categorizaciones sobre la verdad y la ficción, está la experiencia. El chispazo que salta del artificio hacia la vida. 

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7.1.24

Muñequicidio, otra de 'apretaos' y Arévalo como Starsky

[Montanoscopia] 

1. Cumplo una semana fuera de Twitter. Esta primera euforia es la más peligrosa: para celebrarla, corro el riesgo de entrar en Twitter. Así lo hice tantísimas veces en el pasado. Pero ya no. Mi inauguralismo (así lo llama Arias) encontró la fecha perfecta en este 1 de enero que también fue lunes, y de año bisiesto además. En el océano del tiempo (manida pero certera metáfora) pongo o proyecto balizas. Un juego inútil, pero así funciono. En realidad, me he asomado a Twitter, pero sin participar. Enlazo mis artículos y me callo. Estar fuera de Twitter es eso: callarse. 

2. Leo en este periódico que "el delito de magnicidio no está recogido en el Código Penal". Menos mal, porque se habría quedado obsoleto. He hecho alguna vez la broma de la imposibilidad ontológica de un magnicidio en la España (y tal vez la Europa) de hoy: a aquel que supuestamente lo cometiera le habría salido un pequeñicidio. Nuestros gobernantes no dan para más. Lo avisó Jünger en La emboscadura: "Una de las notas características y específicas de nuestro tiempo es que en él van unidas las escenas significativas y los actores insignificantes". Todos son pequeños. Por eso el pequeñicidio, como delito posible, sí debería estar recogido en el Código Penal. Incluso debería estar recogido el muñequicidio. 

3. Hay una brecha radical entre la violencia real y la simbólica. No siempre desde esta se da el paso (el salto) a aquella. Ni siempre ni, en contextos como el nuestro, con frecuencia. Pero la representación de la violencia mantiene algo de invocación, de danza propiciatoria. Es jugar con fuego. Por eso no deja de ser repugnante. Y por la fragilidad de todos los contextos. 

4. Que el PSOE predique la concordia al tiempo que hace todo lo posible por destruirla es la prueba de que el PSOE está perdido para la concordia. Para lo que ha hecho, para lo que está haciendo, solo encuentra la justificación de que el PP es peor. Tiene que cargarle todo lo malo, le corresponda o no al PP. Esta operación permanente no es más que la prolongación del no es no inaugural de Sánchez, que era una calle de sentido único. Un callejón sin salida. 

5. El mero contacto del PP con Junts, aunque fuese solo un café, confirma que el PP sigue sin haberse enterado de nada. Volvemos a los tiempos en que había razones para que nacieran Ciudadanos y UPyD, que se fundaban en la incompetencia tanto del PP como del PSOE en asuntos esenciales del Estado de derecho, perennemente mediatizados en ellos por la ambición del poder. Esas razones se han multiplicado, como las del absurdo de un Ciudadanos o UPyD ahora. Lo de Izquierda Española (aunque he anunciado que la votaré en las europeas) es también absurdo. 

6. Hemos escrito mucho sobre la patética reacción de nuestra izquierda oficial al surgimiento de Izquierda Española. Esto nos ha dificultado reparar en otro tipo de reacciones: la de esos comentaristas de derecha resabiados, apretaos, imbuidos de superioridad histórica, política, filosófica y moral, que consideran (¡y con cuantísima estolidez!) que solo se puede ser de derecha. 

7. En la barca de Caronte se han montado juntos esta vez Arévalo y Hutch. Arévalo haciendo de Starsky, el papel de su vida. Espero que la barca la hayan pintado de rojo con aquel rayo blanco atravesando el costado. Qué rara se ve ahora la educación estética de los que fuimos niños en los 70: los chistes de Arévalo y una serie como Starsky y Hutch, con su música blaxploitation, maravillosa. Era algo áspero, asilvestrado y bellísimo. 

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5.1.24

'Los genios': una gamberrada muy bien hecha

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:08:35

Buenas noches. Traigo de regalo de Reyes un libro con el que me lo he pasado pipa esta Navidad: 'Los genios', de Jaime Bayly. Cuenta la historia del puñetazo que le dio Mario Vargas Llosa a Gabriel García Márquez en 1976, que puso fin a la amistad entre ambos escritores. Dice Bayly que le costó encontrar editorial, porque ninguna quería incomodar al Nobel superviviente; hasta que aceptó Galaxia Gutenberg. 'Los genios' salió en marzo, pero yo la he leído ahora y ha sido mi lectura más divertida de 2023. Es una gamberrada maravillosa. Una gamberrada muy bien hecha. Funciona como novela folletinesca y cotilla, y tiene situaciones cómicas perfectamente diseñadas: es un gran libro de humor, que se lee con una sonrisa que con frecuencia deriva en carcajada. Para hablar del puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez, Bayly recrea toda aquella época del 'boom' latinoamericano. Y ocurre uno de esos milagros de la literatura: por medio de un tono casi de coña, distanciado con los procedimientos del culebrón, se logra atrapar la vida, así como el alma de los personajes, que son caricaturescos y a la vez convincentes. 'Los genios' combina la mala uva (sutil) con el cariño. Se baja del pedestal a momias de la literatura, pero para humanizarlas y convertirlas en seres entrañables, apasionados y contradictorios. Por dar dos pinceladas del libro: a Vargas Llosa, que se casó primero con su tía y luego con su prima hermana, se le llama "príncipe incestuoso". Y en una escena aparece depilando a la actriz Katy Jurado con unas tijeritas. Bayly ha investigado, pero también ha añadido ficción. Y el resultado es tan encantador que ya no quiero saber qué pasó y qué no pasó: solo quiero que todo sea como en el libro. 'Los genios' es un homenaje irreverente.

4.1.24

El único partido de izquierda

Tras los fracasos de UPyD y Ciudadanos, le dije a mi amiga Dolores González Pastor: "Cerramos partidos como quienes cierran bares". Yo no milité en ninguno, aunque fui compañero de viaje y de naufragio. En ambos casos el naufragio se produjo porque los dirigentes agujerearon el barco. Fueron suicidios políticos, a los que después, como es natural, los electores retiraron su apoyo. Dolores y yo aún nos repetimos la frase de vez en cuando, en plan humorada. Para lo que no hemos tenido humor es para nuevos partidos, ni plataformas, ni nada que se les parezca. Es una saturación fisiológica. Sobre todo después del anticlimático éxito de Ciudadanos en las elecciones de abril de 2019: éxito que inutilizó (con la ayuda del PSOE).

El anuncio de que la plataforma El Jacobino se va a presentar a las elecciones europeas con un partido creado a propósito, Izquierda Española, me llega pues en mal momento. Inicialmente he pensado: demasiado tarde. También por otra razón. Ya escribí sobre ello. Me he pasado años diciéndome de izquierda y tachando a casi todos los demás que se dicen de izquierda (salvo yo y cuatro gatos) de pseudoizquierdistas. Estos se ajustaban, por resumir, a lo que Félix Ovejero denunció en La deriva reaccionaria de la izquierda: o sea, actualmente todos los partidos españoles que se dicen de izquierda. Pero el pogromo del 7 de octubre desató (y ha ido in crescendo) tal ola de antisemitismo en esa izquierda reaccionaria, que me dio repugnancia hasta decirme de izquierda: no quise pertenecer, ni con mi diferenciación, a esa familia de hitlerianos encubiertos.

Por otra parte, el líder de El Jacobino y previsible candidato principal de Izquierda Española, Guillermo del Valle, tan aseadito, tan modosito, tan curil, ¡con la barba tan recortadita!, me da cierta grima. Huele a político: huele a algo que yo ya detesto con vísceras de taxista sin taxi. "¡Todos los políticos son unos sinvergüenzas!", sí. Aunque tampoco quiero entregarme a la pasión antipolítica, de resultados aún más nefastos históricamente: al animal que llevo dentro no hay que dejarlo al volante, ni siquiera al del taxi que no tengo. De manera que no, pero sí. ¡Pero no! ¡O yo qué sé!

Como suele ocurrir, el empujoncito me lo han dado los otros, los atorrantes. "No hay nada como ser de derecha para fundar un partido de izquierda", ha escrito un amigo argentino. Y: "El nuevo partido de derecha de izquierda será una fuente de humor siempre fiable, no se quejen". También se solivianta una comentarista gubernamental: "Nace un nuevo partido, el Ciudadanos enésimo, el UPyD eterno, y algunos corren a darle pábulo para que robe votos al PSOE". Y se ríe, con el aplauso de Íñigo Errejón, de que se proclame "no nacionalista". Con lo que desembocamos en el quid siempre de la cuestión española: la destrucción de lo común en que está instalada la izquierda reaccionaria por su participación, connivencia o complicidad con el nacionalismo. Toda crítica a su porquería es "nacionalismo español". Por eso es reaccionaria.

Así que sí, votaré a Izquierda Española en las europeas: o sea, votaré al único partido de izquierda que se va a presentar en España. Para empezar. Después ya iremos viendo. Con mi cansancio soberano, hastiado, sin ninguna fe, sin esperanza, sabiendo que es inútil, que es incluso patético, por no decir ridículo, en las postrimerías de mi abominación por la historia, en mi detestación y mi desprecio, desde el más crudo pesimismo antropológico, sin tener el coño ya para fiestas ni para farolillos, votaré a Izquierda Española. Al menos sé que es lo que más les jode. 

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