14.1.24

Espiral de 'Vértigo', el hombre disponible y los Cercas de la vida

[Montanoscopia] 

1. El fértil ensayo de Manuel Arias Maldonado sobre Vértigo de Alfred Hitchcock, Ficción fatal (Taurus), sobre el que escribí el jueves, me sigue dando vueltas. Me he obsesionado también con la película, con un mayor grado de refinamiento: es una obsesión en espiral, que vuelve sobre lo mismo cada vez desde distinto nivel. La espiral precisamente es uno de los emblemas de Vértigo, que va desde el moño rubio de Madeleine (Kim Novak) al sueño de Scottie (James Stewart) o la escalera del campanario, y ya estaba en los créditos de Saul Bass, y está en todo momento en la música wagneriana de Bernard Hermann. Ahora que se ha editado el Petrarca de Francisco Rico (Arpa), he caído en que la estructura de Vértigo es la misma que la del Cancionero del humanista italiano: primera parte, en vida de Laura; segunda parte, en muerte de Laura. Las grandes obras de la cultura, como Vértigo, permiten tales proyecciones. Arias Maldonado, en la sección sobre la genealogía de la película, se refiere a este juego inagotable: que tiene sentido mientras se mantiene como juego, como estimulación poética, y lo pierde cuando se vuelve pomposo y rígido, sin gracia. En mi caso, esta asociación con Petrarca le ha imprimido otro giro estimulante a la espiral. 

2. Arias Maldonado resalta una figura memorable en la que ya se fijó Eugenio Trías en Vértigo y pasión: la de "el hombre disponible". Escribe Arias Maldonado: "forma parte de esa galería de tipos hitchcockianos a los que les pasan cosas porque se encuentran libres de toda ocupación". Scottie, que se refiere a sí mismo como "the available Ferguson" (su nombre es John Ferguson), es "un eterno soltero sin familia que cuidar y disponible para quien lo reclame". Un hombre, sigue Arias Maldonado, "que se mantenía secretamente a la expectativa: por si algún día llegaba a pasar algo". "¡Vaya si pasa!", concluye Arias Maldonado; y sintetiza la peripecia: "de la melancolía a la desesperación". Esta figura modernísima tiene que ver (sigo con las asociaciones) con "el hombre del subsuelo" de Dostoyeski, "el hombre de la multitud" de Poe o el "flâneur" de Baudelaire; también con los surrealistas que callejeaban y se encomendaban a los encuentros (Arias Maldonado emparenta Vértigo con Nadja de André Breton). Hombre (o mujer) disponible es igualmente el espectador de la sala de cine, expuesto durante dos horas a lo que le pase con la película. 

3. Mientras me ensimismo en Vértigo, no puedo dejar de atender la gran noticia nacional de la semana, que no es otra que la persistencia en mi alejamiento de Twitter. ¡Soy noticia, sí! ¡Al menos en mi Montanoscopia! Pero no se impacienten, que tiene que ver con la otra. Asistí al esperpento sanchista del PSOE (y todo el PSOE es ya un esperpento sanchista, incluido el entrañable Page) con una distancia, por emplear aquel maravilloso adjetivo de Ortega y Gasset, sportiva. Estar fuera de Twitter, es decir, estar liberado de la reacción instantánea ante la actualidad, hace que en esta se imponga su carácter fantasmagórico. Una fantasmagoría, ciertamente, que nos masacrará, pero al menos lo hará de una vez, la definitiva, sin que uno haya tenido que ir de acompañante durante todo el proceso. Twitter es ese arrastre, esa descomposición continua. Por otro lado yo estoy feliz, viendo cómo tendrán lo que se merecen aquellos que votaron a Sánchez sabiendo lo que era exactamente Sánchez. Será también la desgracia de los que no votaron a Sánchez, una desgracia injusta; pero cuantísima justicia en la ruina política y moral (¡ojalá que también económica!) de los Cercas de la vida. 

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